Estoy alarmado por la proliferación de insultos que nos lanzamos unos a otros. Basta seguir algunas sesiones parlamentarias para ver cómo cruzan en todas las direcciones palabras cargadas de desprecio. Hace unos días, en el Senado, el Presidente del gobierno hacía una relación de los insultos que, en unos pocos meses, le había lanzado el jefe de la oposición: déspota, sectario, débil, mediocre, ególatra, adanista, irresponsable, autista, autoritario, frívolo, caudillista… E ironizaba diciendo al señor Feijóo que había dicho cuando asumió la jefatura del partido de la oposición que no había venido a la política nacional para insultar. ¿Sí? ¿De verdad?
Se cuenta de dos amigos que pasaban por delante del parlamento italiano. Se detuvieron en la puerta y oyeron una sarta casi interminable de insultos:
- Hay que ver cómo se tratan, dijo uno de ellos.
El amigo respondió:
– Es que están pasando lista.
En su libro “Humor y política”, Alfred Sanvy habla de una recepción en la embajada de Moscú en la que el propio Khuschev cuenta esta historia: Un hombre en plena plaza de Moscú comienza a gritar: Khuschev está loco. Al momento llega la policía secreta y lo detiene. En el juicio le caen tres meses por insultos… y diez años por revelar un secreto de estado.
En la radio, hay algunos periodistas que se ensañan repartiendo calificativos gruesos a quienes consideran del otro bando. Voy a citar a Federico Jiménez Losantos que, cada mañana, se permite hacer descalificaciones insultantes a quienes no considera dentro de su línea de pensamiento. Creo que confunde con demasiada facilidad libertad de expresión con libertad de agresión. Resulta impresionante escuchar un diálogo de Losantos con Rosa Díaz, por ejemplo, hablando sobre el Presidente del gobierno. Es como si estuviesen en una disputa sobre quién insulta más y mejor. Se animan mutuamente a soltar exabruptos. Lo menos que le llaman es psicópata, trilero, mentiroso, traidor, felón… Probablemente sepan, y por eso lo hacen, que esos insultos no solo descalifican al interesado, también dejan un poso de desprecio a todos sus electores y electoras. El Presidente no hace nada, absolutamente nada, bien. Se merece todo el desprecio, todo el odio, todo tipo de insultos. Losantos tiene una sección en el programa que se titula “La república de los tontos”. Por ella desfilan cada mañana un buen número de aquellos a quienes consideran estúpidos. La risa y la burla están aseguradas.
Hay programas de televisión en los que parece existir licencia para insultar, a contertulios y a personas ausentes. Me pregunto muchas veces qué es lo que estamos enseñando desde los medios a nuestros niños, a nuestras niñas. Me acuerdo muchas veces del entrañable Eduardo Galeano y de su libro La escuela del mundo al revés. Un libro en el que explica que la vida es el gran currículum en el que las personas aprenden las lecciones que imparten las personas. Un currículum demoledor.
En los partidos de fútbol se corean insultos y frases despectivas. Recuerdo un partido que vi en el estadio Santiago Bernabeu hace algunos años. Muchos, porque entonces se veían los partidos de pie. Delante de mí se encontraban un padre y su hijo. El padre profería insultos que repartía a voz en grito entre el árbitro, el entrenador y los jugadores. De pronto el niño, que tendría unos diez años, soltó una palabrota dirigida al árbitro. El padre le sacudió una tremenda bofetada mientras decía:
- Eso no se dice.
A los dos minutos, el padre siguió gritando de forma desaforada los más gruesos insultos. ¿Qué aprendió el niño? ¿Qué hará cuando se encuentre solo?
Algunas veces se profieren insultos a personas que no conocemos. ¿Quién no ha visto un accidente de coche en el que chocan dos vehículos? Salen ambos conductores de sus respectivos coches y, enfurecidos, comienzan a insultarse, aunque sea la primera vez que se han visto.
