El pasado fin de semana, como un trabalenguas, los partidos políticos que parten el bacalao publicaron sus posturas sobre la penúltima reforma laboral. Para el Partido Popular, seguimos con las pes, la promulgación de esta norma ha constituido un acto patriótico. El PSOE, que prácticamente acaba de soltar el poder, revuelos de pes, celebró su eucaristía en Málaga, con tan noble motivo y de cara a las elecciones andaluzas dieron voz a los líderes de tercera división del terruño para que se lucieran un poco. Falta de originalidad en el discurso y ausencia de brillo como siempre. Los sindicatos convocaron la manifestación de protesta para enseñar la musculatura al gobierno y avisar de que la calle es suya. Pero la calle no crea un sólo empleo si no es para Limasa y los recoge-cartones que van por libre y a los que algún iluminado propuso hacer pagar impuestos como si fueran empresarios de lance en este sector, como los buscadores de oro de Sierra Madre o así. Esta crisis está haciendo perder la pelota a más de un prójimo, por abundar en la pe. Pero lo que disparata a la sociedad en su conjunto es este miedo que impregna sin pausa el ánimo colectivo. La factoría de Ferrari ha finalizado un año fantástico, y así me paso a la efe. Reconozco que también son buenos coches como el mío, pero a un precio que en este mismo instante me pilla un poco a trasmano. Imagino que cuando compañías como Cartier, Moschino, Rolex y similares publiquen sus balances reflejarán iguales datos. Yo me alegro de que una parte de este mundo en líneas generales vaya bien, pero ahora España no va. Y lo peor es este miedo al futuro que empapa y corta el cuerpo como el frío último antes de la madrugada. Por muy bueno que se prometa el día ya lo que uno quiere es meterse en cama. No sé si la reforma laboral sentará las bases para que el empleo crezca o no, pero desde luego no aporta calma mental a la ciudadanía y los motores económicos funcionan antes con las ventas de utilitarios modestos que sirven para ir al trabajo, y con el bolso que la señora compra en la tienda del barrio y con el reloj aparente adquirido en la joyería de dos calles más allá, que con los ingresos de las marcas que certifican la exclusividad.
Desde una frase con sesgo aristocrático diríamos que la ordinariez mueve las palas de la economía. Y es a esa clase media consumidora de lo que el estante le ofrezca en el súper o en los comercios donde le permitan el acceso, a la que ha asustado tanto anuncio negro. Los funcionarios temen que alguna subasta de dinero, esto es, alguno de los limosneos a los que el tesoro español se ve sometido salga mal y no se cobre la paga en un mes o más. El personal laboral teme que ahora lo despidan. Quien trabaja en cualquier empresa teme por la marcha de la empresa con la que puede hundirse su porvenir. Los autónomos temen su autonomía. Demasiada contaminación anímica en el ambiente. Así no hay quien se permita un gasto. Y aunque los de cierta edad ya sabíamos que en casa del pobre las alegrías duran poco, un vestidito de marca sonora, unas cervecitas en la calle en un sitio con elegancia básica, un viaje cada lustro y un coche por década, hacían este camino de espinas de la vida laboral más llevadero. Ahora nada. Todo el mundo está asustado ante el menor dispendio. Las listas de boda en el chino del polígono, la ropa interior lo mismo, que para eso es interior y no se ve. Reuniones en casa y lata de mejillones sin nombre reconocido. Esto para el presente. Más que nunca ignoramos lo que este futuro tan aciago reserva en la recámara. Si el gobierno no deja caer alguna certidumbre sobre la mesa, alguna luz por algún lado no sé quién va a despertar esta somnolencia mercantil que sufrimos y que cada día se anquilosa más. Por volver a la proliferación de pes, si los ministros no aplican la prudencia pueden paralizar por pánico el aparato productivo. Hay grandes diferencias entre un carnicero y un cirujano, ambos asustan con sus herramientas, pero uno permite que el paciente disfrute luego de un solomillo a las brasas cortado por el otro. No imagino lo contrario. Exceso de tijeras gordas. Da miedo la pe de RIP.