El próximo día dos de noviembre se celebra el día de los difuntos. Qué poca gracia nos hace la muerte. Qué poco pensamos en ella. Cómo la ocultamos a nuestros ojos y a los de nuestros hijos, especialmente en las grandes ciudades. En realidad, es el tabú del siglo.
Ese día es costumbre visitar los cementerios, avivar el recuerdo y honrar la memoria de los seres queridos ya fallecidos. Muchas personas llevan flores para depositarlas sobre el sepulcro del ser recordado. No sería mala costumbre pasearse por el cementerio. Conozco una profesora que lleva a sus alumnos al cementerio para que estudien los textos de las lápidas. Aunque ahora con el incremento de cremaciones, las tumbas tienen menor relevancia.
Recuerdo la historia del cementerio de Kammir en el que todas las tumbas parecían contener solo cadáveres de niños dada la corta edad que reflejaban la fecha del nacimiento y la muerte de los fallecidos. La clave del misterio era que solo se reflejaba el tiempo sumado de los momentos felices de la vida del que allí estaba enterrado. La de uno sumaba tres años, la de otros cuatro o cinco. No mucho más.
Un grupo de profesores de la Universidad Autónoma de Madrid lleva más de treinta años trabajando sobre la didáctica de la muerte y han publicado varias obras sobre esta imprescindible cuestión. Solo hay preparación para la vida, pero no para la muerte propia y de los seres queridos.
Voy a aprovechar la fecha para hacer algunas reflexiones sobre los epitafios. Sabido es que un epitafio es una frase impresa o grabada en una lápida del cementerio. El epitafio es un género breve que, como todo este tipo de géneros (dedicatorias, grafitis, anuncios por palabras, greguerías, últimas palabras…). produce joyas que son fruto del ingenio y del humor. En este caso del llamado humor negro.
Hay muchos tipos de epitafios. En primer lugar están aquellos que son el fruto del pensamiento de quien está enterrado bajo la lápida. El resultado de su voluntad expresa, transmitida a un familiar o a un amigo, por escrito o de viva voz, antes de morir. Se trata de una frase que sintetiza la vida, expresa una queja, formula una petición o transmite un mensaje a quien lo lea.
En un cementerio de Georgia se puede leer en una lápida este curioso epitafio: “Te dije que estaba enfermo”. Una tardía queja que culpa al interlocutor o interlocutora de escasa atención y de ningún cuidado. De ahí la consecuencia del desenlace fatal. Manuel Alcántara, al que tantas veces invoco, me contó el caso de otra queja similar, también presente en una lápida: “Ya decía yo que ese médico no valía mucho”, epitafio atribuido al humorista Miguel Mihura.
“Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga”, es el epitafio que figura en la tumba de Johan Sebastian Bach. Es evidente la ambivalencia de la palabra fuga, que tiene que ver con la imposibilidad de la huida y con creatividad musical.
Es célebre el epitafio que colocó Groucho Marx sobre su tumba. Como era de esperar se trata de una frase que nos hace sonreír: “Perdone que no me levante, señora”. La galantería hacia las damas se convierte aquí en una broma macabra.
Dentro de este primer grupo están aquellos epitafios que anuncian los protagonistas, todavía vivos. Muchas veces se ha planteado esta pregunta: ¿Qué epitafio te gustaría poner en la lápida de tu sepultura? He contado alguna vez, que mi amiga Patricia Henderson utiliza muchas veces en sus conversaciones la expresión “en mi opinión”. Sorprendido, algún compañero, le preguntó:
- Patricia, ¿por qué dices tantas veces en mi opinión?
A lo que ella contestó:
- Porque dudo mucho. Y me parece tan importante dudar que ya le he pedido a mi familia que, el día que me muera, el epitafio que se ponga sobre mi tumba diga lo siguiente: “En mi opinión aquí yace Patricia Henderson”.
“Soy escritor, pero nadie es perfecto”, dejó escrito Willy Wilder, famoso director y guionista de cine.
