Casi la mitad de los ciudadanos de una de las ciudades que pretende ser la capital de la cultura europea en 2016, no lee. Supongo que no hará falta señalar cuál es a ningún malagueño acostumbrado a serlo. Los datos ofrecidos por la Federación de Gremios de Editores se refieren a la Comunidad Autónoma andaluza en su conjunto y nos sitúan en el penúltimo lugar de entre los lectores españoles, sólo superando a los extremeños. Me temo que, afortunadamente no existen –o no se han hecho públicos- estudios específicos para esa extraña especie de posibles lectores malagueños. Sí lo ha hecho Córdoba, por ejemplo, que a través de la concejalía de cultura de su Ayuntamiento encargó el pasado año un estudio demoscópico a una empresa especializada que los dejó mucho mejor parados que al resto de andaluces. Debe de ser que el dineral que se han gastado las instituciones andaluzas en programas dedicados al fomento de la lectura -el Plan de Fomento de la Lectura (2000-2004), el Plan Integral para el Impulso de la Lectura en Andalucía (2005-2010) y el Plan de Lectura y de Bibliotecas Escolares en los centros educativos de Andalucía (2006-2010)- lo han sabido aplicar más persuasivamente en aquella ciudad que en el resto, pues a tenor de los datos, casi tres de cada cuatro residentes (72,5%) de la ciudad de Córdoba, mayores de 14 años, se consideran lectores.
En el resto de Andalucía no es así. El estudio distingue entre lectores habituales, grupo formado por aquellas personas que leen libros en su tiempo libre, al menos una vez al mes, y lectores ocasionales, que hacen lo propio durante un trimestre. Pues bien, si en Andalucía conforman este primer grupo “culto” un 36% de sus habitantes, en Córdoba nos avergüenzan al resto un 60´5% de los encuestados, aventajando a la primera Comunidad Autónoma del ranking, Madrid -50,6%- en casi un diez por ciento. Si sumamos el 14,2% de ocasionales lectores, sólo la mitad de los andaluces se leen un libro en tres meses. Un 14,2% menos que un madrileño. Y un 22´3% menos que un cordobés.
Digo yo que en Córdoba estarán contentos los libreros. O puede ser que los cordobeses sean muy solidarios y se intercambien o presten los mismos libros en distintas plazas públicas. Sea como fuere, las estadísticas tienden a sonrojarnos en Málaga cada vez que a algún listo se le ocurre hacer comparativas. Qué hartura. De las quince candidaturas españolas a la ciudad europea, sólo y quizá en Cáceres lean menos que aquí, a tenor de los estudios científicos desplegados por los sabios de las encuestas.
Lo malo es que, aparte indignación, cualquier malagueño acostumbrado a serlo, después de quejarse del árbitro y del penalti injusto que nos han colado en Córdoba los encuestados, sabe de lo razonable de la sinrazón que campea en esta ciudad de progreso que no progresa por razones históricas. Esta ciudad aburguesada que no se parece a la que se vende, no lee por su complejo de inferioridad y por seguir viviendo a uno u otro lado del río. Unos mandan, ordenan y maquillan y otros asumen su condición dentro de la casta. Málaga es de buena familia por tradición. De cultura de élite y de grandes museos al servicio de aún más grandes titulares vacíos de contenido. Si Málaga consiguiera la capitalidad sería un gran expositor de lo que los técnicos colosales trajesen. Sin esencia malagueña. Y sin implicación, ¿quién se iba a leer tanto catálogo fino?
Va a resultar que se retorna a aquello de «Málaga ciudad bravía, con mil tabernas y una sola librería», o algo así que decía la copla. Muy interesante su entrada, Gaby, y más ante el anunciado evento del 2016.