El lenguaje sirve para entendernos y también para confundirnos y enfrentarnos. Para insultarnos. Hay una sección en el programa el Intermedio que se titula “Hablando se enciende la gente”. Espero que el lector haya leído con atención. Porque es fácil que se haya dejado arrastrar por el sentido del tradicional aforismo: hablando se entiende la gente. Una ce por una te. Y cambia todo.
Algunos se sienten orgullosos mientras más duros se muestran con los adversarios. Alardean de contundencia y dureza. Como dice mi querida amiga Lola Alcántara, citando a un poco espabilado energúmeno: le llamé hijo de puta y otras indirectas.
Se insulta no solo con palabras. También se insulta con hechos y, a veces, con silencios. Lo cuenta José María Cabodevilla: El señor Iacarino, redactor jefe de un periódico italiano de derechas, se rompió la clavícula en un accidente de equitación. Otro periódico, también italiano, pero de izquierdas, tituló así la noticia: el caballo del señor Iacarino ha salido indemne de un accidente.
Hay frases hirientes que se utilizan como insultos. ¿Has estado alguna vez en el zoo…, quiero decir…, como espectador? Un crítico de teatro resumió su análisis del estreno de la obra de un consagrado autor teatral con una sencilla pregunta: Ayer se estrenó en el Teatro X la obra de Z. ¿Por qué?
Capítulo aparte merecen los apodos y pseudónimos, algunos cargados de veneno concentrado. El citado Jiménez Losantos llama habitualmente al señor Biden, presidente de los Estados Unidos, la Momia. Otros más benignos pretenden provocar la sonrisa a través del ingenio. A un muchacho de mi pueblo le llamaban Mocolindo. No hay necesidad de explicar por qué. A un profesor que tenía la costumbre de leer en voz alta sus lecciones como un busto parlante, le apodaban el Telediario.
Dentro de este capítulo de ingenio menos agresivo leí hace algún tiempo la siguiente anécdota. El Papa Pablo VI padecía una dolencia de próstata en los últimos años de su pontificado. En el Vaticano le llamaban Pablo VI el Apróstata.
Es curioso el mecanismo semántico del insulto. Con una palabra nos referimos a una persona que, dada su tremenda complejidad, no podría ser definida con precisión en varios libros. Es un resumen despiadado que solo pretende hacer daño.
He leído en estos días un precioso libro titulado “Diccionario de las palabras olvidadas”, cuya autora es la londinense Pip Williams. ¿Por qué convertir algo tan maravilloso como las palabras, algo que se puede amar intensamente, en un arma arrojadiza contra el prójimo?
Es una pena que el trabajo educativo de las escuelas, encaminado a cultivar la solidaridad, la compasión y el respeto entre todos los seres humanos, tenga el enorme contrapeso de los insultos radiados, televisados y coreados en masa?
Tengo en mis estanterías un libro titulado “Inventario general de insultos”. Contiene, de la A la Z, exactamente 856 insultos.. Como para llevar el libro a una discusión. Como para hacer un regalo a los candidatos de los partidos en tiempos de mítines y elecciones. Como para llevarlo a una reunión: siéntate, que te voy a leer un libro. En ese catálogo ilustrado hay insultos especializados para dirigirse al marido engañado, a la persona que no responde al prototipo sexual, al extranjero, al de otro color… El odio convertido en palabras. La intolerancia en píldoras. Los insultos están cargados de sexismo, de homofobia, de racismo, de desprecio… Algunos de los insultos recogidos y analizados en el Inventario (tanto en su raíz histórica como en su dimensión literaria) necesita estudio: asnejón, balandrón, boquiblando, bujendón, chafallón, churrullero, estafermo, fodolí, jaquetón, lilipendo, macandón, mojarreras, rastrapaja, tontilindando… Y así hasta zurumbático, que es el último que aparece en la extensa relación. La verdad es que alguna de estas palabras pueden ser utilizadas como insultos sin saber su significado.
