Taxi

18 Mar

Los taxistas de Málaga capital van a ponerse en huelga porque consideran que el Aeropuerto entraría dentro del área del servicio público que ofrecen. Mi experiencia con los taxis de Málaga ha sido buena hasta que uno, como usuario, se encuentra con actitudes impropias para un colectivo que reclama esa condición de servicio público al que la ciudadanía otorga una serie de privilegios, tal vez, ya ajenos a estos tiempos. El jueves pasado, a altas horas de la noche, llegué junto a un amigo a la parada de taxi en la Plaza de la Merced; el conductor situado en la línea de salida, nos soltó que no nos llevaba porque, según su veredicto inapelable, mi acompañante no se encontraba en condiciones para montar en un taxi. Yo sabía que la normativa de tráfico impedía que condujéramos, pero ignoraba que el código prohibiese el viaje según nuestro estado de salud como pasajeros. Así son las cosas en Málaga, un ciudadano ejemplar, me refiero a mi amigo, no a mí, tuvo que soportar el menosprecio y la prepotencia de alguien a quien el conjunto de los ciudadanos concede un negocio en condiciones excepcionales de competencia y otras prebendas propias de la Edad Media y los gremios, más que de esta época en que a todo trabajador se le exigen unos criterios de rentabilidad y eficacia. Y, así, aquel tipo de gafas y pelo blanco repeinado nos vetó el acceso a su gran Mercedes, porque se permitió juzgar a priori, que significa antes de cualquier hecho acontecido, según apariencias y posibilidades, acto que no le está permitido ni a la policía, ni a un juez siquiera. Recordé en ese instante el presunto comportamiento de otro amo del transporte que la semana anterior había expulsado del taxi a una chica británica que vomitó en el coche. La dejó camino hacia su casa en Torrequebrada; a su paso por un túnel, repito, presuntamente, tres individuos la violaron. No soy jurista y como humano puedo comprender lo desagradable de que alguien vomite en el coche, pero sobre esa consideración, existe el deber de socorro, o la omisión de ese deber en la que no sé si incurrió ese conductor, con licencia exclusiva.

Este es el problema de nuestra España, tierra de esclavos que para la esclavitud ha nacido, modificando el verso de Miguel Hernández. Quizás por siglos de monarquía absoluta, culminados con la guinda del régimen de Franco, el pueblo español se ha acostumbrado a que existen una serie de prebendas que se mantienen en un tono aristocrático convengan, o no, al resto de la ciudadanía. Mi historia finalizó con otro taxi que cogimos en Calle de la Victoria en el que cada quien llegó a su casa. Según mi experiencia me pregunto y deduzco que ningún padre malagueño podrá estar tranquilo porque su hija o hijo llegue salvo a casa si un conductor de taxi la o lo pre-juzga antes de entrar en su Mercedes blanco. Porque, además, la o el chico no podrá dirigirse hacia el segundo, ni tercer, ni cuarto coche, inconveniente de que las licencias para el transporte público pervivan en Málaga como la sangre azul. Y me sigo preguntando si a los malagueños no nos beneficiaría la existencia de varias empresas como sucede en la inmensa mayoría de las ciudades del mundo, donde esos problemas de suciedad en el habitáculo, que conllevan esa manía de discriminar pasajeros, son resueltos por un servicio de limpieza. No se trata de juzgar a todo un colectivo, con el que jamás he tenido problemas, por la conducta de uno de ellos del que también puedo dudar yo ahora, como él hizo con mi amigo, de si su tasa de alcoholemia lo llevó a ese comportamiento abusivo. Si un grupo, sea el que fuere, busca el apoyo de la ciudadanía ante una exigencia, como la del Aeropuerto, debe demostrar que sus pretensiones convienen al conjunto y no sólo a los bolsillos de unos cuantos. Si esos mismos bolsillos, además, se van manchando de lunares negros con su trato a los usuarios del servicio, su defensa se queda sin más argumentos que los que significan unos privilegios que, como todos, deben desaparecer en favor de la libre competencia. O empresa, o servicio público, con los fastidios que ello conlleva. Teta y sopa no caben en la boca.

Una respuesta a «Taxi»

  1. Pues el paquete es completo, o se lo quedan entero o lo devuelven. Al final, a la gente que no quiere aceptar parte de la realidad que le toca, ésta le terminará estallando en la cara. Al menos sería lo justo.

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