No me gusta el fútbol por egoísmo. Soy incapaz de identificarme con alguien que gane algo y no sea yo. Menos con once tipos atléticos, multimillonarios y aclamados por las masas que corren por una alfombra de césped como yo nunca tendré. Demasiados factores contrarios atentan contra mi ego. Cuando intento ver un partido me remuevo en la silla y ni veo las jugadas. Por suerte, sobre todo para los jugadores, parte de la humanidad no es así. Aunque el fútbol me desagrade es imposible sustraerse a su influjo de planeta gigante. Su gravedad se manifiesta en cada milímetro, a cada segundo. Por ejemplo el otro día. Un atasco de tráfico me detuvo junto a una casa apuntalada con maderas hasta en el dintel de su puerta principal. Un hombre mayor llegó allí con una moto pequeña y destartalada e hizo sonar su zumbador a modo de aviso. Chanclas celestes en plástico de una tira horizontal, camiseta blanca de tirantes interior, pantalón corto de baño y un casco mínimo al que ahumaba una colilla entre los labios rodeados de una barba de algunos días. Volvió a sonar su zumbador un par de veces y abrió aquella puerta quejumbrosa una señora despeinada y en camisón a cuyo bajo se agarraba un niño pequeño descalzo y sólo vestido con camiseta manchada. El chiquillo alegró el gesto cuando vio al señor de la moto. Pulsó el zumbador de nuevo y le gritó: ¡Adri, somos campeones! El tráfico comenzó su marcha y yo me sumergí en la prisa nuestra de cada día.
Campeones
26
Jun
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Captas de perlas el poder anestesiante del panem et circenses. Suerte en este periplo que inicias. Saludos y abrazos.
Compartiendo la idea tuya de futbol y deseandote lo mejor en tu nuevo blog, seguro que saldra como todo lo que tocas.
Una gran sorpresa y bastante agradable…
Siempre me ha gustado tu manera de ver las cosas y tu forma de plasmarlo en el papel. Sigue escribiendo y enhorabuena por este blog. Un beso muy grandote.