Pronto empieza un nuevo curso escolar. Año tras año se van consumiendo los tiempos de la vida profesional del docente. De manera casi imperceptible van cayendo las hojas del calendario. Algunos, al llegar septiembre, van a ir a su escuela diciendo: me quedan tres años, me quedan dos años, es mi último año… Yo creí que eso siempre les pasaba a los demás. Un día me llegó el turno. Y ya estoy jubilado.
Los alumnos y alumnas siguen teniendo cada año la misma edad, pero el profesor va realizando una suma inexorable de uno, más uno, más uno. Hasta que llega el final. Puede ser que algunos profesores que me lean estén a las puertas del último año. En ese caso, ¿qué sienten?, ¿qué les pasa?
Las fechas próximas a la jubilación constituyen para mí un buen instrumento de medida del compromiso con la profesión docente. Las vísperas de la fecha en la que el docente va a dejar definitivamente la tarea que ha realizado durante años permite diagnosticar lo que ha sucedido en su trayectoria profesional.
Me preocupa oír decir a algún colega, con un profundo sentimiento que mezcla rabia y decepción:
– Me queda un año para la jubilación Cuando ésta llegue voy a salir corriendo por la puerta de la escuela y no me va a alcanzar ni un vehículo a mil por hora.
¿Qué le ha pasado a ese docente? ¿Qué le está pasando? ¿Quién ha provocado en su corazón ese inquietante sentimiento de tristeza? ¿Está resentido por los políticos que no han cuidado de forma solícita e inteligente la profesión? ¿Se debe a los padres y a las madres que se han relacionado con él de forma despectiva y exigente? ¿Nace de los alumnos que no se han mostrado suficientemente aplicados y afectuosos? ¿Tiene origen en los compañeros y compañeras que no se han mostrado cercanos y sensibles? ¿Ha sido suscitado por los directivos que han sido tóxicos en sus relaciones con la comunidad? ¿O tiene su origen básicamente en su propia actitud, más cercana a la comodidad que al sacrificio, a la rutina que a la innovación, neutralidad que al compromiso, a la frialdad que a la emoción? Sea cual sea la causa, queda poco tiempo para solucionar el problema y acercarse al punto final con vigor, con optimismo y con pasión. La reacción es posible gracias al gradiente de la meta. Cuando los corredores están cerca del final, sacan fuerzas de flaqueza y aceleran la marcha en un sprint definitivo. La meta ejerce ese poder estimulante y acelerador. Cuanto más cerca se está de la meta, más esfuerzos se hacen por llegar.
Me ha pasado hace dos días mientras realizaba el descenso del río Sella (Arriondas .Asturias) en canoa. Pasados los primeros 14 kilómetros remando, cuando las fuerzas se agotaban, la proximidad del final de la carrera sacó energía de mi flaqueza. Creí que llegaría agotado o que no llegaría, pero cuando vi los carteles de la meta, intensifiqué la rapidez y la intensidad. Llegué felizmente.
El gradiente de la meta (o el gradiente de meta, como dicen muchos textos) funciona también en el mundo de los negocios. Lo saben los expertos en marketing. Se consume más cuando se está cerca de obtener una recompensa.
¿Por qué digo que me preocupa el que un profesional de la enseñanza viva las vísperas de la jubilación con una actitud pesimista? Pues porque lo que podría ser un momento feliz y entusiasta, él lo vive como una forma de alejarse de un sufrimiento inevitable. Porque esa actitud muestra la tragedia que está viviendo. Es una enorme tristeza vivir así. Para el docente y para los alumnos y los compañeros de escuela.
Qué diferente la actitud de quien vive esa fecha como el punto final de una hermosa trayectoria:
– Estoy temiendo que llegue el día de mi jubilación. No sé cómo voy a vivir alejado de mi escuela, de mis alumnos y de mi tarea.
Son sentimientos antagónicos que nacen de experiencias también antagónicas. ¿Por qué unos sienten irse y otros se alegran de hacerlo? ¿Por qué a unos se les hace el tiempo eterno mientras ese momento llega y a otros les parece que el tiempo vuela?
