Decía Gabriela Mistral que, si fuese directora de una Escuela Normal (institución que forma a los futuros docentes en México) no concedería el título de maestro “a quien no contase con agilidad, con dicha, con frescura y hasta con alguna fascinación”.
En el sugerente libro “Pasión de enseñar”, publicado por la Editorial UV de la Universidad de Valparaíso, que recoge el pensamiento pedagógico de la poetisa chilena, hay un interesante capítulo que se titula “Contar”. Así de escueto. Así de sencillo. El texto fue escrito por la famosa Premio Nobel allá por el año 1929 y publicado en “Antología mayor” en 1992. Dice Gabriela Mistral en ese breve y enjundioso capítulo:
“Contar es la mitad de las lecciones, contar es medio horario y medio manejo de los niños cuando, en adagio, contar es encantar, con lo cual entra en la magia”. Y añade, en otro parte del mismo texto: “”Quedamos, pues, en que quien sabe contar donosamente, tiene aprovechado y seguro medio programa”.
No se trata solo de contar historias sino de saber contar. Y, así, dice:”
– “La zoología es un buen contar de la criatura-león, de la criatura-ave, de la criatura-serpiente…”.
– “La botánica no es menos contar que la zoología. Se cuenta con la misma arquitectura bella del relato la cosecha y elaboración del lino…”.
– “La geografía es siempre un contar en el gran geógrafo…”.
– “La química es también contar…”.
Dice la escritora chilena: “Yo dividía hace años los temas en temas aureolados y temas sin aureola, es decir, los que se prestan a una transfiguración del asunto gracias a un comentario hábil y los que esquivan o rechazan su dignificación a criatura gloriosa… Ahora yo creo que no existen sino temas aureolados o sobrenaturales, y que mi pereza para punzarlos hasta sacarles esplendor era la que dictaba aquella tonta clasificación. He leído un artículo ajeno sobre los cristales a esas mismas alumnas obreras y las he tenido dos horas como debajo de un hechizo. Sé que después de esa lectura su mirada para el simple vidrio, y no digamos para el cristal de roca, será una mirada nueva”.
Y expone cuáles son, a su juicio, las características del buen contar.
– “El buen narrador no borda florituras pedantes ni florituras empalagosas; no fuerza con el adjetivo habilidoso el interés; éste brota honrado y límpido del núcleo mismo de la fábula. El narrador es vivo a causa de la sobriedad, que cuenta casi siempre alguna cosa mágica, o extraordinaria a lo menos, que está bien cargada de electricidad creadora”.
– “El contador ha de ser sencillo y hasta humilde si ha de repetir sin añadidura fábula maestra que no necesita adobo, deberá ser donoso, surcado de gracia en la palabra, espejeante de donaire pues el niño es más sensible que Goethe o que Ronsard a la gracia”.
– “El contador deberá reducirlo todo a imágenes, cuando describe, además de contar, y también cuando solo cuenta, dejando sin auxilio de estampa solo aquello que no puede transmutarse en ella”.
– “Deberá renunciar a lo extenso, que en la narración es más gozo de adulto que de niño, deberá desgajar en el racimo de fábulas que se ha ido formando las de relación caliente con su medio: fruta, árbol, bestia o paisaje cotidiano”.
– “Procurará que su cara y su gesto le ayuden fraternalmente al relato bello, porque el niño gusta de ver conmovido el rostro del que cuenta”.
– “Si su voz es fea, medios hay de que la eduque siquiera un poco hasta sacarle alguna dulzura, pues es regalo que agradece el que escucha una voz grata y que se pliega como una seda al asunto”.
Hasta aquí las indicaciones de Gabriela Mistral. No ha explicitado, aunque se deduce de este escrito suyo y de otros que aparecen en el mismo libro, que es indispensable el gusto de contar y el amor a quienes se cuenta.
Hay que tener qué contar y hay que saber cómo contarlo. Poco se hace en las Facultades de Educación al respecto en la formación de los futuros maestros. Poco se tiene en cuenta el desarrollo del arte y la ciencia de contar. Se insiste en la presentación de trabajos escritos, pero nada en la oratoria. Algunos poseen cualidades innatas, que facilitan la maestría, pero todo se puede aprender. Y una de las mejores formas de aprender es que alguien que domine el oficio se dedique a enseñarlo.
