Por fin hoy será oficial y legal el nuevo Plan de General Ordenación Urbana de Marbella, siglas que me niego a escribir; suenan igual que una buena congestión en la garganta. Si el BOJA (estas parecen un nombre mal pronunciado de niño pijo) publica este documento, la indiscutible reina de la Costa del Sol habrá renacido de sus expolios. Al igual que parte de su propio casting urbano, una operación de cirugía estética con sus siliconas por allí, sus botox y postizos por allá han remodelado la imagen exterior de una ciudad a la que la era Gil y asociados, sumió en una chabacanería y un mangoneo de cuya ordinariez va a ser difícil borrar su estela. Si Sean Connery, además de imputado en corruptelas urbanísticas marbellíes, se encontrase con una petición de condena, la publicidad en la neoyorquina Times Square iba a estar más asegurada que si el Papa anunciase su boda. Y encima gratis. Otra cosa es que tal fama convenga. Nada de lo que suceda en Marbella deja indiferente a los medios de comunicación incluso más allá de nuestro ámbito. Marbella nació así, como un personaje de novela nocturna; como la mujer fatal que a todos enamora y destroza cuando quiera, pero a la que mucho proxeneta quiere chulear. Ojalá volvamos a contemplarla como refugio de aquella cultura cosmopolita de la que Edgar Neville o Cocteau representaron unas pinceladas más junto a arquitectos, ingenieros, artistas, médicos y financieros que buscaron anonimato y calma entre sus lomas; con su presencia difundían sin apenas quererlo una postal idílica de una Marbella que en parte se ha perdido aunque no del todo.
Según la concejalía de urbanismo del Ayuntamiento de Marbella ya se están recibiendo peticiones de datos por parte de empresas que quieren establecer allí desde parques comerciales hasta circuitos de carreras, seguro que todos los proyectos significan magníficos negocios. Gil de Biedma dejó escrito que no hay tiempo más triste que el futuro pasado. El regreso a la actividad de la construcción conllevaría de inmediato un descenso del paro, la merma del déficit municipal, la llegada de fondos a Seguridad Social y el rebrote de los servicios públicos en Marbella. Magnífico, pero no existe tiempo más triste que el futuro pasado. Todos los ayuntamientos han basado su economía en una imposible expansión eterna de las urbanizaciones. Cuando no exista un paisaje por el que acudir a Marbella, cuando surjan los inconvenientes que conlleva la vida en las grandes ciudades y aún no se disponga de una alternativa industrial que supla los impuestos que gravan la construcción, llegará el hundimiento. Todo organismo conoce un límite de regeneraciones. No voy a jugar a profeta barato, que de esos ya han tenido bastantes en Marbella y muy caros, pero sospecho que si apareciese otro destrozo urbanístico como el ya conocido, con su inevitable contagio de podredumbres, Marbella habría firmado su último capítulo de resurrecciones. Ojalá no.