Desconozco si hay algún manual sobre cómo redactar artículos. Ahora que estoy escribiendo no me voy a poner a buscarlo. El libro tendría que aconsejar que cualquier género periodístico de opinión, artículo, columna o editorial, debe de estar centrado en un tema para que así no se convierta en una cascada de sueltos que distraiga o apabulle al lector con un exceso de puntos de vista. Esta norma no escrita, al menos que yo sepa, vale para sociedades racionales donde la sensatez impera sobre el despropósito. Desde muy joven aprendí en Larra que cualquiera gana el aplauso fácil cuando despotrica sobre el propio país, así a bulto. En este país. La frase es recurrente, y vale tanto para una sequía como para un aguacero. Sin embargo, la opinión está anclada a la actualidad, y esta al terruño que produce esos eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa, según Juan de Mairena; traducido por Antonio Machado como lo que pasa en la calle. La ortodoxia de los géneros periodísticos se quiebra frente a la heterodoxa moral que trasluce la actualidad española. Apenas el banquero Miguel Blesa fue enviado a prisión, la noticia corrió como fuego por pólvora. Los modernos mentideros, esto es, SMS, Whatsapp, Facebook y demás canales inmediatos de comunicación hirvieron por la rareza de que un juez enviara a un banquero a la cárcel. Ante tal decisión, no faltaban los vítores de personas que considero lúcidas y conocedoras de los procedimientos forenses; olvidaron por momentos la presunción de inocencia y demás inconvenientes del Estado de Derecho que para muchos estorba según a quien se aplique. El caso es que si Blesa fuese declarado culpable de los delitos que se le imputan, Manos Limpias sería quien se apuntara este tanto importante para la salud democrática del pueblo español. Paradojas.
Un país raruno en el que los sindicatos de clase, CC.OO y UGT, junto con los partidos políticos que se pasan el día llamando al pueblo a manifestaciones y huelgas no conducen por vía judicial a estos enemigos de las clases a las que protegen. Luego, uno lee que en el Consejo de administración de Caja Madrid, donde se ratificaban las decisiones de Blesa, se sentaban representantes de esas mismas formaciones que, en teoría, tendrían que haberlo denunciado como depositarias de unos determinados valores que, como los de la derecha rancia, parece que coinciden con los valores bursátiles. De igual modo, llama la atención que el Quijote contra la injusticia en los desahucios haya sido un ciudadano marroquí junto con su abogado. El tribunal de la UE les dio la razón para que los jueces pudieran frenar la voracidad que algunos bancos demuestran a la hora de escribir cláusulas hipotecarias y, sobre todo, de echar familias a la calle con una ruina a cuestas para toda la vida. Como en el anterior caso, sindicatos y partidos sólo jalean a la ciudadanía hacia las manifestaciones y hacia la incivilidad de los escraches, mientras que la determinación de una sola persona junto con el trabajo paciente de la argumentación judicial, han logrado más que todas las algaradas juntas. Supongo que el Fiscal General del Estado estará por ahí preguntándose por qué Pedro Pacheco tuvo tanto éxito cuando dijo que la justicia era un cachondeo. Partidos y sindicatos de clase reciben subvenciones del dinero de todos para que dispongan de sus gabinetes jurídicos. Por sus actos los conoceréis. No se explican su desprestigio. Por ejemplo, Izquierda Unida clama por una democracia más participativa que oiga la voz de la calle. Depende de la calle y de quien chille. En Málaga la consejera Elena Cortés quiere imponer un metro por superficie al modo stalinista. Ella lo dice y punto. La calle malagueña está claramente en contra. Su jefe, Valderas, siguiendo la doctrina del prietas las filas, acusa a Don Francisco de pendenciero en este asunto. Aquí el mayor heroísmo consiste en obedecer. Una cosa es predicar y otra dar trigo. En este país raruno, la democracia queda aún fuera del diccionario de uso general.