“Si queréis los mayores elogios, moríos”, escribió Enrique Jardiel Poncela. Es sabido que cuando alguien muere se le hacen generosos panegíricos. El ministro Alfredo Pérez Rubalcaba decía que en España éramos buenos enterradores.
“Libre al fin. Dios todopoderoso, al fin soy libre”. Eran las palabras con las que Martin Luter King. había cerrado el famoso discurso sobre la liberación de los negros. Palabras que aparecen sobre su tumba.
“No es que yo fuera superior. Es que los demás eran inferiores”, dice un poco humilde epitafio en la tumba del cineasta Orson Wells.
Citaré para cerrar este apartado algunos otros: “Al morir, échenme a los lobos. Ya estoy acostumbrado“, Diógenes de Apolonia. “Abrid esta tumba, al fondo se ve el mar”, dejó escrito Vicente Huidobro, poeta chileno. “Si no viví más es porque no me dio tiempo”, se puede leer en la tumba de Donatien Alphonse François de Sade.
Hay otro tipo de epitafios, que pretende ser una síntesis de la vida del fallecido. La idea no es de quien está allí enterrado sino de sus familiares o amigos.
Hace poco cité en este mismo espacio el epitafio que dedicó Lord Byron a su perro que había fallecido de la enfermedad de la rabia, que él también contrajo por cuidarlo: “Cerca de este lugar/ reposan los restos de un ser/ que poseyó la belleza sin la vanidad,/ la fuerza sin la insolencia,/ el valor sin la ferocidad/ y todas las virtudes del hombre sin sus vicios./ Este elogio, que constituiría una absurda lisonja/ si estuviera escrito sobre cenizas humanas,/ no es más que un justo tributo a la memoria de Boatswain, un perro/ nacido en Newfoundland, en mayo de 1803/ y muerto en Newstead Abbey, el 18 de noviembre de 1908…”. Solo cinco años de imborrable amistad.
Cuenta Mark Twain que cuando Eva murió, Adán escribió el siguiente epitafio sobre su tumba. “Donde ella estaba seguía estando el paraíso”. Hermoso elogio de su pareja. Según el texto, la expulsión del paraíso no fue un verdadero castigo para Adán. Con Eva al lado seguía teniendo toda la felicidad imaginable.
“Nunca mató a nadie que no se lo mereciera”,. aparece escrito en la tumba de un pistolero del oeste.
La ironía y el sarcasmo aparecen en este epitafio que nos despierta una sonrisa compasiva. “Buen esposo, buen padre, mal electricista casero”, aparece en una lápida de una persona que murió como consecuencia de su escasa competencia.
“Aquí yace Moliere, el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y la verdad es que lo hace muy bien”.
En tercer lugar, hay epitafios apócrifos que pretenden brindar una idea, un mensaje, una reflexión sobre la vida y la muerte. Se trata de un recurso literario para expresar con brevedad e ingenio un pensamiento en forma de sentencia.
“Toda la oscuridad del mundo jamás podrá apagar la luz de una velita”-
“Aquí yace mi esposa. Señor, recíbela con la misma alegría que yo te la mando”.
“¿Por qué solo descansamos en paz? ¿Por qué no vivimos también en paz?”.
“Un amigo y yo apostamos quién aguantaría más dentro del agua. Gané”.
Estoy seguro de que algunos epitafios que circulan por las redes no aparecen en ninguna tumba del mundo y son solo bromas cuyos autores pretenden expresar una idea ingeniosa.
Véase una forma de dejar constancia de la tacañería filial: “De todos tus hijos (menos de Ricardo, que no dio nada)” aparece escrito, según he leído, en una lápida del Cementerio de un pueblo de Ávila..
“Parece que se ha ido, pero no”, es el epitafio que aparece en la tumba de Mario Moreno, Cantinflas.
“Una tumba es suficiente para quien el universo no bastara”, escribieron sobre la tumba de Alejandro Magno.
