Yo sí soy futbolero. Estoy de enhorabuena pues ha comenzado la liga aún más de las estrellas. Pero me ha pillado el toro todavía en la playa. Qué follón. Un pobre hombre como yo, adicto a ese espectáculo circense pero muy poco al progreso de las telecomunicaciones, se encuentra de repente ante la tesitura de no saber dónde podrá sintonizar con el canal que le calme su ansiedad con un regate de Cristiano o un gol de Ibrahimovic. Que si tdt de pago o si canales por cable, dios mío, si no sé ni qué son esas cosas. ¿Qué fue de aquellos maravillosos años en los que tenía que levantarme del sillón para cambiar al UHF? Y si no me dejan ver el fútbol, qué será de mí durante este curso, recién iniciada mi depresión de septiembre.
Me he puesto a investigar. Creo que para sentarme a ver a Messi o a Kaká en mi salón necesito además del televisor y del extraño aparato que convierte en digital alguna señal que no entiendo, un descodificador y una tarjeta. Ésta última, no de visita de un técnico, sino otra más rara, de esas que entienden los niños modernos, con nombres de robot. Una anécdota inquietante, me ocurrió con mi sobrino, el mayor experto en descifrar el nombre de esas ranuras que yo creía le servían de adorno a mi nuevo ordenador. Ya, de sus explicaciones, he sabido que una sirve para introducirle tarjetas con datos que se suelen incluir en las cámaras fotográficas digitales. Pero las demás también. Otra es para ampliaciones de memoria de videoconsolas y para cargar información de internet que posteriormente introducirás en alguna maquinita, ipod o iphone. Pero las demás también. Algunas, todas, son para añadirle iconos o musiquitas a mi móvil, que por lo visto, hasta tiene cronómetro en algún sitio. Pero hay una, solo una, que mi sobrino no sabía para qué diablos servía y ni si quiera la llamaba. ¿Ésta?, le dije muy serio, señalándola. Esta es una C3PO, le aseguré tan pancho. Y sí, lo sería, pues asintió, con cara de convencido. Sí, puede ser, me dijo, por primera vez sin reírse de mi ignorancia telemática. Y yo, sospechador habitual, estoy por asegurar que esa va a ser la dichosa ranurita que me permitiría ver el fútbol si supiera usarla y adaptarla a mi viejo televisor analógico. Destornillador e imaginación, todo es ponerse.
Por si acaso, pregunté en una de las grandes superficies si tenían adaptadores de C3P0 para tarjetas R2D2 y prometo que me dijeron que se les habían acabado.
En fin, estoy dispuesto a dar un cursillo. Si Zapatero justificó la implantación de la TDT de pago por la vía del Decreto Ley, porque «el tiempo probará que beneficia a todos los operadores» y su puesta en marcha «no podía demorarse», será por algo. Lo que yo no creo es que yo sea un operador. Pero cualquiera sabe, en clase de lengua, hace muchos años, descubrí que yo era emisor y receptor, quién me lo iba a decir. Si hay que pagar por ver el fútbol, pues se paga, que algún vicio debe de ser sano tener. Pero cómo, dónde y a quién.
Mientras tanto, he de reconocerlo, me introduje en internet en una página clandestina donde te ofrecían gratis el Barcelona- Sporting muy borroso y a saltitos. Espero no tener que conformarme con eso. Yo no sirvo para pirata, ya no estoy para esos trotes.