La vida transcurre de lista en lista. Revisando carpetas con papeles antiguos en casa de mis padres encontré un recorte de periódico en el que aparecía mi nombre entre la nómina de los nacidos aquella semana en Antequera hace ya muchos años. Recuerdo la lista del colegio. La primera lista del instituto grapada junto a las puertas de un pasillo por el que corríamos como una jauría de perros a la busca de la presa, hasta encontrar el nombre arrojado a un aula sin criterio definido. Las listas deciden gran parte del futuro, así en plan determinista. Listas universitarias, listas de Boletín Oficial, listas en la consulta médica. Imagino la última donde se leerá mi nombre a las puertas de algún tanatorio a la que no logro verle la fecha. Un folio de trámite que ya no dirá nada. Ítem nacemos y en ítem finalizamos. Pero por mirar un poco a esa doctrina del Yin y Yan, de la luz y tinieblas en términos occidentales, la existencia también se construye sobre las listas en que no aparecemos. Y eso, vista la semana anterior, eso puede doler mucho. Al menos a mí, persona a la que no gusta el fútbol ni otros deportes porque no puedo identificarme con alguien que gane algo y que no sea yo. Por ejemplo, tras la captura de Rodrigo, Rato para los ajenos al mundillo de la high life, el gobierno se ha apresurado a adelantar la publicación de lista en la que aparecen los mayores defraudadores de la hacienda pública. Y me molesta no encabezar esa nómina, al menos querría figurar en último puesto, pero no. Tiene que molar mucho el llegar a un sarao de esos de tronío en el que todo el mundo te conozca en esa selección de oro. Ya sabemos que un tipo con posibilidades de acabar en la cárcel, sólo posibilidades, y la aureola de asuntos canallas en el currículum de su cartera, se hace el amo de la fiesta donde esté. Aunque en apariencia le vaya mal el presente pronto se le verá en los programas televisivos de gran audiencia codeándose con famosos hispánicos.
Ahí quedan los nombres Mario Conde, o el Conde Lecquio como ejemplos de que ninguna torpeza concluye en el abismo si se desvía hacia la conciencia rosa de nuestra sociedad. El retiro espiritual al que la judicatura ha sometido a Isabel Pantoja no es más que eso, un pequeño paréntesis para añadir otro capítulo a una biografía de culebrón, y un nuevo cálculo de los beneficios que va a obtener por concierto, declaración y foto, nada más salga en el primer permiso. En fin. Lo que podría ser mi futuro de fiestas marbellíes en discotecas exclusivas para los de igual condición fiscal, se ha esfumado por no aparecer en una lista de Hacienda. Bien es cierto que quien no siembra no recoge. Pero a niveles más chuscos y proletarios andaluces tampoco he aparecido en ninguna lista de los ERE a los que con tanta presunta alegría se apuntaron algunos. No está nada mal. Cincuenta años y una pensión vitalicia a cargo del Estado que somos incluso los que defraudan. Hay que tener suerte hasta para quedarse en el paro. El problema de la clase trabajadora es que no suele dar bien en cámara y se tarda mucho tiempo en pulirle las maneras, de ahí que vayan a tener poca defensa mediática. Con un representante de clase ya basta. Para eso está la Belén que eclipsa en ordinariez a cualquiera del común. Ya digo que entristece no figurar en más de una lista. Dentro de la presunción de inocencia a la que todo ciudadano tiene derecho, por más que a uno se le escape una sonrisa inconstitucional, Rodrigo ya está aludiendo a la conspiración contra su persona y a que todo este montaje no es sino una mentira urdida por sus enemigos. Esperanza Aguirre, con ese desparpajo ante las cámaras, siempre otorga un plus de credibilidad. Yo golpeo con el coche a la moto de un policía en pleno centro de Madrid y no me cabe duda de que aparezco al día siguiente en la lista de quienes limpian el retrete de la cárcel. Veremos lo que los representantes de famosos opinan sobre Rodrigo. De sus consideraciones dependerá su infierno o su redención. Eso es cuarto poder. El futuro perfecto se escribe en una lista sobre papel cuché.
Podría proponerse, José Luis, una lista de los que no estemos en ninguna lista. ¡Qué tan gentil contrasentido, no?
De ese modo, José Luis, siempre podrás decir que estás ya en la lista de los que no estamos en ninguna lista, valga la paradoja.
Nota.- Seguiré abundando en el tema de las listas y los no listados en listas. Un cordial saludo desde aquí.