El pasado viernes fue inaugurado el centro gastronómico Kilómetro Cero, una iniciativa cultural, malagueña y exquisita que han puesto en marcha, la periodista y experta culinaria, Esperanza Peláez, el director cinematográfico y columnista de este periódico, Gaby Beneroso y la ayudante de dirección, Belén Sánchez. Sin recursos económicos, con ayudas institucionales mínimas y, desde luego, con menos ínfulas y alharacas que otros llamados gestores culturales, ellas y él, junto a una encomiable legión de voluntarios, llevan años organizando eventos culturales, como el Wild Festival, que han puesto una nota de modernidad, diversión y bastante underground en un panorama de actuaciones en Málaga, donde el sintagma calificativo se enuncia en un “más de lo mismo”, crónico. De nuevo, este grupo ha aunado inteligencia, mucho esfuerzo y riesgo monetario propio para poner en marcha un club al que esta provincia tendrá mucho que agradecer en un futuro muy próximo. Cualquiera que me conozca sabe que considero a Gaby un hermano más que un amigo, cariño con igual intensidad extensible a Esperanza y a Belén. Esta columna despreciaría la bondad del lector por entregar su tiempo, a la vez que desperdiciaría la difusión privilegiada que gracias a mi periódico tiene, si sus párrafos no escribieran más que una alabanza interesada. Kilómetro Cero no es otro negocio de hostelería de los que ya jalonan el Centro. Ojalá lo sea porque ya digo que esta iniciativa conlleva también un riesgo empresarial importante para sus promotores. Ese espacio ha nacido parcelado por los límites de tres premisas. En primer lugar, su nombre evoca la intención de que allí sólo se comercialicen productos malagueños, un punto de partida que servirá de escaparate no sólo para las marcas reconocidas y con gran capacidad de distribución, sino para productores más limitados e incluso artesanales que hallarán acomodo en una agenda con fronteras geográficas muy definidas. En segundo lugar, no se trata de un restaurante que haga competencia a otros; al contrario, su cocina alberga un archi-restaurante, por ponerle palabra al invento, por donde van a pasar los mejores chef de nuestra provincia, muchos ya con fechas cerradas, otro altavoz que pregonará las virtudes de nuestra cocina malagueña y un novedoso canal publicitario difusor de la calidad de muchos fogones alojados más allá de la capital y de la Costa.
Gracias a mi amistad con Esperanza estoy descubriendo, por ejemplo, la riqueza y variedad de los vinos malagueños que cualquiera identifica sólo con aquellos legendarios caldos dulces, base de nuestra economía durante el siglo XIX. Aún existen esos moscateles excelentes, pero ahora conviven con tintos capaces de competir en dignidades enológicas con cualquiera de alta calidad. Cosechas pequeñas y muy cuidadas que alejan el vino del trasiego masivo y lo circunscriben a bodegas de especialistas con renombre mundial que sólo eligen y recomiendan botellas exclusivas. Aceites, panes, quesos, verduras, frutos y frutas tropicales, pescados y carnes propias. Málaga es casi una Península Ibérica en miniatura con una gran torpeza para hacer valer la mucha excelencia culinaria que alberga. Y aquí entra en juego el tercer lado que cierra el triángulo de la propuesta de Kilómetro Cero; toda presentación, cata, degustación o menú se realizará bajo la ocasión de algún otro elemento cultural cercano o que se pueda hacer cercano. Cine, poesía, narrativa, conferencias o música trazarán un lazo con la gastronomía. Ahí se encuentra el reto de imaginación para sus dueños, de quienes no me cabe ninguna duda que sabrán anudar con elegancia esos regalos para quienes deseen participar en el desarrollo de esta idea que, si prospera en el tiempo, puede borrar ese trazo simplista, pero arraigado, que distingue entre la España húmeda de la Guía Michelín y la seca donde parece que sólo existan las papas fritas y el huevo. La andadura ha comenzado. Hoy está un poquito más allá del cero.
Claro amigo, con esa prosa que inventa la fraternidad para loar a los amigos que tienen buenas ideas y la llevan a la práctica. Sólo me resta conocer la exacta ubicación de ese Kilómetro Cero para acudir a sus mieles. Ya me llegó la invitación para la jornada inaugural, pero no tenía suficiente agenda esa noche. Salud!!!
Super arriesgado, «han arriesgado su dinero». Ah pero estos se mueven sin subvención?