El otro día condenaron a Artur Mas por desobediente y aunque tanto se ha hablado de los dos años de inhabilitación que le corresponden, no sé por qué me da a mí que, será la otra cara de la sentencia, la pecuniaria, la que más le afecte personalmente. Sospecho que esa multa le interfiera el sueño tanto que ya haya cambiado el maquillaje antiojeras por el antiorejas y que sea por eso que se le resbalen así de grandes las gafas de siempre, ahora a media nariz como un traje prestado, cuando se queja de la particular injusticia a la que está siendo sometido por su apego al populacho. Cien euros diarios de contrafuerza en el canut, eso debe ser como una buena patada en sus fundamentos ultrademocráticos. Creo yo que, lo tercero que habrá hecho tras quitarse el sudor de la frente y comparecer en rueda de prensa para clamar sobre su desventura por causa de la justicia de media velocidad española, habrá sido el cálculo del porcentaje adecuado para poder seguir con su ritmo de vida actual que, con entre un 3 y un 10 por ciento de merma, será dificultoso asumir, me temo. Y si a eso le añades la mitad de las costas judiciales… Estará buscando equipación nueva de esquí, el pobre, para desconectar unos días en Suiza.
Menos mal que, al menos, le han caído los dos añitos esos de inhabilitación -durante los cuales no iba a presentarse elegible absolutamente a nada-, que le han salvado la vida, pensará Mas. Bendita condena que le permite reagarrarse al carro de los héroes de la política catalana con el PDE-Cat, cuando se despeñaba señalado desde las más alto de las cumbres andorranas. Pero algún empeño debe tener el poder ejecutivo que dirige Rajoy, y el poder legislativo que el PSOE le dio a Rajoy, y el ministerio fiscal que controla el gobierno de Rajoy, que le dan resuello a estos falsos mesías de la independencia como a Lázaro, de levantarse y andar. ¿Qué daño le causa esa condena a Mas y cómo le beneficia? ¿De verdad tenemos una Administración del Estado tan torpe?
Que no hay que saltarse la ley, ¡pues claro que no!. Para eso votamos cada cuatro años en las elecciones generales. Directamente para que legislen, no para otra cosa. Para que hagan las leyes que protejan nuestra convivencia, nuestra tranquilidad, a través de nuestro Estado de Derecho. ¿Qué mala ley es esa que da alas a quien pretende condenar?
Una ley que no permita un referéndum no debería caber en un Estado Democrático de Derecho. No creo que esa ley exista en nuestro ordenamiento jurídico, sólo cabrían interpretaciones. Ninguna ley orgánica, ni la Constitución siquiera, es una tabla de mandamientos divinos insuperable, incuestionable, irreformable. Que la soberanía resida aquí o allí, cuando afecte solo aquí o allí, es un argumento político que podemos cambiar con la mera voluntad ideológica de hacerlo, con los representantes adecuados y las mayorías necesarias, en el parlamento. Ojalá con el consenso necesario en lo razonable.
Sin embargo, este sinsentido político de negar los impulsos independentistas en nuestro país mediante el imperio político de la conciencia de turno, nos lleva a estos desatinos y a otros que nos hacen rozar el ridículo en nuestras relaciones internacionales.
Por ejemplo, España, junto a China, Cuba, Irán y Venezuela, entre otros pocos países, no reconoce al Estado de Kosovo, que se autodeclaró independiente de Serbia hace una década. EEUU, Inglaterra, Francia, Alemania, Italia (hasta un total de 111 estados), sí. ¿Por qué estamos en el lado que no nos corresponde?
Otra más: ayer, desde Perú, nuestro ministro Dantis nos dejó ojipláticos, con otras declaraciones asombrosas: si Escocia decide separarse de Inglaterra mediante referéndum democrático para no formar parte del Brexit, España le impedirá seguir en la UE. Le dirá que se ponga a la cola. ¡Toma ya! No vaya a ser que le copien vascos o catalanes, claro… Esto sí que es política exterior y lo de Mas, enorme tontería.