Hablaba Bergson del tiempo subjetivo. No se derrite, decía, a la misma velocidad un azucarillo en el agua para el sediento que para el saciado. No pasan a la misma velocidad los cinco minutos últimos del partido para el equipo que gana por la mínima diferencia que para el equipo que pierde.
Los tiempos no corren de la misma manera para el profesor comprometido, entusiasmado, apasionado por su profesión que para el que, adocenado y desanimado, arrastra las horas de las clases como si se tratara de una condena.
La pregunta que me hago en este artículo es la siguiente: ¿con qué actitud esperamos el momento de la jubilación, el momento de decir adiós al trabajo que hemos realizado durante la vida?
Me gusta decir que la jubilación debería ser un derecho, pero no una obligación. ¿Usted quiere irse? Váyase. ¿Usted quiere quedarse? Quédese. Quédese mientras pueda hacerlo bien. Cuando la ley impide continuar en caso de que el trabajador pueda y quiera seguir, se podría acusar al legislador de discriminador por la edad.
Puede haber casos de mala salud o de vivencia de experiencias ingratas. En ese caso sería una crueldad obligar a seguir en la brecha a quien ya no puede o no quiere seguir.
Y aquí está la otra cara de la moneda. ¿Qué dicen los que se quedan del que pronto tendrá que irse? ¿Qué dicen los alumnos, las familias, los directivos y los compañeros?
Porque, si los alumnos preguntan cuántos años le quedan para jubilarse a un profesor y lo preguntan con el evidente deseo de que la respuesta sea “nada”, nos encontramos con un caso significativo de mala práctica. Qué negativo seria el hecho de que los compañeros estuviesen deseando que llegase la fecha de jubilación de un compañero. Qué triste sería que dijesen:
– A ver si se jubila y nos deja en paz.
Para que los profesores universitarios podamos disfrutar (yo digo disfrutar) de la condición de eméritos, hacen falta dos requisitos, igualmente importantes. Que la Agencia de Evaluación del Conocimiento evalúe positivamente el curriculum y que el Departamento y la Facultad den el visto bueno a la continuidad del solicitante. He conocido casos en los que la Agencia dijo sí y el Departamento dijo no. Es decir, los colegas pensaron que sería mejor el trabajo sin la presencia de quien iba tenía que jubilarse y quería seguir. Por algo será.
No sé en qué lugar leí que la felicidad humana descansa sobre este trípode: el lugar donde se vive, el trabajo que se realiza y las personas con las que se comparte la vida. Sin la pata del trípode del trabajo es imposible conseguir la felicidad. Y no hay señal más clara de inteligencia que desarrollar la capacidad de ser felices y de ser buenas personas.
Este artículo es una invitación a quienes están cerca de la meta. Una invitación a que pongan en marcha el acelerador de las ilusiones. En beneficio de sus últimos alumnos y en beneficio también de su propia experiencia personal y profesional. No es igual llegar a la meta lleno de satisfacción que inmerso en tristes decepciones.
Miguel Ángel, llevo en la docencia 30 años y en la dirección de un centro 16. A lo largo de mi carrera profesional he recibido importantes premios personales y al centro (los que más me han llenado de satisfacción) y la trayectoria en general ha sido muy satisfactoria: hemos sido capaces de sacar adelante un centro de difícil desempeño. Aún así, cercana mi edad de jubilación, te diré que también tengo ganas de “pasar el relevo”, no porque esté “quemado” (aunque sí algo cansado) sino porque la lucha diaria con la administración ( visible en falta de recursos, recortes en plantillas y unidades, ignorancia de la realidad de la escuela…) llega a desesperarte.
El mal de Escuela (Daniel Pennac) no está en los docentes, ni en las familias, ni en el alumnado, ni mucho menos; muchos maestros y maestras se van desencantados porque esta Educación no tiene futuro, va a la deriva y “funciona” por el interés desmedido y altruista de cientos de docentes que se levantan todas las mañanas con una profesionalidad que ya quisieran otros sectores de la sociedad.
Estimado Miguel
Gracias por compartir tu ejemplar experiencia con todos los lectores y lectoras de El Adarve.
Enhorabuena por tus premios individuales y colectivos. Estoy seguro de que no han sido concedidos de forma gratuita.
Es descorazonar, en efecto, que quienes están pagados por la sociedad para ayudar, motivar y orientar sean los causantes de tanto desaliento.
