Carta abierta a un antipedagogo

28 Oct

Distinguido anti: Me cuesta mucho entender que haya alguien a quien le define la etiqueta de “anti”. Es decir, que lo que más le importa es la descalificación de algo o de alguien. En su caso, de algo y de alguien. A usted le molestamos y le irritamos quienes nos dedicamos al estudio de la pedagogía. Y la pedagogía en sí. Ha escrito un libro titulado “Manifiesto antipedagógico”. Y alguno más en esa línea.

No sé si agradecerle o reprocharle la importancia que nos concede. Considera que nuestra influencia es tan grande que afirma, con toda rotundidad y un tono agresivo nada disimulado, que nosotros solitos hemos sido capaces de destruir en España (no sé si en el mundo) la calidad de la educación.

Es curioso. Para usted todos los pedagogos y todas las pedagogas gozamos o padecemos la misma dolencia de la ignorancia supina. Considera incluso que nos conjuramos -qué perversidad la nuestra- para acabar con la magnífica madera de docente que tiene usted y otros que siguen su tesis básica: “la ridiculez de enseñar a enseñar”. Pero bueno, parece que, en su caso al menos, no hemos conseguido nuestros perversos fines.

Nos mete a todos en el mismo saco de indocumentados y de sectarios y se queda tan tranquilo. Bueno, tan tranquilo no, tan orgulloso. Como si no hubiera diferencia alguna entre unos y otros, entre unas teorías y otras. Como si no hubiera habido grandes pensadores y grandes teorías que han iluminado el complejo mundo de la enseñanza. En ese saco indeseable de los pedagogos estará incluida, supongo, la vida y la obra de Paulo Freire, de María Montessori, de Francisco Ferrer y Guardia, de Célestin Freinet, de Juan Enrique Pestalozzi, de Jean Jacques Rousseau, de Lev Semiónovich Vigotski, de William Heard Kilpatrick, de Friedich Fröebel, de Rafael Ramírez Castañeda, de Philippe Merieu, de Philippe Perrenoud, de Juan Federico Herbart, de Francisco Larroyo, de Michael Lobrot, de John Dewey, de Sthephen Ball, de Henry Giroux, de Ovidio Decroly, de Ramón Gallegos Nava, de Jerome Bruner, de Alexander Neill, de Emilio Durkheim, de Anton Makarenko, de Jean Piaget, de Bogdan Suchodoslki, de Michael Lobrot, de Andy Hargreaves, de Laurence Stenhouse, de John Eliot, de Michael Appel… ¡Todos a la basura! ¡Todo a la basura! Qué decir de sus criticados y fustigados José Gimeno, Ángel Pérez, Jorge Torres, José Manuel Esteve…¡Todos a la basura! ¡Todo a la basura!

Todas las investigaciones, todas las tesis doctorales, todos los libros, todos los artículos, todos los trabajos realizados por pedagogos (no sobre pedagogía, porque usted también escribe sobre pedagogía…, aunque, por supuesto, lo suyo es diferente; lo suyo, por ser suyo, es bueno) son detestables, en parte por superficiales, en parte por erróneos, siempre por innecesarios e inútiles.

Para realizar la descalificación utiliza un procedimiento “muy científico”. Elige un párrafo de un artículo (de prensa, por ejemplo) y lo somete a la exégesis de sus apreciaciones. Por cierto, nunca he visto ni una de sus afirmaciones sustentadas en una investigación. Son todas el fruto de sus argumentos, basados en lo que usted considera sentido común. Su sentido común. Su verdad. La verdad, en definitiva.

He visto descalificar la obra ingente de algún colega, obra que ha sido valorada en medio mundo, con el comentario frívolo y presuntamente malintencionado, de un párrafo descontextualizado tomado de un artículo de divulgación.

Algunos de los textos que usted critica (algunos míos, por ejemplo) están tomados de un blog. Lo más valiente hubiera sido replicar al autor en los comentarios, de manera que dicho autor hubiera podido contestarle si lo hubiera considerado oportuno. Por cierto, el sistema que utiliza le resulta rentable. La mitad de sus libros son textos nuestros y la otra mitad son sus pintorescos comentarios. Debería pasarnos la mitad de los derechos de autor.

A usted le gusta coger el rábano por las hojas. A usted le entretiene buscarle tres pies al gato. Y eso se consigue fácilmente buscando frases o párrafos aislados, muchas veces tergiversados en la hermenéutica de unos planteamientos rancios y asilvestrados. Y, siempre descontextualizados. Y, así, se burla de la atención a la diversidad, de los métodos participativos, de la buena relación con los alumnos…

Es curioso que resultándole a usted los textos pedagógicos tan erróneos, disparatados o vacíos dedique tanto tiempo a leerlos y a comentarlos. Bueno, mejor dicho, a zaherir a sus autores. Y acaso es eso lo que le guste. A mí, en su lugar, me preocuparía tener ese perfil psicológico. Me inquietaría vivir instalado en esa actitud hostil.

Esas tesis encuentran mucho eco en quien se muestra reacio a saber psicología del aprendizaje, didáctica general, didáctica específica de su materia, sociología dela educación, organización escolar o psicología de la infancia y de la adolescencia, por ejemplo. Y, por supuesto, en aquellos que piensan que lo que tiene que hacer el profesor es saber mucho (estoy de acuerdo) dictar bien su clase y, después, el que aprenda bien y el que no, peor para él.

Sus tesis, ilustre anti, calan muy bien en quienes piensan que basta dominar la asignatura (repito, hay que dominarla, nunca he despreciado los contenidos) y sueltan sus lecciones de forma aséptica. Cuando los alumnos y las alumnas no aprenden, siempre será por culpa de quien no se esfuerza, de quien está desmotivado, de quien es torpe o de quien viene mal preparado del nivel anterior. Allá ellos. Yo pienso, por el contrario, como Emilio Lledó, que esta profesión gana autoridad por el amor a lo que se enseña y el amor a quienes se enseña.

Lo peor de su postura no es la ligereza en el análisis, la cortedad de algunos argumentos, ni el simplismo de sus tesis ni la demagogia de sus alegatos. Lo peor es el insulto descarado y la descalificación indecente de un colectivo.

No me cabe duda de que en nuestros libros y artículos habrá tesis mal defendidas, argumentos poco rigurosos, afirmaciones gratuitas e, incluso, falaces. Pero descalificar toda las obras, a todos los autores y en todos los tiempos es un despropósito intelectual y una agresión inmoral.

En todos los países del mundo se insiste cada vez más en la necesidad de la formación pedagógica del profesorado porque una cosa es saber matemáticas y otra muy distinta saber enseñar matemáticas. Una cosa es dominar una materia y otra saber despertar en otros el deseo de conocerla. Salvo ustedes, ilustres antipedagogos, nadie duda de que son necesarias competencias especificas para enseñar: competencias relacionadas con el saber, el saber hacer, el saber querer y el saber ser. Porque la docencia no es una profesión inespecífica.

He leído miles de libros, he dirigido y juzgado muchas tesis, he asesorado muchos trabajos e investigaciones y creo que existe un cuerpo de conocimientos que se ha ido construyendo durante muchos años, desde la teoría y la práctica y que no se puede despreciar desde la ignorancia de los mismos.

Y he dado muchas clases. Probablemente muchas más que usted. Porque los pedagogos no vivimos, como usted piensa y dice, en las nubes de nuestras pobres elucubraciones. Pisamos el suelo de la práctica. Puede haber pedagogos que muestran una seria incompetencia como docentes. Parece una contradicción con lo que estoy diciendo. Pero ese hecho no se debe a que sepan pedagogía sino a que no la practican adecuadamente.

Le he oído decir a alguno de ustedes que la solución a los problemas de la enseñanza sería que se cerrasen las facultades de Pedagogía. Y en ese tipo de argumentos totalitarios y despectivos es donde se muestra de forma más clara que en sus posturas pesa más la animadversión que la lógica.

Me parece estupendo que se nos critique, porque nos ayudará a ser más rigurosos, más esforzados. Me parece bien que se subrayen nuestras limitaciones, nuestros errores y nuestras deficiencias, pero no de esa manera tan burda, tan simplista, tan sectaria y tan malintencionada.

Bienvenida sea la crítica. Pero no olvide que criticar es discernir, no demoler. Bienvenida sea la crítica, pero aquella que pretenda ayudar, no fustigar. Bienvenida la crítica que nos ayude a pensar más y a ser mejores. No ésta a la que usted nos tiene acostumbrados. Un cordial saludo.

95 respuestas a «Carta abierta a un antipedagogo»

  1. No tengo el disgusto de conocer a ese individuo. Hay gente muy atrevida, o como se dice, hay gente para todo. Simplemente me parece demencial negar la pedagogía y la psicología y valorar solo el conocimiento. Las personas somos muchísimo más que un saco de conocimientos.
    Rapapolvo, Miguel Ángel, a mi modo de ver, bien merecido.
    Saludos

    • Querido Joaquín:
      No he podido sentarme un minuto desde que apareció el artículo. A las 9.25 (madrugador para un sábado) apareció tu comentario que agradezco. Vamos a tener en esta semana unos interesantes testimonios de quienes descalifican sin saber y de quienes desprecian lo que no conocen.
      Y me sorprende ese empeño en asegurar que la pedagogía no es una ciencia sin el menor argumento «científico». Yo creo que es un modo de defenderse de la lectura y del aprendizaje.
      Aunque creo que es una pérdida de tiempo, por consideración a la lectura que han hecho del artículo y al tiempo dedicado al comentario que aparezca, trataré de contestar a todos.
      Gracias por tus palabras. Son necesarias en este curioso debate.
      Un gran abrazo.
      MAS

  2. Miguel Ángel.

    A mi juicio (si es que lo tengo), el docente necesita adquirir unas competencias para ejercer su profesión que surjan de la ciencia: de la pedagogía, de la psicología, de la neurología, de la didáctica, de la filosofía, … También es cierto que no por disponer una amplia base científica en estos campos otorga capacidad para saber enseñar. Si fuese así, los alumnos en prácticas de la universidad deberían venir con una capacitación previa fruto de los conocimientos teóricos que ha aprendido, o cualquier opositor/a a maestro/a estaría plenamente capacitado para ejercer con precisión su función, y no te digo de los que ya estamos instalados en esta profesión…

    Pero, claro, existen otras competencias que las adquiere el docente por otros medios (la experiencia) o las posee de forma innata (el propio carácter del individuo).

    Debatir cual de los dos ámbitos inciden más en la formación docente sería radicalizar ante posturas extremas como las corrientes ambientalistas y la gentistas, o entre los defensores de la práxis versus teoría…

    Hablo por mi ( y no por todos mis compañeros, como se dice en el juego del escondite) tres años de diplomatura me aportaron poco en lo pedagógico o psicológico (quizás porque los planes de estudios de antaño -Plan 71- no fuesen los más adecuados), cinco años de oposiciones me aportaron bastante (fui formado por pedagogos y didáctas que enfocaban su formación de forma más directa hacia la escuela). Leo pedagogía con asiduidad porque necesito una base teórica en la que apoyar mi práctica. Leo a un pedagogo desde hace varios años de forma semanal para que me oriente y enseñe aspectos relacionados con la pedagogía y con muchos otros ámbitos de la vida. No puedo ser antipedagogo, otra cosa será que haya malos pedagogos… De la misma forma que no puedo ser antimaestro, aunque haya malos profesores….

    Por otro lado, insinto que lo baso en mi propia realidad, después de 27 años en esta profesión he aprendido mucho de la experiencia, sería un maestro nefasto si no lo hubiera hecho, pero cuanto más aprendo más consciente soy de mis infinitas limitaciones.

    Finalmente, considero que la función docente también está impregnada por la propia idiosincracia de cada persona, de su personalidad, de su carácter, de su forma ser y actuar… y eso, en muchos casos, se lleva innato, o se lleva aprendido de casa. Aunque también puede irse modificando poco a poco, para eso se necesita predisposición al cambio, motivación, interés por aprender de pedagogos, psicólogos, didactas,… y, como no, de la puesta en práctica en la realidad escolar.

    En estos casos suelo acudir a la frase de Sócrates -que debe ser otro condenado pedagogo o filósofo, no sé que es peor 🙂 – para ilustrar mi comentario «Solo sé que no sé nada». Amigo antipedagogo, el pensamiento seguía diciendo, los que se creen que lo saben todo están incapacitados para saber….

    Un abrazo para Miguel Ángel y José Antonio. Saludos al resto de los comentaristas.

    • Querido José Antonio:
      Creo que tu comentario es de un admirable equilibrio y de una gran sensatez. Hay contenidos que debe dominar el que enseña, saberes especializados sobre el arte/ciencia de enseñar, conocimientos que nacen de la experiencia y cualidades innatas que la persona posee.
      Ninguno tiene, a mi juicio, un valor absoluto. Todo es necesario para que tengamos un buen profesional. Es verdad, según creo, que no es suficiente tener conocimientos didácticos, pero claro que ayudan a realizar con más rigor el trabajo que se realiza.
      Muchas gracias por tantas cosas: por la lectura, por el comentario, por la sensatez y por el abrazo.
      Saludos cordiales.
      MAS

    • El objetivo de la pedagogía es la educación. Así pues, el pedagogo se dedica a educar.
      La tarea de educar es ardua y complicada ya q la educación es nuestro mayor legado. Nos forma en los valores de la vida para tomar decisiones, asumir responsabilidades, prevenir frustraciones, potenciar emociones. …..
      En definitiva, es lo q nos lleva a la independencia y la libertad. Un buen educador además de tener una buena formación académica ante todo ha de ser alguien con vocación y una gran sensibilidad, capacidad para el diálogo, empatia, paciencia y un sin fin de cualidades q hacen posibles los cambios intelectuales, emocionales y sociales.
      Es obvio q invertir en educación es una apuesta segura ya q siempre vamos a ganar

      • Querida Violeta:
        Gracias por la lectura y el comentario.
        Completamente de acuerdo.
        Besos y Feliz Año 2018.
        MAS

  3. A la atención de «anti»:

    No estoy dispuesto a soportar estupideces. No se lo admito. En lo que conozco al autor -Dr. Miguel Ángel Santos Guerra- me parecería insensato, maleducado e imprudente juzgar toda su obra. Entre otras razones porque no la conozco por completo. Menos aún, a los demás grandes referentes de la pedagogía.

    Infórmese con rigor antes de emitir un juicio. Y abandone las faltas de respeto si desea reciprocidad.

    Un saludo.

    https://sites.google.com/site/masmiguelangelsantosguerra/

    Aprovecho para agradecer a los escritores habituales de este blog sus aportaciones. De todos aprendo.

    Un cordial saludo.

    • Querido Juan Miguel:
      Agradezco tu postura tan clara, contundente y bienintencionada.
      Me sorprende mucho la virulencia de este discurso antipedagógico, del que me gustaría conocer las raíces.
      Me entristece esa animadversión, esa descalificación general, esas acusaciones pintorescas.
      Gracias por la lectura y la posición que tomas respecto a la pedagogía en general y respecto a mi trabajo y persona como profesional de la pedagogía.
      Un gran abrazo.
      MAS

      • Querido amigo y maestro:

        Nada que agradecer. Es de justicia.

