Por fin ha aparecido la voz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Málaga por el desbarajuste del metro. Casi una psicofonía por lo extraño del suceso. Es cierto que hablar a tontas y locas no conduce a ninguna parte, pero lo mínimo que se le puede exigir a un político es que hable sobre la polis. Se les presuponen ideas, gabinetes tras ellos que aportan luces sobre las posibles sombras y les susurran soluciones. Eso que en inglés se llama think tanks y que, rimando, diríamos que de moda tanto están cuando nos queremos referir a los armazones ideológicos que sustentan o debieran sustentar a los partidos políticos. El caso es que, como vecino de esta ciudad, percibo una ausencia crónica de Ciudadanos en los muchos frentes abiertos que tiene el Ayuntamiento de Málaga y que, a veces, también implican a la Junta de Andalucía. Según las encuestas, Ciudadanos es un grupo político que puede entrar con gran fuerza en el Parlamento nacional tras las próximas elecciones. Su líder, Albert Rivera, muestra un clara y legítima ambición de gobernar España según los acordes de su ideario, esto es, siempre que pueda alcanzar la presidencia del gobierno sin necesidad de pactos. Por diversas razones, convendría que la presidencia del gobierno español fuese pronto ostentada por un mujer y catalana o vasca, pero esto es otro asunto. Sea como fuere, Ciudadanos ha nacido para quedarse como un personaje más de la comedieta política española que lleva bastantes capítulos grotescos en su guión actual. Si hurgamos en la memoria, descubrimos formaciones políticas que se hundieron en el lodo del devenir social hispánico a pesar de su aparente solidez. Así, el partido comunista era llamado el partido. Uno había entrado en el partido. Mañana da un mitín el partido. Los votos demostraron que era uno más, incluso alejado de los podios de gobierno.
La UCD sería otro caso para estudio por parte de Ciudadanos. Más allá de las coincidencias anecdóticas, como la juventud de sus presidentes iniciales, ambas opciones iluminan el escaparate con un discurso de derecha liberal que conecta con la mayoría del espectro socio-económico urbano español. Espacio que, a un mismo tiempo, también se disputan PSOE y PP en desventaja respecto a esta nueva formación. Ambos grupos llevan una suficiente cantidad de lastre en sus alas puesto allí por el desgaste que el poder insufla a causa de las corruptelas y clientelismos que, como los hongos en la piel, siempre acaban surgiendo al fondo de las carteras ministeriales. Ciudadanos Málaga ha apoyado la continuidad del alcalde Francisco de la Torre, mientras que Ciudadanos Andalucía ha mantenido a Susana Díaz en su trono. Sin embargo, a pesar del valor que tienen sus votos en Junta y Ayuntamiento, es raro oír su voz en una u otra dirección. Así, el asunto del metro en superficie por calle Eugenio Gross podría quedar modificado si este partido decidiera usar su influencia para que se aprueben unos determinados trazados o métodos de construcción no lesivos para Málaga. Los vecinos podrían constatar que sus votos sirven para algo más que para bendecir la continuidad de cargos en las poltronas municipales y autonómicas. Ciudadanos se ha pronunciado sobre el metro. Ahora queda que hable sobre ese extraño organismo municipal aparentemente sin control que es el OMAU, por ejemplo. Sobre la necesidad, o no, de que desaparezca el Instituto Municipal de Libro que tanto bien ha hecho a la imagen cultural de esta ciudad y del que Don Francisco dice que se lo carga porque Ciudadanos lo exigió. O que analicen la prevista huelga de LIMASA que tanto daño hará a la economía malagueña si se lleva a cabo. Aunque las épocas no resistan una comparación, UCD se rasgó por los cimientos de su falta de presencia en la sociedad del día a día. En los problemas municipales que son los que afectan al ciudadano de un modo más tangible. Si Ciudadanos quiere gobernar España, que demuestre al menos que es capaz de hacerlo en Málaga. Aquí tiene dónde sanear, proponer y cambiar. A ver si los oímos.