Me gustó mucho “Mal de escuela” no solo por lo que dice sino por cómo lo dice. No en vano, Daniel Penca es un excelente escritor, además de veterano docente. Probablemente jubilado porque cuando escribió ese libro ya tenía 60 años.
Es lógico el cansancio, es lógico el deseo del relevo. Pero me parece estupendo que digas que no es fruto de estar “quemado”.
Te deseo lo mejor para estosúltimos años de trabajo. Que tenga efecto el gradiente de la meta.
Un abrazo.
MÁS
Querido Maestro!
Es usted un ser tan excepcional que merece los méritos que tiene y me refiero a nivel profesional y al personal.
Pero le digo no a todo el mundo le salen tan bien las cosas.
A veces es el destino, otra la suerte….
He luchado durante toda mi vida por tener un trabajo digno, que me llenara mi deseo de realizarme en la vida.
Las circunstancias adversas me lo han puesto siempre difícil.
Y le digo lo ansiaba ante todas las cosas.
Creía que ahí radicaba la felicidad. Pero le digo he cambiado mi opinión. Ahora que estoy prejubilada por enfermedad, valora más la salud que es mi prioridad.
Como decía en su comentario el tiempo te hace cambiar el sentido de la felicidad.
Hoy por hoy teniendo mi salud un poco deteriorada pienso que la felicidad con trabajo o sin él, te la da los momentos agradables que te ofrece la vida, la gente que te da afectos sin merecerlo , quien a pesar de todo te ama y te cuida, los pequeños amores que llegan a tu vida, el amor hacia el prójimo y hacia ti mismo y todas las cosas que te engrandecen el día a día.
De los pilares para ser feliz me quedo con vivir en un entorno agradable que te ofrezca bienestar y mis grandes y pequeños amores que me engrandecen el alma.
Que más puedo pedir?
Nunca se nos da todo lo que pedimos pero conformarse con lo que se ha obtenido es una genial actitud.
Saludos para todos y me despido con un cordial abrazo.
Querida Lola:
Es verdad. Quienes hemos tenido buena salud, olvidamos que es un condicionante poderoso de todo lo que hacemos y del estilo de vida que adoptamos.
De tus palabras deduzco también que no es posible generalizar con rigor, aunque sea fácil hacer generalizaciones. Cada persona es diferente. Y sus circunstancias también lo son.
Tú has sido superar las dificultades. Esa es la actitud positiva en la vida.
Muchas gracias, querida loly, por l lección que nos ofreces con tu sinceridad y tu experiencia de superación.
Besos.
MÁS
Querido Miguel Ángel:
Cuando cambié la actividad de arquitecto a la de docente fui consciente del paso que daba. Entendía que renunciaba a continuar en un trabajo que me gustaba a otro que me gustaba aún más, por lo que yo también siempre entendí que la jubilación era cosa de otros.
Ya estoy jubilado, pero continúo como profesor honorario por aceptación unánime del Departamento y, a continuación, por la Universidad de Córdoba.
Este año ha sido de un enorme disfrute, pues he continuado en mi despacho (compartido con Flora), sigo impartiendo algunas clases, ayudo a compañeros y compañeras en los TFG y TFM, dirijo investigaciones, sigo escribiendo y publicando… Y todo ello sin el estricto horario anterior.
¿Es, pues, la Universidad española “un paraíso” del que no conviene alejarse?
¡Qué va! Uno podría escribir un libro con todos los males que padece; no obstante, hay espacios suficientes de disfrute, que son a los que acudo para continuar hasta que las fuerzas fallen.
Puesto que creo que volveré a participar en esta semana, solo quisiera comentarte una de las frases que incorporas en el artículo.
El día del homenaje que se nos hizo en la Facultad a quienes nos jubilábamos, les comenté a dos compañeros de otra sección que yo entendía que “la jubilación debería ser un derecho; no una obligación”.
Recuerdo que se “mosquearon” enormemente, ya que ellos estaban esperando impacientes el día de la jubilación y sintieron algo así como que les minusvaloraba porque yo, entusiasmado, iba a continuar.
Un abrazo, y seguro que volveré con otros comentarios, pues el tema da para mucho.
