J.R.Z.

7 Ene

imagesCorresponden esas iniciales al nombre oculto de la primera mujer víctima de la violencia machista en este año que se estrena. Según se sabe a las horas en que redacto el artículo, mujer, cuarenta y cinco años, madre, separada y vuelta a unir con su verdugo. Ningún dato nuevo en este cansino caminar de muerte que, por fortuna, en nuestro país sale a la luz y la sociedad al completo lo repudia y condena. Al tiempo que la noticia luctuosa asalta los informativos y las actualizaciones de las páginas periodísticas en Internet, leo que los accidentes de tráfico han descendido por debajo de los dos mil y alcanzan de este modo los niveles de 1964, cuando en España circulaban dos millones de automóviles, frente a los treinta y tantos actuales. Según parece se controla antes una máquina a toda velocidad que a un corazón por la ira turbio. Nuestros ingenios detectan antes la alcoholemia en la sangre que la venganza. Nada nuevo bajo el sol, como antes escribí. Toda la obra de Shakespeare se resume en una pregunta por la torpeza con que reaccionan los humanos. Yo, perdonadme, soy escéptico acerca de que algún día nuestra sociedad conquiste un índice cero de asesinatos de esta clase. Pero habrá que minimizarlos con una adecuada educación sentimental. En cada acto machista perpetrado tras las cálidas paredes hogareñas late el concepto de posesión sobre la mujer. Es una cuestión de grados que en demasiadas ocasiones se cultivan por vía materna. La madre que indica a la niña que limpie la habitación de su hermano, que no envía a este a la compra por su incapacidad genética, que obliga a la chica a que ejerza como segunda matrona del hombre, viste otra sierva del señor, junto con un señorito al que desde pequeño se le inculca una superioridad indefinida, sí, pero superioridad sobre cuanta hembra de la especie se le aproxime.
Unos saberes adecuados segmentan este cordón umbilical entre la sumisión femenina y la rancia prepotencia del macho. Pero la moral no siempre florece los frutos deseados; por entre la savia se mezclan sólidas influencias externas a cuanta enseñanza se imparta. Por más que los mensajes propaguen la inutilidad de la intimidación para que un conflicto se solucione, o por más que incidan en la cobardía que supone el abuso de la fuerza y el manto de dolor con que cubre cuanto toca, aún quedan en nuestras calles generaciones masculinas, incluso femeninas, imbuidas por un concepto de mundo cimentado sobre la obediencia que la mujer debe al varón. La lucha marital se aviva cuando las estructuras sociales, diseñadas para la igualdad entre géneros, no ponen de rodillas a la mujer ante su pretendido amo. Entonces él golpea. Aún faltan años hasta la erradicación de esta torpe idea de las relaciones humanas que, en realidad ni entiende de sexos, ni de condiciones, sólo de la debilidad de una persona ante la otra. Descanse en paz J.R.Z. Mal año este 2010 con demasiadas frustraciones en el ambiente.

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