        Sabía que había cierta corriente anti-pedagógica. No imaginaba la fuerza que estaba cobrando -incluso por parte de algunos licenciados en pedagogía-. Parece que se ha puesto de moda despreciar esta ciencia, si bien, en los tiempos que corren no está de moda valorar a la mayoría de instituciones ni personas. No está de moda apreciar el trabajo que hacen los demás. Es más fácil destruir que construir. Probablemente, para algunos sea más rentable descalificar para sobresalir que esforzarse en aportar algo útil a nuestra sociedad. En fin…

        Quizás sea necesaria MÁS pedagogía de la pedagogía.

        Me ha parecido increíble la negación de alguno de que es una ciencia… Ya no se trata de atender a ninguna bibliografía sobre la materia, sino a la más elemental definición de la RAE -salvo que tampoco se acepten las normas de la RAE como referencia-. Lo que he constatado claramente es que ni siquiera algunos observan y valoran las normas de convivencia más elementales sustentadas en el respeto. A partir de ahí, se pierde toda autoridad y credibilidad. Si la pedagogía tiene que ver, no solo con la enseñanza, sino con la educación, pienso que la destrucción del valor «extra» que nos proporciona la pedagogía, conlleva además la destrucción de la educación del propio individuo.

        Pero, incluso, si aceptara que no es una ciencia -y no es el caso, porque he aplicado la pedagogía a otros ámbitos ajenos a la escuela obteniendo resultados muy diversos previamente inimaginables-, sería una falta de respeto por mi parte despreciar experiencias de otras personas, sustentadas o no en el método científico -que, de hecho, algunos no saben o no quieren saber que puede ser positivista o cuantitativo, pero también etnográfico o cualitativo…-.

        A partir de un ser capaz de despreciar el esfuerzo de otros, no necesito más profundización. Sencillamente, si intuyo carencia de humanidad, pierdo la confianza en el discurso y en la autoría de quien lo mantiene.

        Muchas gracias por tu pedagogía y por luchar tantas veces contra corriente. Ya sabes, «solo a los peces muertos les arrastra…».

        Un gran abrazo.

    • Muy educado en su disertación, donde emite juicios de valor sin conocer la fuente primigenia. Un prodigio de higiene intelectual calificar, a partir de fragmentos inconexos, a una persona. Lo que Vd. no admite es que su afectuoso amigo se haya disgustado con un libro, (¡qué miedo, un libro!) y ya veo con cuánto cariño acoge el interesado tan inane defensa.
      Con este florilegio de descalificaciones de baja, desconectada o incoherente base, según casos, me van a oblligar a leer de nuevo el libro, porque mis distancias con el «peligroso autor» cuando veo tales reacciones, las voy a tener que revisar y confrontar con algunos pasajes leídos en los autores de la heteróclita lista del bloguero.
      Por cierto, que el musmo conocerá que una forma de toma de contacto previa con una tesis o un libro es un vistazo a las referencias bibliográficas, y en este caso, la ausencia de de hilo conductor…

  4. Espectacular argumentación y desmontaje de una persona “anti” simplista y baja de criterio.
    Que razón llevas temiendo por la vida en la que está instalada esta persona; desde lo anti nunca se construye.
    Una pena de gente que piensan que tienen la verdad absoluta.
    Muchas gracias por perseverar en la defensa de nuestra querida pedagogía. No conozco a nadie mejor que tú para ello. Un abrazo.

    • Querido Marcos:
      Muchas gracias por tu posición clara y contundente respecto a esta cuestión.
      Me cuesta creer que haya quien piense que no es necesario conocer psicología del aprendizaje, didáctica específica, didáctica específica y Organización Escolar… Como si la profesión de enseñar fuera inespecífica…
      Un gran abrazo.
      MAS

  5. Sr. Santos Guerra: dado que no comparto las falacias antiintelectuales, me gustaría recordar el curioso contraste entre este post y aquel en el que reproducía, tal cual, la carta de una persona que, desde su sola experiencia personal, culpaba al sarcasmo de un día de un presuntamente sarcástico profesor, un infierno neuropsiquiátrico que arruinó la existencia de la firmante. Ni un matiz.

    Su doble rasero lo califica intelectualmente a Vd., con este repentino ataque de dignidad y objetividad.

    No dejo de leer a estudiosos de la pedagogía, pero tampoco las fechas de sus escritos, y, dado que uno cayó en las malvadas redes del análisis del discurso, encuentra curiosas estructuras, presencias y omisiones de muchos estudiosos al comparar sus escritos de cuando eran consejeros áulicos y cuando cayeron en desgracia política, y se acabaron las gabelas para él y empezaron para otros.

    • Sr Juvenal:
      No sé de qué escrito habla Vd. Pero no creo que en aquel texto (de la época que fuere) haya una contradicción flagrante con lo que aquí digo.Estoy seguro de que en aquella ocasión no había el más mínimo gesto contra la importancia del saber pedagógico para la construcción de un buen profesional de la enseñanza.
      Tampoco veo el doble rasero del que habla. ¿Qué doble rasero? ¿Respecto a quién? ¿Respecto a qué?
      A Gustavo Bueno le preguntaron en cierta ocasión si firmaría AHORA todos los escritos anteriores. Y respondió: con la fecha a pie de página, sí.
      Por cierto, yo nunca fui consejero áulico. Nunca he disfrutado de gabelas. Por consiguiente, nunca he podido caer en desgracia y nunca pude perder gabelas porque nunca las he tenido. He trabajado toda la vida en las aulas como profesor de Primaria, de Secundaria y de Universidad. No he cambiado el discurso como efecto de la búsqueda o pérdida de intereses. Sí ha ido evolucionado mi pensamiento porque he seguido leyendo, investigando y aprendiendo.
      Gracias por leer el artículo y por expresar su opinión en el comentario.
      MAS

        • Señor Juvenal:
          El problema no es la falta de memoria. Hay en el blog más de 700 artículos. El problema es la falta de concreción en lo que usted pretende hacerme recordar. ¿Qué problema en decir de qué artículo se trata?
          Saludos.
          MAS

          • Concretar la entrada de blog (que no artículo), se la he hecho en cunato a tema y contenido. Reproducía, tal cual, sin matices, el triste relato de una señora que culpaba a un sarcasmo de un profesor de toda una vida de desórdenes psiquiátricos y desconexión de un prometedor comienzo en el sistema educativo. Y Vd. se limitaba a ser «neutral», o sea, a respaldar «a silentio».
            Releerse sus propios posts le resultará bastante más placentero para su ego que para mi funesta manía de no dar nada por supuesto. Es más, pudiendo leer más u más profundo, como profesor de alumnos marginados, a autores como Bernstein, Masterman o Freire, le cedo gustosamente la tarea.

  6. Querido Juan Carlos, muchísimas gracias por el abrazo, de verdad. Me has dado una alegría. Y gracias por seguirme la broma, aunque yo suelo pensar que bromeo muy en serio. Solemos decir que quien no llora no mama.

    Juan Carlos, me das unas aclaraciones de cómo entiendes o sientes el reparto de saludos o abrazos: en función de proximidad o cercanía, o por conocer en persona. Estoy de acuerdo, eso ayuda y promueve el coger cariño a alguien.

    Quiero contarte lo que a mí me ocurre. Cuando me dejé caer por aquí, por El Adarve, solo “conocía” a Miguel Ángel. Pero gracias a él os he ido conociendo a los demás (ya sabes tú mejor que yo a quienes me refiero). Pues he de decirte que me siento más próximo a vosotros que a muchos vecinos y vecinas de mi edificio a pesar de que lo nuestro es una relación virtual y con ellos duermo bajo el mismo techo y nos hemos dado los buenos días alguna que otra vez. La proximidad o distanciamiento no la dan los kilómetros, no entre las personas que nos decimos y escuchamos de una forma más o menos regular, a veces semanal. (Por cierto, echo de menos a Jesús Marcial). No me eres indiferente. (Sentía tu pena por la hospitalización de tu padre, por ejemplo).

    Entiende esto, Juan Carlos, como una opinión de la semana pasada y parte de nuestra labor como ministros de los pensamientos bonitos. Otro ejemplo es Joaquín. Toda la semana pasada (y ya antes), cuando estuvimos asistiendo a todo el cúmulo de acontecimientos en Cataluña y resto de España lo personalizaba en él. (Estoy un poco acongojado porque me temo que nada bueno va a ocurrir cuando tengan que sacar por una oreja a Puigdemont. Ha preferido tener que ser “mártir” a traidor. Ojalá todo el mundo actúe con cordura).

    Miguel Ángel, lleva a mano el pasaporte cuando tengas que ir a impartir esa conferencia a Barcelona o a visitar a tus amigos catalanes o residentes en la República de Cataluña. Aquí en este problema, bueno, pasa de problema, creo que se ha dado mucho “anti”, mucho odio mutuo. Esta mañana salió en la radio Ignacio Morgado Bernal con sus “Emociones corrosivas”. Las emociones (el odio) nos sesgan la razón.

    Perdonadme la parrafada (aunque ya estáis acostumbrados).

    Un fuerte abrazo para Juan Carlos, Joaquín, Juan Miguel, Marcos y para todas y todos los que leéis El Adarve. También, y sobre todo, para Juvenal. Lo noto falto de cariño. Bueno, en serio. A mí me estimula más quien piensa de forma distinta a la mía que el que coincide en todo conmigo. Por fortuna, la absoluta coincidencia no existe.

    A ti, Miguel Ángel, qué te voy a contar. Ah bueno, eso, no olvides el pasaporte, y de cariño sé que vas sobrado.

    • Muchas gracias, José Antonio.

      Aprovecho para comunicarle mi admiración y respeto por transmitir un buen fondo como ser humano. Al final, es lo que permanece.

      Y, por supuesto, por regalarnos su experiencia. También le leo.

      «… et in terra pax hominibus bonae voluntatis».

      Un fuerte abrazo.

  7. Querido Miguel Ángel:

    Como me estoy volviendo cada vez más vago, para evitarme el esfuerzo de escribir, y como este comentario me llamó la atención, sobre todo, por el nombre del comentarista, UN PROFESOR (QUE NO MAESTRO), ahí lo recupero y comparto en el blog.

    Sólo decir desde mi ignorancia, que cuando leí y leo a algún anti, a pesar de los doctorados que puedan tener, siento pena por la institución educativa en la que ejerzan (o debería decir instructiva), y también pienso (seguramente de forma equivocada) que son más ignorantes que yo en los conocimientos que nos proporcionan esas ciencias que mencionas.

    1. Un profesor (que no maestro) Dice:
    20 marzo, 2009 at 19:28

    La verdad es que me da risa (y algunas veces, incluso pena) ver como gente muy formada en pedagogía pero muy poco experimentada en la docencia se dedica a hacer leyes de educación y a dar consejos de cómo debo enseñar (que no educar, que esa es tarea de un padre, no de un profesor).
    Si comparto un problema de docencia con un compañero que lleve 25 o 30 años dando clase día a día, enfrentándose con chavales de todo tipo, y éste me propone una solución, considero que es bastante más que probable que dicha solución sea más acertada que la que me pueda dar un pedagogo cuya experiencia con el alumnado sea nula (como muchísimos pedagogos/orientadores que hay repartidos por ahí).

    Evidentemente no dudo de la utilidad de la pedagogía, más que demostrada en diversos ambientes. De lo que dudo es del experto que domina las leyes de tráfico y que jamás ha conducido un coche, si se me permite la comparación.

    Por otro lado, las leyes actuales de educación se han dedicado a minar la autoridad del profesor con aquella falacia de “todos somos iguales”… mire usted, después de 5 años de carrera y unas oposiciones a mis espaldas ni muchísimo menos me considero igual a un chaval de 14 años que, por desgracia, gracias a nuestro “magnífico” sistema educativo, casi no sabe ni leer.

    Cuando le dices a un chaval:
    -“Ahora, después de la explicación teórica que acabo de daros, vamos a hacer el ejercicio 5 del libro.”
    Y éste te responde desafiante:
    -“¿Y por qué?¿Y para qué?”
    … un pedagogo diría que es que no lo has planteado bien, o que tal vez no has “motivado” lo suficiente al alumnado (que también me hace gracia esa otra falacia de la motivación)… Pero claro, ya no está claro que si yo como profesor indico que hay que hacer el ejercicio 5 del libro es porque el experto soy yo, y considero oportuno que. para que el alumno afiance unos contenidos conceptuales que le acabo de transmitir, realice una serie de procedimientos, entre los que está el dichoso ejercicio 5.

    Si eso se lo tengo que explicar a cada uno de los energúmenos que se dedique a cuestionar mi formación y mi profesionalidad, como que en 55 minutos no se hace nada.

    En fin, termino con lo siguiente: Una ley educativa puede ser buenísima, puede realizarse con las mejores intenciones, pero si no puede aplicarse, tanto por falta de profesorado como por falta de aulas/medios (¿15 alumnos por aula? ¿De verdad eso existe en Andalucía?) da como resultado el tan famoso y ocultado fracaso escolar.

    Por una ley de educación seria que dignifique la profesión del profesorado, que esté formulada por expertos en enseñanza con experiencia directa en las aulas, que reavive mis ganas de enseñar.

  8. Un buen discurso victimista, si no fuera por un pequeño detalle: que la pedagogía oficial, a la que usted pertenece, ha mandado y manda en los centros de enseñanza no universitaria desde hace 30 años, imponiendo sus «teorías» sin una mínima opinión de los profesores que diariamente impartimos la docencia y que la inmensa mayoría de sus colegas en la vida darán.

    • Sr Juan S. Herrera:
      ¿Victimista por qué? ¿Dónde está el victimismo?
      ¿Yo pertenezco a la pedagogía oficial? ¿Desde cuándo? Pus no lo sabía.
      Tampoco sabía que se hayan impuesto mis teorías. Por cierto, en su caso habría t4nido poco efecto.
      En mis escritos he dicho cientos de veces que el profesor es la pieza clave del sistema, que solo pensando, contando y conociendo sus preocupaciones, intereses y condiciones y capacidades.
      Hay muchos estereotipos en el discurso antipedagógico.
      Por cierto, no creo que tú mismo hayas dado más clases que yo. No lo creo. No solo por la edad que tengo sino porque empecé a dar clase a los 19 años y no dejado nunca las aulas. Las aulas.
      Saludos y gracias por leerme y por aportar tu opinión.
      MAS

      • Concretemos. Uno entre cientos. La imposición por «decreto pedagógico» de los llamados alumnos PIl (promoción por imperativo legal). Ahora me soltará trescientas teorías de diversificación, inclusión y otras bonitas teorías. Pero mañana lunes, varios de estos PIl, me boicotearan la clase, en particular a los alumnos a los que le han obligado compartir espacio y usted seguirá desde su «aula» aconsejando como tratar el problema……
        En fin, unos estamos en jaulas (gracias a sus metodologías pedagógicas imperantes) y ustedes en aulas.
        Gracias por contestar.

