Educación sentimental

23 Mar

Dos mujeres asesinadas en Andalucía en menos de cuarenta y ocho horas. Dos campanadas de muerte sobre la conciencia colectiva que no evitarán, por desgracia, que esta cadena de dolor y locura continúe. Sobre todos estos crímenes planea una voz que susurra al oído del asesino que algo suyo se le escapa, que algo que se retorcía bajo su voluntad de pronto corre libre. Los anclajes ideológicos e íntimos de muchos tipos están podridos como la fruta en verano sobre las aceras. Parece que la primavera ha avivado el ánimo lúgubre de algunos, antes que las ganas de vivir. Leo las estadísticas, pero no, ni la primavera, ni el lugar de residencia ni otra circunstancia que avise del peligro salvo que dentro de muchos hombres habita un concepto tan sólido, tan cercano de la convivencia con su pareja que hasta incluye la muerte en casa o al menos mediante sus manos. Esto es amor, amor muy propio.

     No sé si la idea del otro en propiedad, como la hipoteca, los muebles o la moto, se aprende o llega ya adquirido en los genes igual que bastantes aspectos desagradables de la personalidad, pero me pregunto si tiene solución más allá de la policial, paliativo al problema, una barrera que impedirá muchos crímenes pero que siempre será saltada por algún espontáneo difusor del luto y de la desgracia. Si alguien no se detiene ante la idea de dejar huérfanos a sus propios hijos, como en tantas ocasiones ya hemos visto, no habrá ningún método que evite su crimen más que la lejanía a la víctima por todos los medios posibles; pero ya digo que como en las fronteras blindadas o en los sistemas de seguridad de los grandes bancos, siempre alguien hallará algún resquicio por donde dispare su odio.

     Las cifras de estas muertes aterran, pero más el sinsentido de sus causas y más aún el razonamiento que las provoca. O mía o de nadie. Ni de ella misma siquiera. En un buen número de casos la  víctima convivía con su agresor igual que el ratón en la urna junto a la serpiente; en otros, la mujer se había marchado; al verdugo ya no molestaba su presencia sino su ausencia, su inmunidad para ser aterrorizada y dominada. Volvemos a la habladuría popular, ni contigo ni sin ti. La raíz del problema se encuentra en el asesino, en su falta de control de los sentimientos y, sobre todo, en su incapacidad para la convivencia con nadie que no resida junto a él en un régimen de esclavitud siempre mirando la cara por si la pone mala o buena.

     Esta clase de violencia se distingue de las demás por muchos motivos. Hasta hace muy poco, y todavía en ciertos ambientes, las relaciones tortuosas de pareja se consideran un fenómeno más anexo a la convivencia y, por tanto, dentro del espacio privado del hogar, como los piojos o las urticarias en la piel. Pasarán décadas hasta que fructifique la idea de que cualquier agresión pertenece al ámbito público. Por otro lado, el agresor siempre contará con algún as en la manga de su relación basado en la falsa memoria de quien fue. Nadie suelta dos guantazos a una chica nada más que la conoce. Del más canalla seguro que queda alguna foto con una sonrisa y hasta algún cariñoso abrazo a esa o esas víctimas que desconocían su condición de queridas pero para el sacrificio. Por último, el concepto del honor que circula entre amplias capas de la población masculina conduce al hombre a empuñar rápido el arma contra quien lo haya ofendido, o considere que lo ha ofendido. Un libreto de tragedia dicta los pasos de muchos que prefieren las lágrimas a los colores de las horas en paz y calma. Parte de la humanidad masculina se ha educado de un modo u otro entre la actitud de Lola Puñales y la metodología para las relaciones familiares de Bernarda Alba. Desde el pozo mental del asesino de su pareja no mana más que el deseo de destrucción. Quizás necesitemos una educación sentimental que nos permita enfocar los contratiempos, las separaciones o los desamores como simples baches ante los que la vida no se detiene porque transcurre no como cadena de dolor, sino como tren que invita a subir a sus vagones incluso en soledad. Ojalá supiéramos desde la cuna que un ramo de flores y una sonrisa consiguen más que una amenaza, o que nadie pertenece a nadie o que los días y los amores nacen para el gozo, no para la sangre.

Una respuesta a «Educación sentimental»

  1. Una lacra, eso es la violencia machist, que en pleno s XXI España no sabe eliminar..por que? porque estamos sustentados aún sobre la base de una mentalidad machista que hemos arrastrado durante mcho tiempo

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