Tengo un amigo (un amigo es una persona que, a pesar de conocerte muy bien, te sigue queriendo) con dotes excepcionales para la narración de historias. Me refiero a Paco Abril, conocido y reconocido cuentacuentos. Hace unos años me pidió que prologase un libro suyo titulado “Los dones de los cuentos” (Octaedro, 2016).
El libro de Paco Abril tiene un Anexo 2 titulado “Apuntes para una teoría del contar”. Coincide en algunas ideas con Gabriela Mistral, como en la que dice que solo habrá un buen contador “cuando consiga la difícil sencillez de narrar sin alharacas, con el único recurso de la palabra”.
Y añade otras exigencias como la de ser un buen escuchador, la de tener ganas de contar, la de sentir su repertorio como propio, la de no ser un actor ni un declamador, la de elegir historias que lo emocionen, lo satisfagan, lo llenen, lo conmuevan… Dice, literalmente: “El contador debe poner la mejor disposición para relatar. Intentará seguir, la difícil máxima de los payasos: Aunque no tengas ganas, deberás salir a la pista con ganas; de lo contrario, no salgas”.
Y añade: “Para que no nos falte olfato, deberemos guiarnos al buscar el repertorio por lo que un niño pidió un día a su progenitor: “Papá, cuéntame un cuento que tenga y de repente”. Ese y de repente quiere decir que disponga de algún ingrediente que conmueva, que tenga emoción”.
Recuerdo la preciosa novela “La contadora de películas” (Alfaguara, 2009), del escritor chileno Hernán Rivera Letelier, que narra la historia de la niña María Margarita, que cuenta a su padre enfermo y a sus cuatro hermanos las películas que no pueden ver, él porque está impedido, ellos porque son pobres. Cuenta tan bien las películas, narra con tanta facilidad y encanto, que llega un momento en el que las personas prefieren acudir, previo pago, a la narración de la niña que a contemplar la proyección de la película en la sala de cine. Dice la protagonista de la novela:
“Mientras tomaba mi taza de te y me preparaba a contar la película de pie contra la pared blanca, mi padre no se cansaba de repetir a sus invitados que, aunque la película fuera en blanco y negro y a media pantalla, esta niña, compadres, parece que la contara en tecnicolor y cinemascope”
Quiero cerrar el artículo, para poner broche de oro, reproduciendo una breve historia que nos cuenta mi admirado y ya fallecido Eduardo Galeano en su libro “Bocas del tiempo” (Siglo XXI. Barcelona, 2004):
Enrique Buenaventura estaba bebiendo ron en una taberna de Cali cuando un desconocido se acercó a su mesa. El hombre se presentó, era de oficio albañil, a sus órdenes, para servirlo:
– Necesito que me escriba una carta. Una carta de amor.
-¿Yo?
-Me han dicho que usted puede.
Enrique no era especialista, pero hinchó el pecho. El albañil aclaró que no era analfabeto.
-Yo puedo escribir, pero una carta así, no puedo.
-¿Y para quién es la carta?
-Para…ella.
-Y usted ¿qué quiere decirle?-
-Si lo sé, no le pido.
Enrique se rascó la cabeza. Esa noche puso manos a la obra. Al día siguiente el albañil leyó la carta:
– Eso, dijo, y le brillaron los ojos, eso era. Pero yo no sabía que era eso lo que yo quería decir”.
NOTA: Dedico este artículo a Carlos Arronada Carro, profesor de Lengua y Literatura del IES Juana I de Castilla de Tordesillas (Valladolid). Él sabe muy bien por qué y por qué hoy, 31 de agosto, precisamente.
QUERIDO Y ENTRAÑABLE AMIGO MIGUEL-ÁNGEL:
Muchísimas gracias por el doble regalo con que me obsequias hoy, día 31 de agosto de 2019. Doble por el valor “per se” del artículo “SABER CONTAR”; y también por el destinatario de la dedicatoria, servidor, quien suscribe estas líneas.