Para insultar hace falta tener animus iniuriandi o voluntad maldiciente. El deseo de hacer daño, de herir, de injuriar se colma a través de los insultos que se dirigen al destinatario, haya o no testigos. Hay quien insulta de forma cobarde, en ausencia de los aludidos o, lo que es peor, a través de anónimos.
Algunas veces se pretende hacer gracia con el insulto. Se trata de provocar la risa y el aplauso de los afines. Hay personas muy dotadas en ese rasgo cruel. Son especialistas del sarcasmo.
¿No podríamos tratarnos un poco mejor, más amablemente, más respetuosamente, sin tanto desprecio, sin tanta acritud? ¿No sería un buen ejercicio decirle algo agradable a nuestros colegas? Claro que alguno, empecinado en su destemplanza, acabaría diciendo: es que no se me ocurre absolutamente nada bueno. ¡Qué pena!
Pus mire vd. sr. Santos Guerra, personalmente no considero insulto esa retahila de palabras que cita, dirigidas al sr. presidente del gobierno, toda vez que en lugar de insultos considero que simplemente califican al personaje, por una trayectoria personal.que es conocida por todos los españoles.
Estimado Pancho (o Antonio, como figura en tu correo):
O sea que si yo considero que una persona es imbécil se lo puedo decir a la cara porque, EN MI OPINIÓN, estoy haciendo una descripción y no profiriendo un insulto.
Eso da a todo el mundo licencia para insultar.
Decir que el Presidente del gobierno es psicópata esta bien dicho, no es una ofensa, porque a juicio del que se lo llama es verdad. ¿Que rigor tiene esa argumentación?
Es decir, que si yo considero que la señora Ayuso dejó morir a los ancianos en las residencias, puedo llamarla asesina y eso no es un insulto porque considero que es una descripción. Qué barbaridad.
La trayectoria personal del señor Sánchez la consideran negativa ALGUNOS O MUCHOS españoles, pero no todos. Creo que los millones de votantes que tiene no pensarán como usted.
Cuando el señor Aznar pactaba con Pujol o con el PNV, ¿no pactaba con separatistas? ¿Quería romper España? Y cuando pactaba con el PNV ¿estaba pactando con terroristas?
Cuando el señor Rajoy prometió bajar impuestos antes de ganar las elecciones y después los subió, ¿estaba mintiendo? ¿Eso da derecho a insultarle?
Conocido por todos los españoles es lo que piensan periodistas como Carlos Herrera o como Jiménez Losantos, pero no todos los españoles pensamos igual que ellossobre el señor Sánchez. Ni fuera de España piensan todos como usted.
El juicio puede ser duro, el suyo sobre mí o o el mío sobre usted, pero es una obligación que nos tratemos con respeto. Yo así lo hago.
Le agradezco que me haya leído y que haya expresado su opinión.
Libertad de expresión por supuesto que sí, pero no libertad de agresión.
Un saludo.
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Muy buenas Miguel Ángel!
La Reecooncha, Que buen artículo!
Con humor e ingenio nos haces pensar el calado que tiene convivir asumiendo el insulto. Reinterpretando a Hannah Arendt pienso a veces que vivimos en la banalización del insulto. Es increíble cómo se hablan los adolescentes entre ellos. De cada 5 palabras 6 son insultos. El día que quieran hacer daño con palabras tendrán que gritar o no lo sé.
El ejemplo de Losantos y el desprecio de Carlos Herrera en su lenguaje al otro que no piensa como él es un atajo a la polarización.
Los políticos y los medios que prácticamente solo recogen los insultos que dicen es un contraejemplo difícil de superar.
Les aplaudiran los suyos y saldrán en los medios si no insultan?
En fin, el patio está complicado para el uso del lenguaje respetuoso…como para pedirles lenguaje inclusivo, no sexista..etc
Mil Gracias por la referencias bibliográficas, anécdotas, curiosidades que rezuman humor e ingenio.
Abrazos a toda la Familia.
