Al nuevo ejecutivo parece que le ha dado el nervio. Cada mañana me afeito mientras la radio enumera una batería de proyectos de ley, cada viernes almuerzo mientras la bella Soraya especifica la carta de decretos ley y futuros decretos legislativos. Este nuevo gobierno busca la foto del movimiento. Me bajaría de cualquier avión en el que viera al piloto corretear de un lado a otro del pasillo y dar órdenes sin ton ni son y chillar al pasaje de lo que va a cambiar el vuelo porque él está allí. Huiría apenas oyera el motor o rogaría a la azafata que me emborrachase para abrir los ojos al final del trayecto, y si pudiéramos dormir juntos mejor, porque esa escena de un piloto enloquecido presagia un feo punto y final. Algo así está sucediendo por los despachos ministeriales. Como ese representante artístico de “Bienvenido Míster Marshall”, como el señor Lobo de “Pulp Fiction”, como los vendedores de naderías en aquella Calle Nueva de mi niñez, así las Ministras y Ministros vociferan consignas y advierten legislaciones como el que se la tenía jurada a otro y ahora llega la revancha, sin mirar que ese otro es España. El Ministro de Exteriores ya advirtió de que con él la broma sobre Gibraltar se había acabado. El Ministro de Asuntos Europeos británico, que tiene la bondad de considerarnos asunto europeo, ha respondido que Gran Bretaña nunca cambia su política exterior, aserto que confirma su historia. Al Ministro español le quedan como salidas dignas o citar al inglés en un pub de Madrid y con cualquier excusa amenazarlo en el lavabo con darle dos guantazos y enseñarle una navaja albaceteña, o suicidarse frente a las cámaras de la BBC mediante la ingesta de 200 pudding Yorkshire de una sentada para que vean los británicos que con él no hay juegos. Queda otra, que es que todos los españoles solicitemos pasaporte gibraltareño y nos entreguemos al “gin and tonic” y propiciemos el contrabando de tabaco, chocolates y cámaras de fotos hacia el resto de Europa. Pero esta medida tal vez sea demasiado tajante para un Ministro que ha advertido a los ingleses que con él no hay juegos. Con un personaje así, los Monty Python harían varias películas.
Gibraltar alza en su monte un magnífico termómetro del bienestar español. Cuando los ciudadanos gibraltareños soliciten la nacionalidad española, España irá bien. Mientras tanto desde su refugio asisten a espectáculos como esta híper-kinesia o simple ataque de histeria que en estos días padece todo el ejecutivo español menos Rajoy quien calla porque para eso es gallego y sólo habla mediante leves gestos que cada uno interpreta según puede. Así le es fácil declarar que ni dijo ni aseguró, o lo contrario, y que a sus exégetas corresponda descifrar su lenguaje mistérico. El Presidente prefiere que yerren sus ministros. Y es que no paran. El Ministro de Educación ya ha soltado que va a modificar la leyes que le correspondan. El gabinete ministerial no estudio las diferencias entre hablar y decir. Cada nuevo gobierno aparece con su cuota de iluminados que viene a arreglar el problema del sistema educativo español. Nuestra sociedad ofrece una imagen nada solvente y propia para chistes británicos sobre esta inestabilidad crónica de un sistema educativo que cambia con cada gobierno, disparate único en el mundo civilizado del que no disfruta por ejemplo la ciudadanía gibraltareña a la que con tanto ahínco pretendemos integrar en nuestros diversos caos. El Ministro se ha despachado con unas cuantas ideas sobre las aulas que no van más allá de los tópicos populistas y que muy bien podrían haber salido de cualquier círculo tabernario a altas horas de la noche o similar. La prudencia ante el anuncio de esta nueva España en la que ya empieza a amanecer no parece que vaya a convertirse en virtud ejercida en los ministerios. Los pueblos pagan la torpeza de sus gobernantes. El anterior gobierno socialista, frente a una profunda crisis económica tomó medidas tan absurdas como perjudiciales, una perfecta simbiosis entre inutilidad personal y falta de templanza ante la tormenta. Será un virus de la Moncloa o algo así. El nuevo inquilino no aprende del anterior. La palabra es plata pero el silencio es oro y un par de tilas no hacen daño.
Muchos proyectos de ley..muchas buenas intenciones pero yo no veo resultados..y ya es hora de ir viendo resultados más allá de las palabras….yo no tengo mucha ilusión puesta en este nuevo gobierno..la verdad..como tampoco la tenía puesta en el anterior…
Muchos proyectos de ley..muchas buenas intenciones pero yo no veo resultados..y ya es hora de ir viendo resultados más allá de las palabras….yo no tengo mucha ilusión puesta en este nuevo gobierno..la verdad..como tampoco la tenía puesta en el anterior…
http://www.rojiabogados.es/servicio/despidos-e-incapacidades-abogado-malaga-roji-abogados/
D. José Luis, si yo fuera el Ministro de Asuntos Exteriores optaría sin duda no por la amenaza de los dos guantazos al de la pérfida Abión, sino directamente se los daba… y después me hartaba de pudding. Para chulo, mi pirulo, como diría el Ministro.
Un saludo
Enrique Bonilla