Vaya mi gratitud, ¡cómo no!, a LOURDES, pues bien sabemos que detrás de un gran hombre (como tú) hay una mejor mujer (Lourdes).
Aprovecho para reconocer tu valía, tu generosidad, tu sabiduría…porque semana a semana no solo nos ilustras y nos enseñas y analizas como gran observador las realidades complejas acuciantes; sino, sobre todo y ante todo, PORQUE COMO INSUPERABLE PEDAGOGO SABES CONTAR. Contar, narrar es un hecho inherente al ser humano. Ojalá no perdamos este valor y esta necesidad que, en otra vertiente, es el pilar de la comunicación primaria y, en lo artístico, el fundamento de la literatura oral y escrita.
-Termino: Os agradezco a Lourdes y a ti el hermoso y entrañable gesto de acudir al evento de hoy. Muchas gracias.
Querido Carlos:
Incluso en un día tan importante como este 31 de agosto has hecho los deberes pronto. Antes de las 9 ya estaba escrito el comentario. LO que singifica que habías leído el artículo.
Muchas gracias por tus palabras, tan generosas como es la grandeza de tu corazón. Y tan bien escritas como corresponde a un magnífico profesional de la Lengua y de la Literatura.
Gracias por habernos permitido compartir esta fecha.
Enhorabuena por el acontecimiento.
Felicidad para siempre.
Un abrazo.
MÁS
Gracias a vosotros. No he podido expresaros todos los buenos sentimientos y recuerdos que siempre albergo relativos a Lourdes y a ti. Gran paradoja, a sabiendas de mi vocación y oficio ( profesor de Lengua castellana y Literatura).
Gracias por tus palabras y, sobre todo, MUCHAS GRACIAS POR COMPARTIR CON NOSOTROS ESTE DÍA TAN SINGULAR. Abrazos. Carlos y Eli.
Querido Carlos:
Claro que sabes expresarlos de manera clara,profunda y hermosa.
Nos sentimos muy felices, agradecidos y orgullosos de estar aquí, en esta tierra mía y en esta fecha tan señalada.
Un abrazo enorme para los dos de los dos.
MÁS
Buenos días a todo el mundo.
Difícil tarea saber contar persuasivo. La persuasión es el éxito del fin perseguido cuando contamos.
Hoy estoy lesionado, no es grave para cualquier ejercicio excepto para escribir en el teclado. Tengo un poco machacados los dedos pulgar e índice de la mano derecha. A fuerza de leer la afición que el Sr. Lema (José Antonio), también el Sr. Guerra, y otros contertulios, tienen a la pedagogía, he intentado hacerme mis pinitos en la materia. Por favor, no me tomen a sorna lo que digo, más es tema muy serio y verídico. Como saben ya de otras veces, Ana, tiene tres perros machos. Wiki, nació el 18 de Septiembre de 2009, o sea, va a cumplir 10 años, que pasándolo a edad humana son unos 70 años. Es un cruce de bretón español y podenco. Es de color marrón y blanco. De tamaño mediano. Tiene una pinta de chucho callejero inigualable. Es muy aficionado a la caza, ha cazado roedores, conejos de campo y liebres, y más que nada las gallinas del vecino, derivando en los consiguientes problemas intervecinales. Luego está Newton (le llamamos “Nuto”, ya saben del dominio del dialecto andaluz para la pronunciación correcta de las palabras que llevan doble uve), nació el 11 de Mayo de 2010, o sea, es apenas unos meses más joven que Wiki. Es un labrador de pura raza, es muy corpulento, pesará unos 45 kilos. Es negro como el toro ese negro que se ve aún en las autovías y que anunciaba un brandy de Jerez. Es el más inteligente de los tres, solo le falta hablar. Luego está Atila, le decimos “Ati”, nació el 26 de Febrero de 2019. También es un labrador de pura raza, es hijo de Newton. A pesar de su juventud, es casi tan grande como su padre, aunque más estilizado. Es de color blanco, con los ojos y la nariz negro azabache. Su juventud le mantiene aún en estado de locura.