  9. Desde hace algunos años, desgraciadamente con retraso, ha surgido con fuerza un movimiento antipedagogo que está llamando la atención sobre la nefasta influencia de la pedagogía oficial, la del establishment en la degradación del sistema educativo. Es absurdo criticar a un movimiento porque se defina como anti-, pues este prefijo indica oposición o animadversión. Y es lógico que haya oposición y animadversión a un grupo de presión que lleva ejerciendo en España una influencia notable en las administraciones educativas desde la ley 70 y es el responsable intelectual o ideológico de numerosas falacias y aporías que tanto daño han hecho al sistema educativo. Esa corriente antipedagogía, variada, rica y plural en sus enfoques, se basa en una reflexión que parte de la experiencia docente, no de teorías o ficciones ajenas al aula. Y que reivindica el conocimiento, la cultura y el saber como componentes esenciales de la enseñanza frente al océano de infantilismo y vaciedad producidos por la pedagogía dominante. La formación pedagógica del nuevo profesor no se puede dejar pedagogos. Un profesor de instituto debe ser un buen conocedor de su especialidad. Y de ahí, y no de la pedagogía, surge la metodología para enseñarla. Los CAPS, los cursillos de los CEPS, CPRS, las materias psicopedagógicas de los MFPS, son tóxicas o inútiles para los futuros profesores. Quien lo probó lo sabe.

    • Sr. Mariano:
      ¿Desgraciadamente? Pues todavía no sé qué frutos de mejora de la enseñanza ha producido ese movimiento, salvo la descalificación ligera e infantil (me refiero a que está hecha sin ningún rigor). ¿Es una corriente rica? ¿Rica en qué?
      Busca en alguna parte del mundo un país que desprecie o ignore la importancia de la formación pedagógica del profesorado.
      La docencia no es una profesión inespecífica. No basta con dominar los conocimientos de la disciplina. No basta. NUNCA HE DICHO QUE NO SEA NECESARIO DOMINAR LA DISCIPLINA. Es indispensable conocer con profundidad los contenidos de la asignatura. Nunca he menospreciado o minusvalorarlo la necesidad del esfuerzo para aprender.
      ¿Grupo de presión? ¿Sí?
      Que esas materias sean tóxicas o inútiles para alguien que las ha probado no demuestra nada si no se sabe por qué. Muchos otros las han valorado y las siguen valorando.
      Gracias de todos modos por el comentario.
      Creo que es interesante conocer las argumentaciones de esta corriente.
      Saludos.
      MAS

  10. Impecable su artículo.

    Es tan penoso como vergonzoso que por el solo hecho de haber pasado por un aula hay quienes creen tener autoridad para hablar de pedagogía, emitir normativa, establecer estándares y señalar indicadores de evaluación del quehacer docente.

    Le conozco a través de sus publicaciones que agradezco y valoro en su real dimensión porque constituyen un referente tanto para mi gestión académica como para procesos de investigación social.

    Ciertamente, «un mal profesor es un homicida de almas, no se verá sangre en sus manos…». Por tanto, la formación del profesorado, el enseñar a enseñar, es una brújula para el accionar en aula.

    En esta postmodernidad cuando son cada vez más los huérfanos de padres vivos, cobra mayor prestancia la presencia y el buen hacer del maestro.

    • Querida Pilar:
      Muchas gracias por tu comentario.
      Muchas gracias por tus palabras sobre la importancia del maestro.
      Besos.
      MAS

  11. Poco que añadir a lo que ya se ha comentado. La lista de ‘autoridades’ que cita el autor del artículo, y que poseen auctoritas para el, podría compararse con cualquier otra lista de pseudociencias (astrología, parapsicología, psicoanálisis); sin discutir la buena voluntad de esas personas, me parece claro que la pedagogía carece de estatuto científico como tal, ni sigue el método científico; en su ausencia, como pasa con muchas disciplinas, imperan pseudoparadigmas no consensuados ni fundados en demostración-predicción, sino en el ‘color’ y los prejuicios ideológicos de las diferentes escuelas de la disciplina (en este caso, la dominante es la línea ‘progresista’ (sic), a la Rousseau del alumno como buen salvaje, ávido de conocimiento que se ve obstaculizado por el malvado sistema educativo y los docentes que, video de Pink Floyd y perorata de Sir Ken Robinson mediante, quieren matar la creatividad y crear robots. El caso es que pese a su discurso victimista, ustedes son la doxa en educativa que ha hecho y deshecho en los últimos 40 años, con los resultados que se ven.

    • Sr. Manuel:
      No sé que carácter científico tienen los discursos antipedagógicos.
      Que yo sepa, los miles de tesis, de investigaciones, de estudios… se han hecho dentro de la pedagogía.
      No hay un solo tipo de rigor científico. Hay miles de libros sobe la cuestión que planteas: ¿Es una ciencia la Pedagogía? Pero bueno, tú no has necesitado leer para tener una postura tajante. Envidiable.
      Pero bueno, cada uno se guía por los criterios que prefiere.
      Gracias, de todos modos, por leerme y por dedicar unos minutos al comentario.
      MAS

      • Hola de nuevo.
        Personalmente, le discutiría que ‘no hay un solo tipo de rigor científico’. Es que sólo hay uno: el método científico. Luego hay disciplinas, muchas de ellas respetables (la filología, la historia, etc…) que pueden ser rigurosas, pero no científicas.
        Sobre el estatuto científico de las diferentes disciplinas me he molestado en leer bastantes volúmenes y los argumentos de varias de las disciplinas, que en muchos casos pecan de lo que se suele llamar ‘Physics Envy’ y de buscar con un ansia digna de mejor causa la etiqueta ‘científica’ aún cuando la materia no permite el método. No siendo científica, podrían hacerse aún así muchas cosas buenas. Pero ciertos discursos y modelos que funcionan en una disciplina científica de verdad no existen en las pseudo-científicas: por ejemplo, no hay un paradigma demostrado experimentalmente y con capacidad predictiva: en su ausencia hay lecturas apriorísticamente limitadas de unas evidencias en muchos casos irrepetibles.

  12. Comparto algunos aportes desde una perspectiva latinoamericana del tema…..( muchas veces desde estas latitudes las cosas se ven desde otras proyecciones) ….al respecto Daniel Prieto Castillo dice:

    «La pedagogía es esa rama del saber y del hacer EMPECINADA EN REFLEXIONAR Y COMPRENDER EL SENTIDO DEL APRENDIZAJE EN CUALQUIER EDAD Y EN CUALQUIER CONTEXTO HUMANOS. Tarea de siempre y para siempre a escala de la existencia de los mortales hombres, como decía el viejo Homero. No en vano llevamos más de 2500 años girando en torno a ese término sin poder agotarlo nunca y sin lograr desentrañarlo en sus infinitos alcances. »

    «La cuestión pedagógica, es demasiado importante como para confinarla sólo a las aulas. Reclamamos para nuestra práctica de educadoras y educadores todas las funciones de la universidad. Se trata de hacer pedagogía desde la investigación, desde la comunicación con la sociedad.

    Somos demasiado importantes como para que nos sigan negando el tiempo del estudio, de la escritura, de la reflexión.
    Somos demasiado importantes como para que nos sigan dividiendo en cátedras, en tiempos dispersos.
    Somos demasiado importantes como para que nos sigan negando el acompañamiento, como para que nos conviertan en un puñado de soledades.
    Somos demasiado importantes como para que una y otra vez arrasen con nuestra práctica y nuestro ser de educadoras y educadores.
    Somos demasiado importantes como para que nos confinen a las aulas y nos fuercen a sostener la vieja estructura de las clases expositivas.
    Somos demasiado importantes como para que nos exijan defender sistemas caducos a golpes y bombardeos de notas.
    Somos demasiado importantes como para que nos obliguen a estrechar los márgenes de la comunicación.
    Somos demasiado importantes como para que nos nieguen la confianza.
    Somos demasiado importantes como para que nos cierren caminos a la construcción de nuestra identidad de educadoras y educadores.”

  13. Estimado Sr. Santos Guerra:
    Respondo gustosamente a su carta abierta. Comienza diciendo que “cuesta mucho entender que haya alguien a quien le define la etiqueta de «anti»”. Pues no es tan difícil de comprender: soy anti-dictadores (de izquierda o de derecha), anti-discriminación (por razones de sexo, color, nacionalidad u orientación sexual) y anti-charlatanes (sean estos adivinadores, echadores de cartas o pseudocientíficos de cualquier laya) y anti-esclavista. Y no veo que estos “anti” tengan nada de malo.
    Después apela a la autoridad, citándome una lista de nombres, como si eso fuera un argumento. Pienso que la pedagogía es un lenguaje vacío con el mismo derecho que un ateo sostiene que la teología es un lenguaje vacío, pues se refieren a un ser cuya existencia niega (y salvo en el mundo de la ficción, una oración que habla de lo que no existe carece de contenido semántico). Ahora bien, si un creyente quiere convertir a un ateo no lo va a conseguir citándole una lista de grandes teólogos o grandes intelectuales que sí han sido creyentes. Sería un camino equivocado, y es el que usted ha escogido. Y tampoco es verdad que meta a todos en el mismo saco: ningún ateo con dos dedos de frente, por muy convencido que esté de que la teología es un lenguaje sin contenido mete en el mismo saco a un Tomás de Aquino, a un Karl Rahner o a un cardenal Newman en el mismo saco que un curita de misa y olla.
    A continuación critica mi método como de “poco científico”. Hombre, para demostrar que un cierto lenguaje es vacío nada mejor que seleccionar textos de dicho lenguaje y demostrar su vaciedad. Y por cierto, no es verdad que los textos estén descontextualizados, porque proceden de artículos a cuya versión íntegra se puede acceder por internet. Y me reprocha que mis conclusiones sean fruto de mis argumentos (yo creía que esto era la manera correcta de razonar) y no de investigaciones “científicas”. En un lugar dice usted que una de las muchas contradicciones de la escuela es “mandar callar en clase de lengua”, como si una clase de lengua se pudiera dar mientras todos hablan a la vez. Por favor, Miguel Ángel, ¿es que para desmontar tan monumental chorrada hace falta mucha ciencia? Pero si tanto le gustan los argumentos científicos, le aconsejo leer a Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística moderna, quien explica muy bien que el leguaje funciona si UNO habla y OTRO o VARIOS escuchan. Si todos hablan al mismo tiempo hay ruido, pero no comunicación humana. Es verdad que para darse cuenta de eso no hace falta ser Saussure, pero ya que le gustan tanto los argumentos de autoridad, se lo brindo por si le puede ser útil. En otro texto dice que como los alumnos están sentados en hileras, la comunicación horizontal es imposible. Tampoco es necesaria mucha ciencia para demostrar que esto es una bobada. La comunicación horizontal es perfectamente posible: cuando mis alumnos trabajan en un problema, lo discuten entre ellos y cotejan el resultado con el de al lado o el de delante. En contra de lo que usted piensa, a los alumnos no les ataca una tortícolis al comienzo de la clase que les impida girar el cuello para hablar unos con otros.
    Dice también que algo le corresponde de los derechos de autor. Por eso no vamos a reñir. Calcule usted mismo lo que ocupan sus textos en relación a la totalidad del libro, envíeme su número de cuenta y le haré llegar el porcentaje de los derechos que en justicia (según su entender) le corresponde.
    Encuentra usted curioso “que resultándole a usted los textos pedagógicos tan erróneos, disparatados o vacíos dedique tanto tiempo a leerlos y a comentarlos”. La razón la he explicado muchas veces: porque los discursos estúpidos tienen enormes efectos multiplicadores, no se descalifican por sí mismos y hay que tomarse el trabajo de desmontarlos cuidadosamente. Con razones y argumentos que usted considera “rancios y asilvestrados”, pero que no ha sido capaz de desmontar. Y dice también que mi discurso encuentra mucho eco “en aquellos que piensan que lo que tiene que hacer el profesor es saber mucho (estoy de acuerdo) dictar bien su clase y, después, el que aprenda bien y el que no, peor para él”. No es así. Renegar de la pedagogía no implica carecer de la necesaria moral profesional como para recordar contenidos explicados en otros cursos pero ya olvidados, repetir la explicación todas las veces que sea necesaria y ayudar a los alumnos a los que les cuesta aprender. Discrepar de usted no significa ser mal profesor ni despreocuparse por los alumnos. Y hacer juicios sobre la moral (en este caso profesional) del discrepante no es dialécticamente lo más honesto.
    A continuación sostiene usted que lo peor de mi postura no es la ligereza en el análisis, la cortedad de algunos argumentos, ni el simplismo de mis tesis ni la demagogia de mis alegatos (que serán cortos, simples y demagógicos, pero usted es incapaz de rebatirlos), sino que lo peor es el insulto descarado y la descalificación indecente de un colectivo. Pues es cierto, la pedagogía no me merece más respeto que adivinación y la cartomancia. Y también es cierto que puedo estar equivocado y que la adivinación y la cartomancia tengan un fundamento científico que, en mi cortedad de luces, a mí se me escape, pero mientras piense lo contrario, seguiré denunciándolos. Y si por ello los adivinos y echadores de cartas se sienten insultados y descalificados, qué le vamos a hacer.
    Dice usted que ha leído miles de libros, ha dirigido y juzgado muchas tesis, asesorado muchos trabajos e investigaciones. Tampoco es un argumento convincente. Si un geólogo le dice a usted que después de leer miles de libros de geología ha llegado a la conclusión de que el mundo ha sido formado en seis días, tal y como lo cuenta el Génesis, usted le dirá que ha perdido el tiempo. Y que no hace falta ser geólogo ni enarbolar argumentos científicos para saber que el relato bíblico carece de validez científica. Y si un médico le dice que después de leer miles de libros sobre oncología ha descubierto que el remedio contra el cáncer son las oraciones y las rogativas, usted le contestaría, con mucha razón, que para llegar a esa conclusión más le hubiera valido dedicar su tiempo a leer novelas de aventuras. Si para decir las tonterías que denuncian los textos que he seleccionado ha sido necesario leer miles de libros de pedagogía, entonces es que la pedagogía es todavía más inútil de que yo pensaba.
    Me dice que “en su lugar, me preocuparía tener ese perfil psicológico. Me inquietaría vivir instalado en esa actitud hostil”. No soy más que un modesto profesor que se ha volcado en sus alumnos tanto como cualquiera y que ha visto con tristeza como la educación en España ha caído en picado al amparo de unas teorías delirantes. Es la preocupación por mis alumnos y por las futuras generaciones la razón por la que denuncio la pedagogía, no por ningún perfil psicológico especialmente hostil a lo que me rodea. Desde que recibí las primeras clases en los llamados “Cursos de formación del profesorado”, y comprobé con estupor que quienes pretendían enseñarme a enseñar no sabían enseñar, hasta que hice públicas mis ideas en el “Panfleto antipedagógico” pasaron treinta y tres años. Treinta y tres años durante los cuales reflexioné mucho sobre mi tarea docente, leí mucho sobre enseñanza y también sobre lo que es la ciencia, el lenguaje, y la falacia que suponen los lenguajes vacíos. De hecho, simultaneando con mi tarea de profesor de matemáticas, estudié la carrera de filosofía, buscando sobre todo las materias de filosofía del lenguaje y filosofía de la ciencia. Mi tesis trató precisamente sobre historia de la ciencia. Como puede usted ver, amigo Santos Guerra, yo también he leído libros, no hablo por hablar, y no me he dedicado a descalificar las falacias de usted y sus colegas sin haberlo pensado antes mucho.
    Atentamente
    Ricardo Moreno Castillo

    • Estimado Ricardo Moreno:
      Perdóneme la demora en contestar. Mañana de madrugada viajaré a Madrid y estaré todo el día ocupado. pero prometo ofrecer mi modesta opinión al comentario que ha tenido la amabilidad de enviarme.
      Esta vez, sí. Esta vez puedo opinar.
      Gracias.
      MAS

    • Sumándome a todo lo expuesto por Ricardo, que secundo sin ambages, también he de apuntar que en la mojigata diatriba del sr. Santos Guerra se esconde una de las falacias más tóxicas del pedagogismo: la confusión entre una presunta «ciencia de la educación» y la didáctica de las asignaturas. Suponer que desde un estudio del aprendizaje en general, si a eso ha llegado alguna vez la pedagogía, se puede sentar cátedra sobre lo que el profesor tiene que hacer en el desempeño concreto de su profesión, impartiendo su materia, es semejante a aconsejar al cirujano sobre una operación a corazón abierto con un manual de deontología médica. En definitiva, simple y cerril intrusismo.
      P.S.: Y no estamos todos. Porque somos muchos. Y estamos muy hartos de tanta y tan letal monserga.