He aquí una crítica macabra respecto a los planes de adelgazamiento: “Por fin me quedé en los huesos”.
“Aquí yace uno en contra de su voluntad”.
“Perdí una apuesta con la muerte y yo siempre pago”.
“Como me levante…”
“Aquí yace mi mujer, fría como siempre”. Epitafio que tiene su justa réplica en este otro: “Aquí yace mi marido, rígido como siempre”.
“Aquí se puede ser ministro de cualquier cosa, menos del movimiento”, se dice con humor de aquel ministro al que se llamaba la sonrisa del Movimiento, José Solís Ruiz.
Con esta relación de epitafios pretendo llamar la atención sobre la conveniencia de hacer frente a un hecho del que podemos estar bien seguros en estos tiempos de incertidumbre. Por lo que afecta a nosotros y a nuestros seres queridos. Pero solemos vivir como si no fuera cierto. Decía Séneca: “El mayor de los males es salir del número de los vivos antes de morir”.
Querido Maestro:
Es muy interesante y lleno de humor todos los epitafios que escribe sobre la muerte.
«Es una situación en la que no me gustaría encontrarme, diría yo»
Pero no hay que pensar mucho en ello,según mi opinión, sino en vivir lo más feliz, en cada situación, en cada instante.
Porque ella llega sin llamar, sin avisar, seca y fría y llena con su espanto el corazón más latente.
No entiendo ni me gusta la sin razón de los cementerios. La cruel vanalidad de memorar la vida de los difuntos como si fuesen verdaderos Santos,,cuando algunos han sido pésimas personas , auténticos bárbaros, maltratadores al uso.
Me siento fuera de lugar en estas fechas porque no encuentra razón alguna para tanta celebración y tanta falsedad.
Las muestras de cariño , afectos y amor las quiero en vida.
Muerta no voy a ver ni sentir nada , así que no vayas a mi tumba , ni llores mi ausencia porque es infinita.
Recuerda mis manos cuando te tocaban, mis palabras cuando te hablaban, mis sentimientos cuando te añoraba.
!Que fría tu ausencia y que amarga!
Ahora es tarde para reparar el daño causado en mi alma.
Espero que estés bien y que nada te haga falta, que yo sigo viva y llena de esperanzas.
Sin más me despido hoy con la tristeza y la añoranza de que después de muerto, no hay nada.
Vive los momentos y reparte felicidad a mansalva.
Saludos cordiales y abrazos para todos.
!Qué la semana os sea leve!
Besos.
Querida Loly:
Pues sí, hay quien deja los homenajes para después de la muerte. Ya es demasiado tarde.
Es en vida cuando necesitamos la deferencia, la consideración y el buen trato. Y cuando podemos darlo.
Decía el ministro Rubalcaba que los españoles somos buenos enterradores, es decir, que hacía falta que alguien se muriese para que se le hicieran elogios. Tenía razón.
Espero que tu vista vaya mejoro
Buena semana, que en el blog empieza el sábado.
Besos y gracias.
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Muy buenas Miguel Ángel!
Leyendo tu artículo hoy, nos lo hemos pasado «de muerte»!!
Que ingeniosas son en algunas sentencias, son para morirse de risa.
Puede ser que la muerte siga siendo un tema tabú pero para Vivir una vida plena, Consciente y agradecida es indispensable saber que el tiempo es limitado y que conocemos el final de la película sin ninguna incertidumbre. Personalmente lo tengo muy presente como incentivo motivador para vivir la Vida con Mayúsculas. Algunas veces para relativizar y quitar miedos recurro al «para lo que me queda en el convento me meo dentro» …Vamos palante!
Tu artículo me ha recordado el libro de Nieves Concostrina «Y en polvo te convertirás: epitafios : los muertos tienen la última palabra» que también es para partirse de risa.
Estamos de acuerdo que es un tema que se debe contemplar en educación por lo menos para quitarnos algunas tonterías, soberbias y narcisismos…en CEAPA tenemos un cuento infantil sobre el duelo » La hora del Cuco» para introducir el tema de la muerte como hecho natural que debemos tener presente.
