Despeñaperros

29 Mar

Uno de los problemas de Javier Arenas como presidente del Partido Popular en Andalucía es el discurso de otros afiliados y prebostes de su misma agrupación más allá de Despeñaperros, frontera andaluza a la que por cierto se le podría cambiar el nombre por cualquiera algo más eufónico Su significado aporta a mi munición como columnista balas de las que no haré uso por la facilidad del chiste. Repito que cuando, por ejemplo, Esperanza Aguirre habló la semana anterior, más allá de ese despeñadero, y estableció en su discurso una diferencia semántica entre contribuyentes y andaluces, esto es, entre parásitos y dadivosos extenuados por los parásitos, metió la pata, se despeñó, podríamos decir, en esa linde sureña de tan feo apelativo. Arenas tornaría el saludable moreno que siempre exhibe por un tono más pálido o quizás más rojizo, o más amarillento. Los blancos somos los verdaderos hombres de color. Sabe que no puede solucionar nada por más que Aguirre avergüence al oyente, proclive o no al voto Popular, andaluz o no. Varias declaraciones hemos oído al personaje que insultan a la inteligencia y este paseante no comprende cómo en tan poca provincia como Madrid, conviven personalidades políticas tan diferentes en un mismo partido como Esperanza Aguirre con Ruiz Gallardón a quien la sensatez y el buen seso (si vieran ustedes la errata que se me ha colado) político le vienen hasta por pedigrí. La Lomana y la Esteban, vamos.

Regresemos a nuestra tierra con esa frontera de designación desagradable que además no indica de dónde procedían los canes por allí caídos. Si el Partido Popular quiere conseguir la complicada presidencia andaluza debe pedir silencio sobre Andalucía al sector norte de su partido, no ya prudencia, para la que ciertas mentes de los Populares parecen incapaces, sino silencio. Si anhelan incluso la compleja presidencia de la poderosísima Diputación de Málaga con ese mecanismo de distribución de escaños con democracia de baja intensidad, también debe exigir silencio al norte, diremos de Sierra Morena, porque asustan. No es sano que un mismo partido gobierne durante tantos años como sucede con el PSOE en Andalucía. No ya por posibilidades de corruptelas, que aparecen en semanas si se pretendieran, sino por vicios de administración, por maneras, por nepotismos y amiguismos que inevitables brotan en el ambiente como hongos en habitaciones mal oreadas; por profesionalización de políticos ad eternum que cobijan las torpezas antes dichas como setas a los pies de árboles viejos. Los esfuerzos de Arenas y otros miembros del PP andaluz caen por los suelos cuando allende la frontera con nombre feo aparecen en las arengas esos conceptos que distinguen entre pensionados andaluces y contribuyentes que mediante extorsiones impositivas amamantan la molicie de quienes buscan el paro.

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