    • Estimado Sr. Moreno Castillo:

      Por fin encuentro un ratito para sentarme a contestar su “curioso” comentario. Ya ve que he elegido un adjetivo un poco más benigno que el que usted utiliza para mis escritos. De verdad que me causa perplejidad leer que le parecen a usted TODOS “delirantes”. También el libro “Entre bastidores” es delirante? ¿También “Hacer visible lo cotidiano”? ¿También “La escuela que aprende”? ¿También “La evaluación un proceso de diálogo, comprensión y mejora”?… ¿Delirantes? Traducidos al portugués, con múltiples ediciones, con licitaciones de Ministerios de Educación de otros países… ¿Delirantes?

      Contestaré a su comentario por partes:

      1. Claro que es difícil de entender que a usted se le distinga por ser un “anti”. Y, claro, si después del antI me pone usted las dictaduras, la discriminación o la esclavitud, no parece tan raro. Pero si pusiera después los filósofos, los psicólogos, los geógrafos o los pedagogos… ya suena un poco peor. Y más si se añade que tiene usted un pequeña-gran obsesión con ese anti. Y más si se tiene en cuenta que a los que vienen detrás del anti (los pedagogos) son objeto de insultos y descalificaciones. Sí, sí, de insultos. Porque usted llama ignorantes a quien desconoce por completo. Sí, sí, descalificaciones. Porque usted nos atribuye la destrucción de la enseñanza. Un nexo causal muy riguroso, muy científico. ¿Nos cree tan importantes? No lo sabía de verdad.
      2. No apelo al argumento de autoridad cuando cito una lista de pedagogos. No digo “esto es verdad porque lo dicen estas autoridades”. Eso es el argumento de autoridad. Lo que yo digo es que usted no puede descalificar (porque descalifica como ignorantes y perniciosos a todos los pedagogos) a quien ni siquiera ha leído.
      3. No le quiero convertir a usted a nada. Y me parece una pésima comparación la que hace con el discurso del ateo que descalifica la teología. Es muy pobre y muy inexacta. Porque para el ateo Dios no existe, pero el objeto que estudia la pedagogía, sí existe. Es muy real. Otra cosa es que no le guste a usted ese discurso que, por cierto, es muy plural, muy diverso y mucho más complejo de lo que usted piensa.
      4. Para usted es un lenguaje vacío todo lo que usted pretende vaciar de contenido. Porque es curioso cómo tergiversa, cómo manipula y cómo ridiculiza los textos que escoge. Usted no analiza un texto. Usted analiza unos párrafos. Y lo hace de una manera no digo poco rigurosa o superficial sino malintencionada. Y me pone ejemplos magníficos.
      Cuando digo que es una paradoja mandar callar en la clase de lengua, cualquier lector inteligente y no malintencionado entiende que quiero decir que para aprender a hablar hay que hablar. Pero lo que usted entiende es que yo invito A QUE HABLEN TODOS A LA VEZ. ¿Lo he dicho? Lo que cualquier exégeta sabe que quiero decir (y así no parece delirante) es que los alumnos tienen que participar y que tienen que estar activos en el proceso de aprendizaje de la lengua. No necesito leer a Ferdinand de Saussure porque ya lo he leído y no se necesita pensar mucho o leer mucho para entender que el lenguaje funciona cuando uno habla y otro(s) escuchan. El que dice obviedades, como ve, es usted. Porque ha necesitado deformar el contenido del texto para poder zaherirlo. Y lo malinterpreta intencionadamente. Porque le podía rogar que me explique cuándo he dicho yo en ese texto que hablen todos a la vez. O que el profesor no hable. O que los alumnos no tienen que escucharle. Esa es la chorrada: lo que usted ha querido interpretar, no lo que yo he dicho.
      Y lo que digo cuando hablo de las filas alienadas es fácil de entender si se quiere. Tan elemental como esto: que el curriculum oculto propicia aprendizajes subrepticios (los alumnos también aprender unos de otros) y que se dialoga mejor con uno que está delante de ti y que no te habla por el cogote. Tan sencillo. Tan elemental. Pero a usted le gusta caricaturizarlo.
      5. Usted critica otros párrafos míos (descontextualizados, sí, porque usted no analiza el texto completo, esté donde esté y aunque todos pueda acudir a él) en los que hablo de la necesidad de atender la diversidad. Y llega a decir (y eso sí que es una chorrada si se malentiende) que a usted le da igual un sueco que un zulú. Pues nada, hábleles a los dos en castellano. Pero si le leo con un poco de inteligencia sé que quiere decir que todos los seres humanos tenemos mucho en común. Y en eso, cómo no, estoy de acuerdo. Leer con prejuicios y con mala voluntad es lo delirante. Porque usted parece que delira cuando me lee.
      5. Claro que es poco científico su método y ya digo que no he visto el resultado de ninguna investigación en el que se apoye.
      6. Con mucha ligereza (voy a dejarlo en esos términos) usted habla de chorradas, de tonterías, de delirios, de ignorancia, de estupidez… Usted insulta. No es muy respetuoso lo que hace con las críticas. Le remito, para no hacerlo yo mismo, a la crítica que hace de su libro “La conjura de los ignorantes” José Luis González en la que utiliza para referirse a sus textos el adjetivo “soez”. Léala si no lo ha hecho.
      7. Parece que le impulsa a leer nuestros textos la idea de convertirse en abanderado de quienes pueden dejarse seducir o persuadir por ellos. Bueno, hombre, considere que todos los lectores sabrán a qué atenerse. No se considere el salvador de quienes puede que no tengan criterio para descubrir esas, por otra parte, tan obvias estupideces. Parece que usted ha adquirido el compromiso de defender a los profesores de la pedagogía. A usted le ha dado fama convertir en el adalid, en el apóstol de los antipedagogos. Qué gran propuesta. Muy bien elaborada, muy científica, muy sugerente, muy motivadora. Y en ese deber se encuentra. Déjelos en paz, hombre, que son inteligentes y sabrán defenderse ellos solitos.
      8. ¿No he rebatido sus textos? Es que usted ha malinterpretado lo que digo. Es que yo he desmontado sus argumentos con los que yo he planteado previamente. ¿Tengo que explicarle que cada alumno aprende de manera diferente, con un estilo de aprendizaje diferente, con un ritmo diferente, con una estrategia intelectual diferente, desde un compromiso emocional con el aprendizaje diferente… Es que eso lo planteado previamente. Y usted o no lo ha entendido o lo ha querido ridiculizar hasta extremos grotescos para poder fustigarlo.
      9. Si los escritos de los pedagogos le merecen la misma consideración que la adivinación o la cartomancia es que ha leído poco y mal. ¿Es para usted la filosofía una ciencia? ¿Es equiparable también la filosofía a la cartomancia? Y no digo con esto que en los artículos de divulgación (e incluso en libros) no podamos plantear los pedagogos ideas equivocadas, superficiales e incluso ridículas, pero lo que no puede hacer es descalificar a TODOS Y TODO LO QUE ESCRIBEN TODOS sobre pedagogía porque en esa generalización comete un error casi infantil y a quien se descalifica es sí mismo.
      10. No descalifico a ninguno de mis adversarios. ¿Cuándo lo he hecho? Quien fustiga, descalifica, atribuye intenciones es usted (“la conjura”, ¿recuerda?) y quien carga fracasos porque se le antoja (“destruyen la educación”) es usted. Yo descalifico comportamientos poco profesionales como los que describe, pero solo a quien los tiene. Y solo los comportamientos. Y no. No es mal profesional porque desprecie la pedagogía. Lo que defiendo es que con el saber pedagógico podría ser mejor profesional.
      11. Los ejemplos que me pone del oncólogo que ha leído mucho y atribuye la curación a las oraciones o del geólogo que, después de leer mucho, sostiene que el mundo fue creado en seis días no es que sean increíbles. Esos ejemplos sí que son delirantes.
      Y le devuelvo el argumento: si después de leer muchos libros usted interpreta como interpreta los textos y los pretende demontar como lo hace, es que lo que ha leído no le ha servido para nada.
      13, No hay país en el mundo en el que no haya preocupación por la formación pedagógica del profesorado. Tiene que dominar (y amar) su campo de conocimiento. ¿Cómo no? ¿Quién lo puede negar? Lo que me sorprende es que alguien niegue que saber psicología del aprendizaje y didáctica específica de la materia y sociología de la educación y psicología evolutiva y organización escolar… no sea necesario para ser un buen profesional. Lo que me sorprende es que alguien niegue es que para ser un buen profesional de la enseñanza no hagan falta otras competencias relacionadas con el saber hacer y con el saber ser.
      Si a usted le defraudaron quienes le pretendieron enseñar a ser un buen profesional es incontestable que así fue. Porque hay malos profesores de pedagogía como hay malos profesores de matemáticas. Ese no es un argumento que niegue la validez de la pedagogía.
      14.No le puedo juzgar a usted como profesional porque no le conozco, porque no conozco a sus alumnos ni a sus colegas. Dios me libre de hacer un juicio de valor sobre su profesionalidad.
      Quiero suponer que compartimos la preocupación y el amor a esta profesión tan compleja y tan importante a la vez. Quiero suponer que nos unen algunas inquietudes. No sabe cuánto me gustaría compartirlas y dialogar sobre ellas. Yo, al menos, creo que podría aprender muchas cosas que aun no sé.
      Saludos cordiales.
      Y mi gratitud por haber participado en el debate.
      .
      Miguel A. Santos Guerra

  14. No por habitual es menos desacertado llevar la discusión al terreno personal. Ni a Ricardo ni a nadie irrita que alguien «se dedique a la pedagogía». O a lo que quiera dedicarse. El discurso contundente, el libre pensamiento, no encierran aviesas intenciones ni maldad alguna. Sencillamente, cuando, en nombre de la pedagogía, se han cometido errores con las consecuencias que todos conocemos, parece lógico que, por compromiso y responsabilidad, haya quien se decida a exponer sus discrepancias. No hay por qué sentirse ofendido por ello. Al contrario, debería reconocerse la exposición convincente y razonada de posturas divergentes, en aras de la tan pretendida diversidad. Saludos cordiales y «contraeducativos».

    • Estimado Alberto:
      Vaya, ya estamos todos.
      Me complace este debate si sigue las reglas del respeto más elemental y no se producen descalificaciones generalizadas e infundadas. Bienvenido sea el debate.
      Cómo no reconocer que se han cometido errores en nombre de la Pedagogía. Y cómo no tratar de aprender de ellos. Tendrás que reconocerme que también se han cometido algunos errores cuando se han olvidado sus exigencias. Te puedo recordar alguno: alumnos que se han sentido machacados por profesores con talante rígido y autoritario, que no han entendido nada y no se lo han explicado, que han sido tratados con desprecio, que han sido considerados un número, que han sido evaluados con falta de rigor, que han sido tratados como si todos fueran iguales, que han sufrido carencia de cualidades pedagógicas elementales (como no tener en cuenta los conocimientos previos o los estilos individuales de aprendizaje o las dificultades que encuentran…), que han sufrido a profesores sin más elemental amor a la enseñanza, profesores sin conocimientos suficientes de su materia… Porque la Pedagogía dice TAMBIÉN que los contenidos son importantes…
      Gracias por la lectura y por el comentario.
      Un cordial saludo.
      MAS

  15. A Moreno Castillo, don Ricardo y adláteres
    La conjura de los ignorantes
    De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza

    (De un ateo educativo por la gracia de “su sistema bancario”)
    Creo en una educación que posibilite al hombre para la discusión valiente de su problemática, de su inserción en esta problemática, que lo advierta de los peligros de su tiempo para que, consciente de ellos, gane la fuerza y el valor para luchar, en su lugar de ser arrastrado a la perdición de su propio “yo”, sometido a las prescripciones ajenas. Educación que lo coloque en diálogo constante con el otro, que lo predisponga a constantes revisiones, a análisis críticos de sus “descubrimientos”, a una cierta rebeldía, en el sentido más humano de la expresión; que lo identifique, en fin, con métodos y procesos científicos.
    Frente a una sociedad dinámica en transición, no admitimos una educación que lleve al hombre a posiciones quietistas, sino aquellas que lo lleven a procurarla verdad en común, “oyendo, preguntando, investigando”
    Aunque sé que es usted muy leído, lo traigo a colación con el humilde objeto de recordárselo.
    (Del ufólogo, Paulo Freire “La educación como práctica de la libertad”

    «El mayor éxito de los pedagogos en los últimos treinta años ha sido despojar a varias generaciones de las herramientas intelectuales para comprender racionalmente el mundo» Antonio Muñoz Molina

    Aunque hace gala de ello incluyéndole en su grupito de intelectuales defensores de sus ínclitos libelos, tanto Don Antonio como su propia eminencia en su momento recibieron y siguen percibiendo sus correspondientes réplicas desde distintos ámbitos por los defensores de ésta que su señoría denomina jerga pseudocientífica.
    Y sin embargo, para que observe que no era un fanático, …