Aureliano
Querido Aurreliano:
¿Has visto qué coincidencia la de tu artículo en Azalaga (al que remito a los lectores y lectoras) y el tema que elegí para esta semana? No es que me lo sugiriera, es que ya estaba escrito.
Tú caso es similar al mío. Yo también continué utilizando mi despacho y realizando algunas tareas docentes.
Lo que dejé fue la dirección del grupo de investigación, que heredó una compañera.
Es una lástima que no se aproveche la experiencia de quienes quieren y pueden seguir.
No me sorprende en tu caso que hubiera unanimidad en la decisión del Departamento respecto a tu continuidad. Me parece un buen requisito.
Lo que no me parece justo es que, desde hace algunos años, en muchas universidades, se haya “castigado” económicamente e los profesores eméritos.
Un cordial saludo.
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Hola a todo el mundo.
Los libritos de papel de liar tabaco de la postguerra, al final cuando ya solo quedaban cinco o seis hojas de papel de liar, salía una hoja roja. Esta hoja tenía por cometido avisar de que el librito se estaba acabando. El ya difunto Don Miguel Delibes, escritor y Catedrático de Derecho Mercantil de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid, escribió en la década de los cincuenta una novela llamada “La hoja roja”. Es una metáfora de la hoja roja del librito de fumar aplicada a la jubilación. Trata de la vida de un funcionario viudo cuando se jubila. Las costumbres de aquella época han cambiado un poco, pero es un libro interesante, algunos nos podemos ver reflejados en él. Claro, ahora los tiempos han cambiado. Cada cual es un mundo. Como bien dicen el Sr. Guerra y otros contertulios, los habrá de todos los colores y pareceres. Cada uno con sus motivos, evidentemente. Vaya, qué aburrido me está saliendo, perdón. A lo que iba, a mí de lo que más emociones me produce es cuando me atribuyen un mérito no trabajado ni sufrido. Me ha ocurrido a veces. Yo, yo, me quedo al cuidado de tal crio para que vayáis tranquilos a tal boda, ellos flipan de mi generosidad, y yo más de que me he librado de ir a tal boda. Sea así o similar la situación de Don José, un maestro de los de antes, natural de Alfarnate, provincia de Málaga, profesor de Matemáticas y de Física y Química, severo pero equitativo, casado con mujer de oficio “sus labores”, le conozco con otro nombre. Algo machista ella, pero reconvirtiéndose al feminismo e igualdad de género a fuerza de ver la Sexta y Telecinco. Los hijos ya emancipados. En casa, su cónyuge y su suegra ya nonagenaria. Él, un apasionado de su trabajo, aunque algo cansado de los nuevos tiempos a los que no termina de adaptarse. Ahora los críos de segundo de la ESO le llaman Pepe, le costó disgustos el cambio nominativo pero ahora lo lleva muy bien. En breve le saldrá la hoja roja de librito de su oficio. Tiene la opción de prorrogarlo con seguridad al menos a nivel particular en alguna academia de prestigio. Solo de imaginar su vida jubilado le entran ganas de morirse. Imagina a su mujer sin parar de darle la vara todo el rato. Todos los días de la semana, su mujer diciéndole que si no me ayudas nada, que si no me llevas a ningún viaje, que si el reparto de las tareas de la casa, que viene a comer la niña con el novio de la niña y he hecho porras antequeranas pero no tengo vinagre. Échale limón. Que no Pepe, que no es igual. Pues ponlas un rato cerca de tu madre, que con la cara de vinagre que tiene algo de sabor cogerán. Ya estamos Pepe, a mi madre la dejas en paz. Y Pepe suda que te suda de solo imaginar la situación, viéndose Pepe un Domingo 18 de Agosto a las dos de la tarde, con cuarenta y dos grados a la sombra, recorriendo todas las gasolineras de la ciudad en busca de la botella de vinagre para las porras antequeranas que ha preparado su amado cónyuge para así dar gusto al futurible yerno y esposo de la amada hija. Pepe recapitula, y recuerda que su padre falleció mientras cavaba una viña, se lo encontraron muerto, sentado al lado de una cepa, a la edad de 94 años y con un cigarro aún encendido en la mano. Pepe decide no jubilarse nunca.
Que tengan buena tarde, y mejor jubilación -los que por ella opten-.