Les enseño rigor y disciplina en todo momento, como no iba a ser menos en el que suscribe. Aprenden despacio. Los llevo a comer higos de la higuera. No quieren los muy maduros -pasados- que están en el suelo. Les gustan que les busque los de arriba de la higuera, en estado ideal de madurez. Voy cogiendo y dando un fruto a cada perro, que me lo cogen de la mano con extrema delicadeza, a veces Atila se sobrepasa de rápido y me da algún ligero pellizco en la mano. Mantengo un riguroso orden en razón a la edad de cada perro, un higo a cada perro. Primero, Wiki; segundo, Nuto; tercero, Atila. Y vuelta a empezar. Si me salto el orden establecido, por ejemplo, doy dos veces seguidas a Wiki antes de darle a los demás, no hay problema. Pero, ay si el perjudicado por la alteración del orden es Wiki, me protesta todo el rato, y no se le quita el enfado ni dándole a él varios seguidos antes de establecer de nuevo el orden.
Como a veces soy un poco cascarrabias y ayer tenía yo un poco de ganas de jarana, empecé el rito ya dicho en el párrafo anterior. Primero doy a Wiki, segundo a Nuto, tercero a Atila. Todo perfecto. Ahora le tocaba otra vez a Wiki. Me salté el turno y le di a Nuto. Wiki, muy enfadado me ladró. Quise enmendar el asunto y busqué quizá el mejor higo que tenía la higuera, me acerqué para dárselo y, tal rabia tenía, tal enfado, que entre las prisas y sus nervios, al cogerlo de mi mano, me machacó de un bocado mis dedos pulgar y índice de la mano derecha. Aún así me ha salido un buen tocho escrito. Perdón por la brasa.
Posdata: De cómo unos buenos guantes pueden ser útiles hasta para enseñar.
Que tengan un buen día.
Estimado Don Quintiliano:
Perdona que haya tardado en agradecer tu interesante comentario.
Un viaje ha sido la causa del silencio.
Lamento las malas consecuencias que tiene a veces la buena didáctica.
Ojala nwjoren tus dedos índice y pulgar para que podamos segur disfrutando de tus relatos.
Éste es un ejemplo del buen contar.
Muchas gracias
Un cordial saludo.
MÁS
Querido Maestro!
Usted sí que sabe en cada artículo engancharnos y contarnos tan agradables historias.
El saber contar es un don, una habilidad que implica tener sentimientos en el alma, disfrute en lo que se está contando, afectos y complicidad a quienes nos están escuchando.
Una infinidad de matices a la hora de ser contador de historias que todo el mundo no posee y que debían ser primordiales para un buen educador.
Además de otros atributos intrínsecos que hacen únicos al que cuenta las historias.
Mi querida madre siempre me decía que yo tenía el don de la comicidad , y llevaba razón, la teatralidad, los signos gestuales, las eternas sonrisas, la cercanía, la espontaneidad, los desafíos, todo es un conjunto en mi manera de ser y ver el mundo.
Soy una buena contadora de historias porque de una manera divertida favorezco la interrelación de las personas.
Eso me ha servido para la situación en que me encuentro hoy en día en la que me es importante la comunicación gestual por mi falta de audición.
Todo vale todo esta relacionado!
Enseñaré a mis nietos lo importante que es saber contar para que tengan una oportunidad más de integración en la sociedad.
¡Es bueno saber contar, saber pensar, saber actuar!
Sin más me despido de todos con un cordial saludo.
¡Sean felices contando!
Querida Loly:
Gracias por el estupendo comentario.
Me gusta oírte decir que tu madre te consideraba una buena contadora de cuentos.
Tus circunstancias actuales te obligan a estar atenta y a desarrollar estrategias de empatía.
Me gusta tu despedida.
Hay que ser felices contando y escuchando historias.
Besos.
Geacias.
MÁS
Una vez guardada la sombrilla… y superada la operación regreso… dispuestos para ir con el cuento a nuestro alumnado… Es importante saber contar, pero también lo es que el alumnado aprenda por sí solo sin la ayuda del cuento de sus maestros y maestras.