    En relación con el artículo de Antonio Muñoz Molina publicado el domingo, 9 de noviembre de 1997, en la sección de “Opinión”, con el título de “La historia y el olvido”, le agradecería, a ser posible, pudiera publicar la siguiente carta.
    Mantiene, lamentablemente, el señor Molina, Don Antonio, una actitud frontal y una obsesión personal con todo lo circundante al término “pedagogía”. No se puede juzgar a todo un gremio – secta poderosa cuando no azote internacional entre otras lindezas por él vertidas – por un sector específico defensor de determinada teoría. De la misma forma que no se puede etiquetar a cualquier ciudadano de manera globalizadora por un comportamiento o una actitud concretas en un momento dado. Ese peligro de generalización del que hace gala tanto verbal como por escrito dice muy poco de este tipo de intelectuales que pontifican desde tribunas públicas. Ocurre, a veces, con aquellos que impunemente juzgan con el atrevimiento que comporta cierta ignorancia en el ámbito del que se escribe. Hay, pues, quienes en ciertos campos no tienen nada que decir, pero no saben como decirlo. Vivimos en una sociedad que hace posible que cualquier sujeto – no es éste su caso – pueda demostrar sin más, con desparpajo y frivolidad, que sabe y por ello opina de todo. No hay más que asomarse a ciertos medios de comunicación para observar el fenómeno de las tertulias: cómo se pasa de un tema a otro con vertiginosidad, profundizando con frescura sea cual sea la materia a afrontar. Se larga y juzga a la perfección.
    Bastantes duras son las condiciones laborales y sociales para el desempeño cotidiano de un oficio – tanto el de maestro como el de pedagogo – no recompensado y de escasa consideración y prestigio.
    Que existe una cierta pedagogía moderna investida de pedantería. Pues claro que sí. Especifique y subraye. Pero no meta a todos en el mismo cajón. No todos somos partidarios y defensores de las mismas tendencias, movimientos o teorías. Si le consuela, al que ésta suscribe también le parece un dislate mayúsculo denominar “segmento de ocio” al recreo colegial o que con los chicos/as se forme “un equipo de trabajo unicelular autosuficiente para la dinamización pragmática con los que se pueda realizar una microsecuenciación curricular”.
    Asimismo, no todos despreciamos ni nos parece insultante el adjetivo “memorístico”. Pero ésta es una cuestión que ocuparía un nuevo espacio.
    En éste como en otros temas, sigue siendo válido el microrrelato de Augusto Monterroso, “El dinosaurio”: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
    LA POLÍTICA Y LAS MATEMÁTICAS
    Por alusión, ahora al catedrático de matemáticas,
    Señor, a mí siempre se me dieron mal las matemáticas: ¡“qué se le va a hacer: uno no es perfecto” ¡Cuánto he padecido a causa de este mal sobrevenido! Jamás pensé ser Einstein, solo aprender esa era mi única meta para poder seguir el camino. Lamento que, de algún modo, por este y otros tristes hechos, no contabilicé en su día como un funcionario más del cuerpo de maestros del sistema educativo.
    Quién sabe si a lo mejor, la travesía por la Ítaca personal, me ha deparado otras posibilidades que, salvo la tranquilidad del sueldo, que no es poca, oiga, jamás hubiera podido realizar.
    Pero ayer, como hoy, a todos se nos sigue etiquetando con unos maniqueísmos muy útiles que ocultan la verdadera cuestión de fondo. Así pues, sin entrar en profundidades, que revelen como funciona este reduccionismo sintáctico no exento por tanto de frivolidad,- me temo que esta frase hecha, que no sé muy bien qué significa, la reitero con cierta frecuencia sin venir mucho o nada a cuento, pero es que los años no pasan en balde – encontramos, le decía, desde ciudadanos de izquierda y de derecha a jovencitos de ciencias y de letras. ¿Usted qué piensa? Me da a mí que se le dan bien las cuentas.
    Pues mire, creo, y a ningún dios pongo por testigo, que yo era una persona normal tanto en lo concerniente a los números como a las letras. Pero en un momento dado se me acusó institucionalmente que eso no era en modo alguno cierto: los distintos exámenes y los numerosos suspensos oficiales a lo largo de cada curso no engañan a nadie porque son una prueba incontestable y, por tanto, objetiva de que, a mí como a otros, algún hemisferio cerebral no nos funcionaba. Así que desde “ab initio”, de letras.
    Nunca entendí muy bien por qué ese mismo infante era suspendido tras su ardua adiestración
    En definitiva, creo que siempre he sido un rebelde y que esto de las etiquetas, el sistema y otras gaitas lejos de amilanarme me azuzaba: nunca he tenido remedio. Con lo fácil que hubiera sido apartarnos, cual sexador de pollos, en el mismo instante que salíamos del útero materno tras una ligera apreciación de cómo íbamos a cerrar la fontanela.
    No hay listos ni tontos como se han encargado de hacernos ver: lo que sí le aseguro que existían era verdaderos militantes de esta doctrina, algunos de ellos verdaderos terroristas educativos. Ni siquiera lo mencione, pero dicen que “muchos docentes han llegado a la profesión por caminos tortuosos y con una preparación específica escasamente coherente y en nada eficaz para poder ejercerla de manera satisfactoria”.
    No sabe usted bien, amigo mío, cuánto daño y, cuánta vida han destrozado algunos de estos energúmenos. Discúlpeme que no adjetive también en femenino pero esta epístola como cualquier texto que servidor suscriba estará libre de miembras y del bombardeo indiscriminado de arrobitas que tan mona apariencia impregna un escrito al uso: en este sentido, ve usted, puedo ser tildado de todo menos de discriminador positivo. ¡Una verdadera lástima!
    Y es que, muy a nuestro pesar, es muy duro ir contra corriente.
    Pero, sabe, uno luego se pone a escarbar en todos estos asuntos y aparecen ciertas vetas y entre los hallazgos se topa con sectas oscuras conformadas por una serie de sujetos que preconizan unas doctrinas con unos postulados muy desestabilizantes denominados pedagogos, sociólogos de la educación – o algo por el estilo- gente muy puñetera y rara que aporta que el sistema ya se encarga desde muy pronto de segregar y de que éste – el sistema “su sistema”, no se me duerma – está muy interesado, oiga, de que, en la medida de lo posible, los colonizados reproduzcan lo establecido. En fin, creo que el que comienza a dar cabezazos soy yo.
    Bueno, pues, todo esto venía a colación por mí cada vez mayor desconocimiento del hecho político: las putas matemáticas.
    Perdón por lo de hetaira, digna profesión donde las haya.
    Ha oído usted eso de que es mejor sumar y no restar, del federalismo asimétrico,…de que en ciertos discursos el dicente muestra una muy interesada equidistancia. ¡Qué jaleo!
    A mí, como le signifiqué en cierta ocasión, me gusta la música en todos sus aspectos. En cierto momento, y tras una entusiasta exposición intraula, de cómo se formaban los acordes de tercera, la catedrática tras realizar un cierto paralelismo entre la lógica interna de estas dos disciplinas, me soltó la siguiente interrogación retórica: ¿usted debe ir muy bien en matemáticas, verdad? Lo dicho: para mear y no echar gota.
    Finalizo, no desearía aburrirle, espetándole qué me gustaría haber conocido a algún alumno suyo en esa su dilatada carrera docente.
    Estoy felizmente seguro de que sus intervenciones magistrales intraula para la enseñanza de “sus matemáticas” en modo alguno se parecen a las que usted viene deparando a sus adeptos todavía hoy en distintos foros fuera de ella.
    Un cordial saludo

  16. ¿Estamos «todos?» Igual exagera un poco, pero gracias por su cálida bienvenida. Hasta ahora no he escuchado a ningún pedagogo criticar a la pedagogía o reconocer sus errores (ni siquiera usted los concreta; al contrario, vuelve a arremeter contra el profesor). Los «errores» que usted señala («alumnos que se han sentido machacados por profesores con talante rígido y autoritario, que no han entendido nada y no se lo han explicado, que han sido tratados con desprecio, que han sido considerados un número, que han sido evaluados con falta de rigor» -etc) no se deben a la falta de pedagogía sino a la falta de profesionalidad, incluso a la maldad pura y dura, porque tratar mal a un alumno, comportarse de forma tiránica o despreciar a un estudiante son propios de un mal profesional y de una mala persona, y desde luego no tienen nada que ver con manejar mejor o peor los recursos didácticos. En cuanto a los profesores con «insuficientes conocimientos de su materia», me tendrá a su lado para combatirlos, no así respecto a aquellos que no sientan «amor por la enseñanza», más que nada porque nunca me atrevería a juzgar cuánto ama el oficio un colega de profesión.

    Un saludo.

    • Señor Alberto Royo:
      ¿Nunca has visto reconocer los errores de la pedagogía?
      Pues verás, el profesor Agustín de la Herrán está coordinando un libro sobre «lo que hacemos mal en educación». Y a mi se me ha pedido que escriba sobre lo que hacemos mal en evaluación. Y ahí están presentes desenfoques, limitaciones y errores en el planteamiento pedagógico. Cómo no.
      No ataco a los profesores. No. Ataco las malas actuaciones de algunos profesores. Igual que tú estarás en desacuerdo con esas malas actuaciones.
      Algunas veces no hay que explorar mucho para saber que no se ama la profesión, ni el conocimiento ni a los alumnos porque lo DICEN los mismos protagonistas.
      Tú mismo habla de maldad. Parece que no es difícil de reconocer la falta sensibilidad y de cercanía emocional.
      Nunca he descalificado a los profesionales de la educación. NUNCA. Siempre he dicho que los profesores son la piedra angular de la calidad del sistema. Siempre he reconocido y admirado su trabajo. El de la inmensa mayoría.
      Creo que es preciso reconocer que no se puede enseñar lo que no se sabe.
      Saludos y gracias por participar en este debate.
      MAS

      • Sr Santos Guerra:

        Nunca, en efecto, he escuchado a un pedagogo reconocer los errores de la pedagogía. Aunque puede que no me haya enterado yo. Pero ni siquiera usted me demuestra lo contrario, pues me habla de un próxima publicación que ejercerá, ahora sí, esa autocrítica desde la perspectiva de la pedagogía. Bienevenida sea, aunque llegue tan tarde. Dice usted que no ataca a los profesores. Yo pienso que sí, aunque no sea su intención (las buenas intenciones, como sabe, no garantizan más que eso). Hablar de profesores autoritarios que desprecian a sus alumnos es tan injusto como desacertado. ¿Qué porcentaje de profesores cree que incurren en tales desmanes? Si los hay, que seguro que los hay, aunque pocos, que la Inspección cumpla con su obligación de velar por el correcto desempeño de este oficio. Hablo de maldad porque usted lo sugiere, no porque crea que los profesores son perversos, en su conjunto. Qué capacidad la suya, por cierto, para reconocer la falta de sensibilidad y cercanía emocional. No sé si yo sabría jugar a un compañero según esas premisas. En todo caso, sepa que comparto que un docente ha de ser sensible (lo justo) y cercano (lo justo, también). Ahora que lo pienso, esto se lo pido también a la persona que me vende el pan, a la que pone el café, al vecino que me cruzo en el pasillo…

        Por fin, que no se puede enseñar lo que no se sabe es algo, que no por obvio, debemos dejar de repetir. Y este es el drama. Que tengamos que repetirlo, que incluso provoque escándalo, que hiera susceptibilidades defender algo tan evidente.

        Un saludo.

  17. Estimados contertulios:

    Es verdad que ha habido alumnos que han sido maltratados por profesores con talante rígido, que humillaban a sus alumnos…y un largo etcétera. De esos he tenido yo por docenas. Pero no era porque no hubieran estudiado pedagogía, sino porque eran tontos o eran malas personas. Nos cuenta Luis Eugenio que a él se le daban mal las matemáticas. A mí también se me daban mal. Hasta que encontré a un profesor extraordinario que enderezó mi camino precisamente hacia las matemáticas. Pero no porque hubiera estudiado pedagogía (es más, seguimos siendo amigos desde entonces y me consta que comparte mis ideas sobre la tal “ciencia”) sino porque, como le sucedía a los pocos buenos profesores que he tenido, amaba la materia que impartía, era muy claro en la exposición y en la pizarra, recordaba los contenidos previos (explicados en cursos anteriores pero ya olvidados) y tenía la moral profesional y la paciencia necesaria como para explicar a sus alumnos las cosas una y otra vez.
    Que hay buenos y malos profesores es verdad (como hay malos y buenos alumnos) pero ni los malos lo son por falta de pedagogía ni los buenos por haberla estudiado. El amor al saber, la inteligencia, la paciencia y las virtudes necesarias para ser un buen docente no se transmiten a través de la pedagogía, ni de cursillos ni de másteres. Y casi todos los buenos profesores que conozco, desde Unamuno hasta los que fueron compañeros míos, piensan lo mismo que yo acerca de la pedagogía.

  18. (…) «como le sucedía a los pocos buenos profesores que he tenido, amaba la materia que impartía, era muy claro en la exposición y en la pizarra, recordaba los contenidos previos (explicados en cursos anteriores pero ya olvidados) y tenía la moral profesional y la paciencia necesaria como para explicar a sus alumnos las cosas una y otra vez».

    SER EL MEJOR DE MÍ MISMO
    Estimado Ricardo:
    Lamentablemente, – ya que es algo que compartimos los dos – a mí me sobran dedos de una mano para mencionar y recordar a esos buenos profesores, a esas buenas personas.
    Acabé Magisterio a los 20 años y posteriormente me licencié en esa secta de lo que en aquel momento se denominaba ya «Ciencias de la Educación».
    Créeme que tampoco en el mundo universitario encontré la «felicidad del aprendizaje en la «interacción»? de quien se suponía amaba su materia.
    Pero en la travesía hacia mi Ítaca personal me encontré con un tal Miguel Ángel Santos Guerra qué ironía del destino me impartió «Métodos estadísticos aplicados».
    Sabes, a mí me parece que, y permíteme el arrojo de citar a León Felipe «no hay otro oficio ni empleo que aquel que enseñe al hombre a ser un Hombre».
    Y Miguel Ángel, de «nombre”, y cuyo «adjetivo» – accidental- es el de maestro en el amplio y humilde sentido de la expresión ha sido mi referente y no solo en el ámbito de la profesión. Por cierto, he ejercido muy poco – tú ya jubilado y yo pisando la línea de esa área – y siempre en «Educación de adultos».
    De ahí que en su día el úfologo Paulo Freire me deslumbrara.
    No me gustan tus formas de exposición entre la descalificación y el insulto. Lo del rigor, la cientificidad, y otras gaitas se lo dejo en la réplica a otros: «doctores tiene la iglesia».
    Quiero creer que tú podrías haber sido uno de los que me hubiera «ayudado» no solo a aprobar esas «putas matemáticas» sino también a amarlas. Deseo dejarte esa consideración así como pedirte disculpas por mis exabruptos en el escrito que te he dedicado. Ya ves sigo en el intento de aprender a ser el mejor de mí mismo porque creo que en este mundo que nos ha tocado vivir no hay otra pedagogía – disculpa que nombre de nuevo a la «bicha»- sino aquella que en su frontispicio de entrada muestre ese camino.
    Como espectador u oyente, – no solo he leído algunos de tus escritos sino que también he podido seguir tus intervenciones a través del «youtube» – déjame que te sugiera que debes mejorar tu «mise en scene”: ahí tienes un buen referente porque en ese sentido también Miguel Ángel Santos Guerra es impagable.
    Ricardo, podemos discrepar ¡faltaría más!, pero no estaría de más que a esta ya provecta edad nos recordáramos que «el problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas».
    Estoy seguro, y dejo mi corazón con el balcón abierto, de que tú eres buena gente.
    Sí, un abrazo.

  19. Buenos días señor Ricardo.

    Es un lujo tenerle en este barrio en el que siempre estamos tratando de aprender de quien esté dispuesto a enseñarnos.

    Le estoy escuchando a usted (y a los demás contertulios) y trato de entenderle. Y me surgen preguntas que paso a formular.

    1.- “Que hay buenos y malos profesores es verdad”. Dado que considero que no podemos permitirnos que esos malos profesores sigan ejerciendo como tales, ¿qué debemos hacer con ellos? E inicialmente, ¿cómo debemos seleccionar a los educadores de nuestros hijos?

    2.- “El amor al saber, la inteligencia, la paciencia y las virtudes necesarias para ser un buen docente no se transmiten a través de la pedagogía, ni de cursillos ni de másteres.”

    Además de esas tres características que menciona, ¿qué otras virtudes son necesarias o debe poseer un buen docente?

