Cultura popular

14 Sep

Según mi hermana, la ciudad está que bulle. Ella es la que me mantiene informado del pulso de la actualidad del barrio, totalmente peluquera. Me hubiese gustado confrontar el día a día con la opinión de un taxista pero no me queda ninguno en la familia. Me dice que lo que está en boca de todas es el acto de apertura previsto para mañana en el Teatro Romano y sus sorteos. Hay que ir bien peinada y asomarse a ver cuántos famosos hay entre los invitados, aunque no te haya tocado la entrada en mérito de afortunada. De los cuatrocientos asistentes que se preveían, finalmente parece que serán doscientos veinte los que se traguen el tostón. Ya me extrañaba. Se mantienen los sesenta y cuatro permisos dobles a repartir entre los seiscientos mil malagueños sin nombre pero, obviamente, se ha tenido que bajar el cupo entre la nómina de artistas y autoridades invitadas. ¿De dónde se iban a sacar más de un centenar de artistas malagueños? No creo que nadie en el Consistorio maneje un listado tan amplio. Contando los artistas de fin de semana nacidos de buena familia, tal vez. Entre abogados y médicos que colocan monumentos en las plazas en sus ratos libres y los que exponen bodegones y marinas en los colegios profesionales podrían alcanzar ese máximo irónico, siempre y cuando añadiéramos a algún insigne cofrade. Pocos escritores, cineastas, artistas plásticos, cómicos o músicos con dedicación plena a su trabajo son tenidos en cuenta o siquiera conocidos por los responsables políticos de la cultura municipal. Pongo de ejemplo el Festival de Cine de Málaga. De los once malagueños que han conseguido distribuir un largometraje comercial, sólo dos de ellos han sido invitados alguna vez a un sarao institucional sin tener que someterse a trámite de favor, con ruegos y preguntas. Así las cosas, serán sesenta autoridades las que acompañarán al vulgo en tan solemne acto, y entre los que acudirán, algunos de nuestros representantes democráticos y muchos más de los elegidos por estos para ostentar un cargo de confianza a costa de los servicios prestados y de su poca fortuna electoral.

Le dijo la Gema a mi hermana, que lo que pasa con su museo lo arreglaba ella en dos días con la mitad del dinero que se ha derrochado en lo de Art Natura y que encima invitaba a todas las amigas de la zona de Barbarela a bañarse gratis en la piscina del chalet que se hubiera comprado en Marbella. Y es que una cosa lleva a la otra. La cultura malagueña está en boga. Se ha hecho popular gracias a lo fácil que se somete al chiste. Por expropiar un cine ruinoso para poner un cine ruinoso en lo que fue y seguirá siendo, hasta la quiebra, el Albéniz, por no dejar a ninguna Gema contenta, por el teatro del esperpento que no se dramatizará, ni mañana ni nunca si depende de la iniciativa pública, en el Romano pero, sobre todo, por el Museo de Museos. Esa cosa oscura, oculta y secreta que anuncia el alcalde para cuando pueda gastarse otro porrón de millones. ¿Qué será? La Paqui que, aunque de barrio, será artista “porque pinta como los ángeles y va a intentar matricularse el año que viene en Bellas Artes porque ya ha criado a sus hijos”, le dijo con rulos a mi hermana que sabía lo que era. Allá voy: lo más caro de traer una exposición de renombre es pagar los aranceles fronterizos que no sé ni yo, ni Paqui, ni mi hermana lo que son, ni nos importa. Pero, por lo visto, sólo se paga una vez por país y el traedor puede seguir cobrando, lo que le venga a bien en tal concepto, en cada una de las ciudades en que se lleve a cabo la exposición itinerante. El plan es que pase por ese Museo de Museos “único” que el alcalde desea inaugurar cuanto antes para contento de autoridades, invitados y demás, pendientes de sorteo.

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