Urbanismo ha ordenado la rehabilitación urgente de los Baños del Carmen, único parque privado en la ciudad al que, no sé si un ansia desmedida de beneficios o una vulgar rapiña ética, privan de todo. Al paseante le es fácil imaginar, entre tanta ruina y desidia, otras épocas y otros lugares más cercanos a una escena malaguita del “Planeta de los simios”, o a una recreación del hipotético consulado de Manchuria en la Tripolitania de 1950, que a la ubicación espacio temporal en que se halla. La noticia de esta exigencia a la concesionaria de esos territorios urbano-montunos demuestra, además, la gran suerte que todos los malagueños tenemos porque la Gerencia de Urbanismo no se ocupe de las urgencias sanitarias, donde la rapidez en las actuaciones es un hecho. En los pasillos municipales usan diccionario propio; la urgencia queda tan próxima a la tardanza como esa T inicial de la U. Contrasta la parsimonia en el uso de los procedimientos sancionadores que la Administración en general aplica a las empresas y concesionarias de servicios públicos, con la diligencia que emplea para urgir a los ciudadanos que nos hemos concedido a nosotros mismos esta Administración. Como anécdota, les cuento que he tenido que realizar en este año fiscal una declaración complementaria de la renta, al mismo tiempo que la ordinaria que hacemos todos los españoles que ni tenemos familia Real, ni negocio propio, ni paraíso fiscal que nos ladre. Cuando acabé de rellenar la primera en mi ordenador, tenía que pagar 70 €, usé la tarjeta de crédito y el cargo se efectuó en menos de un segundo. Como resultado de la otra, acabada minutos más tarde, Hacienda me devolvía 60 € que espero, desde hace un mes, para regalarme una noche loca donde no faltarán ni el champán ni los percebes con los que celebraré la renovación de este matrimonio civil con el Reino de España que significa el pago de impuestos. Sé que Hacienda ha hecho un gran esfuerzo para que las devoluciones sean lo más rápidas posibles, incluso conozco, con gran envidia por cierto, a quien le devolvieron 2000 € en tres días.
Loable. Pero más veloces son siempre sus cobros, claros competidores de neutrinos y demás partículas. Einstein habría descubierto otra Teoría de la Relatividad si hubiese conocido el universo administrativo español, donde todo es relativo en exceso. Así, el otro día contemplaba desde mi balcón cómo la grúa municipal se llevaba un coche. Un vehículo fastidia a los demás, llega un elemento administrativo mecánico lo retira y punto. Intente usted sacarlo del depósito sin antes abonar la tasa previa a la multa. Un acto breve que, sin embargo, se convierte en exasperante si quien deja algo en la calle es empresa y no individuo, pongamos en impersonal que se abandona una grúa que, también en impersonal, se pudiera desplomar sobre un colegio de Carlinda, por ejemplo. Será desmontada en meses. Vemos, pues, que el devenir administrativo afecta no sólo a la física, sino también a la gramática de sus administrados. Y ahora llega esta resolución municipal sobre los Baños del Carmen, en tiempos coto del glamour y la elegancia, en nuestros tiempos basurero con mueble bar. El ciudadano no comprende, dentro del relativismo antes expuesto, por qué no se apremió antes, como hace 15 años, a la empresa concesionaria para que adecentara aquello. Tal vez, porque el propio Ayuntamiento tendría que haber actuado, durante esos años cuando se quemó (otra impersonal) el dinero sin miramientos, en quitar la valla, replantear las aceras bajo los eucaliptos, o los eucaliptos sobre las aceras y ajardinar aquel entorno. Tras un retraso que da gloria verlo, algún preboste municipal parece que pasó por allí y ha comprobado que aquel espacio, una de las posibles joyas de la ciudad, está que da vergüenza y mal rollo sanitario. Ahora apremian a la concesionaria. La Administración siempre usa dos varas de medir, una para las espaldas del ciudadano y otra para jugar al billar con quienes se ríen de las varas de medir. Un relativismo absoluto concentrado en ese chiste que se enuncia como derecho administrativo.