Maldita guerra

26 Feb

Qué desastre. Llegó la maldita y temida guerra. Rusia ha comenzado las hostilidades en territorio ucraniano. Después de mucho tiempo de amenazas, de conversaciones hipócritas  y de engañosos mensajes (son maniobras militares,  son operaciones tácticas,  son ejercicios  disuasorios…) Rusia ha hecho  estallar la guerra en Ucrania. De nada ha servido la diplomacia,  el diálogo, las conversaciones telefónicas, las reuniones, las advertencias y las amenazas de sanciones comerciales y de responder a la agresión militar. El presidente Putin, que se ha instalado en el poder desde el año 2000, se ha burlado de todo el mundo, de todas las llamadas a la negociación, de todos los intentos disuasorios. Horas después de decir que estaba dispuesto a llegar a un acuerdo diplomático, dio la orden de invasión. Una  trágica burla. Según el presidente de Ucrania, el primer día se has registrado 137 muertos. ¿Quién asume la responsabilidad de la muerte de estos inocntes?

He leído muchas cosas sobre las causas que se invocan para el atropello. Se invoca a la historia y a la cultura, se habla del régimen nazi y del genocidio de un pueblo, se intenta evitar  la incorporación de Ucrania a la OTAN… Cientos de argumentos falaces. Todo se puede dilucidar en una mesa de negociación. Malditas armas si no son las palabras.

Mientras escribo, estoy escuchando al presidente de los Estados Unidos que habla de sanciones  económicas  y cibernéticas a Rusia. No serán suficientes para paralizar la guerra.  El Presidente Putin tiene una clara determinación y, como preside una autocracia, no tendrá que justificar sus decisiones como debería hacerse en una democracia. Por otra parte, ha fortalecido su alianza con China, lo que le ofrece un respiro ante las sanciones impuestas por Estados Unidos y por la Unión Europea.

Morirán muchos inocentes, tendrán que emigrar muchas familias, se producirá la destrucción de muchas viviendas, aeropuertos, museos, escuelas, iglesias, comercios,  bancos, puentes, carreteras… que se han construido con esfuerzo prolongado. Sobrevendrá la ruina y se producirá la miseria. Añadamos a todos estos males, los daños psicológicos de muchas personas que vivirán el resto de sus vidas  soñando con el fragor de la batalla y con la explosión de las bombas. Qué decir de las armas de destrucción masiva y de la guerra química. Nada se descarta.

Pienso en los niños y las niñas que van a ser víctimas del conflicto, que van a morir por la brutal violencia de la guerra o que van a quedar marcados para siempre por el horror  de la violencia y la desaparición de sus familias.

 ¿Qué clase de locura les invade  a los gobernantes  para poner  en marcha este diabólico engranaje que provoca odio, dolor, emigración, miseria y muerte? Si los grandes triunfadores del sistema educativo, que son quienes gobiernan los pueblos, no son capaces de evitar la guerra y de eliminar la dominación, la ignorancia y el hambre en el mundo, ¿por qué hablamos de éxito del sistema educativo?

 Sería más racional decidirlo en otro juego que no fuera tan devastador  como una guerra. Por ejemplo, una partida de ajedrez entre los dos presidentes. El que gane se queda con lo que se había puesto en juego. Y así nadie muere, nadie sufre.  Y si se quiere algo más cruento, los dos presidentes pueden batirse en duelo. Y el que mate al adversario, se lleva el botín.  Digo esto porque quienes declaran la guerra, se quedan en sus palacios para dirigir las operaciones. Y después celebran la victoria o sufren la derrota, pero siguen vivos.  Que mueran otros.

Y ahora, ¿cómo les hablamos a nuestros hijos y alumnos de la importancia de la paz? ¿Cómo podemos tratar de educar para la paz? ¿Qué sentido tiene hablar de enseñar a convivir? Recuerdo que, en plena guerra del Golfo, me pidieron una conferencia sobre Educación para la paz. Me desplacé en coche. Y, cuando me dirigía desde Málaga a Sevilla, me sobrevolaron los aviones que iban a la guerra desde la base americana de Rota. Estuve a punto de volverme a casa. ¿Cómo les podía hablar a mis oyentes de la importancia del diálogo y de la negociación, de la solución pacífica de conflictos, de la convivencia armoniosa, del respeto a la dignidad de los seres humanos, si los gobernantes se empeñaban en dirimir el conflicto a bombazo limpio causando muerte y horror?

Imagino que mis lectores y lectoras conocen este hermoso cuento del escritor estadounidense James Thurber, titulado “La última flor”. No está mal releerlo a las puertas de esta horrible guerra que hoy ha estallado y no sabemos cuánto va a durar y qué giro le va a imprimir a la historia de la humanidad. No teníamos bastante con la pandemia para que ahora, nos metan en esta sangrienta  y horrible sinrazón.  Estamos intentando sobrevivir al virus y ahora, de manera injusta y estúpida, se declara una guerra que va a poner en jaque al mundo. Porque vivimos en un mundo globalizado y los efectos de un conflicto bélico se expanden al mundo entero. Hoy toda guerra es mundial.