Además como dice un economista neoliberal..morirse con dinero es un error de calculo…la generosidad con los suyos no la contemplaba.
Mil gracias por Ser y estar alegrandonos también los sábados.
Besos y abrazos a toda la Familia
Querido Miguel, querida Gema:
Es que tener lectores y comentaristas como vosotros es un lujazo. Ingenio, sensibilidad, empatía… ¿Hay quien de más?
Hace unos años leí un libro titulado MORIRSE ES UNA MIERDA.El autor se llama Juan Carlos Ortega.
Uno de los temas que siempre me asalta cuando pienso en la muerte es el del suicidio. Me preocupa mucho que aumente su presencia en los jóvenes.
Cuando hablas de las últimas palabras (otro género breve que ha dado joyas increíbles) me acordé de la frase última de Paul Claude: Doctor, ¿cree que habrá sido el salchichón? Cuando esperas palabras solemnes cargadas de profundidad te encuentras esta suprema banalidad.
Un gran abrazo.
Y mil gracias por estar siempre ahí, en el blog y en la vida.
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Querido Miguel Ángel:
Una cosa que me admira de la naturaleza es que no hay ser vivo animal que no intente huir de la muerte. Sin ese potente terror no sería posible la vida.
Como he leído en un libro, no debemos tener la muerte porque cuando ella está uno no está, y cuando estás tú no está ella.
De lo que sí estoy seguro es que con la muerte se acabó este universo por la eternidad. Esta palabra es la más tremenda del diccionario. Descanso eterno, suena a demasiado.
Un abrazo con la alegría de estar entre los vivos y saludos a todos.
Querido Joaquín:
Tenemos que celebrar el hecho de estar vivos. Y de encontrar bien,
Sabemos con certeza que vamos a morir, pero no sabemos cómo y cuando, salvo los suicidas, que eligen libremente cuándo y cómo desean morir.
Juan Carlos Ortega escribió hace unos años un libro titulado «Morirse es una muerda». Por algún sitio de mi biblioteca andará esperando una visita.
Como decía un jardinero a otro: seamos felices mientras podamos.
Un abrazo, querido amigo.
Y gracias.
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El de Mark Twain es el mejor epitafio. Recuerdo esa vez en la que un famoso pedagogo lo escribió el día que lo conocí, en la dedicatoria de su libro “Yo te educo…”
Siempre me parecieron los cementerios un lugar de increíbles aprendizajes sobre la vida y la muerte. Sobre todo sobre la vida. Cuando mis hijos eran pequeños, hicimos mil paseos a esos lugares y ellos jugaban alrededor de las tumbas mientras hablábamos de tan trascendentales temas. Es fácil con los niños pequeños hablar de la muerte, ya que a ellos les sobra pensamiento mágico.
El tema de la muerte fue un tema que atravesó mi vida , cómo atraviesa la de todos. Tuve una madre, la mejor de las madres del mundo, que estuvo tantísimas veces a punto de morir. Desde los nueve años en ese día que mi padre nos llevó para despedirnos porque se iba a morir y se iba al cielo.
La vida es un regalo magnífico. La muerte es parte de ese regalo.
El dos de noviembre nació mi primer hijo, que está a punto de cumplir sus treinta y uno. Un día magnífico.
Querida Vero:
Pues felicidades a tu hijo el día 2. Un buen día.
Esa es una dedicatoria que solo escribo en contadísimas ocasiones.Sí, es hermosa.
Qué pronto para perder a una madre como la que dices que fue la tuya. La mía nos dejó con solo 63 años.Mi padre la sobrevivió 12 años.
Hace tiempo publiqué un artículo sobre la muerte. Utilicé para titularlo una frase de un niño de 10 años: Desde luego, si yo me muero, no aguanto.Pensamiento mágico.
Besos y gracias por tu presencia en el blog.
