La presidente en funciones de la Junta, Susana Díaz, tiene que tomar entre hoy y mañana martes, la decisión que anunció que tomaría la semana anterior, esto es, o alguien firma con ella un pacto que le permita gobernar, o convoca elecciones de nuevo. Un laberinto que Díaz pretende resolver mediante esta disyuntiva con resabios de dilema, una opción de caminos inconvenientes. En efecto, la lista más votada fue la del PSOE, seguida de la del PP que quedó en un incómodo lugar con 33 escaños. Las urnas dejaron muy lejos el 54 soñado de la mayoría necesaria para formar un gobierno con posibilidades de cumplir un programa, cosa que por otro lado tampoco debe ser tan importante, ya que ningún partido político pidió disculpas porque jamás lo llevase a cabo en su totalidad, o por introducir cambios apenas alcanzase las investiduras. Guste o no, con la calculadora en la mano, la posición de Susana Díaz es más ventajosa de lo que parece o quiere aparentar, incluso. Cierto que ella solita se metió en la trama de la madeja cuando engatusó a IU para que no gobernase la lista más votada, la del PP de Javier Arenas, a quien las malas lenguas llamaban the loser, el perdedor, pero que tiene mucho de púgil épico si no fuese siempre tan repeinado estilo sevillita. Los populares en Andalucía tienen ahora muy difícil conseguir aquellos 50 sillones que por poco finalizan con esta paradójica dictadura votada del socialismo en nuestra tierra. A nadie se le puede criticar un hartazgo de derrotas pero frente a su disyuntiva personal, Arenas mediante su opción, ha situado al PP frente al dilema de un pacto con el PSOE sin paladear las mieles del gobierno, o de abandonarse al ostracismo de la oposición, ninguneado y sin protagonismo frente a una amplia mayoría de izquierdas radicalizado el alerón socialista por Podemos, o compensado el avión socialista hacia el centro por Ciudadanos. Izquierda Unida protagonizará el penoso papel de ex que contempla a su ex ante el altar con antiguos enemigos del brazo. Roma no paga traidores. Ante la disyuntiva de ejercer como pinza o participar el gobierno contra la candidatura más votada, se equivocó la paloma comunista, se equivocaba.
Decía Ortega y Gasset que los asuntos mal resueltos en el pasado guardan su venganza para el futuro. En sabiduría popular, tan sabia como la de don José, de aquellos polvos, estos lodos. Lo malo de las disyuntivas es que obligan a un camino y rara vez tienen conexiones con el anterior. Prefiero los laberintos que en sus revueltas pueden finalizar en la casilla de entrada o en la de salida. Incluso las encrucijadas son más amables, siempre permiten la huida que para mí es una forma legítima de tomar decisiones por más que tenga mala fama. Del mismo modo que para los Populares el destierro a la oposición puede tener efectos letales sobre sus anhelos futuros de gobierno, para los minoritarios Podemos o Ciudadanos, quedarse en los bancos de protesta puede reforzar sus posiciones frente a unos próximos comicios que no tienen por qué estar a cuatro años vista. A ambas formaciones les falta una buena dosis de realidad gubernamental, experiencia y cintura política. Pronto se comprobarán estos términos en los experimentos municipales de las dos capitales españolas. Además del aprendizaje de los modos políticos, la gran ventaja de poder criticar sin la necesidad de tomar decisiones es evidente. Hasta el más necio parece sabio cuando calla. En flamenco, la palabra es plata pero el silencio es oro. Vistas las piezas sobre el tablero, Susana optó por un camino que, hablando a toro pasado, le puede salir bien a medias. Alguno de los dos minoritarios, Podemos o Ciudadanos, incluso ambos, se abstendrán por conveniencia para que pueda ser nombrada presidente de la Junta. Las elecciones no convienen a nadie, salvo quizás a los Populares. Los demás partidos evitarán el riesgo; el tiempo corre a su favor y el gobierno andaluz quedará bajo el control de sus planes y votos. Mejor no convertir la resolución de estas disyuntivas en nuevos dilemas.