Aún no cerrada la herida polémica y escombrera de los cines “Astoria”, salta a la luz la, también olvidada, discoteca “Bobby Logan” que alza sobre el verdor salino de Málaga Este el abandono de lo que podría ser para todos, y parece que ahí tampoco, así como parábola divina. Esas parcelas abundan en el mismo concepto; la última década de crecimiento urbano, con grandes aportaciones de fondos a las arcas municipales, no sirvió para diseñar la ciudad, o no promovió unos proyectos urbanos racionales y sólidos en cuanto a su financiación. En román paladino, la corporación de La Torre ha navegado a golpe de timón, en plata repujado, pero sin rumbo. La ciudad ensanchó sus afueras, pero del Centro y otras zonas históricas nadie se ocupó, por desidia, ignorancia, torpeza o atención a intereses de capital, monetario por supuesto, ajenos a la capitalidad que significa otra cosa. Así, el turista de cruceros es recibido por una serie de inmuebles abandonados en entornos singulares. Cuando el coche de caballos cruza el arco del túnel revela la dejadez inexplicable de la otra loma de la Alcazaba, el más que cansino retraso en la conquista de Alcazabilla y como remates, tan próximos a la Casa Natal de Picasso, dos despojos urbanísticos que al cielo alzan sus lamentos en cal desvaída escritos. Todos, despropósitos brotados de un sendero sin mapas que descuida la parte de la urbe que da de comer mediante su imagen a las otras calles de Málaga.
En el otro extremo de estas avenidas, la Caja Blanca, isla cultural en Teatinos, señala en su acera solitaria los derroteros que un consistorio debe tomar para que se realice una política de cultura posible y cercana al vecindario. Los problemas han surgido por una falta de desarrollo armónico, de deseo de armonía, entre lo viejo y lo nuevo, cuando la expansión por aquellos barrios, ya hogar para decenas de miles de malagueños, no ha servido también para que los euros regenerasen con urgencia, y para el mejor uso público, construcciones tan significativas como las que dan pie a estos párrafos. El empresario consciente y con afán de permanencia se endeuda para que su negocio prospere; una vez este objetivo logrado, se compra el cochazo a medida de la casa. No escribiré que el Ayuntamiento dilapidó en lujos, pero sí que no supo canalizar con conveniencia las inversiones. Las estampas en las fotos del viajero exhiben brochazos de ruina tras las sonrisas de quienes acuden para pasar unos ratos alegres y remiten cuando su regreso impresiones del paisaje que a todos nos afectan. Alabo las iniciativas que dotan de espacios de encuentro a otros distritos pero nunca deberíamos de haber leído sobre los edificios a los que me refiero más que su proceso de restauración y la fecha en que se entregarían para los ciudadanos. Ahora, en este presente imperfecto e indicativo, imposible por más que vociferen lo contrario.
Bien, y complicadamente, dicho.
Debemos entender que éste tema es de sola responsabilidad del Consistorio malagueño; debemos dar por cierto que la desapegada Junta andaluza nada tiene qué decir en el arreglo de barrios y del centro histórico de la capital; debemos deducir que las ayudas recibidas por Sevilla como capital de esta parcial autonomía y ciudad de grandes eventos en nada ha repercutido en su embellecimiento; debemos obviar que la no aplicación de un programa de inversiones en ‘grandes ciudades’ que no son nada, como es el caso malagueño, nos está destrozando. Nada tiene el malagueño que agradecer a una Junta andaluza que muestra un egoísmo extremo para con nuestra provincia y que desde los albores de los 80, con la entrada en la capital del alcalde Pedro Aparicio, madrileño de cuna, malagueño de oficio y sevillano de pro, ha pisado con botas de acero el orgullo de una Málaga que en la década de los 70 era la provincia referente del sur de Europa. Esta antipática autonomía ha lastrado el desarrollo lógico de esta capital y sus 101 pueblos. Nuestro gozo en un pozo: hoy el presidente Griñán nos cautiva con un nuevo gobierno socialista. Sevilla salta de gozo mientras Málaga sigue en su rodada imparable hacia abajo. Anhelo una Málaga como provincia autónoma y deseo que la Junta sevillana sólo haya sido un mal sueño. Javier Fernández
José Luis, coincido contigo en este planteamiento sobre nuestra ciudad (y también, curiosamente, en apellidos!!!)
Pero me gustaría incluir que lo que quizás nos falta un poco a todos los ciudadanos es un poco de cultura urbanística y esto da la posibilidad al Ayuntamiento a actuar sin que tenga apenas respuesta crítica por parte de la ciudadanía. Decía Le Corbusier (creo recordar) que «la ciudad es un reflejo de la sociedad que la habita», o algo así, y creo que en este caso se puede aplicar claramente.
Desconocemos el funcionamiento de las ciudades y aceptamos cada obra, reforma, cambio sin una reflexión crítica. Esta actitud crítica es la que deberíamos fomentar en la sociedad (educadores, arquitectos, urbanistas, políticos…) para que el Ayuntamiento (o cualquier administración competente, que no se trata de echar las culpas los unos a los otros, Javier, aunque este caso que se plantea es sobre todo competencia municipal)no tuviera carta libre para hacer lo que estime oportuno en cada momento sino seguir una pauta estudiada y consensuada previamente con diferentes sectores de la sociedad.