Querido Miguel, querida Gema, querida familia:
No sé si habéis leído el primer comentario. Resulta que, para este señor, como todos los insultos son descripciones de la persona, dejan de ser insultos.Eso justificaría que a uno le pudiéramos llamar maricón y a otro negro de mierda. ¡Qué barbaridad! Licencia para insultar.
Estoy asustado del sectarismo de algunos periodistas, como los que citas. Qué agresividad, qué desprecio, que odio)-
Me emociona cada sábado encontrarme con tu comentario, siempre positivo, siempre enriquecedor y siempre ingenioso. Como te gusta el ingenio, es justo que alabe el que tú utilizas.
Besos y gracias por el regalo de cada sábado.
Todavía siguen por aquí, muy vivos, vuestros recuerdos.
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Mire Ud. En la ciencia de la Lingüística, y, más concretamente, en la comunicación oral, ya sean declaraciones, ruedas de prensa, comunicados, etc. interactúan muchos elementos al hacer uso de la palabra hablada: la situación y el contexto comunicativo (en el caso que Ud.comenta, la intervención de dos líderes políticos: uno del partido del Gobierno actual; otro, el candidato del partido de la oposición (Feijóo) en un espacio institucional, la casa de la palabra. Los protagonistas son personas con cargos de alta responsabilidad. En consecuencia, el registro o uso de la lengua debe ajustarse y corresponderse al momento, al status del hablante, al espacio en el que se produce el intercambio y réplicas, y, muy preponderanteme, el decoro: un ministro en un senado, en la firma de un tratado internacional debe atenerse a la hora de hablar a la situación en donde se pronuncia.
Si el Sr. Feijóo, se encuentra un fin de semana esquiando, la situación no exige un registro o uso de la lengua como en el Congreso. No ejerce en la montaña como líder de la oposición, el espacio no es institucional, puede acogerse a un registro más informal, menos elaborado, más coloquial. Pero en una tribuna, en la Casa de la Palabra, donde se debe argumentar, emplear un HABLA más formalizado, más especializado, y priorizando el decoro, no procede ni es la labor de un político lanzar lindezas y secuencias de palabras dardo. Que haga examen y balance y autocrítica de su gestión en su Galicia querida: la Sanidad pública hace aguas; la Educación ni digamos. En el fondo, siempre he pensado que era hijo espiritual y político de otro presidente oriundo de su tierra: Rajoy, o, como le llamaba un alumno mío malagueño: «Boca chocho».
Imagino, por el contenido, que tu comentario está dirigido al señor Pancho (o Antonio) como aparece en el correo.
Efectivamente, el contexto de esos insultos es un contexto institucional que exige un suplemento de respeto y consideración al interlocutor.
No es igual un bar que la sede parlamentaria, que es la Casa de la Palabra.
Me alegra siempre verte por aquí.
Un gran abrazo para los dos y gracias por leer y por escribir (siempre de forma precisa e inteligente).
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Querido Miguel Ángel:
Como siempre lleno de gracejo y de razón. Hay tertulianos o directores de programas de radio o televisión que si no lanzan insultos parece que han perdido su identidad.
A mi me parecen muy raros o increíbles los insultos lanzados sin justificarlos. La mayoría los considero como un desahogo de la persona, como cuando dicen: hijo de puta. No te insultan a ti sino a tu madre a la que no conocen.
Yo creo que nuestro presidente de gobierno que gestionó la pandemia razonablemente bien, que ha gestionado la crisis de la guerra de Ucrania mejor que ningún país europeo, que en Europa e internacionalmente es reconocido, que ha subido a los jubilados lo que no me creía que fuera a hacer, que el producto interior Bruto crece más que en ningún país europeo. De verdad no sé por qué se merece tanto insulto, como dice Pancho 46.
Mande quien mande, entre más de cuarenta millones de personas siempre habrá algún millón que aunque pusiera huevos de oro los encontrarían pequeños o de bajos kilates, esto lo considero válido para cualquier presidente de cualquier gobierno.
