Veintitantos N

23 Nov

Ya hemos ejercido nuestro derecho al voto y tan contentos. A diferencia de anteriores experiencias de este tipo, esta vez no ha ganado todo el mundo, sólo el PP. Aunque a decir verdad, satisfechos se muestran casi todos. IU y UPyD sacan pecho, con cierta razón y parecida a la de los nacionalistas de las Comunidades Autónomas Históricas españolas. Galicia, El País Vasco, Navarra y Cataluña tienen quienes los defiendan en Madrid. Como siempre. A Andalucía no le pasa porque de histórica tiene sólo el valor enciclopédico que lo demuestra, que no debe de sumar mucho en la nueva Era Postcontemporánea de las Telecomunicaciones. En esta Historia de las Actualidades, seguimos sin representantes exclusivos, y ya nos han adelantado los canarios, los asturianos y casi también los aragoneses aunque, estos, en comandita con IU. Que no tengamos nacionalistas andaluces en Madrid podría resolverse en que tampoco los tenemos en las calles. Pero a tenor de lo que sucede en Canarias o Asturias, por ejemplo, no termina de sustentarse tal desafección simplemente en el desarraigo del amor regionalista frente al fervor patrio. Yo creo que se debe más bien a la buena memoria en cuanto a los dolores inolvidables, como aquél que nos produjo el fallo de Cardeñosa en Argentina frente a Brasil, o Señor o Eloy en sus penaltis del adiós, muy buenas o, a lo que iba, Alejandro Rojas Marcos en el Congreso de los Diputados cuando quisimos ser tanto como vascos, gallegos o catalanes. De aquel PSA de 1980 no queda nada gracias a la supuesta traición del 144 de la Carta Magna. El Poder Andaluz se transformó en Partido Andalucista y dejó, poco a poco, apartadas las barricadas para intentar convertirse en partido bisagra. De la derecha o de la izquierda, pero también de arriba o de abajo. Sin ideología es difícil defender algún interés pero más aún que alguien confíe en que puedas hacerlo –que a la postre, es lo único que cuenta en nuestro sistema político de sufragio y espera-, por más andaluces que se sientan o se proclamen unos y otros. En fin, viva la solidaridad. Esta vez tampoco habrá andaluces egoístas sin disciplina de partido nacional ni en el Congreso, ni en el Senado.

Pero si bien antes hablaba de que sólo había un ganador de las recientes elecciones, en igual medida se asume que únicamente ha habido un perdedor: el PSOE. Tanto por propios –lo más sorprendente- como por extraños, el varapalo se endosa en cualquier análisis postelectoral, y venga de donde venga, siempre a los mismos. Y no es que yo dude de que haya sido así pero, tampoco recuerdo un mensaje parecido, tan derrotista, en ninguna comparecencia pública de ningún partido, por más descalabrados que saliesen tras una consulta popular. Y sólo caben dos conclusiones: o lo han hecho tan mal como parece y se encuentran en estado de contrición a la espera de recibir la gracia que los absuelva de la pesada carga del último año de gobierno a la europea, para avanzar, o lo que es peor, no les queda nadie en los confesionarios que los escuche ni, mucho menos, pueda orientarles sobre su penitencia. En ese caso no estarían esperando, sino esperando sentados.

El PP ha ganado como nunca y lo ha celebrado en catalán, o sea muy íntimamente. Dicen, con apariencia asustadiza, que es hora de trabajar. Que a pesar de la mayoría absoluta, intentarán que prevalezca el consenso. Pero no arrancan. Y una de tres: o saben ganar mucho mejor que perder y no tienen prisa o, de forma preocupante, tienen tan claro como en su ambiguo programa electoral lo que van a hacer para empezar a resolver los problemas de la crisis mundial, para que cuanto antes, repercuta en la de España o, tercero y más grave, Merkel aún no les ha chivado un plan de actuación porque ella tampoco lo tiene.

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