Los coletazos de la Malaya marbellí se contemplan dilatados en el tiempo, incluso sus raíces ya las comprobamos largas en el espacio. Un universo de pillaje, surtido de podredumbres y de casi todas las miserias humanas. El ayuntamiento de Marbella ha despedido por absentismo laboral a uno de sus trabajadores más señalados sin duda, Juan Antonio Roca, pero él, igual que esos hijos que parasitan la casa paterna hasta que hereden, no se quiere ir y ha recurrido esa orden de liquidación de sus condiciones laborales. Ha solicitado una indemnización a las arcas del que él sabe depauperado consistorio marbellí. Las partes acudirán a un acto de arbitraje en un intento de que se pueda alcanzar un acuerdo, proceso que conocen bien tantos y tantos trabajadores honrados despedidos por puro arbitrio empresarial. Después llegará el previsible juicio, con posibilidades de que sea fallado a su favor según algunos abogados laboralistas. Es cierto que la cosa económica está mala cuando un rico delincuente llora por un dinero con el que no paga ni un triste tigre disecado para su trigal; quizás se haya enamorado de Marbella y quiera retornar a sus calles para seguir trabajando por sus gentes; al fin y al cabo, a esta ciudad le debe todo, nuca mejor dicho, y si ahora gana la indemnización que solicita, aún le deberá más.
Juan Antonio Roca es un punky del sistema administrativo. Lo conoce muy bien y desde sus entresijos; lo manipula y pervierte con sus mismos procedimientos y lenguaje. Usa la melodía y la distorsiona del mismo modo que si compusiera canciones para unos Sex Pistols forenses. Roca imparte con cada uno de sus pasos lecciones inestimables sobre los recovecos y túneles de la maquinaria administrativa y por ellos circuló e intenta seguir paseando de nuevo. Quizás para despedirlo de forma efectiva, quizás, ojo, sólo haya que investigar mediante qué método fue nombrado asesor urbanístico. Autonomías, ayuntamientos y diputaciones han diseñado puertas falsas de entrada a bastantes cargos, mediante amasijos legislativos, más o menos correctos en las formas, pero no en el fondo, que evitan oposiciones públicas y transparentes. Así facilitan la admisión al nutritivo abrevadero del funcionariado a una pléyade de militantes del partido y otros favores de guardar como los días santos. Y aquí está Roca. Un cargo alto del ayuntamiento de Marbella, un funambulista sobre los artículos y disposiciones que encuentra siempre la cuerda tendida por la propia Administración y sus procesos tortuosos. Un doctor de verdad que maneja el derecho como el derecho fue concebido y en él habita y asienta su fortuna. Vuelve Juan Antonio Roca, un niño obediente que hizo lo que nuestros padres siempre dijeron, buscarse una paguita segura que luego vienen los malos tiempos y que uno tenga algo a que agarrarse.
Juan Antonio Roca vuelve
8
Sep