El cuento que  nos dejó James Thurber (falleció en el año 1961), dice así:

“La duodécima guerra mundial, como todo el mundo sabe, trajo el hundimiento de la civilización. Pueblos, ciudades y capitales desaparecieron de la faz de la tierra. Hombres, mujeres y niños quedaron situados debajo de las especies más ínfimas. Libros, pinturas y música desaparecieron, y las personas solo sabían sentarse, inactivas, en círculos.

Pasaron años y más años. Los chicos y las chicas crecieron mirándose estúpidamente extrañados: el amor había huido de la tierra. Un día, una chica que no había visto nunca una flor, se encontró con la última flor que nacía en este mundo. Y corrió a decir a las gentes que se moría la última flor. Solo un chico le hizo caso, un chico al que encontró por casualidad.

El chico y la chica se encargaron, los dos, de cuidar la flor. Y la flor comenzó a revivir. Un día una abeja vino a visitar a la flor. Después vino un colibrí.

Pronto fueron dos flores; después cuatro… y después muchas, muchas. Los bosques y selvas reverdecieron. Y la chica comenzó a preocuparse de su figura y el chico descubrió que le gustaba acariciarla. El amor había vuelto al mundo.

Sus hijos fueron creciendo sanos y fuertes y aprendieron a reír y a correr.

Poniendo piedra sobre piedra, el chico descubrió que podrían hacer un refugio. Muy deprisa toda la gente se puso a hacer casas. Pueblos, ciudades y capitales surgieron en la tierra. De nuevo los cantos volvieron a extenderse por todo el mundo.

Se volvieron a ver trovadores y juglares, sastres y zapateros, pintores y poetas, soldados, lugartenientes y capitanes, generales, mariscales y libertadores. La gente escogía vivir aquí o allí.

Pero entonces, los que vivían en los valles se lamentaban por no haber elegido las montañas. Y a los que habían escogido las montañas les apenaba no vivir en los valles…

Invocando a Dios, los libertadores enardecían ese descontento. Y enseguida el mundo estuvo nuevamente en guerra. Esta vez la destrucción fue tan completa que nada sobrevivió en el mundo.

Solo quedó un hombre… una mujer… y una flor”.

Hasta aquí el cuento de Thurber. Y ahora nuestra condena a quienes utilizan la fuerza de las armas y desprecian el diálogo y la apalabra, a quienes se atribuyen el poder de segar la vida de inocentes, a quienes mandan a la guerra a soldados que  van a morir o a quedar lisiados por un concepto tan discutible como es la patria. Y ahora nuestro clamor por la paz, nuestra lucha por detener esta máquina de matar, nuestra tarea de explicar la importancia de construir un mundo en el que reine el respeto a la dignidad humana y en el que desaparezca para siempre la estúpida e injusta idea de que  se posee la razón por el número de muertos  que se ha causado al enemigo.

22 respuestas a «Maldita guerra»

  1. Querido Maestro:
    Hoy el dolor me desgarra las entrañas por esta sin razón, por esta crueldad que es la guerra desatada de Rusia a Ucrania.
    Anoche viendo la información de esta masacre, pude ver ñiños y familia huyendo para cruzar la frontera hacia Polonia, con los pocos utensilios que podían llevar en sus manos.
    Dentro de esta catástrofe, vi como una mujer estaba allí presente y trataba de ayudar con mucho cariño a una familia que llegaba a la frontera porque un camionero con mucho corazón les había metido a todos en su camión y les había acercado hasta la frontera.
    Incluso quería llevarlos a su casa.
    Dos ejemplos para comprender que hay gente solidaria y buena.
    Sufro mucho por los efectivos de gente joven que tienen que participar en esta cruel guerra.
    Un ejemplo un chaval con 22 años que había terminado la carrera de medicina llamado por la fuerza a filas.
    Y como esos miles de casos sangrantes, inhumanos y de una crueldad exagerada.
    Ver a la gente en los metros, afinados, niños, ancianos, enfermos, me parte el corazón.
    Los niños me producen demasiada ternura y es atroz verlos en es situación.
    ¡Que pare ésto por el amor de Dios!
    Ya sin más me despido con un gran abrazo para todos.
    ¡Qué la semana nos sea leve!
    Muchos besos.
    ¡Hay que seguir apostando por la paz!
    La guerra no sirve y trae mucho dolor y destrucción.
    Solo pido que acabe pronto por el amor y la creencia que le tengo a la humanidad.

