El pasado lunes, el Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga presentó la exposición “25 siglos. La Escultura en la Colección Cajasol” que podrá visitarse en Ars Málaga-Palacio Opiscopal hasta el 1 de julio. Según los comisarios, Iván de la Torre Amerighi y Juan Ramón Rodríguez-Mateo, esta muestra abarca «desde una Cabeza de Astarté púnico-fenicia del siglo V antes de Cristo, hasta la instalación Prototipo de cosa inútil (2006), de Javier Arce… en un proyecto expositivo que explora los frágiles límites del arte de la escultura, en sus procesos, materiales, objetivos y justificaciones conceptuales, desde sus orígenes históricos hasta la actualidad”. La muestra estaba compuesta en un principio por un total de 30 obras seleccionadas de los fondos de la colección de arte de la Fundación Cajasol, sin embargo dos de ellas, finalmente, no podrán contemplarse en Málaga ya que han sido censuradas y retiradas por los responsables de la sala elegida, perteneciente al Obispado de Málaga, por no considerarlas acordes con el lugar.
A mi modesto entender, con toda razón, pues justifican tan drástica medida en un acuerdo suscrito entre la Diócesis de Málaga y el Ayuntamiento, que les concede la última palabra en cuanto a las obras que se puedan exponer en su espacio. Sabiamente. ¡Es una sala de la Iglesia! De la Iglesia con mayúsculas. La misma que tiene unos valores estrictos que preservar, de hecho, es su única razón de ser y esos mismos cuestionamientos morales que promueve no tienen por qué coincidir, dios les libre, dios nos libre, con los de un artista o con los que pretenda plasmar en cualquiera de sus obras. ¿Acaso son los límites invisibles del Arte los mismos que los bien definidos de la Iglesia? Por eso, la Diócesis quiere y debe tener la primera y la última palabra en cuanto a lo que se va a exponer sobre sus muros, lógicamente, y, además, cualquier reproche en este sentido, sobraría.
Ahora bien, en Málaga tendremos que conformarnos con visitar la exposición cercenada y nadie pedirá disculpas desde el Ayuntamiento. A ver, si nadie hace ruido, nadie se enterará. ¿Esta no era la ciudad de la cultura, Don Francisco, por qué entonces hay tanto palurdo dirigiéndola en su equipo de gobierno? ¿Con qué dos dedos de la frente de quién, se firma un acuerdo artístico con los representantes de una fe religiosa para ofrecer arte sólo hasta la puntita? ¿para exponer qué cosas? ¿Sujetos a qué contrato moral? ¿Con qué límites divinos? ¿Los de la ciudadanía o el de las cosas como dios manda? ¿Esto qué sería, un espacio para las exposiciones bajas en calorías, para las poco transgresoras, para las que nos hacen mejores cristianos, católicos, apostólicos y romanos? ¿Por qué esta exposición en esta sala? ¿Quién lo decidió?
Según la descripción de las obras censuradas y apartadas que hace el diario la Opinión de Málaga, la primera, La custodia del cubata, de la Richard Channing Foundation, recrea con vasos de vidrio la forma del receptáculo donde se coloca la hostia en la liturgia católica y la segunda, Swimming pools, de Dionisio González, muestra tres desnudos femeninos en una fotografía retroiluminada. En definitiva, impensable que se pudieran exponer en una sala dependiente de la Iglesia. Pero inimaginable, también, que pudieran ser censuradas en cualquier exposición municipal, especialmente en esta ciudad que asegura apostar por la cultura.
Concluyendo, una sala de exposiciones seleccionada para celebrar una muestra municipal debe ser laica porque si no, puede pasarte exactamente esto que nos ha ocurrido. Vergonzoso. De Perogrullo. Aunque, afortunadamente, con lo poco que nos interesa el arte, con lo poco que visitamos las exposiciones o los museos, con lo poco que leemos, pocos nos enteraremos también de que faltan dos obras, ni dónde.
Venga, así que no hay que decaer, a por la noche en blanco, lumbreras.