Nos salió rana

2 May

No sé en cuántas ocasiones nuestros políticos habrán echado abajo ya la manzana de los cines Astoria y Victoria durante los últimos ocho años. Un par de veces -si no tres- por unanimidad. Hoy sumarán otra votación favorable a su derribo imaginario. La diferencia de este con anteriores derrumbes simbólicos producidos desde 2015, es que en este caso lo que se habrá votado en el Pleno no habrá sido tirarlo por sí mismos, sino pedirle permiso a la Junta para hacerlo. Esto acabará con la unanimidad, ya que el PSOE, aunque sea desdiciéndose, hoy lo negará todo, pues necesita de este tipo de batallitas menores para reivindicarse de algún modo a nivel local y salir del cero a la izquierda moderado en el que lleva sumido desde los tiempos en los que el cine aún podía considerarse un negocio rentable, hablamos del milenio pasado. Pese a la parte contratante de la primera parte que expongan para su voto particular arqueológico o en defensa del Pepri, vistas las circunstancias, lo único que los ciudadanos deberíamos tener claro a estas alturas, sobre todo tras el fracasado intento del concurso de ideas promovido por el gobierno municipal del PP, es que el futuro del Astoria y su mole ruinosa anexa pasa por ser demolido, sin más florituras, sí o sí.

Nos falta saber cuándo será y que los responsables políticos le pongan a la fecha consenso, fuegos artificiales y fanfarrias culturales que disimulen si pudiese haber habido alguna gestión descuidada del desafortunado asuntillo, tristemente demorado en el tiempo por cuestiones ajenas a la voluntad de cualquier implicado, muy torpe o profundamente inepto. Lo que se dice un borrón y cuenta nueva anímico, si fuese posible, a celebrar durante una noche en blanco, que podría ser dedicada, ya puestos a elecubrar, a las explosiones controladas artísticas y que, sin duda, sería capaz de arrancarnos un aplauso entrañable por ponerle fin a la tortura mamotrética que padecemos los que nos vemos obligados a rodear el edificio abandonado y su manzanita famosa, cada vez que pasamos ante el Teatro Romano o la Casa Natal, camino de tomarnos una cañita picassiana -o dos- en el Café con Libros, que hasta para pimplarse uno es cultureta.

Que sea más pronto que tarde dependerá de si el alcalde tiene más ocurrencias saltarinas y joviales antes, o de si algún alma caritativa entre sus asesores y consejeros consigue entretenerlo, por favor, con otra cosa, para que no nos haga perder más tiempo ni dinero. Porque si algo me duele particularmente en los paupérrimos riñones es pensar que alguien haya podido despilfarrar 21 millones en Málaga y no me haya invitado a la juerga. Caixaforum, Museo de Museos, Teatro de Banderas, ¿Mercado Gourmet?… ¿De verdad que entre nuestros políticos no hay ninguno que se haya percatado ya de que los mercados gourmets en Málaga son un ejemplo de fracaso empresarial de libro?

Lo mejor para la manzana podrida del Astoria es apartarla del cesto cuanto antes. Habría que enjugarse las lágrimas nostálgicas del cine que fue y que nos remueve la infancia porque, siendo honestos, llegó el momento de reconocer que desde hace 14 años lo único que se proyecta allí es una pésima imagen de la ciudad, en pleno Centro Histórico del cartón piedra precioso. Lo que habría que contemplar, con fría sensatez, es si la excelsa arquitectura del edificio que se nos impone en el horizonte, junto a la alcazaba, le suma o le resta valor al entorno. Y bajar el dedo.

¿A qué esperamos, a que lo bese una princesa? Nos salió rana.

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