    • Querida Loly:
      Otra vez abres tú la puerta de los comentarios. Muy madrugadora.
      La verdad es que esperaba que las gestiones diplomáticas iban a imponerse para alcanzar un acuerdo. No ha sido posible. Me da la impresión de que Putin tenía tomada la decisión hace tiempo.Todo ha sido un paripé inútil y vergonzoso.
      La guerra solo trae males.
      ¿Cómo es posible que los seres humanos no hayamos aprendido de nuestra historia?
      La guerra solo causa daños. Muchos de ellos irreparables.
      Estoy contigo en que los niños y las niñas son las víctimas más vulnerables A los que deja vivos,la guerra les destruye la vida.
      Gracias por tu sensibilidad.
      Besos.
      Feliz semana, dentro de lo que cabe.
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  2. Malos días Magister Miguel Ángel!
    Nos unimos a tu enérgica condena de la guerra.
    Este nuevo Zar Ruso (un auténtico hijo de Putin) sueña con otra unión soviética o países títeres de la Gran Rusia. Creo que la OTAN y EEUU tampoco están a la altura. Permitirían bases y misiles de Rusia en Méjico y Canadá?
    En fin, al final inocentes pagarán las obscenas ambiciones de sus líderes.
    Hoy más que comentar solo nos sale Condenar.
    Abrazos sinceros de tu familia en Almería!

    • Querida familia:
      Hoy te contesto desde el AVE. Me ha tocado viajar a mí.
      He pafrticipado en un Congreso de 1500 personas convocadas por la Academia La Pizarra´
      El lema ha sido: PARA MIRARTE MEJOR. ESCUCHAR PARA ENSEÑAR.
      HE COMENZADO LEYENDO ALUNNOS PÁRRAFOS DEL ARTÍCULO.
      Han participado Tonucci, Mar Romera, José Antonio Bravo y Heike Freire.
      Si hubiéramos escuchado a los niños de Ucrania, ¿qué habrían dicho?
      Gracias por el comentario. Es más que significativo para mí.
      Un abrazo.
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  3. En algún sitio leí (quizás aquí mismo) que para la guerra todas las personas valen: unas para matar y otras para morir.
    Sin embargo solo las personas bien educadas valen para la paz.
    ¡Cuánto mal educado en este mundo!
    ¡Cuánta tristeza!

    • Querido Rufino:
      Pocas líneas, pero qué importantes.
      Hace tiempo leí un estremecedor pensamiento de Erich Hartman: “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian, se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”.
      Gracias, querido Rufino, por insistir en el valor de la educación para la paz.
      Un abrazo.
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  4. Querido Miguel. Ángel:
    Me adhiero a lo que dices. Yo solo quiero decir que no entiendo nada del por qué de esta guerra: se ofreció diálogo y se rechazó. Quizás Putin quiere demostrar que tiene un ejército potente, como los matones que exiben su músculo? Y el muy dictador se atreve a recordarnos que tiene un arsenal atómico. Quizás le ha dado un ataque de locura…?
    Me dan pena estos matones que se meten asustadizos en búnkeres ante el peligro y envían sin rubor a sus propios ciudadanos a morir y causan un inmenso dolor a los que dicen enemigos, que no lo son. Son sus víctimas.
    Los que originan guerras han renunciado a su noble condición humana para acogerse a la condición de bestia irracional.
    En fin, la hoguera está encendida, veremos hasta dónde llega se devoradora llama.
    Un gran abrazo y saludos y paz a todos.

    • Querido amigo Joaquín:
      Preguntas cargadas de lógica y de inquietud.
      Esa devoradora llama lo arrasa todo.
      La guerra es una sinrazón. Hace tiempo leí un estremecedor pensamiento de Erich Hartman: “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian, se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”. Se lo he recordado a Rufino hace unos momentos. Hay que parar esta guerra. El mundo no puede mirar hacia otra parte.
      Un gran abrazo y muchas gracias por tu inquebrantable fidelidad a la lectura.
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  5. Me uno a esta condena de la guerra.
    Es casi inexplicable que en el siglo XXI, con tanta historia de guerras estúpidas e injustas a la espalda, volvamos a las andadas.
    Lo que más me preocupa y me indigna es que tengan que morir tantas personas por la decisión de los que mandan.
    LA GUERRA NO SOLO ES IRRACIONAL. ES INJUSTA.

