Varios agentes locales de Mijas han sido detenidos imputados por diversos delitos. Alivia saber que los propios cuerpos de seguridad desarmen las redes de corrupción que los infectan. Esa podredumbre policial existe. Nada nuevo bajo el sol. El humano conduce sus pasos por caminos poco originales, y al final de esta trama siempre se hallarán idénticos telares donde el paño casi solo se confeccionó, esto es, el ansia de poder, materializada o no en ambición de más dinero, junto con un par más de ingredientes, por ejemplo, que a alguno de los ahora encarcelados le gustara exhibir delante de las novietas coches tunning de una gama en exceso alta para su condición. En estos asuntos también influyen las veleidades artísticas frustradas y, tal vez, delante de novietas y otros allegados, alguno de ellos buscase una posible narración de peripecias más allá de las que acontecen a un honrado custodio del orden. Cuando estas perversiones policiales o judiciales saltan a la luz el lector se queda estupefacto por los pormenores de la trastienda. Quienes se dedican a la escritura de ficción saben que sólo hay que rastrear en el periódico y aderezar los componentes para que una buena novela surja de esos afanes con que el hombre se dedica a emporcar su cómoda existencia.
La policía local, y más la de Mijas, recibe uno de los mayores sueldos de todos los cuerpos funcionariales; si a esto unimos que aquel precioso pueblo, rodeado por urbanizaciones donde la mayoría de sus habitantes busca paz, sol y calma, erige un escenario blanco por su seguridad cotidiana, concluiremos que parece un magnífico destino laboral. Pero aquí llega la condición humana. El poder otorga sensación de inmunidad, incluso de invisibilidad, a quien lo ejerce. Ni importa la paga ni las ventajas del cargo. El humano siempre anhela más de lo que posee. En el vértice positivo de este aserto, figuran los viajes al espacio o el buceo en el conocimiento de los fenómenos; pero en su ángulo negativo se rastrean los imperios gestados sobre la sangre y el dolor, junto a sucesos más chuscos, por vulgares, como los trueques de monedas o cama, por un cruce hacia la otra orilla de la moral sobre cualquier otro afecto. Recordemos la triste estampa que Judas ha legado como corrupto por antonomasia, o Salomé y su madre que buscaron la cabeza del Bautista por despecho. La lección se escribe una vez más, como copia de castigo a alumnos traviesos. Siempre que un humano pueda corromperse tenderá a hacerlo. Habrá que diseñar las estructuras de mando y autovigilancia policiales de modo que esa tentación innata se convierta en labor tan ardua que invoque una dicotomía también se alojada en nuestro ser: ¿Trabajo o sofá? El exceso del primero situará al segundo en la elección preferente y así nos ahorraremos titulares como los que nos esperan en estos próximos días.
Corrupción policial
10
Nov
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