Yo trabajador me encomiendo

1 Sep

rezoEn los momentos de crisis los líderes políticos se comportan como espectadores ante la elaboración de una paella, o ante los importantes partidos de fútbol, cada uno vocifera sus ingredientes; ni contemplan virtudes en las demás opciones, ni dejan tranquilo al cocinero. Los errores en la economía del Estado se arrastran durante décadas y la responsabilidad de nuestros próceres conlleva el lanzamiento de avisos sobre la subida de tasas, o sobre la incorrección de los gastos. Rajoy afirma que el incremento de la carga fiscal conduce a la pobreza de las familias, que los caminos del despegue no marchan por ahí. Rodríguez Zapatero prefiere la subvención de los parados y las inversiones públicas en obra lo que conlleva mayores presupuestos. Ni quito, ni pongo rey, ni ayudo a señor alguno. Los economistas disponen de una ciencia tan exacta que sólo explican los sucesos una vez ocurridos. Imaginen si alguien conociera recetas que previeran infalibles los destinos de valores bursátiles con antelación, o cómo hacerse rico sin esfuerzo, ni robos de guantes blancos más o menos disimulados entre los intersticios de las leyes y las especulaciones improductivas. Repito que ni resto ni otorgo razones a los paladines de los rumbos económicos, pero sí me cansan ya ciertas cancioncillas entonadas cuando la recesión arrecia, o cuando la bonanza aparece.
Corran o no las monedas entre los círculos financieros, siempre se proclama idéntica serie de ideas desde los oráculos económicos; como casi todos los sacerdotes ajenos a lo que sufre en la calle, modificando el verso a Juan de Mairena. Cuando asusta la depresión, sea cual fuere el motivo, por ejemplo que especuladores tahúres de la banca hayan trampeado, las divinidades recetan que se apriete el cuello a los asalariados, esto es, que sus sueldos no engorden. Cuando la economía corre cual locomotora, también se contienen los salarios para que la inflación no se dispare. Si el índice de parados aumenta, hay que facilitar el despido, lo que se dice ante el micrófono bajo el eufemismo de regularización en el mercado de trabajo. Si el desempleo baja, se exige la flexibilización de las condiciones de contrato (eufemismo de despido) para que se consoliden las inversiones. Si estamos en ciclos de alza económica, se clama por una bajada de impuestos a las rentas altas para que la liquidez redunde en mayor capital invertido; si nos encontramos en ruina, también. La suma de este doctrinario para quien no posea fortunas, ni dirija enormes empresas, ni pueda incrementar el precio de sus servicios, se resume en que vaya bien o mal, siempre pagan quienes dependen de una nómina que apenas comen migajas durante los años de abundancia, pero se asfixian con el precio del pan que abonan pero no disfrutan durante los años de crisis. Proletarios de España, unámonos en oración: «Yo trabajador me encomiendo a la Lotería.»

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