    Pedagogía no, cursillos no, másteres no. ¿Se puede aprender a ser un buen docente? ¿Se puede enseñar? ¿Dónde, cómo y quién debe formar a los futuros educadores de nuestros hijos? ¿Qué disciplinas científicas deben formar parte de su currículum?

    Gracias anticipadas por compartir sus opiniones con los que le leemos y queremos una mejor educación y formación para nuestros hijos, y que a estos le falten dedos para contar a sus buenos profesores y profesoras. Entiendo que todas y todos buscamos eso.

  20. Estimados contertulios:

    Luis Eugenio dice que “el problema con el mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que la gente estúpida está llena de certezas”. Es una frase de Russell, acertada solo hasta cierto punto. Si queremos mejorar el mundo y mejorarnos como personas, algunas certezas habremos de tener: las democracias son preferibles a las dictaduras, la libertad de expresión es preferible a la censura, la ciencia lo es a la superstición, y la educación y el saber lo es a la ignorancia. Y celebro que Santos Guerra haya sido para ti un referente. Para mí no lo es: no lo conozco personalmente, pero todo lo que he leído de él me parece sencillamente delirante.
    José Antonio pregunta sobre lo que hay que hacer con los malos profesores. Para ello ha de haber un servicio de inspección que funcione de verdad, que en lugar de tanto papeleo recojan las quejas de los alumnos cuando estos no se sientan bien atendidos y que si hace falta presencie las clases de los profesores. Ahora bien, estos inspectores han de ser escogidos entre los mejores profesores, al margen de las simpatías políticas de cada cual. Y otra virtud indispensable para ser un buen docente es la memoria. Sí, la memoria, tan denostada hoy. Siempre que he tenido un mal profesor me preguntaba una cosa. Ese profesor tuvo (es imposible que no fuera así) profesores igualmente malos y seguro que se daba cuenta que eran malos. ¿Por qué con el tiempo repitió errores que él mismo criticó? Por culpa de la desmemoria, que impide aprender de los errores (los propios y los ajenos). No sé si has leído El principito, de Saint-Exupery. En la dedicatoria dice que “Todas las personas mayores han sido niños, lo malo es que pocas la recuerdan”. Yo diría, parafraseándolo, que “Todos los profesores han sido alumnos, lo malo es que pocos lo recuerdan”.

    • Estimado Ricardo, estimados todos,
      Estoy disfrutando mucho con los comentarios, tanto los que comparto como los que no. No tenía pensado intervenir, pero el caso es que no deja de ser curioso que cite El Principito, pues acabo de salir de clase (Pedagogía Social) y precisamente he recitado un párrafo de esta breve pero intensa obra. En ella, como seguro que sabe, también se dice: «Adios, dijo el zorro. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. Lo esencial es invisible a los ojos, repitió el principito, a fin de acordarse». Repítaselo de vez en cuando, compañero docente, pues sigue sin ver que, más allá de sus certezas (que también son en gran parte las mías), hay cosas que no solamente son esenciales, sino también susceptibles de ser enseñadas y aprendidas. No olvide que la huella del orífice es profunda y que la idea que tenga del ser humano calará en aquellos a los que ayude… o crea ayudar. Primum non nocere, estimado Ricardo, que somos responsables de nuestras rosas y sus palabras, así como su pluma, parecen estar afiladas solo para herir. Y, por favor, descuide darle la vuelta a mis argumentos para hacerme creer que son precisamente los pedagogos quienes más daño han hecho al aprendizaje, enseñanza, alumnos, etc.; ya le he leído bastante como para hacerme una idea y lamento comunicarle que lo único que ha conseguido -que no es poco- es lograr que me reafirme en esta tarea lenta, pero segura, que es la educación. Lástima que no se acuerde tanto de Giner o Cossío como de Unamuno. ¡Alma, Ricardo, alma! Un saludo.

  21. EL DON DE LA EBRIEDAD
    Estimado contertulio
    Sinceramente no conocía esos textos de Miguel Ángel Santos Guerra que al parecer producen esos efectos alucinógenos! Sé buena persona y pásamelos prontamente porque navego actualmente por un inmenso océano, no sé si llegaré a la orilla y necesito soslayar todo aquello que me incapacite restándome las fuerzas. ¡Vade retro!
    Verás siempre que he intervenido en este bendito blog lo he hecho de una manera heterodoxa y en mi despedida formal hacia tu persona, ya sin abrazo de por medio, lo vas a apreciar a buen seguro.
    Que Miguel Ángel Santos Guerra sea para mí un referente tanto en el terreno profesional como en el personal es para mí un auténtico privilegio. Que los dioses le guarden todavía muchos años en el viaje hacia su Ítaca personal.
    Se acabó este jueguecito que tanta publicidad inmerecida te está proporcionando: las réplicas y contrarréplicas ya se las dejo a los doctores de esa secta pseudocientífica: a buen seguro que te lo vas a pasar muy bien. Allá ellos.
    Permíteme que te regale un fragmento de mi último texto – tranquilo solamente soy un aprendiz del oficio de escribidor – para ver si sonríes y se te endulza un tanto esta tarde antipedagógicamente pedagógica.
    Vale
    Tú has visto
    a borrachos muy ebrios de cordura, aprendices del oficio de escribidor, desayunándose por la mañana con unas hojas de san Juan puestas a hervir disueltas en un agua muy pura; y ponerse delante de un papel en blanco y sentir náuseas matinales y regurgitar las arcadas que le produce el horror vacui; y es que dicen que el pesimismo es muy estético pero que acaba por joderte ahí donde los griegos señalaban que se encontraba el alma… y los pulmones.
    AURA
    (…)
    Eras muy joven y, por entonces, jugabas a medias entre los oficios de cantautor al uso y aprendiz de escribidor. Esa decidida apuesta acarreaba deambular por ciertos sancta sanctorum. En las aceras flotaba una encendida y ansiada primavera. Aquella mujer, sentada en la mesa de una terraza del café, irradiaba un estilo muy depurado en todos sus movimientos. Enseguida percibías ese tipo de féminas distintas envueltas en un hálito de misterio y embrujo seductor. Tú apurabas, en el interior del local, con una lentitud muy medida en cada sorbo, cada uno de sus gestos y, a través de la cristalera, ella te dedicaba unas miradas de natural penetrante. No era éste, efectivamente, un rincón de la Chiesa di San Lorenzo, pero estaba adornado a aquella hora del mediodía de más de una reliquia literata abrevando el vermú mientras trazaba en una servilleta unas anotaciones para el próximo artículo. Aquella carnosa boca succionando un pitillo extralargo, esa poitrine poderosa marcando las aureolas, la vistosa pashmina rodeando su cuello, esas sonrisas enigmáticas dedicadas a través unas aparatosas gafas de sol, … Definitivamente había una clase distinta de alto voltaje erótico.
    Esperé a que abonara y decidí seguirla. No tardé mucho en abordarla y espetarla el comentario consabido directo e ibérico. Y ante ese requiebro, una voz profunda, entre estibador de Pasajes e instalador de gotelé adicto al perfumado, me exhortó: gracias, guapo. ¿Vamos? Dicen que amor no es literatura si no se lleva escrito en la piel. Así que, tiernamente, cogidos de la mano, recorrimos unos pasos entre las sombras del bulevar.
    Luis Eugenio Utrilla

  22. Ps.: por cierto, Don Ricardo, me ha costado muchísimo insertar el puto “captcha”, ya ves una sencilla operación de cálculo. No tendrás tú nada que ver como eximio catedrático de matemáticas, verdad?

  23. El día 27 de octubre, viernes, se celebró en la Facultad de Ciencias de la Educación de Córdoba, lugar en el que trabajo desde hace cuarenta años, la defensa de una tesis doctoral. Su autor (J. C. A.) era doctor en Filosofía desde hacía unos treinta años, pero quería tener el título de doctor en Educación ante la proximidad de la jubilación. Para ello, se puso en contacto con un profesor amigo de la Facultad a quien dirigí su tesis doctoral no hace mucho tiempo, después de que este hubiera estado durante décadas trabajando en la Enseñanza Primaria; es decir, un docente con gran trayectoria pedagógica.

    La exposición del doctorando fue magnífica: dominio y precisión del lenguaje, correcta oratoria, control de las pausas y los silencios, conocimiento de los investigadores citados (lingüistas, pedagogos y psicólogos) que habían sido abordado en el marco teórico de su tesis doctoral. Un verdadero placer escucharle a lo largo de casi una hora.

    Antes de la defensa, estuve charlando detenidamente con él. Le comenté que el tema que abordaba me parecía de gran importancia para los tiempos en los que nos movemos y, puesto que dos miembros del tribunal eran catedráticos amigos míos, le indiqué que, tras su exposición, le haría alguna pregunta sobre el tema que defendía (no es habitual que los doctores presentes en la sala realicen preguntas; aunque tienen ese derecho).

    ¿Y cuál era el tema que había investigado un doctor en Filosofía con muchos años de docencia? Pues bien, su título era “El cuento infantil como instrumento en el desarrollo psicolingüístico de los niños de 3 años”.

    ¿Qué motivaba a un profesor acercarse al mundo de los más pequeños tomando el cuento narrado o leído como motivo de su trabajo de investigación? Sencillamente, acceder a sus mentes, a las emociones, los orígenes de la formación narrativa en los seres humanos, así como plantear los criterios pedagógicos a utilizar para que el cuento penetrara en lo más hondo de niños y niñas.

    ¿Metodología de investigación? De ningún modo servían los métodos experimentales ni estadísticos característicos de las ciencias naturales o de las matemáticas. Se llevó a cabo con metodologías cualitativas y siguiendo las pautas de “estudio de casos” del investigador y pedagogo estadounidense Robert E. Stake (ver “Investigación con estudio de casos”) ya que su trabajo lo hizo en un centro de Educación Infantil.

    Tanto su trabajo como su exposición fueron alabados con toda sinceridad por los miembros del tribunal-lingüistas, psicólogos y pedagogos-, por lo que recibió la máxima puntuación que se conceden a las tesis doctorales.

    Al día siguiente recibí por correo electrónico la tesis doctoral de J. C. A., agradeciéndome el apoyo que le había prestado. Firmaba con su nombre y debajo indicaba ser doctor en Filosofía y doctor en Educación (se veía claramente el orgullo de jubilarse siendo doctor en Pedagogía).

    Entusiasmo, vocación por la enseñanza, sencillez por trabajar con niños de corta edad, deseos de aprender sobre un tema tan importante que no se aleja de los postulados de Jean Piaget (ver “La formación del símbolo en el niño”) y, sobre todo, afianzarse como pedagogo en un campo inédito para él con anterioridad a esta investigación.

    ***

    Este verano, como en otras muchas ocasiones, he estado en Suiza donde tengo bastantes amigos y amigas dentro del mundo de la enseñanza en distintos niveles. Suiza, por razones familiares, es el país que mejor conozco de Europa, por lo que me resulta fácil abordar distintas temáticas relacionadas con la confederación helvética.

    Tal como he explicado en escritos anteriores, me vi con Julio Peñate que es catedrático de Literatura Española e Iberoamericana en la Universidad de Friburgo. En la charla que mantuvimos, me expresó que las universidades suizas buscan al mejor profesorado, sea en el país o fuera de él, de modo que, cuando se convoca una plaza de titular o catedrático, el jurado formado para la ocasión comprueba que el o la aspirante tenga una buena oratoria, una capacidad de comunicación y que se produzca una clara comprensión por parte de los presentes (profesorado y alumnado), de modo que, antes de la adjudicación, tiene que dar una conferencia pública en la que se le realizarán preguntas de forma abierta por cualquiera de los presentes. Todo un reto.

    Tengo que apuntar que, lamentablemente, la Universidad española solo cuenta con un 2% de profesorado extranjero; las universidades suizas, en cambio, con un 43% de profesores y profesoras de otros países. Las exigencias imprescindibles son el dominio de la lengua del cantón (francés, alemán, italiano o romanche), residir en la cuidad en la que está ubicada la Universidad y tener una buena base tanto en el contenido de la materia como en el dominio comunicativo con el alumnado.

    Charlé también con Ana, profesora jubilada de Educación Secundaria. Me informó de su trayectoria y del de las amigas españolas que imparten docencia sus aulas, en las que hay un elevado número de hijos de inmigrantes, dado que Suiza, a pesar de ser un país pequeño, cuenta con una de las tasas de población inmigrante más altas de Europa. De igual modo, me dio recuerdos de otras amigas que imparten clases a los hijos e hijas de trabajadores españoles y que ya se encuentran afianzados en este país. Aparte del dominio del francés (para el caso de los cantones francófonos, que es donde yo me suelo mover con más frecuencia), se les exige una sólida formación pedagógica para trabajar en unas aulas con un alumnado muy diverso desde el punto de vista cognitivo y con situaciones personales y familiares muy dispares.

    ***

    Cuando yo era adolescente, durante las vacaciones de verano, algunos amigos de Alburquerque, mi pueblo, acudían a mí para que les resolviera los problemas de matemáticas, dado que con el profesor con el que estaban no acababan de enterarse. Por mi parte, se los explicaba poniéndome en su lugar, dado que teníamos las mismas edades, lo que hacía que yo entendiera sus dificultades. No me importaba ir despacio hasta que acabaran comprendiéndolos, motivo por el cual, con el paso del tiempo, llegué a entender las razones por las que sentía inclinación por la docencia (especialmente por las matemáticas).

    Sin embargo, en Sevilla comencé a estudiar Arquitectura, dado que la Facultad de Matemáticas no se había creado en el año en el que yo debía iniciar los estudios universitarios. Ni que decir tiene, que en la carrera de Arquitectura las asignaturas de matemáticas y física eran fuertes, pues un arquitecto tiene que saber resolver bien los cálculos de las estructuras de los edificios que proyecta.

    Trabajando como arquitecto, recibí la invitación de lo que hoy es la Facultad de Ciencias de la Educación para impartir docencia en el Departamento de Educación Artística y Corporal. Acepté la invitación. Compatibilicé durante años el trabajo de arquitecto con el docente.

    La enseñanza me entusiasmaba, a pesar de las carencias que encontraba en el alumnado dentro de Educación Artística. Cuando me decidí por la enseñanza universitaria, pasando a tiempo completo, me planteé hacer la tesis doctoral en Málaga, con Miguel Ángel Santos, Ángel Pérez Gómez, José Gimeno Sacristán… Cuando fui a matricularme, el director del programa, Miguel López Melero, sorprendido, me preguntó “¿Qué hace un arquitecto en un programa de Pedagogía?”. Le expliqué las razones y terminó convencido de que yo no desentonaba entre el alumnado que asistiría al mismo.

    Puedo decir que, aparte del enorme esfuerzo que me supuso ir en tren tras impartir las clases por las mañanas, comer un bocadillo en el camino y llegar de vuelta a la una de la madrugada, pues la comunicación por carretera de Córdoba y Málaga era bastante desastrosa, viví con un enorme placer esos dos años. Por otro lado, como he apuntado, las investigaciones experimentales y las cuantitativas-estadísticas las conocía plenamente, por lo que fue un gran acierto conocer las cualitativas o interpretativas, pues, como es fácil comprender, son las adecuadas para las disciplinas creativas, en las que las emociones y sentimientos juegan un papel primordial.

