Cultura para cruceristas

9 Dic

¡Por fin! Ya encontró nuestro alcalde dónde se encontraba ese gasto superficial que impedía la cuadratura de los presupuestos. Una vez más, el dinero se iba por la alcantarilla de la cultura. Nuestro alcalde, con gran valentía, ha recortado su asignación en un 7,3%. A cambio incrementa la cantidad de euros que el ayuntamiento destina a las distintas ferias que es donde, en realidad, la cultura se encuentra a salvo, más reivindicada y a gustito. Como Málaga ya dispone de un montón de museos con nombres de primera y obra expuesta de tercera, vámonos para el Cortijo de Torres a vestir de faralaes y ponernos hasta arriba de moscatel, que para eso ya nos creemos una ciudad culta al modo europeo.

Ahora se comprende la supresión de un organismo como el Instituto Municipal del Libro que tantos beneficios culturales ha gestionado para los malagueños. Tal vez, ahí estuvo el fallo de su director, Alfredo Taján. Si hubiese orientado el Instituto hacia los cruceristas, como hacen los diferentes museos y la feria, De la Torre habría descrito un justificante para su permanencia. Pero no. Durante estos años, Alfredo organizaba ciclos, coloquios y presentaciones de documentales y libros de esos a los que el pueblo nunca acude ni acudirá en masa, estamos de acuerdo, pero de esos, también, que otorgan un prestigio a una ciudad y que convierten su nombre en un destino ineludible para quienes quieren conocer de verdad unas calles, sus habitantes y su modo de vida, esto es, para los viajeros, que buscan el vínculo afectivo y permanente, que llegan a un lugar para sumarle su riqueza humana y no para hacer fotos con el móvil, como máximo acercamiento.

La política cultural de Francisco de la Torre parece soñada para los cruceros. Ya se puede ofrecer un pomposo paquete vacacional malacitano que consista en la visita al Museo Pompidou, sin que haga falta el vuelo a París. Al Museo Ruso, sin la necesidad, siempre engorrosa, de tener que ir hasta Rusia. Un baño opcional en las cristalinas aguas de la Malagueta o en el Bulto. Regreso al barco para almorzar, previo paso por el CAC y el pretendido Soho malagueño. Por la noche al recinto ferial que es el plato fuerte del día. Embarque de madrugada y despedida entre los efluvios de los alcoholes malagueños y la gran resaca con los zumbidos del regetón aún bullendo por la cabeza. Entre paseo y paseo, compra de biznagas o luminosos chinos, visita rápida por Casa de Guardia y donación de monedas a cantaores espontáneos en cualquier terraza del centro. Otra ciudad más para el recuerdo crucerístico mediterráneo, como testificarán las instantáneas del teléfono.

No entiendo esta incompatibilidad que Don Francisco parece encontrar entre estos dos enfoques de la cultura en Málaga. Tan necesarios como los decorados de cartón piedra para turistas, son esas reboticas como el IML donde los escritores de nuestra ciudad puedan difundir sus textos a la vez que conocer otras propuestas creativas llegadas desde más allá de Las Pedrizas, lo que ni puede hacerse en la feria, ni en esos museos que ni siquiera han calculado la delicadeza de reservar un espacio expositivo para la amplia obra plástica aquí realizada además de la de Picasso y Revello de Toro.

Si los presupuestos municipales tenían que sufrir recortes por las exigencias del déficit, estoy seguro que habría partidas y organismos para eliminar y reordenar más allá de los de cultura, que no son sino la supresión del chocolate del loro que ni quita el hambre de una casa, ni arruina a la familia. Según cuentan por esas barras de bar de la noche, Juan Cassá pidió a de la Torre que redujera gastos en el ayuntamiento, no que suprimiera espacios culturales. Don Francisco, como si estuviera en el colegio, dijo ante todos que un niño mayor lo obligaba a cerrar el IML y a invertir todos los esfuerzos culturales en montar una ciudad como un solar para cruceristas.

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