Ya ´sé que la respuesta a esta pregunta tiene una contestación rotunda, contundente, casi irrefutable: Porque no puede ser. Porque nunca ha sucedido en más de dos mil años. Porque es inimaginable.
Estoy seguro de que habrá quien piense que la pregunta es una impertinencia o una estupidez. En los centenares de entrevistas que se han realizado en estos días con ocasión del cónclave, no he visto a ningún periodista formular esta pregunta: ¿Por qué no una Papisa? No me extraña. Porque sería algo así como preguntar: ¿Por qué no un extraterrestre? ¿Por qué no un robot? ¿Por qué no un fantasma? ¿Por qué no un arcángel?
Porque eso no puede ser.
Ha fallecido el Papa Francisco, número 266 de los varones que han ocupado el trono pontificio. Estamos tan habituados, después de más de dos mil años de historia, que el título de este artículo provoca sorpresa, sonrisas irónicas e, incluso, rechazo.
No solo no puede ser elegida sino que ni siquiera puede ser electora. Veremos a los señores cardenales, todos varones, se supone, cerrando las puertas de la Capilla Sixtina y diciendo: Extra omnes. Salgan todos, especialmente las mujeres.
Cuando a Pío XII le plantearon la cuestión del sacerdocio femenino, dijo taxativamente: Nec nominetur in nobis. Ni se hable de ello siquiera entre nosotros. Estaba tan lejos de ser una realidad que una mujer pueda ser ordenada, que no era posible mencionarlo. Han pasado muchos años desde entonces pero todo sigue igual.
No sé a qué cardenal le han preguntado uno de estos días si tenía alguna probabilidad de ser elegido Papa en el próximo cónclave. Con discutible humor contestó.
- Lo que es seguro es que tengo más probabilidades que mi hermana.
Todos, incluido el periodista que formuló la pregunta, entendemos que contestó con humor. El problema es que la respuesta encierra un tremendo caso de discriminación. Su hermana no tiene ni un mínimo de probabilidad de ser elegida. Y la razón no es que sea tonta o torpe o mala sino que es mujer. Y la única condición exigida para ser elegido es ser un varón bautizado.
Y yo me preguntó por qué esta exclusión. Puede ser Papa cualquier varón bautizado. Bautizado, pero varón.
Nos hemos habituado a que las cosas sean de una manera que ya ni se nos ocurre pensar en la aberración, la injusticia, la discriminación, la estupidez que supone este criterio.
Preguntémonos por qué. Y la razón fundamental que esgrime la Iglesia es que Jesús eligió para el cargo a Pedro. Y Pedro era un varón. Sí, pero también era un varón casado. ¿Por qué no es también obligatorio que el elegido sea un casado? Era también de un lugar, tenía una edad… ¿Sería sensato que el candidato tuviera esas mismas condiciones?
¿Hemos pensado en el hecho de que parezca normal una realidad tan irracional y tan injusta? ¿No hay ninguna mujer tan sabia, tan buena, tan valiosa, tan preparada, tan fervorosa, tan clarividente, tan creyente, tan… que pueda desempeñar ese cargo de forma tan eficaz como cualquier hombre?
Se atribuye al Espíritu Santos la inspiración a los cardenales para elección del nuevo Pontífice. ¿Y el Espíritu Santo nunca ha reparado en esta circunstancia? ¿Solo piensa en candidatos de sexo masculino ¿Solo puede asesorar a los electores de sexo masculino?
Cuando hablamos de las fuentes del sexismo, no podemos olvidar la influencia de esta institución de tan claros e innegables tintes androcéntricos. La Iglesia es una institución gobernada exclusivamente por hombres en todo el mundo. Pero no solo es eso: el modelo de mujer es una Virgen, el modelo de varón es el Salvador, solo existen Padres de la Iglesia, Dios es Padre (no madre), las mujeres que no pueden acceder al sacerdocio…
Y esta no es una cuestión baladí. Porque quien sea elegido Sumo Pontífice tiene que regular sobre la sexualidad, sobre el aborto, sobre la homosexualidad, sobre el matrimonio igualitario, sobre la eutanasia… Y no es igual que gobierne un hombre o una mujer. La doctrina y el dogma no son ajenos a la identidad de quienes los crean.