Estimado Don Quintiliano:
Qué hermosa metáfora la de la hoja roja. No me extraña que el extraordinario Miguel Delibes la utilizara para una de sus novelas.
Un buen título para el tema que he tratado en este artículo.
Mi abuelo paterno y mi padre fueron empedernidos fumadores y yo no conocía la hoja roja que anunciaba el fin.
Me gusta ese personaje que describes tan bien bajo los nombres de Don José y de Pepe.
No me extraña que ya eche de menos lo que inexorablemente tendrá que dejar. Es un hombre afortunado. A pesar de que tenga buscar vinagre por las gasolineras de la zona.
Un gran abrazo y gracias.
Tus plantas te aclamarán en este agosto.
MÁS
De acuerdo con todo lo que dices. Yo aún no pienso en jubilarme. Me encanta mi trabajo cuando el ambiente que me rodea es el que tiene que ser: de compañeros, el de una dirección como un día me dijiste que facilita el trabajo. Como no quiero jubilarme empiezo este año, este septiembre en otro centro pero estoy ilusionada como si fuera mi primer destino. Así que agradezco a aquellos que hicieron la vida imposible en estos últimos cursos en mi centro para sentir nuevamente iluisones y muchas ganas de volver en septiembre a mi trabajo.
Querida María Jesús:
Qué alegría verte por aquí.
Es una buena noticia que hayas podido dejar detrás el mal ambiente que, sin duda, resulta asfixiante.
Ojalá disfrutes de una etapa nueva, llena de ilusiones.
Besos y gracias.
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Hola MÁS. Entre baño y baño te leo semanalmente…
Leyendo tu artículo de esta semana y los comentarios realizados hasta el momento, me pregunto ¿Cuál es la meta? Te recuerdo que en el ciclismo existen las metas volantes…
Si la meta es la jubilación, entiendo perfectamente cualquier postura, la de tu mujer y la tuya. Si la meta es la muerte, la jubilación es simplemente una meta volante….
Desde mi punto de vista, y soy alguien al que le gusta la docencia, la jubilación es una meta volante porque en esta vida existe múltiples “submetas” (uso este término para evitar una redundancia)… Y tú eres un ejemplo de ello. No paras… a pesar de estar jubiloso…
A mi me preocupa que en la docencia haya gente que la meta sea obtener una plaza (interina o definitiva) y ahí se quede, que también los hay… ¿Cuánto tiempo les quedará a éstos y a éstas de penitencia? ¿y a su alumnado?
Al ritmo que pasan los años cuando cumples muchos… y a mi que van quedando unos cuantos colacaos para llegar a mi jubilación, la verdad es que no me preocupa, tengo múltiples proyectos para no aburrirme. Ni creo que sea imprescindible mi presencia en la docencia. Aquí no se quedará nadie y sin embargo la vida seguirá en nuestros descendientes (sin no nos cargamos el planeta antes).
En los años que nos queda en este convento, no me cagaré dentro (como se suele decir) intentaré seguir formándome para intentar dar lo mejor de mi a mi alumnado, en beneficio propio y de ellos. Porque después de 28 cursos aún sigo yendo al cole de buen grado y no degradado.
Un abrazo allí donde estés MASco Polo.
Querida Juan Carlos:
Siempre me acuerdo, en los veranos, de tu sombrilla, bajo la cual lees y escribes.
Cuando hablo de la meta me refiero a la vida laboral. No hablo de la muerte, como punto final. Hablo de la jubilación.
Tienes razón cuando hablas del interesado y de los alumnos y compañeros.
Es tremendo que algunos estén deseando irse. Es también inquietante que la comunidad desee que alguien se vaya definitivamente.
Que sigas disfrutando.
Un abrazo y gracias por tus palabras y por tu ingenio. (imagino que tus chicos juegan en el agua al “Marco Polo”).
MÁS
La metáfora de la hoja roja que describe Don Quintiliano es magnífico. Me ha encantado.
Este artículo ha sido para mí como la hora roja. Me ha advertido de que no me queda mucho para jubilarme.
Y me ha animado a vivir ese tiempo con más entusiasmo, con más intensidad, con más pasión.
Muchas gracias.
