El Ayuntamiento de Málaga va a repartir una guía sobre movilidad donde indica a los constructores las dimensiones que deben tener tanto el mobiliario urbano como las aceras y pasos para que el tránsito del callejero sobre silla de ruedas no se transfigure en condena.
Los problemas de movilidad riman con los de sensibilidad por parte de toda la ciudadanía. Sólo hay que sufrirlos una vez para que molesten ya perpetuos la conciencia de quien contemple coches aparcados en estacionamientos reservados sólo porque, por ejemplo, se hallan próximos a la puerta del centro comercial, o sean más anchos y así el tuneado luzca mejor. La movilidad no sólo afecta a las discapacidades motrices; cualquier pareja que traiga a este mundo un retoño (que también son ganas, con la que está cayendo) aderezará sus pequeñas tribulaciones cotidianas con dramas tan camuflados como que su carro de bebé no cruce de una esquina a otra sólo por la obstrucción del paso de peatones por parte de un conductor que disfruta del partido fervoroso en el bar de al lado; o por un hecho tan reprobable como el que la acera se halle minada con excremento canino y obligue a otro rodeo como si en vez del distrito habitaran una selva aún más salvaje y pestilente.
Los escollos en la movilidad no sólo deben ser asociados a un icono azul de tráfico con silla de ruedas, o a la abuela en esparcimiento con andador. Cualquiera los descubre en uno u otro momento de su vida y casi siempre de los modos más desagradables. Lo que para unos se resuelve con el salto de un charco sobre una par de piedras, para otros se revela como Amazonas. Recuerdo una excursión a una empresa ubicada en un polígono industrial; las balsas de agua ocasionaron que una de mis alumnas no pudiera visitarla junto a sus compañeros. En otra ocasión, cuando mi hija se vio obligada por un accidente a ser transportada durante unas semanas en silla, me percaté del inconveniente que alzan sobre las aceras injustas de calle La Victoria sus arbolitos plantados en alcorques que sólo reducen un espacio bajo copas que nada aportarán con su mínimo verdor a la sombra ni al oxígeno ambiente. Como ya digo la movilidad, tiene mucho que ver con la sensibilidad colectiva; nada como el escarmiento en el fastidio propio. Málaga cuenta con grandes espacios adaptados, pero aún quedan zonas obstaculizadas hasta para el canguro gigante. La edición de este manual, junto con una legislación e inspecciones adecuadas paliarán gran parte de las cortapisas, pero sobre todo el simple paseo de cada uno de nosotros con la conciencia despierta a las trabas que, aun sin querer, dejemos en nuestras actuaciones diarias erradicarían esos palos que introducimos entre las ruedas de un grupo de vecinos entre los que en cualquier momento podemos hallarnos. No son otros, somos nosotros.