No es necesario insultar, sino justificar el porqué tal o cual acción te parece improcedente o injustificable. Eso es alternativa, oposición. El insulto sólo indica mala educación. Es mi modo de pensar.
Un gran abrazo, Miguel Ángel, y saludos a todos.
Querido Joaquín:
A mí me parece no solo buena sino necesaria la crítica. Y, por supuesto, la autocrítica.
Pero CRITICAR ES DISCERNIR, NO DEMOLER, NO INSULTAR.
Lo que veo MALES EL DESPRECIO O EL ODIO.
Cómo no aceptar que el gobierno comete errores, Nadie es infalible. La ley del sí es si nació con una deficiencia de la que el Ministerio fue advertido.
Fue un error. Pero la derecha, incluso la que niega que haya violencia de género, utiliza el error no para salvaguardar a las víctimas sino para descalificar a la Ministra.Nadie ha sentido más que ella la reducción de penas o la excarcelación de delincuentes. Se equivocó. Creía (y así lo dijo) que no se produciría esa situación.
Incluso la atribuyó al criterio de los jueces.
No se pueden negar los aciertos del gobierno en la gestión de la crisis, de la economía y de las medidas sociales.
Ese furor que tienen la señora Ayuso y algunos periodistas contra el Presidente del gobierno, no es fruto de un análisis riguroso sino de una rabia inmensa y de una falta de respeto inaceptable, no solo contra él sino contra todos sus votantes.
Me alegra saber que pronto nos veremos.
Un abrazo y gracias por estar siempre ahí, escribiendo con respeto y cordura.
MÄS
Querido Maestro:
Nunca me ha gustado utilizar palabras soeces o malsonantes en mi vocabulario.
Por eso no entiendo que lo utilicen otros con tanta impunidad. Me refiero concretamente a los altos cargos del gobierno.
Como bien dices:
¿Qué ejemplo estamos dando?
¿Qué generación va a formar parte de este mundo, visto a través de estos comentarios?
No soporto la humillación y el desprecio a las personas a través de motes y malas palabras.
Creo que con educación, amabilidad y buenos modales se llega a todos lados.
El buen hacer se demuestra andando por el camino de la comprensión, de la empatia, del respeto y la tolerancia hacia los demás.
A mí siempre me ha abierto puertas ir con una sonrisa en la cara y hablando con coherencia,humildad, serenidad y comprensión.
!Y así sigo siendo!
Y ya sin más me despido de todos con un cordial abrazo.
!Qué la semana sea feliz y leve!
Muchos besos.
Querida Loly:
No me sorprende lo que me dices.
Creo que eres una persona que respeta a las personas con las que te relacionas.
También pienso que deberíamos dar a niños y jóvenes un mejor ejemplo: políticos, periodistas, profesores, padres y adultos en general
En las sesiones parlamentarias, los programas de televisión y de radio, los espectáculos y las manifestaciones se sueltan insultos. con demasiada facilidad.
Los insultos están a la orden del día. Es un grave error porque se genera un clima de desprecio y de odio a los adversarios.
Sigue repartiendo bondad, querida Loly.
Feliz semana también para ti.
Gracias.
MÁS
Estimado maestro:
Gracias por su artículo del que sacó las siguientes conclusiones:
1.- Podemos cuestionar el proceder de otras personas que ocupan cargos públicos pero debemos hacerlo con respeto y argumentando nuestras opiniones .
1.- La falta de tolerancia y respeto a la opinión de las personas hace que se recurra al insulto procaz que abunda en nuestras redes sociales y aun en nuestras instituciones públicas- El filósofo Dalil Lahma dijo » cuando entiendas que hay otra forma de ver las cosas, entenderás el significado de la palabra tolerancia»
2.- Cuando no tenemos argumentos se recurre al insulto
3.- Muchos comunicadores sociales se escudan en la libertad de prensa para tener la «libertad para difamar» o la «libertad para agredir» .
