Ayer salió a la venta el libro-entrevista “Luz del mundo” en el que Joseph Ratzinger aborda “las cuestiones más espinosas de la actualidad” según consta en el adelanto que publicó L’Osservatore Romano hace unos días. Se trata de un libro surgido a partir de una amplia conversación que mantuvo el periodista Peter Seewald con el Papa y que todavía no he corrido a comprarme. Sin embargo, en el adelanto, gracias a la buena campaña de marketing que suele acompañar a estos best-seller, se destacó en cursiva unas manifestaciones papales en las que contemplaba la posibilidad del uso del preservativo en algunas “singulares” circunstancias. “Por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo y este puede constituir el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar otra vez la conciencia de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiera”.
Sinceramente, yo no sé si está mal traducido o es que soy más torpe de lo que pensaba. No entiendo el significado. Me recuerda a cuando tenía que descifrar lo que pretendía decir Kant o Marx en la pubertad de mi instituto. Lo que está claro es que se refiere al uso de preservativo por parte de las prostitutas, pero no lo libra de mal en todo caso sino cuando constituye un primer paso hacia la moralización o un primer acto de responsabilidad. O eso he entendido.
Lo primero que he de reconocer es que no sé si era pecado y ya no. O si sigue siendo pecado pero menos. O si nunca fue pecado y ahora tampoco. Yo creo que lo primero.
En todo caso, yo que soy cristiano, católico, apostólico y romano de costumbres y agnóstico de creencias, lo que ha llamado mi atención es que se refiera a un acto que intermedia a la acción principal pecaminosa de una mujer. O sea, a una persona que se acueste con otra a cambio de dinero, se le perdona el pecado de haber usado un condón, pero no el de ser explotada ni esclavizada sexualmente, que es lo más perverso y pecaminoso que hace. Entiendo que en el lenguaje civil, se trataría de algo parecido a si alguien arranca una rama de un árbol protegido para matar a su vecino, se le perdona el delito ecológico. O algo así.
Yo, aparte de a la salud del cliente, no sé a quién beneficia liberar a la prostituta de ese pecado, la verdad. Una mujer casada y enamorada a la que le gustaría procrear con su marido y tiene SIDA, comete pecado, en cambio, si usa condón.
De todas formas, bueno es saberlo. Si algún día, me rapta o me engaña una mafia y termino esclavizado, convertido en prostituta, me alegrará saber que el papa me perdona que use un condón. Será bueno para el cliente que se irá con un billete directo al infierno si no se confiesa pronto pero sin mi SIDA puesto, algo es algo. Ahora bien, ¿y el cliente salido que deja que la prostituta le ponga un condón? Ese no está perdonado de usarlo. Creo. Estas cosas divinas escapan a mi comprensión. Lógico, por mundano que es uno.
Yo creo, que la buena acción de la prostituta que lo libra del pecado previo se debe a la “singular circunstancia” de que ha dado un primer paso hacia la moralización y se trata de un primer acto de responsabilidad –ya me lo sé-. Pero no entiendo que ese mismo primer paso y ese mismo primer acto no pueda hacerlo una señorita africana que no se dedique a la prostitución y que de camino se salven unos cuantos miles de vidas.
Debe de ser cosa de los caminos del señor (Ratzinger).
Señor Beneroso, declararse agnóstico no habla bien de usted. Como es por todos sabido, los burros no vuelan; y si es de sabios dudar, es de necios dudar sobre lo que es sabido. Un saludo y gracias.