Estimado Marcos:
Gracias por haber dedicado tu tiempo a leerme y por haberte tomado la molestia de escribir.
Me alegra mucho saber que la cercanía de la jubilación te servirá, después de la lectura, para poner un nuevo empeño y un mayor entusiasmo.
No es igual abandonar el trabajo de una manera que de otra.
No es igual que en el recuerdo primer las alegrías que las decepciones.
Un gran abrazo.
MÁS
Saludos a todos y apreciado Dr. Santos, saludos
21 de Agosto Feliz cumpleaños!!! Apreciado Dr. Que la pase muy bien en compañía de su apreciable familia. Así también, maravillosas y ciertas las palabras comparte en el artículo “El gradiente de la meta”. Tiene razón, a veces empieza un nuevo curso escolar y escuchas a los colegas contar como en cuenta regresiva, los años que les faltan por dejar el servicio docente, Y si justo lo que bien menciona, que preocupa la evaluación de la felicidad de los profesionales de la educación al prestar servicios educativos, mientras que algunos lo ven como una tortura, otros temen que llegue el día de su jubilación porque no saben cómo vivir alejados de las paredes del plantel, de sus alumnos, de sus colegas y de sus tareas. Pero me inquietaron y me quedó con sus palabras que deben focos de atención y servir de mejora cuando las personas dijesen – A ver si se jubila y nos deja en paz. O bien algunos los colegas pensasen que sería mejor el trabajo sin la presencia de quien iba tenía que jubilarse y quería seguir. No es igual llegar a la meta lleno de satisfacción que inmerso en tristes decepciones. Y como bien mencionó en una conferencia Dr., lo único que no podemos reponer el tiempo y pasar la mayor parte del tiempo enojado o enojada para llegar un momento que se considera el más feliz, creo no eso no es bien vivir. Llegar a la meta se disfruta más haciendo feliz a otros en el proceso, tal como lo hace Usted. Gracias, me encantó todo.
Querida Lourdes:
Felicidades también para ti, en tu cumpleaños.
Qé hermosa coincidencia.
Me gusta citar al escritor francés Edmond Rostand de quien se cuenta que el día que cumplió 80 años se miró en el espejo y dijo:
– Desde luego los espejos ya no son lo que eran.
Creo que tenía una excelente salud emocional.
Me preocupa la persona que con 25 años se mira en el espejo y dice:
– Soy un pellejo horrible.
Que diferente actitud.
En cuanto al tema de la semana creo que estamos de acuerdo que en que hay formas muy diferentes de acercarse a la edad de jubilación. Y que algunas son deseables y otras preocupantes. Tanto para quienes se jubilan como para quienes continúan.
Beso y FELIZ DÍA.
Me gusta decir: felicidades y felicidad-des.
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¡Felicidades, MIguel Ángel!
Espero que pases un gran día con Lourdes y Carla.
Un fuerte abrazo desde Madrid.
Aureliano
Me uno a las felicitaciones, aunque lleguen con un poco de retraso….
Querido Juan Carlos:
No hay retraso.
Las felicitaciones del cumpleaños sirven hasta que no llegue el próximo 21 de agosto.
Muchas gracias, amigo.
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A mí me preocupan los casos en los que los profesionales quieren seguir y los que se quedan en la escuela quieren que se vayan.
Es muy triste pensar que una comunidad piense que se va a sentir mejor sin uno de sus integrantes.
¿Qué es lo que está aportando si los que están aliado prefieren que no esté quien lo aporta?
Sería bueno hacer una hipotética encuesta en las excusadas con esta pregunta: ¿Desea usted que se jubile Fulanito o Fulanita de tal?
Y que se preguntase no solo sí o no sino POR QUÉ.
Querida Marta:
Ese pensamiento meta perseguido siempre. De hecho, me brindé un lema (que luego he repetido muchas veces) que tenía que ver con él: QUE MI ESCUELA SEA MEJOR PRQUE YO TRABAJO EN ELLA.
Me parece tremendo eso que dices, es decir, que los demás estén deseando que alguien se vaya porque es una rémora para la comunidad.
Lo pensé muchas veces mientras trabajaba: ¿qué sucedería si me fuese para siempre?, ¿que pensarían los que se quedan?
Besos y gracias.
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