Bodas, Bautizos y Decepciones

9 Feb

El Ayuntamiento de Málaga, como todos, está endeudado. Es la consecuencia lógica de una normativa estatal que desprotege la financiación de los municipios. Sin menoscabo, por supuesto, de que el montante total de endeudamiento dependa en buena medida de la gestión que realice cada gobierno municipal. Se puede deber mucho o se puede deber muchísimo, esas son las únicas opciones y, en nuestro caso, prefiero no saber dónde estamos, sinceramente. Lo que sí que me preocupa es la manera en que la administración local se afane en corregir esa terrible curva que los gobierna y que los incita a ponerle freno al gasto y a imaginar posibles ingresos paliativos. A nadie debe de sorprender que un gobierno de tendencia económica liberal, eche mano en estas situaciones críticas de la posibilidad de privatizar su patrimonio. Y en esas estamos.

En algunos lugares más que en otros, dependiendo de a qué distancia avisten el centro político, sus gobernantes se han puesto manos a la obra en la privatización en busca del desahogo financiero. Se trata de poder pagar las nóminas y el recibo de la luz, por lo menos. Los más liberales, hasta ahora –paradojas del destino-, están siendo, los del gobierno central, que ya han acudido a la privatización de aeropuertos. A mi entender, son los que se sitúan más a la derecha del centro en estrecha sintonía con la Comunidad de Madrid, que ya ha anunciado su intención de vender unos cuantos palacetes madrileños al mejor postor.

En Málaga aún no se ha vendido mucho, que yo sepa. Deben de estar un poquito más centrados, supongo, aunque he leído una noticia en La Opinión, que podría considerarse como un punto de inflexión. He leído que quieren privatizar un jardín botánico. He dicho “un” jardín para disimular porque me da vergüenza asumir que seguramente se trate del único que exista en la provincia que reúna todos los requisitos para considerarse así. Dice la noticia que el Ayuntamiento de Málaga, a través del Patronato Botánico, pondrá en manos de una empresa privada la gestión de los usos de los jardines de La Cónsula y La Concepción, con el objetivo de «buscar rentabilidad» a estos bienes municipales. Y a mí me da miedo sólo de pensarlo. Sin embargo, ahondando en la noticia, no es tan grave como parece. Lo que se quiere privatizar es la explotación de los eventos que se realicen dentro del espacio. Eso es otra cosa. Ahora bien, resueltas mis dudas sobre el derecho de propiedad que me sigue asistiendo sobre los jardines, me pregunto yo, ¿por qué se confiará más en la gestión privada de esos eventos que en la de los empleados municipales? Si el Ayuntamiento, con toda su infraestructura burocrática, piensa que cualquier empresa privada lo hará mejor, es que no confía en sus propios empleados. ¿Por qué no se crea una escuela internacional? ¿Por qué no se imagina posibles actuaciones propias con las qué sacarle mayor rendimiento a las instalaciones? La respuesta debe de estar en la forma de gobernar de nuestro alcalde. Y que conste, que no me cabe duda de que con la mejor intención. Pero todo parece indicar que él no confía en los que lo acompañan en su equipo tanto como en cualquier técnico privado. En época de bonanza económica, contrataría a un gestor a sueldazo de empresa y vería cómo crece otra gran obra de cartón piedra. Pero ahora que no puede ser, prefiere un dinero fijo y esperar a que un empresario inteligente le saque dinero al jardín y no salga huyendo. 

Yo, cuánto me alegro de que no se privaticen los jardines.

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