Hoy, veinte y uno de marzo, día mundial de la poesía. Hoy cambio de temporada, equinoccio de primavera en mitad de muchas crisis que recuerdan al humano que es poco frente a los oleajes de la naturaleza e incluso que es poco ante los golpes con que construye su propio destino. Las páginas de la urgencia informativa se escriben desde hace meses a cinco columnas de dolor y tristeza, de angustia y desánimo por los muchos desánimos que una y otra vez sacuden con su lectura. Pero hoy, un momento de calma ante la poesía. Que gire el eje donde pivota el lenguaje ingrávido sin fecha de caducidad como sucede a la noticia, que brille su otra cara ante nosotros entre tanta aspereza que atrae lo cotidiano. Es necesario respirar desde esta inmersión forzosa entre el lodazal de las últimas horas y del según agencias internacionales. Contra las informaciones apenas contrastadas, la poesía constituye fuente de toda solvencia porque nos habita y sólo hay que mirarse en el texto o la memoria para que oxigene por un instante las estadísticas del desempleo y los vaivenes de cifras que fertilizan las raíces del dolor tras las comas y los ceros. Las lágrimas alimentarán sus hojas sin fruto. El dolor en sí es estéril, sólo en la belleza se fabrica el antídoto y nada más simple que el propio lenguaje para crear esa belleza, el asombro de hablarnos a nosotros mismos sin instrumentos, sin parafernalia que funcione como aduana para unos pocos elegidos. No existen poemas malos, los hay ya vistos, hace mucho conocidos que alguien nos presenta como si nunca nos hubiéramos encontrado; algunos llegan cantando melodías fuera de temporada, pero todo humano elabora un poema cuando siente un instante asombro por algo a lo que necesita nombrar para contarlo a los otros como quien entrega un regalo.
Se nos ensucian las palabras entre los fogones del día, entre el engrudo por llegar a fin de mes con las cuentas en un descontrol más o menos controlable como el colesterol, los amores tórridos o los años que constantes dejan su cerco de arrugas alrededor de la mirada que se cansa mucho antes que la vista. Hoy ningún titular –y mira que lo intentan- merece cubrir de niebla el reducto de sentimiento que doblega en métrica cualquier idea. Una vez sentido, el verso se hace propiedad del lector tanto como del poeta porque ambos han tropezado en el lenguaje, vínculo definitorio de los humanos. Que las estrofas desprendan del cuerpo la miseria ambiental con su ducha de sílabas, a la temperatura adecuada, con la caricia sobre la piel que los informativos y los boletines de última hora se obstinan en negarnos. Una herencia de metáforas que nos pertenece como humanos, de imágenes que vuelan como cometas sobre el aire para que el aire refresque y no sólo sirva de pizarra para estelas de aviones y misiles, o gritos de socorro y desesperación. Porque esto es lo que hay, porque los dioses inauguraron la maldición de vivir cuando el primer aliento, porque los hombres aprendemos a multiplicar por mucho cualquier daño antes que a balbucear los signos escritos sobre una cuartilla, hoy se hace necesario redimirnos un poco ante nosotros mismos y reverdecer las horas con un verso, tomar aire y fuerzas como el buzo sobre las olas. Nadie atribuye utilidad práctica a la poesía, ni cotiza en los mercados, ni conoce razón social, pero ni podría nadie ni se atrevería a borrarla de un plumazo. Mañana será otro día y en demasiadas ocasiones eso es lo peor. Las ediciones digitales se cargan como fusiles, los analistas de los medios afilan los lápices y las imprentas se detienen para insertar mucha tinta negra en los depósitos. Ya sabemos que mañana será otro que quizás santifique a hoy, pero hoy un momento, el día de la poesía.
Es cuiroso, o irónico, o quizás no sea una casualidad, que el día de la poesí sea en el mismo día que comeinza la promavera..y es que..no es esta la estación del amor y es el amor la base de la poesía?? me gusta ese día….
“Hay pueblos que saben a desdicha”….bonita frase, me gusta..y en cierto modo es verdad..hay pueblos es los que nada más entrar..el aire se entrecorta y sabes que allí la felicidad plena no anida..lo bueno es que a aveces los pueblos más desdichados son también los más bonitos