BUEN CURSO para todas aquellas personas que forman parte de una comunidad educativa..
Un abrazo para MÁS
Querido Juan Carlos:
Lo de tu sombrilla veraniega es ya proverbial en este blog.
Lectura y escritura bajo la sombrilla.
Cuántas frases con la palabra cuento: déjame de cuentos, aplícate el cuento, qué cuento tienes…
Creo que es importante saber contar y que es también importante enseñar a que los niños sepan expresar con fluidez, gusto y precisión.
Buen curso.
MÁS
Contar es una competencia matemática y lingüística muy importante. Pero también puede estár ligadas otras: social y ciudadana porque implica interacción, autonomía e iniciativa personal, ternera mucho cuento precisa de ingenio, cultural y artística, hay que saber contar los cuentos y adornarlos de la ambientación apropiada y de la expresión corporal oportuna, aprender a aprender ligada a las anteriores y digital. Porque vaya cuento que me estoy montando con mi dispositivo móvil…
Efectivamente Miguel Ángel la palabra “cuento” tiene múltiples significados y variantes…
Querido Juan Carlos:
Ya estamos a las puertas del nuevo curso.
Vamos a construir una historia.
Y una de las exigencias es que eso que vamos a hacer sea de nuestro gusto.
Hay que contar.
Hay que saber contar.
Hay que saber con gusto.
Un gran abrazo.
MÁS
Excelente Maestro. me encantó el arte de contar y saber contar!!!
Querida María:
Muchas gracias por tus breves y elocuentes palabras.
Imagino que eres docente.
Ojalá que disfrutes de tu oficio de contar.
Un beso.
MÁS
Querido Miguel Ángel:
Ya nos encontramos en Córdoba, tras nuestra estancia en Madrid. Flora tiene exámenes el día 4 de este mes, tras los de junio y julio (algún día conviene comentar acerca de la obsesión de la Universidad española por los continuos exámenes a los que se les somete a los alumnos y que va en contra de un enfoque de evaluación continua y formativa).
Después, nos iremos a Barcelona unos días para estar con nuestro nieto que ya empieza a caminar arrastrando todo lo que encuentra a su paso. Es por lo que a sus padres les digo una frase que he tomado de un antiguo escrito tuyo: “Abel siempre barriendo; Abel siempre va riendo”. Y es que el pequeño es la alegría personificada (o quizás sea que los abuelos tenemos una mirada especial para los nietos).
No se me olvida que dejé pendiente hablar de la camarera y Spinoza. Lo he comenzado como artículo para los diarios digitales de Andalucía, ya que quiero explicar de manera un tanto detallada este encuentro, al tiempo que quiero relacionarlo con otro que me dejó boquiabierto: la charla que mantuve con un taxista en Barcelona y que era todo un experto en arquitectura contemporánea, tanto que algunos amigos de esta profesión me han dicho que no se conocen tantos nombres de grandes arquitectos foráneos como los que sabía este taxista (y que además viajaba al exterior para conocer presencialmente sus obras).
Cuando se encuentre publicado “La camarera que leía a Spinoza” enviaré el enlace, para que los lectores o lectoras de El Adarve que lo deseen puedan leerlo de manera completa, y no fragmentada, como había pensado hacerlo para el blog.
Bueno, comienza un nuevo curso y yo con toda la ilusión del mundo esperando iniciar las clases en este modelo de conferencias con las que tanto disfruto ahora. ¿No es acaso esto una pasión por saber contar a los estudiantes ya mayores?
Un gran abrazo desde la capital del calor.
Aureliano
Querido Aureliano:
Tienes razón. Como yo digo, nos pasamos más tiempo pesando el pollo que engordándolo. En la Universidad, al final del curso, se suspende la enseñanza para comprobar si los estudiantes han aprendido…Qué locura.
Después de acudir a una boda en León, hemos regresado a Málaga, pasando por Priego para recoger a Carla.
Estoy preparando el artículo para el sábado. Lo dedicaré a dar la bienvenida al nuevo curso, como es costumbre en el blog desde 2004, año de su apertura.