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Perdón por no aclarar, pero mi madre vivió hasta los 82 años. Cuarenta en una silla de ruedas. Estuvo varias veces al borde de la muerte. Fue la mujer más extraordinaria que conocí. Alegre, optimista, con una vitalidad increíble. Siempre hablamos con ella de la muerte con toda naturalidad, sabiendo que es esa parte de la vida que no nos gusta.
Querida Vero:
Gracias por la aclaración. No lo había entendido.
Ha sido una doble suerte para ti: tenerla hasta esa edad y que haya sido una mujer tan maravillosa.
Me hace recordar el dicho español: de tal palo, tal astilla.
Besos.
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Me ha gustado r reír un poco de la muerte. Hay mucho ingenio en algunos de los epitafios.
Me gustaría que un día hicieses lo mismo con las últimas palabras. El ejemplo de Paul Claudel me ha parecido fantástico.
Saludos. Gracias por hacerme disfrutar con un tema tan macabro.
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Querida Raquel:
Gracias por leer el artículo y gracias por tus palabras.
No descarto dedicar un sábado el artículo a ese género breve que son las últimas palabras de personajes célebres.
Los géneros breves tienen una gran carga de ingenio.
De todos modos, hay también muchas invenciones, como pasa con los epitafios.
Besos, querida amiga.
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Buen día desde México mi estimado Dr. Santos Guerra.
Tuvimos la oportunidad de verlo a través de la pantalla en el CONISEN 2022 en Monterrey Nuevo León México, la semana pasada. Como siempre un gusto escucharlo.
En nuestro país la fiesta a la muerte es toda una tradición, dicen que los mexicanos nos reímos de todo, hasta de la muerte. En el 2008, la UNESCO elevó a Patrimonio Cultural de la Humanidad los festejos del día de muertos, por ser una tradición que encierra sus orígenes en los pueblos indígenas y representa una de las pocas conexiones que tenemos con nuestros propios orígenes.
Muy interesantes los epitafios, nunca había pensado en lo que me gustaría que dijera mi lápida. Aunque no sea muy religioso, por lo regular. siempre se utilizan frases bíblicas que insitan a la reflexión. Debería de estar normado que los epitafios dijeran un poco sobre lo que fue la vida de quien yace en la tumba.
Pensar en el epitafio, me hizo reflexionar sobre el punto final de un cuento, de una historia, de una carrera…
La sátira mexicana siempre nos hace enojar o sonreir, hacer pasar los malos ratos aún cuando se trata de la muerte. Una vez estaba leyendo una historia de un epitafio, el cual decía «Aquí quedó mi amigo por tonto». Esta frase se le atribuye a un sacerdote de pueblo, que tenía un amigo, al cual siempre aconsejaba que llevara su vida más tranquila, lejos de problemas y vicios, pero nunca le hizo caso.
El epitafio de la lápida de Roberto Gómez Bolaños (Chespirito) «A la vida por lo tanto, le tengo que agradecer, que por mi doble quehacer, escritor y comediante es la risa mi constante y fascinante placer».
Hojeando lo que he estado haciendo en los últimos años y revisando las situaciones que he pasado, lo sueños y las metas aún por cumplirse, podría decir que el más hermoso epitafio sería como la útima frase de Jesucristo «Consumado es» refiriéndome a que no dejé nada en el camino, a que lo dí todo y siempre hice el bien.
Saludos cordiales.
Querido Misael:
No sabía que estabas entre quienes me escucharon el día 27. Muchas gracias.
Gracias también por tu interesante comentario. Sé que en México la muerte y su celebración tienen una importancia especial.
Interesantes los epitafios que citas y, sobre todo, el que tú has elegido. Me parece estupendo. Y muy significativo.
Un gran abrazo.
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Hola Miguel Ángel.
En víspera del día de los difuntos añado algunos epitafios más que se leen por Internet. Da igual sin son ciertos o no, si la persona que los escribe es un personaje importante o vulgar. Está claro que son ingeniosas y graciosas. Ambos atributos nos ayudan a disfrutar de la vida. Ya vendrá la muerte a aguarnos la fiesta…
Lo pusieron sus amigos: «Aquí ya no toses, Manolo».
