Los refraneros caminan por los renglones que marca el pueblo. Modalidad de literatura Kleenex, apegada a los soles y la tierra mediante esa paradójica ansia de eternidad que justifica la existencia de la tradición. Los refraneros nacen, se reproducen y mueren en diferentes tiempos según las bocas donde caigan. Así, en nuestra Málaga, el agua pasada sí mueve molinos. De la posible multa de más de 46 millones de euros con que Bruselas va a sancionar los excrementos que en España se arrojan al agua sin depuración, unos 11 le corresponden a cuatro municipios malagueños. Se van a mover los molinos para abonar esas cantidades. Casi 3 millones de euros por cada municipio penado. Y es que, desde que Europa pretendió que la higiene y civilización también llegase a nuestras costas y ríos, el agua que ni se ha de beber ni orinar, tampoco puede dejarse correr sin que antes pase por una depuradora. Si esta situación se hubiera producido, yo qué sé, por ejemplo en Albacete, o en Zamora o Ávila. Pues mal, pero tal dejación de funciones quizás se justificaría en la pechá de agua que arrastran sus cauces, o en el, en apariencia, leve impacto que las aguas fecales ejercen sobre el pan que allí comen gracias al sudor de su frente. Málaga, no tengo claro si por suerte o desgracia, depende del turismo en un porcentaje muy alto de su economía. La sorpresa surge como manantial a borbotones cuando uno lee la lista de los municipios que no depuran ese excremento que con tanta generosidad regalan a quienes se hallen en sus entornos: Alhaurín el Grande, Coín, Estepona-San Pedro Alcántara y Nerja. El caso de Estepona, por poner un ejemplo curioso, quizás sea el síntoma más significativo de la filosofía subyacente a nuestras políticas acuáticas. Un consistorio con inflación de titulares periodísticos que ha reflejado irregularidades, actitudes incompresibles y corruptelas de diverso signo en sus despachos. Un municipio que, durante los años del ladrillo, multiplicó su población flotante por varios dígitos a base de especulación y pelotazos de beneficios que, como ahora se constata, no fueron regidos por la sensatez ni la previsión de futuro. Cuando alguien se baña en aquellas playas, flota sobre la propia agüita amarilla que acaba de depositar en el chiringuito, o sobre la de su vecino si tira de la cisterna. Nada genera mejor publicidad internacional.
Por continuar con el refranero actualizado malagueño, aquí siempre llueve a gusto de todos. Este año regresó la sequía que tampoco quiso perderse el incremento de visitantes a nuestra tierra. Varios pueblos no depuran sus aguas, pero tampoco la Junta o el Estado han desarrollado planes contra esta escasez de lluvias en Málaga, que camina en paralelo con este aumento de población hotelera que no sólo seca nuestros pantanos y acuíferos, sino también nuestros campos por falta de los riegos necesarios. Hace ya muchos años, durante un viaje a Vitoria, vi en el hotel un reportaje promocional de la la provincia de Álava, donde incidían en una serie de construcciones hídricas que llamaban el cinturón del agua y que aseguraban su suministro en un área donde las sequías también suceden pero son anécdota y no categoría recurrente, como en nuestra tierra. Jesús Gil usó en su día el argumento de la sed y la previsible ruina de la ciudad de Marbella para alcanzar su alcaldía mediante la promesa de una depuradora, envuelta en otra serie de regalos envenenados. Sabemos el final de ese cuento, pero su protagonista había adivinado que ese era un argumento sólido ante una gran parte de los malagueños que viven de quienes visiten nuestra provincia.
Sin duchas, ni SPA, ni playas limpias, ni piscinas, ni campos regados, sean de césped o naranjos, sólo nos convertiríamos en un desierto florecido de hoteles y apartamentos ruinosos, una provincia mendiga, al estilo de la, en otros tiempos, riquísima Detroit. A perro flaco todo se vuelven pulgas. Hay sentencias que carga el mismo diablo, de esas que siempre se cumplen. Y aquí nadie ha hecho sus deberes como dios manda.