Me causa una enorme satisfacción comprobar que tienes, a la hora del comienzo, las ilusiones no solo intactas sino enriquecidas y multiplicadas. Hermoso. Aleccionador para quienes llenar las redes estos días de historias tristes sobre el comienzo de curso.
Sigo a la espera de la historia de esa extraña pareja: Spinoza y la camarera.
He conocido muchas historias ejemplares de taxistas: hay varias descritas en el blog: El taxista de Sao Paulo, El taxista de Granada…
Un gran abrazo y gracias.
MÁS
Querido Miguel Ángel ( y Adarve):
No es el momento de contaros nada pero quiero aprovechar un ratito para dar señales de vida. Y también, una vez más, agradeceros vuestros cuentos (reales o imaginados) que leo con interés. Aunque últimamente no opine demasiado, no quiere decir que no esté.
Me dicen que hablo demasiado (seguramente sea cierto) y es momento de callar y dejar que cuenten, y yo a escuchar.
( Aureliano, no puedo dejar de imaginarte pasándotelo a lo grande con Abel.
Una pregunta, ¿eres capaz de controlar tu parte profesional al estar con él?
Y una reprimenda de los de boli rojo. Seguramente sea por las prisas, pero (para que veas que no me pierdo tus escritos ni tu deseo de escribir con corrección), alguna que otra vez al estar leyéndote algo no me suena bien, te sobra alguna palabra que repites.)
Besos.
Querido José Antonio:
Me has alegrado el día. Estás bien, estás aquí y nos aseguras que sigues “en activo”.
No nos castigues con tus silencios, por favor.
Aquí nunca te ha dicho que “hablas demasiado”. Así que, dale a las teclas, que siempre serán bien recibidas las opiniones ricas y bien elaboradas.
Creo que sé a lo que se refieres con la sugerencia estilística que le haces a Aureliano. Se lo comentaré personalmente, no aquí.
Le citaré algunos ejemplos. Tienes buen olfato.
Prodígate más, veterano y asiduo comentarista.
Un abrazo.
MÁS
Amigo José Antonio:
Ahora resulta que no estabas enclaustrado en Santo Domingo de Silos como yo suponía, sino que te habías propuesto ‘economizar’ palabras, puesto que desde las altas instancias nos insisten que seamos ‘austeros’ (es decir, que aguantemos lo que nos echen).
Pero aquí, en El Adarve, no hay problemas. Es más, el ‘jefe’ te invita a que te explayes.
Tienes razón en lo que dices de mis escritos. El problema es que, una vez que hemos abierto la edición digital de Azagala, resulta que me encuentro escribiendo en muchos frentes. Fíjate que desde enero he publicado 56 artículos en este medio, por lo que a este ritmo aparecerán más de 100 a final de año (te invito a que entres en Azagala y veas la sección de colaboraciones: ahí están todas las ‘elucubraciones’ que he soltado).
A Flora le suelo pedir que los artículos antes de enviarlos me los supervise, ya que, una vez que se escribe directamente en el ordenador, las posibilidades de erratas se multiplican. Pero no es razonable que le indique que me mire también lo que envío al blog.
Y para que no se me tache de ‘sutil explotador del trabajo femenino’, todos los TFG y tesis doctorales que ella lleva se los corrijo.
Por cierto, el otro día, mientras estuvimos charlando sobre las jubilaciones, le recordaba que para mí esto me era muy ajeno tiempo atrás; pero como soy muy previsor, y sabiendo que ya era complicado volver al trabajo activo de arquitectura o de diseño gráfico, me he ido formando lo más que he podido en la escritura. De este modo, encuentro bastante continuidad entre lo que he hecho y lo que ahora hago (por lo que, como te apunto, me paso gran parte del tiempo leyendo y escribiendo. ¡Un auténtico placer para un jubilado como yo que la lectura y la escritura son dos de sus grandes pasiones!)
Bueno, para que veas que soy disciplinado y atiendo a la RAE de la Lengua, he supervisado este último escrito. Espero que esté bien… Ya me dirás.
