El informe PISA ha venido y el gran revuelo otra vez ha sido. Vestiduras rasgadas, artículos, columnas, soflamas y discursos. Dentro de pocos días, silencio informativo que ya llega la navidad. El PISA refleja en gran parte cómo estamos y casi cómo somos. Si en Andalucía arrojamos peores datos que los de esa media nacional, a su vez peor que la media de los países desarrollados habrá que contrastar este indicador con otros para que obtengamos una fotografía adecuada de lo que el informe señala. Por ejemplo, ayer domingo desayunamos con el titular de este periódico que indicaba que los asalariados en Málaga cobran un 15% menos que la media nacional y somos la segunda provincia andaluza en nivel de sueldo; salvo Sevilla, las otras seis se encuentran por detrás de nuestras cifras. Una vez más constatamos que hemos vivido una década de burbuja que habrá mejorado muchas cosas pero que ha dejado intactas las raíces y cimientos de nuestro desarrollo o subdesarrollo. Y esto es causa y consecuencia del subdesarrollo educacional que como pescadilla que se muerde la cola dibuja un círculo infinito. En torno a la educación se escenifican varias hipocresías sociales y tras el debate vacío y huero como vocerío en un eco volverá a no quedar nada hasta el próximo informe PISA dentro de tres años. Miremos estos asuntos con la máxima objetividad posbile; PISA mezcla datos de países con sistemas educativos muy distintos y con realidades sociales más diferentes aún, lo que le otorga un cierto aire de relatividad en sus apreciaciones, pero con independencia de él, lo que debemos mirar aquí es que por las aulas pasa el cien por cien de la población española menor de dieciséis años, incluidos los recién llegados en patera y quienes habitan chabolas con efluvios de Balcanes.
Existe quien aprovecha los datos, que no son negativos sino no todo lo buenos que debieran, para pedir de un modo u otro que los marginados se hundan en su marginalidad de alcantarillas y los niños de familias bien, de esas de foto en libro para anuncio de champú, con idearios claros y solventes puedan elegir colegio, compañeros y temarios. La sociedad española debe sentirse orgullosa de que los niños no abarrotan ya las calles de barrios y pueblos gracias a su sistema educativo, pero alguien olvidó decir que este sistema es caro, muy caro. Las anteriores consejeras dijeron que de menos niños por clase, na de na; cuando un director solicita para su Centro tantos profesores, llegan los inspectores con la tijera en la mano y bajo órdenes de la Junta rebajan cuanto pueden como si el director pidiera profesorado por vicio. El “Plan de Acompañamiento” dirigido a escolares con problemas está siendo impartido, en casos, por titulados familiares de personas más o menos cercanas al Centro porque la ridiculez de paga por hora no motiva al propio profesorado. Una vez más, un aparcadero de niños. El índice de fracaso escolar refleja el índice de fracaso social. No podemos pedir heroísmo a un alumno que no ha visto en casa un libro ni en el hogar sienten ningún aprecio por la educación; entre otros motivos porque no se perciben la educación ni el estudio como ventajas socio-laborales. Ahí están Belen Esteban y G.H. para constatarlo. La comparación entre un trabajador titulado y uno sin titular, o entre grados y estudios superiores y medios es mínima en Andalucía. Durante los años anteriores en casas con hijos en edades de trabajar entraron con facilidad cuatro y cinco mil euros al mes. ¿Para qué sirve estudiar aquí?