    Digo todo esto porque, excepto en casos puntuales, la mayor parte de los profesores o profesoras que imparten Educación Plástica y Visual en las facultades de Ciencias de Educación proceden de Bellas Artes y no creen necesario adecuar los contenidos conceptuales y prácticos a Educación Infantil o a Educación Primaria. Repiten lo que aprendieron en sus años de estudiantes universitarios. Consideran que no es necesario formarse pedagógicamente; les basta y sobra con las técnicas que aplican, ya que no entran en el desarrollo conceptual y cognitivo de las artes plásticas. Resultado de todo esto en España: una clara marginación de la Educación Artística, de modo que salen maestros y maestras con unas deficiencias enormes, con lo que esta materia no sale de lo anecdótico (y esto me duele mucho decirlo):

    (Hago aquí una pequeña pausa y pienso en esos casos contados de magníficos docentes que conozco de Córdoba, Málaga, Sevilla, Madrid, Barcelona… Gracias a ellos esta disciplina no está más relegada y hundida en la marginalidad.)

    ***

    Todo lo que he escrito en los párrafos anteriores están centrados en experiencias personales y empíricas. No me he querido elevarme a las visiones conceptuales para pisar suelo en este debate.

    Hace unas semanas ya me despedí del blog, pues era verdad que siento repetirme después de seis años. De todos modos, he roto el silencio en esta ocasión dado que quiero hacerle tres preguntas al profesor Moreno Castillo, autor de los libros (que he leído) “De la buena y de la mala educación” y “La conjura de los ignorantes: de cómo los pedagogos han destruido la enseñanza”.

    1. ¿Tras lo que he expuesto, cree que yo también pertenezco a la Secta Pedagógica, locución que utiliza con abundancia en el segundo de los libros citados?

    2. ¿Considera que la enseñanza/educación habría mejorado si no existieran pedagogos en nuestro país?

    3. ¿Seguirá utilizando la expresión Secta Pedagógica para referirse a los profesionales de la enseñanza/educación que trabajan dentro del campo de la Pedagogía?

    Una vez que haya respondido, volveré a ese silencio del que hablé hace unas semanas, por lo que, dándole las gracias anticipadas, le envío un cordial saludo.

    Aureliano Sáinz Martín
    Arquitecto y Doctor en Pedagogía.
    Catedrático de Didáctica de la Expresión Plástica.
    Universidad de Córdoba.

  24. Apreciado MAS:

    Primero pensé titular mi comentario «Carta abierta a un anti-anti». Después pensé que era una forma brusca de empezar un comentario que, ante todo, quiere ser una crítica amable, y lo descarté.

    Ya sabes, por polémicas anteriores que hemos mantenido en este blog, que mis posiciones intelectuales están mucho más cerca de las de Ricardo Moreno que de las tuyas propias. Creo que haces mal en sentirte aludido en lo personal por las críticas a tu profesión. Sé que debe de ser muy duro para alguien que ha dedicado, no sé si los mejores, pero los mayores afanes de su vida a una actividad profesional como la Pedagogía, verla criticada y ninguneada públicamente. Sin embargo, desde la más remota Antigüedad, los debates intelectuales entre posturas claramente enfrentadas han sido ásperos, abundantes en invectivas y descalificaciones. No tienes que sentirte PERSONALMENTE ofendido, pues creo que en la crítica de Ricardo Moreno hay energía, acritud, displicencia, pero no «animus iniurandi».

    Conectando con polémicas anteriores, cuyos efectos nos tienen todavía entre sorprendidos y sobrecogidos, esta es una de las típicas situaciones en las que el tan reclamado «diálogo» no parece posible, porque, en el fondo, cada una de las partes niega legitimidad a la otra. Tú, como creyente, nunca podrás convencer a los ateos de la utilidad de la Pedagogía. Tampoco los ateos podrán nunca demostrar su inutilidad absoluta. En medio estamos los agnósticos, que pensamos que, si Dios existe, es su problema.

    Aunque el tema lo merece, no quiero extenderme demasiado, así que intentaré fijar mi posición mediante una serie de puntos esquemáticos:

    1. Las críticas a la MODERNA Pedagogía han surgido sobre todo desde el ámbito de las Enseñanzas Medias y, fundamentalmente, a raíz del proceso de cambios educativos que comenzaron con la llamada Reforma y culminaron en la LOGSE y sus desarrollos. Aunque con menos vehemencia, estas críticas también han procedido de otras instancias universitarias y de intelectuales de prestigio.
    2. Fuera del estricto campo de la Pedagogía o las Ciencias de la Educación no se han oído voces en defensa de la utilidad o, al menos, de la inocuidad de esta ¿ciencia?, ¿disciplina?, ¿materia? Puede que las haya, pero yo las desconozco. Ruego a los contertulios que, si conocen alguna, me las hagan saber. ¿No os da motivo de reflexión que prácticamente nadie, fuera de vuestro propio ámbito intelectual y de ciertos ambientes políticos, reconozca y valore lo que hacéis?
    3. A lo largo de mi dilatada vida profesional he conocido muchas clases de profesores, sin que haya podido constatar ninguna influencia en su calidad como docentes su bagaje de conocimientos pedagógicos. De hecho, he disfrutado en mi formación en todos los niveles de la enseñanza, desde la primaria a la universidad, de magníficos profesores que, estoy seguro, no tenían formación pedagógica, pero amaban la enseñanza y dominaban su materia.
    4. Mi primer contacto con la moderna Pedagogía fue con ocasión de redactar mi Memoria para el acceso a Cátedra, a principios de los años 90. Tengo que decir que para mí fue un auténtico suplicio lidiar con aquellos textos tan llenos de palabrería hueca como vacíos de contenido práctico. Tendría que recuperar el apéndice bibliográfico de aquella dichosa Memoria para recordar alguno de aquellos títulos, afortunadamente olvidados y nunca más recordados.
    5. Ambos, Ricardo y Miguel Ángel, tenéis razón en lo que afirmáis: hay buenos y malos profesores de la misma manera que hay buenos y malos pedagogos. El problema es que cada uno hace hincapié en los malos ejemplos de cada una de las dos actividades.
    6. Muchos de los que descalifican a Ricardo Moreno lo hacen por adhesión personal e inquebrantable a tu figura y a tu persona. Eso les honra y te honra. A ellos por su fidelidad, y a ti por haber sabido inspirarla. Solo José Luis González parece que haya leído aquello que critica. Sin embargo, tengo que decir que, aparte de descalificaciones genéricas (maniqueísmo, ataques, insultos) no he encontrado en su reseña ni una sola refutación a los argumentos de Moreno, al que incluye también –qué coincidencia- en una supuesta corriente de “opinadores sin criterio”. Añade, además, una cita de Enric Prats, según el cual “[…] tales opinadores no se escapan, también ellos (suelen ser hombres), de un anhelo insistente por teorizar […]”. Vaya, con el androcentrismo hemos topado. Acaso una de las mayores “opinadoras”, pedagoga ella misma, Mercedes Ruiz Paz, sea un hombre disfrazado.
    7. Hay quien establece un paralelismo entre los modernos pedagogos y los antiguos curas nacional-catolicistas de la posguerra. En los años 40 y 50, los únicos consejeros en materia sexual eran los curas en su confesionario, quienes –se supone- no tenían del asunto más que un conocimiento puramente teórico. En cambio, los modernos pedagogos en lo que se refiere al trabajo en el aula… ¡caramba, qué coincidencia! En este sentido, no quiero dejar de “re-citar” algunas frases que cita Horacio (el comentarista del blog, no el poeta latino), quien a su vez cita al pedagogo argentino Daniel Prieto: “SOMOS DEMASIADO IMPORTANTES COMO PARA QUE NOS CONFINEN A LAS AULAS Y NOS FUERCEN A SOSTENER LA VIEJA ESTRUCTURA DE LAS CLASES EXPOSITIVAS. Somos demasiado importantes como para que nos exijan defender sistemas caducos a golpes y bombardeos de notas.” En fin, ya se ve que son ustedes muy importantes. Nadie le obliga, Sr. Prieto, a estar confinado en las aulas. Puede usted, con toda libertad, dedicarse a reflexionar y escribir sobre teorías educativas, pero viva usted de los pingües derechos de autor que, sin duda, le proporcionarán sus muy sesudas publicaciones. No de su salario de profesor, que hay que ganar –todavía- confinado en las aulas.
    8. Para terminar, Miguel Ángel, te ruego que no te sientas ofendido por lo que he escrito más arriba. Sabes que, aunque no forme parte de tu secta 😉 mi aprecio y respeto personal hacia ti y hacia tu figura están fuera de toda duda. Quizás tus logros intelectuales sean más comprendidos, valorados y vitoreados en la patria del Realismo Mágico, pero ya sabes que nadie es profeta en su tierra.

    Por cierto, aunque no tengo mucha fe en tu doctrina, te considero un excelente profesor. Tienes más que acreditado el dominio de tu materia, el amor por enseñarla y la entrega a tus alumnos, que se cuentan por miles. Los testimonios de respeto y admiración de tus alumnos, discípulos y compañeros que abarrotan este blog así lo demuestran.

    Un saludo muy cordial

  25. Estimado Santos Guerra, respondo a su respuesta:

    No he dicho que todo lo que ha escrito usted sea delirante, he dicho todo lo que le he leído lo es. Aunque por lo que he leído, no estoy muy animado a leer lo que todavía me falta por leer. Y si sus libros han sido traducidos a otros idiomas me alegro por usted, pero no argumenta ni en contra ni a favor de su calidad. He leído también libros de pedagogía traducidos de otros idiomas y eran tan disparatados como los que leí en su lengua original.

    1. No llamo ignorantes a quienes desconozco, ni mucho menos, sino a personas en cuyos cursos he pasado auténtica vergüenza ajena, a quienes he leído más de lo que yo quisiera, pero que he leído precisamente para no hablar de lo que desconozco. Y ser anti-pedagogo me parece (¡qué le vamos a hacer!) tan legítimo como ser anti-cartomancia. Y por supuesto que la pedagogía ha contribuido a destruir la enseñanza. El lenguaje vacío de ustedes la ha vaciado.

    2. Dice usted que las citas de nombres no son por argumento de autoridad, sino porque son personas que descalifico sin haberlas leído. Lo que he leído o no usted lo ignora. Y sobre pedagogía he leído, repito, mucho más de lo que hubiera querido.

    3. Le parece usted desacertado el ejemplo del ateo, porque este cree que Dios no existe. Pues con el mismo derecho que el ateo, pienso que la pedagogía es una jerga que no existe como ciencia. Y dice que el discurso pedagógico es plural y diverso. Claro, como también son plurales y diversas las religiones e incluso los movimientos teológicos dentro de una misma religión, pero a los ojos del ateo todas son igualmente vacíos.

    4. Dice usted que “cuando digo que es una paradoja mandar callar en la clase de lengua, cualquier lector inteligente y no malintencionado entiende que quiero decir que para aprender a hablar hay que hablar. Pero lo que usted entiende es que yo invito A QUE HABLEN TODOS A LA VEZ. ¿Lo he dicho? Lo que cualquier exégeta sabe que quiero decir (y así no parece delirante) es que los alumnos tienen que participar y que tienen que estar activos en el proceso de aprendizaje de la lengua”. Hombre, que los alumnos tienen que hablar y participar sucede en clase de lengua, y en clase de matemáticas cuando se discute un problema, y en clase de latín cuando se discute sobre un texto, y en historia cuando se debate sobre cualquier acontecimiento…A sí que no veo porque esa paradoja solo se da en clase de lengua. Más que interpretaciones malintencionadas es que usted no se expresa bien. A lo mejor no ha leído a Saussure con demasiado provecho. Y dice usted que se dialoga mejor con quien está delante que quien te habla por el cogote. En efecto, por eso al trabajar los problemas hablan con el de al lado, se vuelven hacia atrás…lo cual significa que estar sentados en hileras no impide en absoluto la comunicación horizontal. Desde luego a mis alumnos jamás se lo ha impedido.

    5. Le escandaliza que diga que es igual el sueco que el zulú. Pues en efecto, el sueco necesita explicaciones claras y audibles, y el zulú también. El sueco necesita pizarras ordenadas, y el zulú también. El sueco necesita alternar las explicaciones teóricas con ejercicios prácticos ordenados de fácil a difícil, y el zulú también. Al sueco hay que animarle a participar y preguntar sus dudas, y al zulú también. El sueco ha de ser tratado con cortesía (porque la educación ha de basarse en el buen ejemplo), y el zulú también. El sueco con ciertas dificultades especiales ha de tener clases de apoyo, y el zulú con ciertas dificultades especiales también. Al sueco escolarizado en España se le ha de enseñar el castellano, y al zulú escolarizado en España también. El sueco es un ser humano y el zulú también. Y si no me ha entendido, el que delira cuando me lee es usted.

    6. Dice que yo insulto. Pero sucede que los delirios deben ser denunciados como delirios y las chorradas como chorradas. Con el mismo derecho que usted dice (en otro lugar del blog) que mis ideas son “fruto de una posición rancia, trasnochada y reaccionaria”. Y denuncio los disparates de los pedagogos igual que denuncio los de los curas. Hace un par de años escribí un libro titulado “Trece cartas a Dios” en el cual, en lugar de meterme con los pedagogos, me meto con los obispos (y por cierto, no lo he hecho a la ligera sino después de leer muchos y muchos libros de teología). Bueno, a lo que íbamos, ninguno de mis amigos curas (sí, tengo amigos curas, ando con malas compañías) se han sentido ofendidos. Se conoce que hasta los curas encajan mejor las críticas que los pedagogos.

    7. Según usted, me impulsa a leer sus textos la idea de aclarar las mentes de quienes pueden dejarse seducir o persuadir por ellos. Así es, en efecto, y desde que escribí el Panfleto recibí muchos correos (poco más de cuatrocientos) de España y de América del Sur agradeciéndome lo bien que había desmontado el discurso pedagógico. Porque no es fácil de desmontar, y no por complicado, sino porque de puro vacío casi no deja asideros para argumentar.

    8. En efecto, usted NO ha rebatido mis argumentos. Decir de ellos que son “rancios, trasnochados y reaccionarios” no es argumentar. Y en cuanto a las diferencias, me remito al punto 5.

    9. En lo que dice si la filosofía es o no una ciencia, creo que no, pero eso no quita que sea un lenguaje con contenido, aunque esto ha sido negado (por lo menos respecto a la metafísica tradicional) por el Círculo de Viena. Pero es una discusión que nos llevaría muy lejos. Y lamento discrepar: he llegado a la conclusión de que la pedagogía me merece la misma consideración que la adivinación o la cartomancia después de haber leído mucho y bien. Y no niego la solidez intelectual de muchos de los que escribieron sobre pedagogía (como no niego la de Tomás de Aquino) pero eso no quita para que la pedagogía me parezca tan vacía como la teología para un ateo.

    10. Dice usted que con el saber pedagógico podría ser mejor profesional. Le repito que he leído mucha pedagogía y no he encontrado ni UNA idea que sea útil para mis clases, y esta opinión es compartida por casi todos mis colegas. Si los profesores (los supuestos beneficiarios de la tal “ciencia”) no la tomamos en serio, por algo será. Y esto no lo digo yo, lo dice José Gimeno Sacristán en uno de los textos que recopilo: “El Panfleto Antipedagógico, que va por ahí vendiéndose y va por la sexta o séptima edición; mientras que los panfletos pedagógicos se mueren de risa en las estanterías sin que nadie acuda”. Lo bueno que haya podido tener como profesor ha sido gracias al ejemplo de mis buenos profesores, a la discusión con los compañeros y sobre todo, a las horas de estudio. Seguir siendo un estudiante me ha ayudado mucho para no perder el punto de vista de mis propios estudiantes.