Desde la capital del calor, un abrazo y no hagas caso de los mensajes interesados sobre la austeridad que tu paisano Mariano nos estuvo enviando durante muchos años (mientras él se fumaba los puros que le llegaban directamente de Cuba).
Aureliano
Querido Aureliano:
Yo también me he alegrado mucho del regreso José Antonio a estas actividades que muchos considerarían pérdida de tiempo.
Me alegra saber que existe en los colaboradores del blog un interés por la correcta escritura.
En la corrección de trabajos yo siempre he puesto un ojo en el contenido (ideas, originalidad, rigor, estructura, argumentación…) y otro en el estilo.
Muchas veces, los errores pasan inadvertidos.
Estoy cansado de oír a las azafatas que viajan conmigo decir a los pasajeros: “Bienvenidos a la ciudad de Buenos Aires…”. ¿Cómo me da la bienvenida si no está en el lugar aloque llego?
Un cordial saludo.
MÁS
4 septiembre, 2019 at 00:42
Aureliano y Miguel Ángel:
Sigo sin demasiado tiempo, y además no son horas, pero voy a aclarar a qué me refería con lo de que te sobran palabras. (La intención, como te dije, no es la de hacerte de corrector sino demostrarte que leo lo que escribes).
Fresquito de esta semana, “Adopciones familiares”:
Ya en esos momentos me preguntó si al finalizar cuarto curso le podría dirigírselo sobre el tema de la adopción, …
Pista: le, dirigírselo, se lo, podría.
Aureliano, juro que te quiero, y ese cariño es el que me hace ofrecerte otro regalo (tú mismo has dicho que estamos en época de exámenes):
…me ha parecido de interés abordar en esta ocasión cómo niños y niñas adoptados expresan cómo se sienten dentro de la familia a partir del dibujo,…
Pista: “a partir del dibujo”.
Miguel Ángel, ya ves que no soy “buena gente”, y tú sigues mimándome y dándome un trato que no merezco. Espero que Aureliano recuerde la filosofía y no se me cabree. Insisto, bastante tengo que aprender yo como para andar corrigiendo a quien, seguro, sabe muchísimo más, pero si leo y veo …
Un fuerte abrazo para mis dos maestros preferidos. Y no os extrañéis tanto si cuelgo el teclado y sigo solo con la lectura. No es ningún castigo (yo diría que más bien es todo lo contrario).
Hay una pregunta de José Antonio que se me olvidó contestar; pero que ahora lo hago.
Desde siempre, los niños me han despertado una enorme ternura; no solamente cuando he sido abuelo de Abel. Es la razón por la que me entiendo bastante bien con ellos: logro ponerme a sus niveles, de manera que muy pronto establezco contacto de forma bastante natural, sin tener que crear un ambiente un tanto forzado o artificial que pronto se viene abajo.
Una de mis hermanas, María, que es médica, siempre me dice que yo hubiera sido un buen pediatra; y puede que tenga razón.
Con Abel me lo paso fenomenal. No hago de profesor, ni de observador, sino que lo cuido de modo de manera que logro participar en sus actividades, disfrutando de sus ocurrencias, pero, claro, teniendo en cuenta que es pequeño y necesita vigilancia y atenciones.
Espero que esto aclare un poco la pregunta que me hacías.
Un abrazo.
Aureliano
( Como acababa de leer tu respuesta a Belén, mi comentario anterior quedó en la semana que no debía. Si quieres y puedes, Miguel Ángel, debería ir como respuesta al penúltimo comentario de Aureliano).
Aclarada queda mi curiosidad, abuelo. Que disfrutes de tu pequeñajo y de todo lo que sueles hacer en “el país vecino”.
Un cariñoso saludo para los dos.
Querido José Antonio:
Para que el comentario aparezca como tuyo en el lugar adecuado (y no como si fuera del administrador del blog) deberías copiarlo y colocarlo en el lugar debido. Es decir, como respuesta a Aureliano, no como respuesta a Belén. Te digo que puedes copiarlo para que no lo tengas que repetir.Y el que está ahora como respuesta a Belén, lo puedes borrar o dejar.
