Bancos

1 Jun

Una de las misiones del Estado consiste en la defensa de la ciudadanía. De ahí, la policía, el cuerpo diplomático, el ejército y el poder judicial con su teórica independencia, entre los múltiples organismos en que se ramifica cualquier Estado moderno. El Tribunal Constitucional ha anulado la ley anti-desahucios que la Junta de Andalucía promulgó como un gesto hacia no se sabe dónde; a nadie contentaba y, además, sus incongruencias eran más que manifiestas como ahora se ha demostrado. Los muchos escalones que el Estado tiene en España actúan como hospitales más que como protectores. Permiten que el ciudadano reciba uno o varios tiros y luego pretenden curarlo con vendajes y aguas milagrosas. Una gran parte del sentimiento independentista de zonas que ahora componen nuestra sociedad se basa en este sentimiento de que España no protege. Madrid o Sevilla siempre quedan lejos y es fácil señalar un culpable de los males que aquejen a una u otra área. Al margen de que tengan o no razón, el Estado no protege a la ciudadanía excepto cuando ya la ha pillado el toro y no sólo la cornea sino que le ha dado patadas y hasta bocados. Esta es la clase de políticos que nos merecemos. La Junta no tendría que hacer el ridículo con normativas de última hora si los gobiernos de Aznar y Zapatero hubieran actuado con un mínimo de responsabilidad frente a sus gobernados. Antes de ellos, las hipotecas se entregaban por el 75% de valor de tasación de la vivienda. El comprador se entrampaba, esto es, caía en una trampa de la que podía huir en pocos años si las cosas iban mal sólo con vender el inmueble. El boooooom del ladrillo surgió cuando se permitió a la banca conceder préstamos basados en el 100% del valor de mercado, esto es, lo que te quieran dar. Además, el banco incluía gastos de escrituras, muebles, coche y un viajito a Cancún para quitarse el estrés de la operación bancaria. Así, el cliente se entrampaba para comprar algo que valía 7€ de modo objetivo, en tasación, por 12€ de modo subjetivo. Eso sí que es entramparse como un conejo en el lazo. Ahora no tiene arreglo. Pero los datos del paro disminuían por la construcción, y Hacienda cobraba dinero fresco de ese préstamo. Nadie iba a detener esa máquina de los helados fuese de derechas o de la teórica izquierda zapateril.

El Estado no sólo dejó y deja desprotegido al ciudadano ante los bancos en cuestiones hipotecarias, sino lo que es más grave, en el ahorro. En España, un trabajador puede perder los ahorros de toda su vida con el permiso de la autoridad y sin que nadie vaya a la cárcel por ello. Las pequeñas tragedias domésticas que no repercuten en la gran historia de una nación pero que la pudren como el óxido. Recuerdo un chiste de Woody Allen en el que el oficial castigaba al soldado torpe a limpiar las letrinas y el comedor. El soldado preguntó cómo los distinguiría. El Estado permitió y aún permite que los bancos no se distingan de los casinos. Conozco casos que han tenido que acudir a juzgados para que el banco devolviera lo que no se puede calificar sino como robo, repito, con permiso de la autoridad. Durante años, daba igual acercarse a una mesa del gestor bancario para entregar el dinero, o dárselo a un crupier y a ver qué pasaba. Nadie bebe lejía o salfumán porque las etiquetas se adornan con un montón de signos; entre otros, el de las tibias cruzadas bajo la calavera que debería de haber figurado en el membrete de muchos documentos bancarios que sirvieron como justificante para el robo de dineros honrados, producto del trabajo y el esfuerzo y no de los tráficos de influencia ni de otros muchos tráficos tan caros a nuestros políticos. Pasó la era Aznar y la de Zapatero. Con el gobierno Rajoy hemos conocido un rescate a la banca que, sin embargo, no ha descendido hasta la ciudadanía en forma de entregas de inmuebles como pago de hipotecas, o en devoluciones de capitales honrosos robados desde cartillas purulentas. Una sociedad no se disuelve porque un grupo pite al himno nacional en un campo de fútbol. Una sociedad se hunde porque se convierte en una charca de caimanes hambrientos donde impera la ley del más fuerte mientras el Estado se limita a contemplar el paisaje.

Una respuesta a «Bancos»

  1. si el Estado se limitará a mirar el paisaje no estaría del todo mal, pero es que se dedica a poner trabas,obliga al ciudadano a demostrar su inocencia, hace qué el más débil ya sin brazos y sin piernas tenga que demostrar qué son los caimanes los que se lo comen a el.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *