Al fin sabemos la fuerza en votos que cada quien tiene en Málaga. Constatamos varios hechos. De entrada, parece que el ocaso de las encuestas ha venido y nadie sabe como ha sido. La sociología es una ciencia tan exacta como la economía, la meteorología y esos otros saberes que explican lo que ha sucedido pero jamás aciertan a decir lo que el futuro nos depara. En segundo lugar, el bipartidismo en Málaga se dibuja como esos grandes tiburones que nadan rodeados de peces que también muerden pero que necesitan la cercanía del gran depredador para subsistir. Las elecciones municipales siempre son particulares porque para eso son el patio de la casa, como en la canción infantil. La persona conquista la vara de mando por encima de las siglas e incluso de la ideología que respalde su candidatura. Así, Paco ha ido de Paco porque sabía que no podría ir de otra cosa. En su haber exhibe sus muchas décadas relacionadas de un modo u otro con el desarrollo urbano de esta ciudad, además de los últimos escenarios para foto que suponen los museos, junto al entorno portuario o las calles del centro recién remozadas. Sin embargo, los votantes no han olvidado el carné del partido al que abona sus cuotas -porque supongo que pagará- y han castigado más a su partido que a su persona. Al fin de cuentas los guantazos se los lleva el mismo. Si la gloria hubiera florecido, el ramo se lo habría entregado a uno solo. Al final, 12 concejales le acompañan, cifra que lo convierte en una especie de maestro con sus discípulos. Hasta un Judas cabe ahí. El caso es que el 13 se aleja de la mayoría absoluta en nuestra ciudad. El otro gran partido, el socialista, tomó como estrategia enrocar a María Gámez tras las siglas en una campaña insulsa y poco centrada en la gestión del alcalde oponente, o en el nuevo diseño para la ciudad y sus órganos de gobierno. De la Torre ampara una oscuridad donde prosperan ciertos organismos oscuros y asesorías municipales dudosas. La candidata socialista no ha dado ni un tirito por esas dianas. Uno ya no sabe si porque le tiene echado el ojo a esos puestos para los suyos o por qué.
El caso es que el socialismo malagueño conquista de nuevo 9 concejales, sin desgaste de gobierno, con un voto muy militante y motivado, y en mitad de una tormenta aprovechada por parte de la ciudadanía para castigar al Partido Popular. Ergo, difícil será que alguna vez suba el número de concejales. Respecto a IU, en su línea de decadencia crónica. Dos concejales con poca utilidad para formar gobierno en coalición con nadie. Emergen sin embargo, dos nuevas formaciones en cuyos bolsillos sí pueden estar las llaves del gobierno municipal. Por un lado, la marca blanca de Podemos para las municipales, Málaga Ahora, asciende hasta el cielo de los 4 concejales. Ciudadanos, por su parte, ocupará 3 asientos en el nuevo consistorio. Ambos partidos aparecen liderados por una y un desconocido, lo que muestra que en el actual panorama político español, las elecciones municipales ya no son lo que eran y la ideología sí importa, como el tamaño, que importa más de lo que nos cuentan. El bipartidismo ha desaparecido pero menos. Cualquier coalición debe articularse todavía sobre alguno de los partidos mayoritarios, de casta, de políticos profesionales, de lo que se les quiera llamar, pero con un indiscutible apoyo ciudadano constatado en las urnas que es donde se miden de verdad estos asuntos. Ahí están las cuentas. Paco es la persona más votada con una lista de doce más bajo el brazo. Faltan 3 para la mayoría absoluta que permita un gobierno de la ciudad sin sobresaltos. A Paco le toca ahora torear para ganarse la confianza de alguno de los grupos novedosos. Una alegría para una ciudad que podrá sentir sus cuentas y sus despachos municipales un poco mejor fiscalizados. Los vecinos de Málaga, por encima de cualquier encuesta, piden a gritos que el gobierno no quede en una sola mano, sino que sean muchos ojos los que participen en cualquier proyecto o en el diseño de la ciudad. Paco, a torear, pero que los demás también participen, que para eso les hemos votado.