De verdad que me alegró verte de nuevo. Y que me alegría más que recuperaras la intensidad de la presencia ue tenían hace algunos tiempo. Comentaaristas como tú hacen bueno un blog.
Dedicaré el artículo del sábado a dar la bienvenida al nuevo curso escolar, como hago cada año a primeros de septiembre.
Un gran abrazo.
MÁS
Amigo José Antonio: A pesar de que el escrito en el me indicas algunas observaciones aparece en ‘La autoridad del docente’, lo cierto es que lo he leído con atención. Y tienes razón en tus anotaciones.
En mi descarga, te puedo decir que, antes de salir para Madrid, envié al director de los diarios digitales de Andalucía cuatro artículos de manera anticipada, (tres sobre Vincent van Gogh y el de ‘Adopción familiar’), al tiempo que para Azagala remití otros tres distintos. Esto conlleva que me era muy complicado que todos aparecieran con la pulcritud lingüística y literaria que deseo.
De ningún modo me voy a molestar, y, menos aún, ‘cabrear’, porque me corrijan. ¡Ojala contara a mi lado siempre con alguien que me leyera los artículos antes de remitirlos a sus destinos correspondientes!
Fíjate si soy consciente del valor que tiene un texto que aparece con toda corrección que te pongo un ejemplo concreto: no hace mucho acabé de leer los cuatro volúmenes de los cuentos completos de Antón P. Chéjov publicados en la editorial Páginas de Espuma.
Cada volumen tiene cerca o más de mil páginas. La edición (magnífica) corre a cargo de Paul Viejo. Con un papel crema especial que da lugar a que se valore la edición impresa… Y, sin embargo, he tropezado con algunas erratas tipográficas que, al verlas, internamente me he dicho: “¡Qué pena que aparezcan estas pequeñas ‘manchas’ en unos textos magníficos!”
De todos modos, soy consciente que las editoriales deben contar con buenos correctores de pruebas para que salgan impecables los textos. Y no todas pueden.
Bueno, voy cerrando, ya que me espera preparar la maleta, ya que mañana salimos hacia la ciudad condal para estar con esa criatura que “siempre va riendo” (y, claro, también a sus padres).
Un abrazo, y sigue los consejos del ‘jefe’ referidos a tu participación en el blog.
Aureliano
Saludos a todos y también a Usted Dr Santos
Hablar en la escuela.El niño que ingresa a la clase de tres, cuatro o cinco años, regularmente sigue en el fortalecimiento de la lengua oral Y siendo así, ¿Cuál es nuestro papel como docentes?:brindar a los estudiantes los ejes clave y la confianza para que expresen sus necesidades, formulen pedidos, compartan sentimientos, narren anécdotas o relatos. De igual manera, contar con un aula colaborativa es deseable, aunque por otro lado a veces la realidad pone freno porque aparece en escena el bullicio y luego a veces, también se suma que toma su tiempo cumplir con los tópicos de los programas son cortos y algunos docentes consideran que la narración, de parte de los estudiantes, toma mucho tiempo Pero y luego a veces se preguntan ¿Por qué los estudiantes no sabe expresarse? ¿Por qué no escriben textos con argumentos?. Claro, considerar que narrar necesita de que las personas experimenten. De igual manera, narrar se inserta en el campo de la formación docente porque entre otras cosas, te permite evaluar lo que saben tus alumnos de aquello que todavía no les has enseñado y lo que necesitas reforzar. Excelentes el artículo y los análisis Dr Guerrra.
Querida Lourdes:
También y puedo decir que tu comentario es excelente. Porque plantea los dos ejes fundamentales de la cuestión:
– el de la necesidad de que el docente sea un buen narrador, un buen contador de historias… Que sepa encantar con la palabra.
– el dela necesidad de que el docente enseñe a expresarse a sus alumnos y alumnas.
Es verdad lo que dices. Algunas veces los porofesores piensan que pierden el tiempo cuando dan la palabra sus alumnos, cuando hacen silencio para que ellos hablen…
Dice Ruben Alves en el precioso libro La alegría de enseñar: Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra… Por eso el profesor nunca muere”.
Muchas gracias.
Besos.
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