Dos días, dos concejales perdidos entre los ediles socialistas de Marbella, representa una triste marca. El ejemplo que Liria Menor ha dado a toda la clase política con la entrega de su acta al grupo por el que la consiguió, junto con su dimisión por razones de coherencia ideológica, escribe una página de dignidad y lega al futuro un paradigma que cualquier representante del pueblo debe seguir. Un cargo electo se convierte en peregrino hacia el poder a bordo de una papeleta que el votante introduce en la urna guiado por unas siglas. Tampoco se atisban señales de incongruencia en los pasos de Juan Luis Mena; no transmite su acta pero, como don Francisco Umbral en aquel programa, se queda para que se hable de lo suyo, la segregación de San Pedro de Alcántara. La inclusión de independientes en las embarcaciones conlleva esos peligros; la travesía se hace larga y el viento en contra invita al desalojo de la nave. En este caso de Marbella y San Pedro, permítanme el chiste de que no acontecerá la sorpresa de una reconversión ideológica a lo San Pablo, con luz, caída del caballo y regalo del voto a un nuevo alcalde mediante comanditas contra natura. Lo preocupante de este terremoto marbellí es que se produzca en la oposición socialista que aumenta dos líneas las notas de un currículum tortuoso desde las últimas elecciones, algo nefasto para una población tan castigada por aquellas políticas de podredumbres y corruptelas que aún pagan vecinos y foráneos, lastre en las alas para el despegue de esa ciudad tan encantadora y con tantas posibilidades de bienestar y progreso armónico.
Ángeles Muñoz ha demostrado hasta estos días que ejerce como alcaldesa de modo ecuánime; aceptó la responsabilidad de un municipio en unas condiciones muy complejas para que cualquier regidora actuara y lo está haciendo muy bien, pero una oposición organizada enfrente indicaría, además, una regeneración política completa en aquel vecindario. El partido socialista presentó a Paulino Plata como salvador; no elegido, devolvió a Marbella el desprecio sin gestos que le habían hecho en Sevilla cuando lo echaron de aquellos sillones. La llegada de José Bernal a la dirección de ese partido político tutelado, junto con una proyección provincial, aunque discreta, que se le daba a Susana Radío revelaron que la agrupación socialista marbellí recuperaba un orden y capacidad de trabajo valiosos para el bien común. No parece que los asuntos internos se estén llevando con la debida dosis del arte político definido como la gestión de los imposibles y la unidad de voluntades contrapuestas. Una oposición destructiva como la que se exhibe en Marbella conduce a la pérdida de los vecinos más tolerantes y sensatos. El grupo socialista de Marbella necesita construir su ciudad al margen de consignas dictadas desde Málaga o Sevilla. En Marbella sobran cargas, faltan hombros.
Dos días, dos concejales
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Ago