4.- Hay muchas personas que se creen los dueños de la verdad y cuando alguien no está de acuerdo con sus opiniones recurren al insulto
5.- Los docentes debemos enseñar a nuestros estudiantes la importancia de la tolerancia y respeto a la honra ajena. Para ello es necesario empezar practicando lo que decimos a nuestros alumnos, pues ¿ Cómo puede un profesor intolerante y sectario, hablar a sus estudiantes de la importancia de ser tolerantes ? -Asimismo qué necesario es enseñarles a decir cosas buenas de sus compañeros y reconocer el valor que cada uno tiene como ser humano.
GRACIAS MAESTRO Un abrazo desde Ecuador.
Querido Eduardo:
Es buen resumen.
Al leer un artículo se plantean tres exigencias importantes:
a. Le primera consiste en captar y entender bien lo que pretende decir el autor. Es lo que tú has hecho con éxito en el comentario.
b. La segunda consiste en analizar el contenido (y la expresión). Es decir, qué piensa sobre el contenido el que ha leído. ¿Está de acuerdo, en desacuerdo¿ ¿Por qué razones?
c. La tercera radica en añadir, enriquecer, mejorar el contendido con nuevas aportaciones.
GracIas por tu interés en la lectura y por el comentario que has escrito.
Un abrazo.
MÁS
Tiene usted razón. Hemos entrado en una espiral de faltas de resteto, insultos e, incluso, acusaciones de delitos, cuyo final es inimaginable. Bueno, no, parece que quedan pocos escalones que subir, esperemos. En mi humilde opinión, la pobreza de lenguaje que han propiciado el abandono de las humanidades y los límites de las redes sociales, entre otras cosas, da como resultado una presunta concreción en las palabras y, por lo tanto, al uso de palabras gruesas. Y ya estamos, hay que ser un poco mas concreto/agresivo que el anterior. Ya está. Que pena de lenguaje. Pero ahí estamos, a veces inventando palabras en seudoinglés, que el español no tiene. Pais, como decía el genio.
Estimado Ángel:
Esa sensación que tienes es lo que me ha llevado a escribir el artículo.
Me preocupa esa espiral de la que hablar. Esa espiral que va creciendo y creciendo.
También me preocupa el cuidado del lenguaje, tan castigado en la televisión, en el parlamento y en la calla.
Las causas son muchas. Tú citas dos que son muy importantes: el abandono de las humanidades en la educación y el deterioro de la expresión en las redes sociales.
Me preocupa el castigo que se inflinge al lenguaje pero, mucho más, el clima de falta de respeto y de odio que se desarrolla en los insultos.
Un abrazo y muchas gracias por tu comentario.
MÁS
¿Cuál es la finalidad del insulto? Agredir, molestar, dañar.
¿Como puede ese comentarista que se autodenomina Pancho46 decir que le parecen bien los insultos al Presidente del gobierno? Me parece increíble. De la misma manera que considero inadmisibles los insultos al jefe de la oposición.
Hacen falta razonamientos, análisis, datos porque de eso se puede aprender. De los insultos nadie aprende.
Querida Raquel:
Lo más increíble del comentario de Pancho46 es el argumento que utiliza para proferir insultos. Viene a decir que no son insultos, que son descripciones.
Pero eso no lo tiene que decir el insultante porque, de lo contrario, el insulto estaría siempre justificado. ¿Lo acepta el insultado? Estoy seguro que no.
Hay que respetar a los demás y un forma de hacerlo es no despreciarlos con insultos.
Sí a la crítíca, no al insulto.
Gracias. Besos.
MÁS
Buen día mi estimado Dr. Santos Guerra.
He disfrutado mucho su artículo y también los comentarios hacia el mismo y la forma tan elocuente con la que usted a seguido brindando respuestas con ejemplos contundentes.
El lenguaje ofensivo es parte de una realidad masiva, hemos normalizado tantas barbaridades que ya no sabemos en donde empezamos a desvirtuarnos como personas que ostentaban no hace mucho, el respeto en la forma de conducirnos y de expresarnos.
