Me dijo mi sobrino ayer que me había convertido en un refunfuñón. Debió de verme tan atribulado con su comentario que lo retiró en seguida e incluso me hizo alguna carantoña compasiva antes de irse al cine con sus amigos y mi dinero. De no haber sido por aquel encuentro, estaría criticando los 900.000€ en bombillitas de colores que se está gastando el Ayuntamiento en hacer un poquito más felices a los hijos de nuestros parados. Pero no. He decidido que a un paso de tan entrañables e iluminadas fiestas navideñas, tenía que escribir sobre algún aspecto positivo –a todas luces- de nuestra querida ciudad. Y se me ocurrió escribir sobre el Muelle 1.
Del Muelle 1 se ha hablado tanto desde hace tanto, que tanto me daba aportarle una crítica positiva a su esplendoroso momento inaugural. Una crítica positiva a la vez que constructiva, con la idea de darle un empujón a las obras y al montón de obreros que como muy bien decía ayer Don Patricio Gutiérrez del Álamo, llenaban el entorno portuario con casi tanta gente como la que había en calle Larios, pero con el mono de trabajo y el casco puesto, eso sí. Finalmente, ayer, no se pudo hacer el acto inaugural previsto. Pero no porque esté todo patas arriba y a medio hacer, que sería lo criticable, sino por un papelito burocrático que le faltaba al parking, por cierto, inacabado. De todas formas, nada grave. Los potentados de la ciudad pudieron pre-inaugurarlo por su cuenta anteayer en un cóctel nocturno para ricos, políticos y cargos de confianza. Y ayer, aunque sin acto oficial de inauguración para pobres, por el dichoso papelito del parking, los malagueños de andar por casa y pasear por el puerto tuvieron permiso para comprar, comer o beber lo que quisieran. Ya estaba abierto. O casi. Los gerentes y encargados de las tiendas y los negocios de restauración al menos estaban dentro, ajetreados. Yo me asomé a preguntar en un par de ellos si se podía pasar y la respuesta en ambos casos fue difusa. No tenían butano, me dijo uno, sin que yo entendiera que tenía que ver aquello conmigo, y que no les permitían descargar las mercancías, me dijo el otro, tras asegurarme que se había caído intentando hacerla con una polea desde el Paseo de la Farola. Así las cosas, vi a una marinera en puerto regalando botellines de cerveza de la Sureña y allí me fui a encontrarme con todos los periodistas que habían acudido a la no inauguración del Muelle 1. Oye y qué bien y qué a gustito. Ni polvo, ni camiones, ni martillos hidráulicos que consiguieran refunfuñarme. Sí, Málaga es diferente. Aquí se fija un día de inauguración con cinco años de retraso y se llega tarde. La suerte es que a pesar de que ya pasaran la inspección de Bomberos, faltara el papel. Ese que te libra del ridículo de suspender la inauguración por obras.
No seré yo quien critique hoy la gestión de nadie. A mí, lo del PuertoShop, me encanta. Primero por los 400 empleos directos que, aseguran, genera –y espero corroborarlo cuando todo esté a pleno rendimiento-. Después por los 700.000 cruceristas que, por fin, se bajarán del barco porque, aunque no se diga, Málaga es sólo una ciudad de paso con una media de tres horas de atraque. Y tercero, y más importante, porque por aquí no hay tanta lucecita barroca navideña de las que tanto le gustan a nuestro absoluto gobierno iluminado.
Como estaba todo en obras, he echado un vistazo a la web -http://www.muelleuno.com- para enterarme de qué va a ser y cómo va a quedar todo de bonito para regocijo portuario pero, tampoco pudo ser. También están en construcción. No han debido de tener tiempo de prepararla. Sin embargo, un detallazo me ha conmovido: en vez de decirte “página en construcción, perdonen las molestias”, te dicen “en breve te acercaremos al mar desde aquí”. Cómo me gusta todo. ¡Viva el Muelle 1!