La extrema derecha parece que está teniendo un leve resurgimiento en Europa. Málaga no podía ser una excepción en estos exabruptos de la modernidad y se produjo una manifestación de apoyo a los líderes del partido neo-nazi griego ante su consulado. Un personaje de Woody Allen explicaba en una escena que había un grupo neo-nazi en Nueva Jersey. El otro le respondía que entonces habría que ser contundente con ellos, pues es muy difícil ridiculizarlos con sus uniformes de botas tan brillantes. Me quedé estupefacto cuando supe que Hugo Boss diseñó los vestuarios nazis, aún más cuando el mismo Ford también tuvo algún tonteo con la causa, o el Duque de Edimburgo. Los nazis comenzaron la casa por donde hay que hacerlo, esto es, por una estética a la que luego se acompañó de una ética que encandiló a millones de seguidores, que arroparon millones de locuras y contribuyeron a forjar uno de los períodos más perversos de esta historia humana, de por sí perversa. Cuando los líderes confían su juicio a Dios o a la Historia, malo. Como argumentaba otro personaje de Allen, en otra escena, los récord están inventados para que alguien los supere. La Europa de aquellos años produjo un superávit de insensatez que no creo que hoy se pueda alcanzar, pero sí podemos hacer algún que otro intento de saltito con consecuencias dolorosas. Me sorprende que razas degeneradas como eran vistas las nuestras mediterráneas por los ideólogos nazis arios, abracen un doctrinal que propugna nuestra extinción o nuestra esclavitud para que los humanos de verdad, los súperhombres, rubios, rosáceos y de ojos azules puedan descansar toda su existencia en nuestras playas y bajo un sol a todas luces menos degenerado que el del Mar del Norte, débil a causa de los gases que la ingesta de tanta col germánica producen. Esta incoherencia indica que nunca han leído la obra de Hitler, que yo creo que habría que obligar a su lectura a quien mostrase ventoleras de cruces gamadas al viento, porque lo único que ha aprendido de oídas ha sido el sentimiento de superioridad frente al otro que ahora mismo actúa como aglutinante de estas militancias más que ideologías.
En efecto, con ciertos uniformes uno se cree por encima cualquier mortal pero lo que hay que investigar es la necesidad de sentirse superior, cuando a la misma altura que los demás humanos es mucho más divertido y gratificante. Imaginen que se van a la cama con un gigante de diez metros. Yo prefiero una altura media que me permita acercarme al resto de otros. Pero hay quien ladra sus temores igual que lo perros. Las hípertrofias nacionalistas no son más que eso. Ante una crisis económica que ha revelado no sólo la lerdez de nuestros políticos, sino la lentitud con la que un sistema democrático modifica sus parcelas de corrupción, el grito que se impone sotto voce es el de que cada uno se salve como pueda. El oleaje independentista catalán no es sino la ruptura de los ricos, hartos de solidaridad, con los pobres, esto es, los andaluces. Una vez definidas las características del otro sólo hay que cosificarlo, demonizarlo bajo agravios y diferenciarlo, por ejemplo con la lengua como bandera, aunque en este juego se lleven por delante a Boscán, que ni tienen idea de quién es. En Andalucía, donde vivimos al sol los parásitos de la honrada y trabajadora Cataluña a quien tanto benefició el Generalísimo Franco, Francesc Franc, por entendernos, ya hay quien ha buscado a sus otros particulares. Supongo que al igual que en Grecia, la culpa de todo la tendrán los albaneses o kosovares, o moros de cualquier religión, o chinos o las gentes de Jaén o los negros así a bulto. Mientras los políticos democráticos y líderes sindicales y sociales continúen con el espectáculo de la defensa de intereses por encima de cualquier otra consideración seguirán dando argumentos a estos grupos a los que en mitad del caos ideológico alguien les susurra su superioridad moral y espiritual frente a un enemigo que quizás ni habían visto. Y es muy difícil sustraerse a la elegancia que insuflan un par de botas bien brillantes.