Antes existian ciertas reglas en los medios de comunicación sobre los horarios en los que se debian presentar ciertos contenidos, dependiendo de la población objetivo. Los videos y las imágenes con contenido violento o sexual, se destinaban en horarios fuera del alcance de los niños. El lenguaje con palabras ofensivas se censuraba y se les colocaba un pitido o bien no se aceptaba a cualquier persona en los escenarios sin antes revisar sus discursos. Si bien es cierto que eso cuarteba el derecho a la expresión libre, también ayudaba a no normalizar ciertas actitudes o vocabularios que no deben ser nunca un ejemplo para nadie.
Repudio el lenguaje soez, que muchas veces utilizamos por la falta de argumentos o palabras para expresarnos, pero más repudio que se haga en los escenarios menos apropiados. Ahora vemos en las plataformas digitales a creadores autónomos que sin el mayor empacho, no articulan dos palabras de manera coherente sin decir una grasería o insultar a otra persona y sin embargo tienen millones de seguidores, alentando su contenido. ¿En qué momento perdimos el rumbo como sociedad, como padres, como docentes al permitir que todo eso sea algo normal?
Muchas veces confundimos la libertad de expresión, creyendo que tenemos el derecho de hablar mal de las personas. En nuestro país, me sorprende el descaro y poco respeto con el que se nombra a nuestro presidente. Si nosotros mismos nos burlamos de las personas que nos representan, para despúes quejarmos de que seamos la burla de otros países.
El Expresidente Uruguayo, José Mujica dijo en alguna ocasión que en la escuela se aprende españos, matemáticas, historia… pero en la casa se enseña el respeto, la tolerancia, la humildad, el compromiso… valores necesarios para tener una sociedad más empática y solidaria. La escuela no es el sustituto de lo que los padres dejan de hacer en cuestiones de valores, en el aula y por iniciativa propia el maestro refuerza las buenas costumbres, pero no es para nada una responsabilidad individual, sino conjunta.
Tenemos que seguir trabajando desde nos toque, para tener una sociedad mucho más crítica de la información, que no se vea deslumbrada y/o atraída por contenidos vacios, que solo acrecentan la ignorancia. Como padres debemos vigilar los que nuestros hijos ven en los medios y no hacer apología del delito, de la estafa, de la corrupción, de los insultos, sino más bien demostrar nuestro repudio a todo eso.
«Podemos decir muchas cosas y entendernos perfectamente, sin la necesidad de insultarnos, aunque distemos de estar de acuerdo».
Saludos cordiales.
Estimado Misael:
No comparto la idea de que la familia se ocupa de la educación y la escuela de la enseñanza de las materias. Creo que la educación, la preocupación por los valores es competencia compartida por la familia y por la escuela. Porque la escuela no solo tiene que enseñar a pensar. También tiene que enseñar a convivir. Y, para convivir, es necesario respetar la dignidad del ser humano.
Tú apuntas a un grave problema que es la proliferación de insultos en programas televisivos y en redes sociales.La libertad de expresión tiene unos límites claros.No se puede faltar al respeto al prójimo acogiéndose al derecho de expresar la propia opinión.
Yo también abogo por una sociedad más habitable.
Un abrazo.
Gracias por tu opinión.
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Gracias Dr.
Yo tampoco creo en que la educación solo sea responsabilidad de la escuela o de la familia, sino más, es un esfuerzo de ambas partes. A lo que me refiero, es que muchas veces una de las dos partes (Familia o escuela) fallan y dejan de hacer lo que les corresponde. Sin embargo, si la escuela falla, la familia debe asumir más responsabilidad, de igual manera, si la familia está fallando en la formación de sus hijos, la escuela debe ayudar a compensar ese fallo. Es un privilegio y una responsabilidad maravilloso, la que tenemos los docentes, ser parte en la formación de tantas vidas.
