La protección oficial

13 Oct

Las viviendas de protección oficial no son para los pobres, son para los pobres solventes y cada vez quedamos menos. La clase media previa a la crisis se ha convertido en la clase medio parada de esta sociedad del bienestar venida a menos y ya los bancos no nos quieren y lo que es peor, no se fían de nosotros. La desconfianza es mutua porque les achacamos nuestras penas pero, la pescadilla que se muerde la cola le sirve a las entidades financieras de recordatorio de que la crisis la provocaron ellos mismos, sí, pero aceptando dar créditos a quienes no podían soportarlos y empaquetando esas transacciones “tóxicas” para su compra-venta a bajo precio en los mercados financieros. Estos, que me deben 100, te los vendo por 90 era el trato. Y cuando los 90 no llegaban, los compradores los revendían a otra entidad por 80. Y así, hasta casi nada. Así, hasta la quiebra.

El resultado de todo aquello es que los bancos exigen ahora máximas garantías para conceder un crédito, precisamente cuando menos garantías pueden ofrecer sus empobrecidos clientes debido a sus malas artes especulativas. No se da crédito a las pymes que ven recortados sus beneficios debido al bajo consumo del miedo y el paro y, como consecuencia, o echan el cierre o recortan la plantilla, lo que provoca aún más miedo y aún más paro. Entonces es cuando el desempleado o el empleado aún, pero al borde del abismo de futuro, acude a su amigo, el director de la sucursal del banco de la esquina, en busca de una inyección. Y lo que recibe es un portazo.

De modo que, ¿a quién puede extrañar que cientos de Viviendas de Protección Oficial sigan vacías en nuestra provincia? Una persona se puede apellidar Calvo y lucir melena. Pues estas viviendas se apellidan de protección oficial pero no las protege nadie. Y los bancos, menos. Leo a Javier Recio en la opinión de Málaga y asegura que cientos de VPO siguen vacías en Málaga al negar los bancos las hipotecas a los que les han sido adjudicadas. Es más, ha podido constatar que al menos mil solicitantes se han borrado de la lista de espera. A mí me sorprende, ¿sólo mil? Algunas de estas supuestas viviendas protegidas cuestan 180.000 €. ¿Qué persona desfavorecida puede soportar ahora esa carga? ¿Qué persona desfavorecida que crea que puede soportar esa carga va a contar con la confianza de un banco para conseguir un crédito hipotecario? Hoy por hoy, a las viviendas de protección oficial sólo pueden optar los que puedan comprarse una vivienda no protegida, pero por los requisitos económicos –desfavorables- para optar a ellas, muchos de los que podrían, quedan excluidos. Entonces, ¿para quién serán las viviendas protegidas? Para los pobres casi ricos o los ricos casi pobres, dos escalas sociales en peligro de extinción. No cubren el cupo, no. Por eso se quedan vacías.

La solución de los gobiernos, tan sociales, no será protegerlas a través de crédito oficial, no, será excluirlas del mercado. De hecho, en los últimos cinco años, en Málaga se habían terminado unas 5.600 viviendas protegidas, según las estadísticas del Ministerio, y ahora, cuando más aprieta la crisis, en los primeros seis meses de 2010, sólo se han calificado doscientas VPO.

Los bancos sólo dan crédito a quien menos lo necesitan, a las viviendas de protección oficial no pueden optar los desfavorecidos, tenemos la tasa de paro más alta de la OCDE… No sé, me parece a mí que el dulce porvenir, tardará.

Una respuesta a «La protección oficial»

  1. Señor Beneroso, se le ha olvidado a usted comentar dos detalles: 1) La calidad de las viviendas es pésima o patética (tabiques de pladur, baños sin ventana en los que tienes que entrar de perfil, los techos se puede tocar con las manos sin necesidad de estirarse o subirse a ningún sitio, estrecheces, terminaciones que duran dos días, etc.), nadie debiera aceptar estas viviendas ni gratis, menos aún por el doble de su precio justo (si estuviesen bien construidas, claro), es decir, el sueldo íntegro de cuatro años de trabajo, ahora, con suerte, te piden 10 años de trabajo. 2) Los responsables de estas barbaridades tienen nombres y apellidos, y se pasean, sin escrúpulos ni complejos, por las calles. Un cordial y afectuoso saludo

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