Ayer se celebró en Málaga el 13 día de la bici. Uno más de esos diasdé que pretenden rescatar algo de su invisibilidad, o llamar la atención sobre un problema, características que no tienen ningún efecto sobre el Ayuntamiento de nuestra ciudad. Tras 13 ediciones no se entera de que las bicicletas ya no son sólo para el verano, sino que pretenden conquistar todas las urbes civilizadas del planeta. Y ahí ya topamos con el primer obstáculo para que el uso de la bicicleta se imponga en Málaga, la civilidad. Y no me refiero a la cantidad estimada media de respeto por los demás que tengamos los malagueños, cosa que es discutible. Me refiero a la incapacidad demostrada de buena parte de nuestro Consistorio para legislar por el bien común. Hasta que no suceda una desgracia de esas que revientan los titulares de portada, no se aplicará una legislación severa y real que permita un uso continuo y seguro de la bici en lugar del transporte motorizado, a la vez que un uso de las piernas como medio de locomoción también seguro y respetado. Montar en bici por Málaga es un deporte de riesgo. Andar por bastantes aceras de Málaga comienza a ser un hábito suicida también dada la invasión de ciclistas que, en demasiadas ocasiones, ningunean a los viandantes. En las zonas peatonales de Málaga hay que salir del portal como si a uno lo persiguiera la mafia, mirando hacia todos lados porque un bicicleta te lleva en volandas al mínimo descuido. El Ayuntamiento, por omisión del deber casi de socorro, está promoviendo una guerra civil entre peatones y ciclistas que algún día culminará con su episodio de guantazos en la vía pública. Profetizo. Aunque aquí es fácil convertirse en vocero del futuro por lo bien que se ve venir. Y así está el panorama de la bici en nuestra Málaga a la que el Consistorio quiere imprimir un barniz de modernidad y tintes de civilización. Los carriles bici vacíos, y los peatones esquivando bicis por las aceras. Y hay que estar muy confiado en la propia suerte para atreverse a ir con la bicicleta entre los coches. Yo no tengo tanta como por ejemplo quienes se hayan embolsado los beneficios de esos fondos europeos cuyo gasto ha sido justificado con la construcción de los presuntos carriles bici.
Lo escribo así de clarito: quien diseñó el carril para bicicletas que transcurre entre el paseo marítimo y Calle Pacífico no tiene ni idea. Una buena parte del trayecto está trazada con curvas muy cerradas entre jardines reverdecidos por un riego automático que llena de agua el suelo del carril. Una máquina para lesionar ciclistas, llueva o no. Tuve una caída que casi me rompe el brazo. Un buen amigo, ciclista profesional, tuvo tres. Ninguno de los dos utilizamos ya ese maldito carril para ir a nuestros respectivos trabajos. Pero más peligroso aún es el que atraviesa la Alameda, o el trazado delante de la parada del autobús junto al edificio de Hacienda, por poner algunos ejemplos. Los carriles bici importan un pito al Ayuntamiento de Málaga que no alberga entre las mentes de su gobierno ninguna filosofía de transporte ecológico, sino como estampa para carteles. Con los días de sol que disfrutamos, Málaga podría ser la ciudad de la bicicleta. Sus carriles han sido declarados por una organización de consumidores como los peores de España. Su construcción ha servido para dar algunos puestos de trabajo remunerados desde Europa y se acabó. Como contraste tenemos Calle Cuarteles donde los ciclistas hacen piruetas a toda velocidad entre peatones. Es urgente que se delimite ya el espacio de cada uno. En la fría y lluviosa Dublín, los carriles bici están trazados en su mayor parte sobre el asfalto, aludo a esa ciudad porque presencié cómo un peatón detenía una bicicleta que circulaba por la acera para que se dirigiese a su carril. El chico era extranjero pero todo el mundo comprende un puñetazo incluso en inglés. Esperaremos los titulares sobre algún asunto luctuoso, tipo atropello de peatón o de ciclista y aguardaremos el rostro serio del alcalde anunciando una comisión que investigue lo que a todas luces es evidente para los ilusos que nos creímos que Málaga podría ser una ciudad con ciclismo urbano protegido, tan protegido como deben estar los peatones. Pero no.