Saludos cordiales
Estimado Misael:
Hay un proverbio africano que dice así: HACE FALTA UN PUEBLO ENTERO PARA EDUCAR A UN NIÑO.
Tienen que estar la familia, la escuela y la sociedad. Mientras más colegiado sean el esfuerzo, el ejemplo y el empeño, más eficaz será.
Cuando falla una de las partes, se se avanza con más lentitud.
Un gran abrazo.
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Me ha gustado y me ha entretenido el artículo.
Y me ha hecho pensar.
Hay demasiado deprecio al prójimo, hay demasiado odio, hay demasiados insultos.
Creo que haríamos bien en tratarnos con más respeto.
Un clima lleno de insultos nos hace peores a todos.
Querida María:
Pues si ha sido así, me alegro de haber escrito el artículo. Ha conseguido los dos fines más importantes que yo busco: te he entretenido y te ha hecho pensar.
Hay que conseguir reducir ese nivel de agresividad que provoca el intercambio de insultos.
Cabodevilla escribió un hermoso lIbro titulado «PALABRAS SON AMORES». Hay que utilizar la palabra para tender puentes no para producir heridas.
Besos. Gracias.
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Apreciado Dr. Santos Guerra
Saludos cordiales a Usted y a todos sus comentaristas y lectores
Querido Dr. Santos Guerra, como siempre es un deleite leer su columna, llena de reflexiones y escrita para reorientar y pensar en el rumbo que llevamos como sociedad. Tratar de hacer normal, lo incorrecto. Con esto recuerdo una pregunta que una vez en alguna reflexión comentó ¿Eso es progreso?
Coincido con Usted, y estoy en desacuerdo con normalizar los insultos. Preocupa la pobreza de vocabulario cuando a las personas sea por defensa o porque provocan a otros u otros, no les trae a la mente, nada más, que el insulto burdo. Pero parece que es peor, cuando se recurre a unir a un grupo para dar fuerza al insulto. Lo que hacemos o decimos de forma reactiva es un ejemplo de lo que acostumbramos. Y cuando las personas usan la figura del disfraz para dar otro sentido a lo que se ve o se oye, intentando convencer a los demás para modificar los hechos. Es para preguntarnos ¿El fin justifica los medios? Una pregunta, Dr. ¿Cree que exista algún tipo de actividad o propuesta que frene esto?
Querida Lourdes:
Interesante comentario.
Tienes razón, algunas veces se insulta a coro. Es una forma de dar fuerza al desprecio. Unos se animan a otros para vociferar contra el prójimo.
Y casi siempre de forma impune. Hay insultos sexistas, homófobos, racistas… Es horrible.
Las faltas de respeto se producen en manifestaciones, campos de fútbol y agrupaciones diversas.
En cuanto a tu pregunta, pienso que el mejor antídoto es la educación. Porque enseña a pensar y a convivir.
Besos y gracias por tu excelente comentario.
MÁS
PD: Iré contestando a tus preguntas de la encuesta.
Insultar se ha convertido en un deporte nacional.
Parece que quien no insulta es una persona excesivamente complaciente y blanda.
Pasa especialmente frente al Presidente del Gobierno. Hay periodistas que no saben hablar de él sin desprecio.
Hace unos días el periodista Carlos Herrera decía que no le entrevistaría aunque el presidente quisiera.
Es un desprecio infinito.
Que triste.
Estimado Mario:
Tienes razón. Escuché a Carlos Herrera haciéndose el gracioso mostrándose despectivo con el Presidente. Me pareció muy poco profesional.Para él, el señor Pr5esidente del Gobierno no tiene la altura necesaria para ser entrevistado por el gran periodista que él se siente. El señor Losantos es otro que no puede pronunciar dos palaras sin insultar a Pedro Sánchez.
Son malos ejemplos, a mi juicio. Una cosa es analizar con rigor y con dureza y otra muy distinta insultar. Insultar una y otra vez con desprecio, con animus iniuriandi.
Hay que cultivar el respeto.
Un abrazo. Gracias, amigo.
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