Lo puso un marido en la tumba de su suegra: «Tanta paz encuentres, como tranquilidad me dejas» o este otro » «RIP, RIP, ¡HURRA!».
Este otro es contudente: «Dejazme en paz». Y este algo lúdico: «GAME OVER»…
La triste realidad: «Siempre había creído que era inmortal».
En la tumba de Miguel Gila, podría estar éste: «¿Es la vida? Que se ponga».
Esto sucede cuando se busca la muerte: «Cuando nací, todos reían y yo lloraba. Vívi de tal manera, que cuando morí, todos lloraron y yo reí» A continuación añadía » la marihuana es lo que tiene».
Y cuando sólo queda la esperanza: “Lo mejor está por llegar”.
Un abrazo.
Querido Juan Carlos:
Los géneros breves dan estas joyas.
Muchas gracias por compartir las que has encontrado. Es cierto que algunas tienen la pinta de ser apócrifas, pero nos hacen sonreír como si fueran ciertas.Fruto del ingenio y del buen humor.
Un cordial saludo.
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Es muy saludable poder sonreír ante un fenómeno tan importante como la muerte.
Rs una forma de conseguir que disminuye el miedo y el misterio.
Me he divertido leyendo el artículo.
Gracias al autor y a los comentaristas. Juan Carlos ha aportado algunos ejemplos magníficos.
Saludos.
Querida Sandra:
Gracias por leer y por escribir.
Provocar una sonrisa con este tema tan dramático como es la muerte es muy importante. Vivimos como si no existiera la muerte. De alguna forma, es un tabú.
Pensemos cómo we oculta la muerte. En una gran ciudad solo se ve en años, un coche fúnebre circulando entre todos los coches.
La sonrisa es un forma de inteligente de afrontar esa tremenda realidad.
Besos.
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Magnífico artículo.
Interesante tratamiento para un tema del que siempre nos escaqueamos.
Es bueno hablar así de la muerte.
A fin de cuentas la muerte es una parte de la vida.
Saludos.
Querida Marta:
Gracias por tus palabras. Reconfortan.
Hacen que sea hermoso escribir para lectoras como tú.
Tenemos que reflexionar más lo que nos pasará a todos y lo que les pasará indefectiblemente a nuestros seres queridos. Y generar actitudes de serenidad y fortaleza ante ese hecho indefectible que es la muerte.
Besos.
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Estimado Maestro,
Vaya tema!. Desde que mi hermano dijo, «morirse es lo más bonito que le puede pasar a una persona», él es un hombre humilde y muy sabio, resonó tanto en mí su comentario que decidí trabajar mi visión frente a la muerte y con el tiempo siento que he soltado un miedo.
Un día leí uno que me hizo mucho sentido «¿ Por qué sólo descansamos en paz?, ¿Por qué no también vivimos en paz?.
Un abrazo afectuoso, gran maestro.
Querida Marcela:
Yo añadiría a las palabras de tu hermano, algo que tú dices en el epitafio que nos recuerdas (lo había leído y me parece magnífico): «Morirse EN PAZ…».
ME PARECE ESTUPENDO LO QUE DICES: «DECIDÍ TRABAJAR MI VISIÓN SOBRE LA MUERTE…». Y MÁS ESTUPENDO QUE HAYAS SOLTADO EL MIEDO.
Es un tema importante, claro que sí. Un tema que frecuentemente arrinconamos como si no existiera.
Besos y gracias.
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Querido Miguel Ángel:
La muerte es lo único seguro que tenemos en la vida dice mi madre.
