Inunda nuestra civilización una manía de apariencia. Quevedo, a quien gustaba fustigar las imposturas, se hubiera divertido mucho en este siglo. Le molestaban dos actitudes de modo significativo; el que alguien pretendiera ocultar su vejez o su origen de castellano recién converso. Hoy, un yogur no es tal cuando está libre de toda grasa, lo mismo que una cerveza sin alcohol merece otro nombre. Los productos light, descafeinados o deconstruidos invaden alhacenas y cartas de restaurantes. La izquierda internacionalista se ha vuelto terruñera catalana para evitar la solidaridad proletaria con los pobres españoles. Y acercándonos a estas calles nuestras de cada día, la Junta comprende el metro, como trenecillo de superficie, con sus vías a ras de suelo, sus plataformas de acceso y su corriente eléctrica por cables aéreos, o de tierra (que no tengo ni idea de si eso es posible), pero con algún tipo de maraña que conduzca la energía. Esos elementos dibujan un tranvía. Esta costumbre de confundir el significado mediante un significante ajeno incluso ya afecta a la RAE, organismo que para eludir el debate sobre el transporte malagueño, no distingue en su diccionario entre metro, tranvía ni tren de cercanías, tal vez acuciado por esta indefinición, signo de los tiempos. Un futbolista antes era un tipo aguerrido y fortachón. Hoy llora porque no se siente mimado sino por sus banqueros y estilistas. Cualquiera podría ser el hombre del butano dada la poca virilidad de la moderna bombona. El alcalde prefiere que se detenga el proyecto hasta que haya dinero. Ojalá D. Francisco haya leído el magnífico artículo que ayer publicó José María de Loma en este periódico y se lance a negociar antes que a la postura numantina frente al rojo. Una actitud resultona en los libros de historia, pero que olvida la victoria romana. De los valientes nos quedan epitafios, de los cobardes largas biografías.
La razón y la lógica, aunque no la semántica de la RAE, acompañan a Málaga contra el despropósito de un entramado de vías y de carriles estrechados para los demás vehículos, en una de las pocas avenidas amplias de la ciudad. Allí confluye el tráfico llegado desde la Victoria por el túnel, y desde Málaga este por Reding, hacia donde vuelve por la Malgueta. Nuestros atascos no necesitan ningún disparate más que los agrave. Ojalá una red de metro y transporte urbano hiciera posible mi sueño de vivir sin coche, como si habitara Madrid, Nueva York, o Macharaviaya. Aquí el automóvil, por desgracia, tiene que seguir siendo usado por una enorme parte de la ciudadanía que no disfruta la suerte de trabajar junto a su casa y además lleva los niños al colegio, y se escapa unos breves minutos para comprobar que su madre se encuentra bien, y ya de paso aprovecha y compra la merienda de la familia en el súper. Esta es la puñetera vida de muchos malagueños que no pueden depender de un transporte público tan deficiente como el presente y el futuro. Nuestros responsables políticos buscan fastidiarnos la vida un poco más mediante un atasco crónico provocado por una solución minúscula. Pero los servidores públicos tampoco son servidores, ni del pueblo, desde hace mucho; como este metro que no es. Nuestros políticos no pasean. Gobiernan un terreno que desconocen apoltronados en el coche oficial. Un tran-metro o un metro-vía por mitad del Paseo del Parque no erige más que un peligro más para el viandante que tendría que cruzar sobre los raíles para coger el autobús, o por el carril bus para subir al tren. Y el tráfico en fila india. Para evitar ese caos también podrían trazar ese ingenio sobre la acera y que atosigue a paseantes y ciclistas. Si soterráramos el tráfico y el metro circulase por superficie habríamos culminado este absurdo trueque de espacios y significados propuesto por Sevilla. Esperemos que Don Francisco se avenga con la Junta y entre ambos llamen a las cosas por su nombre, o que el nombre se adecue a las cosas, como uno aprende cuando lee a Don Francisco, pero el de Quevedo y Villegas, claro.
Pero D. Francisco fue el que nos dejó escrito lo de ‘Poderoso caballero es Don Dinero…’ y claro a estos de la Junta se les acabó el dinero para el Metro de Málaga y ahora proponen el tranvía aéreo, como el de Julio Verne en su novela póstuma sobre París. Me temo que va a enfrascarse en una buena, esta vez IU/Paco de la Torre. Así va nuestra ciudad siempre atrasadita.