Imaginemos que se funda hoy una asociación (cultual, deportiva, religiosa, económica…) en cuyos estatutos se dijera que solamente van a ser elegibles para el cargo de la presidencia a los varones y que solamente los varones van a ser los electores. ¿Qué sucedería? De forma inmediata acudiríamos a los tribunales para defender el derecho a la igualdad. Y los tribunales nos darían la razón. ¿Cómo se podría justificar esa discriminación?
La explicación de que el fundador de la asociación lo había decidido no serviría para nada. No sería, como es lógico, un argumento de valor.
Me sorprende que en el seno de la iglesia, las mujeres (especialmente las religiosas) no vivan esta situación como lo que es: una intolerable discriminación. Esto no quiere decir que alguna de ellas desee acceder al cargo, pero si hubiera alguna que lo desease debería tener el camino expedito para alcanzarlo. No se puede ignorar que las mujeres no pueden acceder al sacerdocio o al poder en la iglesia porque los hombres lo han decidido y lo siguen decidiendo.
Las palabras de los prelados y del mismo Papa sobre el papel de las mujeres en la iglesia no pueden ser más elocuentes ni más aduladoras. “Es fundamental”, “es imprescindible”, “es esencial”… pero siempre fuera del poder y fuera del ejercicio del sacerdocio. Y cualquier nombramiento, cualquier cargo, se considera un argumento que destruye la acusación de sexismo. No nos engañemos. La discriminación sigue siendo una lacra para una institución que predica la igualdad de todos los seres humanos.
No lo verán mis ojos, pero estoy seguro de que llegará el día en que la realidad sea otra. Y cuando esa nueva realidad llegue las personas se harán de cruces pensando cómo pudieron ser las cosas como ahora las estamos viviendo. De la misma manera que hoy pensamos que fue aberrante la esclavitud o al aparheid.
Me cuesta escuchar a algunos obispos hablar de la ideología de género. Me cuesta verles impartir doctrina desde los púlpitos diciendo lo que es bueno o malo moralmente para las mujeres, para las creyentes y para las no creyentes.
He escuchado alguna argumentación delirante para justificar que las mujeres no puedan acceder al sacerdocio: como son genéticamente chismosas no respetarían el secreto de confesión.
Un argumento poderoso para defender el derecho a ordenarse de las mujeres es que mientras más mujeres sacerdotes haya, menos casos de pederastia se producirán en la Iglesia.
Cuando el Papa Benedicto XVI era cardenal escribió una carta pastoral a los obispos de la Iglesia católica sobre el papel de las mujeres en la iglesia y en el mundo. Escribí entonces un artículo en el que preguntaba al señor cardenal por qué no puede haber una cardenala que les escriba a las obispas una carta pastoral sobre cuál es el papel de los hombres en la iglesia y en el mundo. Supongo que el señor cardenal me dirá que las cosas son así porque Dios quiso que fueran así. Por eso creó primero al hombre y de una costilla suya, después, creó a la mujer. Le propuse al señor cardenal una historia inicial distinta. Está Eva sola en el Paraíso y se dirige a Dios diciendo que se aburre mucho porque está muy sola. Dios le dice que en su inmensa sabiduría ha visto el problema pero que también ha visto la solución. Va a crear un hombre.
- ¿Un hombre? ¿Qué es eso?, dice Eva.
Dios le explica que será un ser con mecanismos intelectuales muy planos, que será más fuerte que ella físicamente para que crea que es su protector pero que las decisiones importantes las tomará ella.
- ¿Esto tiene algún secreto, alguna clave oculta?, pregunta Eva.
- Sí, has pensado con inteligencia. Como el hombre va a ser una criatura tan engreída e infantil le vamos a hacer creer que le creé a él antes que a ti y que a ti te saqué de una costilla suya. Y ese va a ser nuestro secreto, de mujer a mujer.
En las congregaciones generales que celebran los cardenales antes del cónclave se intercambian criterios sobre las características que debería tener el nuevo Pontífice. Espero que una de ellas sea la voluntad de acabar con esta horrible y escandalosa discriminación. Sé que, por muy lógica y justa que me parezca esta exigencia, no es fácil que se produzca un cambio radical.
Estoy seguro de que el Espíritu Santo, dentro de un tiempo que no puedo calcular, cambiará de opinión e inspirará a los electores y a las electoras (porque también habrá electoras) el nombre de alguna mujer.