Hay signos de civilización que tardan siglos en llegar a Andalucía. La Junta ha cargado sus amenazas contra los ayuntamientos que habilitaron playas para perros. Así demuestra que nuestros gobernantes están al tanto de los graves problemas que padece esta tierra. Me viene a la memoria, según escribo estas líneas, un chiste gráfico de Serafín. Debe ser de los años sesenta, inicios del desarrollo. Un grupo de tipos emboinados se alegraba de que su pueblo hubiera alcanzado tal nivel de brutalidad que la gente apedreaba el quiosco porque vendía librillos… de papel de fumar. La marca España resultará de la suma de la imagen de los españoles, o de las Españas, por acudir a términos clásicos. Hitler consiguió que en Alemania los trenes llegaran a su hora exacta. Ese hecho prevalece sobre la conciencia mundial colectiva, de modo que cualquier cosa fabricada en Alemania, incluido un muy dudoso queso que se elabora desde el suero sobrante en la elaboración de la mantequilla, es buena y por supuesto está buena, a pesar de las mil mamarrachadas que los ingenieros que trabajaban para los nazis crearon. Una imagen vale más que mil vidas. Beethoven, que era chaparro, algo jorobado, cabezón y de andar zambo, era conocido en su pueblo natal como el español. En los medios de comunicación británicos, los españoles y en especial los andaluces seguimos cultivando una pésima fama a causa de nuestro comportamiento con los animales. Hablar de turismo británico enuncia una inexactitud. Los habitantes de las islas no nos visitan, conviven con nosotros. Son expats, palabra de difícil traducción al castellano que designa a quien vive fuera de su tierra porque le da la gana. Y sus ganas los conducen aquí con todas sus costumbres en la maleta. Sus periódicos made in Spain dedican páginas a los animales de compañía. Con la insistencia de la maldad ibérica, ahí aparecen galgos colgados de alambres pudriéndose al sol, burros y caballos apaleados, mascotas abandonadas en cubos de basura, y todo ese repertorio del maltrato animal que nos coloca el certificado de brutalidad crónica a los españoles, con suma frecuencia a los andaluces, y bastantes veces a los malagueños.
Las playas para perros significaban un rasgo de civilidad y educación que la Junta ha borrado con la mayor insensibilidad, prepotencia y torpeza. Quedan las playas donde no puedan bañarse los humanos, pero entonces tampoco voy a dejar que mi perro nade en esas olas. Cuando llego a un restaurante extranjero con mi perro lo primero que me traen es un recipiente para el agua de mi amigo. Un perro, en los lugares civilizados del planeta, no es un animal de uso al que ato a una cadena para el resto de su vida como alarma para la finca. Tampoco es el animal que empleo para matar otros animales por diversión. Un perro alcanza para el ser civilizado categoría de persona. Es uno más de la casa con el que viajo, paseo, charlo e incluso duermo. Medidas tan arbitrarias como esta que ha tomado la Junta sólo nos califica como esa cultura terruñera, atrasada y tan poco cosmopolita que a nuestros dirigentes les gusta proyectar en la prensa exterior mediante noticias chuscas. Mi perro tiene más vacunas puestas que muchos humanos, acude a su veterinaria de forma periódica, es más educado que su dueño y nunca deja sus restos para que otros los quiten. Además es un encanto con los niños. Y por si fuera poco, gruñe a los políticos de la Junta a distancia. No encuentro como ciudadano ningún inconveniente para que mi perro esté junto a mí, no ya en playas marcadas, sino donde yo acuda. La Junta presupone un mal comportamiento por parte de los dueños o de sus canes antes de que este se haya producido, lo que es ilegal e incluso anticonstitucional. En Nueva York, donde puedo entrar con un perro casi a todos los sitios, un excremento canino dejado supone una multa de más de mil dólares. Y allí la ley se hace cumplir. Que la Junta sancione las conductas incívicas, pero que no actúe con medidas propias de países donde se comen a los perros por pura necesidad. Este verano no iré a la playa, no sin mi perro.
Se deberia de poner un impuesto para las personas que tengan perros..Malaga da asco verla debido a tanto orin y excrementos de perro,cuanto le cuesta a los malagueños limpiar las calles de excrementos caninos?? Ya puestos que se les pone una playa..porque no le ponemos ya una discoteca? O un cine… Recordar que primero estan las personas y que hay gente pasando hambre y en la calle.Tambien deberian de aplicar las sanciones para esos dueños que se hacen el tonto mirando hacia otro lado mientras sus canes hacen sus necesidades . Felicito a la junta de Andalucia por pensar en los andaluces y tener un litoral libre de excrementos y enfermedades caninas.
He leído la primera frase y ya me reía. Si que hemos tardado siglos en que los dueños de los perros recojan las cacas y siglos pasaran hasta que se ocupen también de los pipis.
Bravo, me encanta! El que no quiera perros no tiene porque aguantarlos, lo respeto. El que quiera perros que vaya a la playa de perros que para eso ha sido creada. No seáis precisamente como el perro del hortelano, vivid y dejad vivir.
si tu mascota, al jugar en la orilla con su palo, traga un poco de agua, pasa en el 99.9% de los casos, sabe lo que defeca?. y si son veintitantos perros haciendo sus necesidades en la arena de las playas, eso se puede sanear a diario? El problema, aparte de civismo, no es de salud?
solo un 1% de los reponsalbes de los animales no coge sus excremenos son una multitud.
la orina del perro no la recoge 100%
playas para perro con su saneamiento a diario, perfecto en el resto NO