Verde, que te quiero, verde

16 Mar

María Gámez ha soltado la manzanita. Qué ilusión. Tras el fiasco del 2016 por el que ya nos hemos puesto verdes, la candidata a alcaldesa por el PSOE en las próximas elecciones ha recogido el guante con una consecuente propuesta: Málaga, ciudad verde europea 2020. Yo creo que lo tenemos ganado. Si se tratara de estar verdes, ya te digo, tan inmaduros como el chanquete prohibido, con todos los telares de la ciudad que se construye y las heridas del vídeo mal hecho de 80.000€ a la espalda, obtendríamos cierta ventaja sobre el resto, seguro. Y si no se tratara de estar sino de ponerse, verdes, hemos demostrado a lo largo de nuestra historia que sabemos hacerlo muy bien. Yo pongo y me ponen verde a diario, como buen malagueño. Me presento voluntario, si pudiera ayudar, como prueba palpable o monigote guiñapo, al estilo dummy. Tóquenme si quieren, me dejo patrioteramente.

El verde me gusta. El verde esperanza. A la ciudad lo que le hace falta es eso, verde semáforo, para avanzar; verde ¡lechuga!, para cabrearse sin decir tacos; verde esmeralda, para entender lo que pasa con el supermuseo de Art Natura y sus viejos amigos del Ayuntamiento; verde Unicaja para las deudas; verde y morao, muy morao, en feria y Semana Santa, sobre todo, para lo que encarte. Definitivamente, el verde es lo nuestro, qué buena idea. La avalo. 

Ahora bien, ¿qué habrá que hacer? ¿Pintar las casitas de verde, o nuestras caras, tal vez, congregados frente al Ayuntamiento durante muchas horas, como en un record Guinness? Lo ganamos. Lo veo. Algo en Málaga por fin. Un Málaga 2020 de mis amores…  

Lo que no sé es lo que tendrá que ver lo de ciudad verde europea con hacerse una caminata cuesta arriba a Gibralfaro, la verdad. Porque donde he leído la noticia, se ve a la candidata en romería, con varios acólitos, sudando el paisaje abandonado, digo virgen, y como disfrutando del campo. Por un momento he llegado a pensar que podían referirse al verde natural de la naturaleza, ese que sale en el suelo no urbanizado cuando llueve o en ciudades desarrolladas, coquetas y ajardinadas cuando se piensa en el bienestar del paseante estresado. Ese verde no será, ¿no? Porque de ese no hay. De ese hay tanto como había de cultura cuando a algún político se le ocurrió la peor manera de dejarnos en ridículo. Y parecería otra broma de muy mal gusto proponer algo así. Me río, no puede ser. Qué tonterías pienso. Si se tratara del verde Greenpeace, lo que harían nuestros políticos, perdón los contratados a sueldo increíble por nuestros políticos, sería parecido a lo que hicieron con la cultura. Pondrían un gran museo de la hierba y tapetes de césped artificial en cada rotonda. Comprarían la palmera de cartón piedra más alta del mundo y colocarían un pulpo Paul en la feria -ah, no, eso no, que ya lo han hecho-. No. Ese verde, no, ¿verdad?

¿A que sí? Piensa mal y acertarás. Lo bueno dentro de lo malo es que la propuesta viene de donde viene y debe de ser el verde esperanza lo que le haya nublado el generador de ideas. A María Gámez le pediría que compartiera su ilusión conmigo y con cada ciudadano, que es su don más preciado. Pero que no nos meta en otros jardines de concursos. Haga una ciudad verde, si puede y le dejan, y cuando la tenga, preséntese a lo que quiera. Por favor.

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