    • Querida Raquel:
      Deberíamos mostrarnos más activos para denunciar la agresión. Se trata de una invasión a un país, que es más grave. Una invasión y una ocupación que se logran mediante la guerra.
      El mundo entero debería mostrar su disconformidad con este proceder que permite al pez grande comerse al pez pequeño. Es una injusticia tremenda.
      ¡Y cuánto dolo, cuántas muertes, cuántos desastres va a causar!
      Hay que parar esta locura.
      Besos y gracias.
      MÁS

    • Estimado Javier:
      Decimos NO A LA GUERRA, pero deberíamos decir NO A LA INVASIÓN. Es que creo que es más grave. No se trata de dos contendientes que buscan un botín. Se trata de un país poderoso que POR LA FUERZA DE LAS ARMAS, ocupa otro país, rompiendo todas las leyes que dicta la justicia y el sentido común. Putin es un matón. Tendría que ponerse en pie TODO EL MUNDO.
      ÚN ABRAZO Y GRACIAS.
      MÁS

      • Hola Miguel Ángel.

        ¿El no a la invasión justifica el sí a la guerra? ¿Crees que si todo el mundo se pone en pie la invasión finalizaría? Cuando la injusticia y el sentido no común impera a su libre albedrío resulta complicado buscar soluciones justas y con sentido común…

        Como el sentido común no salga a relucir desde el propio pueblo ruso me temo que la solución será muy complicada para evitar una guerra aún mayor.

        En fin, veremos a ver si este juego de ajedrez o quizás de mus acaba de buena manera…

        Malditos tiranos!!!

        • Querido Juan Carlos:
          Te echaba de menos en esta condena a la guerra.
          El no a la invasión es también un no a la guerra, porque la invasión se hace a través de la guerra. Lo que pasa es que en una invasión hay una asimetría fundamental. Uno invade y otro se defiende. En una guerra los dos atacan y se defienden.
          Yo también creo que la población rusa es fundamental. Lo que pasa es que la dictadura de Putin deja poco margen a la opinión libre. He visto a rusos quemar sus pasaportes, pero son excepciones.
          Solo cinco países se han alineado con la invasión rusa. El rechazo es prácticamente unánime.
          Es difícil paralizar los delirios de un tirano.
          Un grab abrazo.
          Y gracias por incorporarte a la condena de esta brutalidad.
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  6. Se trata de una invasión en toda regla.
    Acabo de ver en la televisión una caravana de 65 kilómetros de tanques que avanzan hacia Kiev.
    ¿Cómo puede soportar el mundo este atropello?
    Las imágenes son demoledoras: civiles muertos, edificios destruidos, familias que tienen que emigrar…
    Es un horror que está viendo todo el mundo.
    ¿Cómo se puede soportar?

    • Querida Mónica:
      Sí, es difícil soportar esta locura que causa tantos daños. Yo creo que no hay ni un solo bien que se derive de esta sinrazón. Porque lo que gana el vencedor está manchado de sangre, de muerte y de horror.
      No sé lo que va destrozar esa caravana de más de 4000 de carros blindados.
      ¡¡¡El dinero que se pierde en una guerra podría emplearse para satisfacer tantas necesidades…!!!
      No se puede soportar.
      Besos. Gracias.
      MÁS

  7. Pero. ¿cómo se puede entender tanta barbarie?
    Acabo de escuchar en la televisión que han muerto 70 soldados en un cuartel que ha sido bombardeado por el ejército ruso.
    La guerra solo trae consigo daños en la vida y en los bienes de las personas.
    Qué horror.

    • Querida Raque:
      No. No se puede entender.
      He visto calificar a Putin (por un ruso) como el ZAR LOCO.
      ES QUE SOLO DESDE LA LOCURA SE PUEDE EXPLICAR ESTA BARBARIE.
      BESOS Y GRACIAS.
      MÁS

      • El Zar loco con cara de Simio, parece haber salido de la película famosa…”El planeta de los simios”. ESTOS LOCOS ASÍ DEBEN DE ESTAR ENCERRADOS para que no cometan este tipo de desastre mundial por su ira, rabia y odio acumulado.

        Loco enfermizo capaz de poner en peligro al mundo entero. Como decimos en Andalucía: “A mi me tiene con las carnes abiertas”

        Saludos

        • Querida Cristina:
          Mañana vuelvo al tema de la guerra. Y vuelvo a llamar a Putin el Zar Loco. Porque hay que estarlo para causar en el mundo tantas muertes, tanto dolor, tantos desastres.
          Cuánto poder acumula que no es posible derrocarlo?
          Y todavía no ha llegado lo peor. A ver si, al menos, podemos escapar de la guerra nuclear.
          El mundo está en las manos de un loco que puede pulsar con un dedo el botón de la destrucción mundial
          Qué locura.
          Besos y gracias, querida andaluza.
          MÁS

    • Estimado Nacho:
      Cómo es posible que estemos todos y todas en manos de este ZAR LOCO?
      Tienes razón.
      El poder de destrucción no puede depender de un tirano como este.
      Creo que habría que detener a este individuo. Desde dentro de su propio país.
      Un abrazo en estos tiempos tan revueltos.
      NÁS

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