Al contrario que mucha gente, pienso que los cementerios guardan un cierto encanto, lleno de recuerdos, de personas que una vez fueron felices, rieron, lloraron… en fin, vivieron. Y ahora yacen en un descanso eterno. Bajo mi punto de vista, deberíamos de dejar de pensar en la muerte como algo perturbador o tétrico, la muerte forma parte de la vida, y cada epitafio es una forma bonita de poder dejar un recuerdo del difunto, de leerlo y recordar lo que fue, o lo que de algún modo, seguirá siendo.
Querida Nicole:
Hermoso comentario. Hermosa visión de la muerte. Hermosa concepción de los cementerios.
Es cierto que la muerte es una parte de la vida. Y todo lo que dices tiene una doble vertiente: la muerte propia y la muerte de los seres queridos.
Solo nos preparamos para la vida, para el trabajo, pero no no hay preparación para la muerte. Para sumirla como algo natural, sin traumas.
Gracias por tus reflexiones.
Besos.
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Salta a la vista que cuando alguien menciona el tema de la muerte, nunca es una conversación agradable, ya que a nadie le gusta hablar de ella, creando así una especie de rechazo a este asunto y generando un tabú en lo que a él conlleva.
Es tradición visitar este día los cementerios para recordar a nuestros antepasados o a personas que ya no están con nosotros. Sin embargo, lo que en este País realizamos una vez al año, ya que a lo largo de nuestra vida pensamos que es un tema sensible y a nadie le hace ilusión que surjan este tipo de conversaciones sobre los difuntos, en otros países lo consideran como algo rutinario. Los cementerios en España son lugares grises, tristes, dónde nadie quiere estar, no obstante en lugares como Alemania, son espacios convertidos en parques dónde la gente se reúne y tiene conversaciones felizmente, quitándose de encima todo tipo de tabúes.
Resulta inevitable comentar la investigación de la comunidad autónoma de Madrid, ya que tratan de dar valor a la conclusión de qué sólo existe preparación para la vida, sin embargo, nadie nos prepara ni para la muerte de un ser querido, ni para nuestra propia muerte. Resulta totalmente cierto, ya que cuando tenemos la oportunidad de hablar sobre este tipo de cuestiones e ir despejando nuestras dudas, nos evadimos y tratamos de evitarlas a toda costa.
En el blog, menciona los epitafios, es decir, los mensajes o dedicatorias que se quedan grabados en la lápida del difunto.
Muchas veces son mensajes sensibles, otras son de una cantidad inmensa de amor y otras resultan irónicos, tal vez tratando de esconder la tristeza que guardan en su interior en el caso de que haya sido algún familiar o algún amigo la persona que haya escrito ese mensaje.
Sin embargo el mensaje del epitafio también puede haber sido escrito por la misma persona fallecida, en este caso, bajo mi punto de vista, si realiza un mensaje irónico, debe de ser para que lo recuerden con una sonrisa y no con lágrimas, ya que al final la persona que nos deja, trata de hacer más amena su partida a los demás.
Por último, podemos destacar un tipo de epitafios, escritos por los amigos o familiares del difunto, en que de una forma u otra tratan de realizar un breve resumen o síntesis de cómo fue su vida y todo lo que llegaron a contribuir en el mundo que nos rodea. Tal vez, realizando este tipo de dedicatorias, traten de hacer saber a los demás que la persona difunta, hizo un gran labor como ciudadano y si alguna persona lo lee, aunque nunca lo llegara a conocer, por lo menos que consiga imaginar o recrear una imagen en su mente, de la persona que fue.
Resulta un dato muy curioso lo referente a los epitafios, ya que dejan un tipo de marca en el mundo al ser escritos y de una forma u otra siempre se les terminará recordando a través de esas pequeñas palabras o frases.
Estimado Javier:
Interesante comentario sobre la muerte, el gran tabú del siglo XXI. No hablamos de la muerte, ni de la nuestra ni la de los seres queridos
Conozco bien a los profesores que trabajan en la Universidad Autónoma de Madrid sobre la didáctica de la muerte.
Los cementerios son lugares que podríamos visitar porque son partes de la vida.
UN abrazo.
Y gracias por la escritura.
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