Vistos los resultados a una hora en que ya hay datos más o menos fiables, debemos felicitar a los ganadores sea cual sea la opción política que cada quién tenga. Esta democracia costó muchas décadas de dictadura y mucha sangre para que nadie insulte a alguien, así al voleo, o que cualquiera se permita la descalificación. Muchas gracias al pueblo español. Una vez dicho esto, pasamos al enteradismo columnero. De entrada se demuestran dos cosas, una que el candidato del PSOE no ha convencido a la audiencia, visto que ya hemos tenido dos presidentes socialistas; dos que España puede ser más o menos roja, ma non troppo, que hubiera dicho cualquier compositor italiano. La opción del “vámonos por ahí” de las canciones del Aute que, más o menos y según, es la de Podemos, pues ha convencido ma non troppo. Es decir, un partido de nuevo cuño, lo que tiene gran mérito, y con una imagen inédita, aunque con gran mercadotecnia de facultad de sociología sin casta universitaria, claro está, pues como el chiste, como un poco de suerte, pues tampoco. Izquierda Unida, se llame como se llame, ha quedado por ahí. Es decir, al final de todo esto y con muchos chillidos en la calle, no han alcanzado ninguna mayoría de votos en el seno de esta especie de Colacao electoral en que se ha convertido el sistema electoral español. De todo este panorama me da pena la izquierda española. Por mí, no por otro motivo. Sobre todo el socialismo español, lo que desestabiliza nuestra bendita sociedad. No han tenido un líder que ilusionara. Sus palabras sonaban igual que a las de un personaje de alguno de aquellos tebeos que leía de pequeño. Con lengua falsa. Sus mensajes no han calado en la sociedad española igual que aquellos que transmitía Felipe González junto con Alfonso Guerra. Ideas, programa por encima de cualquier discusión. Fueron buenas o mala ideas pero, ideas. Fueron malos o buenos discursos, pero discursos. Durante esta campaña hubo por parte de Pedro Sánchez descalificaciones sin alternativas, junto con chillidos tópicos del vamos a ganar, aunque no sepa ni por qué. Y eso no ha convencido hasta donde tenía que convencer.
La otra gran bajada de expectación ha sido la de Ciudadanos. Todo marchaba por un camino perfecto de rosas y triunfos igual al que anduvo la UCD en sus días. Un partido que se concentraba en la busca del centro y encandiló a la sociedad española por su moderación aupada por melodías de modernidades. Sin embargo, los de Ciudadanos han ido hundiéndose conforme abrían la boquita. En realidad no sean habían enterado del centrismo español por más que lo parecieran. Brutalidades, como la de abordar las agravantes de los delitos por violencia de género han sido errores imperdonables que las urnas no perdonan por aquello de imperdonables. Por tanto, ni centro ni nada. Una especie de revolución contra la derecha de siempre con grandes indeterminaciones de una derecha nueva liberal que tampoco sabe lo que es, quizás por falta de tradición. Quienes más disfrutan de esta situación son los nacionalistas catalanes. En Cataluña fue Ciudadanos quien detuvo el gran órdago independentista, ni los populares, ni los socialistas. Tampoco el nacionalismo vasco está cómodo con Ciudadanos que cuestiona, como muchos del sur del Ebro hacemos, ese concierto económico que diferencia los impuestos que unos y otros aportamos al arca común de la que, en teoría, todos nos surtimos. Por tanto, desde la óptica más derechista del parlamento, non troppo de igual manera. Por lo tanto, ni por un lado ni por otro las distintas aristas de la sociedad española han confluido en un poliedro menos irregular. A partir de esta noche habrá que aprender a pactar y negociar, lo que se hizo desde los inicios de nuestra democracia. Pero si uno mira hacia atrás y estudia los acuerdos alcanzados y los logros, se da cuenta de que sí pero ma non troppo, lo que va a suceder a partir de ahora.