    11. Sostiene usted que “si después de leer muchos libros usted interpreta como interpreta los textos y los pretende desmontar como lo hace, es que lo que ha leído no le ha servido para nada”. Hombre, señor Santos Guerra, que usted dista mucho de ser Kant, y para desmontar los textos de usted y sus colegas tampoco hace falta saber tanto. Si yo me he tomado la molestia de leer pedagogía (por la misma razón que leí mucha teología antes de escribir “Trece cartas a Dios”) es porque no acostumbro a descalificar nada sin haberlo estudiado antes. Del mismo modo que no hace falta saber geología para desmontar al geólogo que sostiene que el mundo fue creado en seis días ni oncología para desmontar al oncólogo que sostiene que el cáncer se cura con rogativas o conjuros. De modo que los ejemplos del geólogo y del oncólogo, en contra de lo que usted dice, sí son significativos.

    13. Sostiene usted que no hay país en el mundo que no haya preocupación por la formación del profesorado. Es verdad, pero también lo es que en algunos países ya está cundiendo la voz de alarma frente al daño que hace la jerga pedagógica. Y en cuanto a las clases que recibí de pedagogos, no es que algunas hayan sido malas, es que en todas pasé auténtica vergüenza.

    14. Reconoce usted honradamente que sobre mi competencia profesional no puede opinar. Con la misma honradez tengo que decirle que yo tampoco. Tendrían que decirlo mis alumnos. Lo que sé es que mi relación ha sido cordial y que la exigencia no me ha llevado a suspender mucho, más bien al contrario, conmigo era fácil aprobar. Solo el profesor exigente puede sacar lo mejor de cada uno.

    • Señor Moreno Castillo:

      Al menos con este sistema uno se puede defender. No es tan fácil cuando ataca e insulta en un libro o en una conferencia en la que no está presente el interpelado. Y he visto que algunos hasta le rían las pretendidas gracias. Y digo que insulta porque eso es lo que hace: llamar a alguien ignorante (sin tener la más mínima idea de lo que sabe) es un insulto. Curioso mecanismo: llamar ignorante al que no piensa como usted. Y, además, miente. Porque habla de conjura (¿sabe lo que significa el término?) y con esa palabra está faltando a la verdad. ¿Nos hemos conjurado?
      No voy a seguir el esquema de la réplica anterior para no darle muchas vueltas a las mismas cuestiones y para no repetirme. Porque veo que usted es inasequible al desaliento. Aunque el autor le diga que no ha sido bien interpretado lo que considera cierto es su interpretación, la que usted hace. Resulta casi increíble.
      1. No. No lea más pedagogía. No sea que aprenda algo, no sea que se entere de algo y se acabe el negocio. Lo que pasa es que si no lee pedagogía, ¿qué es lo que va a escribir? Bueno, también puede meterse con los curas o con los obispos. (Por cierto, yo también lo he hecho en este mismo blog). Porque su fama procede de nuestros textos. (Lo del cálculo de derechos de autor lo tendrá que hacer usted que es matemático y, además, es el único que sabe cuánto le pagan). ¿Ha leído “Educarse en la era digital”, un libro de mi colega y amigo Ángel I. Pérez Gómez? ¿Por qué no lo intenta?
      2. Dice Antonio del Pozo que usted no tiene “animus iniuriandi”. ¿No? ¿Pues qué es entonces lo que tiene? Usted insulta sin consideración alguna. Y lo tiene a gala. Como si estuviera defendiendo a los pobres profesores de unos taimados malhechores del pensamiento. Y cree que eso le da derecho a todo.
      3. Que hay muchos que piensan como usted no me cabe duda. Habla de ¡¡¡cuatrocientos!!! correos. Qué tremendo. Como si verdad fuera lo que la mayoría dice que es verdad. Pues verá: en el mes de septiembre impartí una conferencia en la ciudad de Tucumán a la que asistieron 5000 profesores ). Cinco mil profesores que aplaudieron de pie unos minutos. ¿Se me ocurriría decir que ese hecho es un criterio de que lo que allí dije es incontestable? Pero a usted cuatrocientos correos le parece un aval extraordinario. No se lo crea. Porque no lo es.
      4. El que haya libros míos que se traduzcan a otro idioma no es señal alguna para usted de un mínimo valor, pero el que le manden a usted ¡cuatrocientos! correos es planteado como un signo de que está escribiendo cosas de un gran rigor. O que su Manifesto tenga seis ediciones. Qué error.
      5. También he pasado yo vergüenza ajena oyendo alguna conferencia suya. Y, por cierto, usted llama ignorantes no a quien escuchó sino a todos los pedagogos en el título de su obra “La conjura de los ignorantes”. ¿O se refiere solo a aquellos/aquellas conferenciantes? Así que usted llama ignorantes a quienes desconoce. No puede ser más evidente. ¿O los conoce a todos?
      6. Hay que tener un poco más de rigor. Y de vergüenza. Su frase de que “y por supuesto que la pedagogía ha contribuido a destruir la enseñanza” debería ser probada. Porque usted cree (creo error por muchos repetido) que repitiéndola y escribiéndola muchas veces acabará siendo verdad. Ni una sola evidencia. Ni una sola argumentación. Ni una sola investigación.Porque aunque todo o parte del discurso pedagógico fuese vacío, ¿se habría destruido por ello la enseñanza? Ya ve que en su caso no ha tenido la más mínima influencia.¿Considera que los demás son menos listos que usted?
      7. Qué equivocado está el resto del mundo menos usted y los que piensan como usted. Porque usted mismo admite que en todos los países del mundo se reconoce la necesidad de la formación PEDAGÓGICA del profesorado. Aunque usted dice que ya empiezan algunos a dudarlo. Sin duda, sus ideas serán el origen de esa salvífica inquietud.
      8. Puedo suponer lo que ha leído de pedagogía. Y, sobre todo, con qué actitud ha ido (y va) a esas lecturas. Imagino que no con el ánimo de aprender sino con el deseo de aniquilar. De los autores citados, ¿me puede decir de cuántos ha leído algunos libros? Y, desde luego, si los ha leído y piensa como piensa es que no ha entendido ni media palabra.
      9. Claro que los alumnos pueden (y deben) participar en todas las asignaturas. Pero no me negará que es más chocante que el silencio completo se produzca en la clase de lengua. Si reconoce que deben participar en todas las asignaturas, no sé qué hay de delirante en el hecho de que yo afirme que deben participar en la clase de lengua. ¿Es tan increíble, es tan “delirante” que yo afirme que lo hagan en clase de lengua? ¿No capta el matiz irónico de la frase: “silencio, comienza la clase de Lengua”? Para escribir con el rigor que usted me exige, ¿debería haber nombrado una por una todas las asignaturas? (NOTA: en su frase “no sé porque esa paradoja solo se da en la clase de lengua…”, “porque” debe escribirse “por qué”).
      10. Le he entendido perfectamente lo que quiere decir. Y no, no deliro ni cuando escribo ni cuando lee. Ya ve que le gusta insultar. He entendido perfectamente lo que dice sobre atender con igual exigencia al sueco y al zulú. Con igual rigor. Con iguales señales de respeto. Está muy claro. Quién se niega a entender lo elemental es usted. Y este diálogo me está llevando a sacar algunas conclusiones sobre usted peores de las que ya tenía. Porque cuando hablo de atender la diversidad entre el sueco y el zulú, hablo de que no habrá que hablarles a los dos en castellano, y si el sueco tiene 10 años y el zulú 25 no habrá que darles la misma clase y si el sueco tiene un síndrome de Down y el zulú es superdotado habrá que explicarles las matemáticas de manera diferente y si el sueco tiene un trauma porque ha perdido a madre, habrá que ayudarle para que pueda aprender. ¿Lo entiende ahora? ¿Lo quiere entender? No es tan difícil.
      11. Utiliza un verbo que me parece poco tan poco preciso como revelador: denunciar. Creo que sería más lógico hablar de criticar. Creo que es más riguroso (desde mi punto de vista) hablar de criticar una chorrada que de denunciar una chorrada. (Por cierto, desde mi punto de vista usted dice muchas). Lo que pasa es que usted no tiene solo pasión por la verdad, creo que usted tiene una AGRESIVIDAD preocupante, tiene una animadversión y un odio a un colectivo en cuyos orígenes no puedo, ni quiero, ni deseo entrar.
      No, al menos a mí no me importa que haya crítica. Siempre la he solicitado y la he aceptado. Y, cuando he sabido y podido, la he replicado. Lo que no me gusta es el insulto, es el odio, es la animadversión. No se equivoque. No sé si los curas o los obispos no aceptaron su crítica. Ni sé por qué. Yo defiendo, deseo y pido la crítica. Argumentada, rigurosa, RESPETUOSA. La que no insulta. La que ayuda a pensar y a mejorar.
      12. ¿Quiénes son “todos mis colegas”? ¿Los de su instituto, los matemáticos, los profesores en general, sus amigos? ¿Quiénes son esos que dicen que no han encontrado en la pedagogía ni UNA sola idea que les ayude a ser mejores profesionales? Porque yo conozco muchos que SÍ HAN ENCONTRADO NO UNA SINO MUCHAS IDEAS en la pedagogía que les han ayudado a ser mejores profesores.
      Por otra parte el que no las hayan encontrado no es el argumento supremo para decir que no existen, sino que solo muestra que ellos no las han visto o no las valorado o no las han aceptado. Porque existir, existen.
      Y no digo que saber pedagogía sea el único camino. No. Sé que hay muchos otros, como los que usted cita. Y otros más, como la investigación en la acción que propusieron Laurence Stenhouse o Stephen Kemmis entre otros. Y digo más, con mucha pedagogía a las espaldas se puede ser un pésimo docente. Porque hacen falta muchas otras cosas, además de saber pedagogía.
      Su Manifiesto irá por la sexta edición. Y tiene más ediciones mi libro “Escuela que aprende” y “La pedagogía contra Frankenstein” o “Hacer visible lo cotidiano”… Pero ese no es un argumento para decir que mis libros son buenos.. El que haga muchas ediciones del “Manifiesto antipedagógico” no quiere decir que sea muy bueno. Puede significar muchas otras cosas. Acaso este debate hace que venda alguno más.
      13. No sé si a alguno le habrá ayudado su discurso a “defenderse” de los males que puede causar la pedagogía. Considere a los profesores capaces de pensar por sí mismos. Pero mucho me temo que en quien cala su discurso es en aquel que ya estaba previamente convencido de su contenido. Es mejor no saber, no estudiar. Bastan los contenidos. Algunos confunden pereza de pensamiento con firmes convicciones.

      Con saludos cordiales. Y a la espera de que alguna vez hablemos de lo que deberíamos hacer para mejorar la enseñanza (aparte de acabar con la pedagogía). Porque no sé lo piensa al respecto.

  26. SIN ANIMUS IOCANDI
    Quizás tus logros intelectuales sean más comprendidos, valorados y vitoreados en la patria del Realismo Mágico, pero ya sabes que nadie es profeta en su tierra.
    Seré breve, Antonio:
    Me ha dolido que escribieses este párrafo
    y tú sabrás porque lo has insertado.
    Cualquier lista de adjetivos como réplica, uno detrás de otro, se me quedarían cortas. Tú mismo.
    Un cordial saludo

    • Apreciado Luis Eugenio:

      Me escribes «sin intención de bromear» y te muestras muy ofendido por mi alusión al realismo mágico. No es más que una pequeña broma privada, que ya le comenté en su día a Miguel Ángel, en alusión a sus clamorosos éxitos en Hispanoamérica.

      En serio, no comprendo en absoluto el motivo de tu reacción. ¿Serás tan amable de explicarme qué adjetivos y en qué orden me dedicarías?

      Saludos y buenas noches

  27. Amigo Antonio:

    “Creo que haces mal en SENTIRTE ALUDIDO EN LO PERSONAL por las críticas a tu profesión.” (Antonio del Pozo).

    “Sin embargo, desde la más remota Antigüedad, los debates intelectuales entre posturas claramente enfrentadas han sido ásperos, abundantes en invectivas y descalificaciones.” (Antonio del Pozo).

    “El sueco ha de ser tratado con cortesía (porque LA EDUCACIÓN HA DE BASARSE EN EL BUEN EJEMPLO), y el zulú también.” (Ricardo Moreno)

    “Dice que yo INSULTO. Pero sucede que los delirios deben ser denunciados como delirios y las chorradas como chorradas.” (Ricardo Moreno).

    Me gusta la confrontación de ideas, de posturas, de teorías. Todos estamos expuestos a la crítica. Pero creo que en cualquier confrontación civilizada, y más tratándose de Educación, el insulto debe quedar fuera, no es un argumento, no aporta nada positivo, no construye, no es educativo.

    El señor Ricardo, un educador que ha leído mucho y ha impartido muchas clases, y parece que bien, usa el insulto de forma premeditada, no en un momento de acaloramiento. Me imagino que como forma de humor y de polemizar, al más puro estilo de la televisión actual (parte de ella). Busca las audiencias. Para conseguirlo, apuntemos alto e insultemos.

    Intento entenderle, y puedo estar de acuerdo en alguna cosa que dice, o en muchas. Hoy nos dice que la educación ha de basarse en el buen ejemplo, pero él no lo es. Entiendo sus desacuerdos con otras posiciones, pero no comprendo su necesidad de decir que ser más inteligente que Miguel Ángel Santos Guerra tampoco es tan difícil, o que es difícil encontrar a alguien con más capacidad de decir estupideces por centímetro cuadrado.

    ¿Qué pretende? ¿Qué gana con el insulto? ¿Unas risas? No. Es algo más que eso.

    Sólo criticar. Sólo destruir. Ninguna propuesta de mejora. Quedémonos como estamos, como si nada cambiara. CONOCIMIENTO. CONTENIDOS. Pero como se pregunta Gimeno Sacristán, ¿qué contenidos?

    Lo más educativo para nuestros hijos e hijas es entrenarlos en el buen insultar. Es lo que se lleva, y les será de mucho provecho.

    Un abrazo.

    • Estimado José Antonio:

      No comprendo bien la finalidad que persigues citando dos de mis frases. ¿Insinúas que he insultado a alguien? Estoy completamente de acuerdo contigo en que no es sano recurrir al insulto o a la descalificación genérica en una discusión de este tipo. Pero te aseguro que el debate que nos traemos entre manos es una batalla floral comparado con los auténticos insultos y puñaladas traperas que se intercambiaban -en verso- Quevedo y Góngora, por ejemplo.

      Tampoco creo que sea tan sano tener la piel tan fina. Si alguien incurre en una descalificación genérica o injusta, hay que argumentar, no hacerse la víctima. La queja permanente refleja una actitud pasiva-agresiva y es la actitud más estéril y negativa que conozco.

      Por cierto, no respondiste a mi pregunta: ¿Tus hijos están escolarizados en castellano o en gallego?

      Abrazos mañaneros

      • Amigo Antonio:

        1.- Creí que con las citas me ahorraría palabras, pero no he dejado claro lo que quería decirte. Sé cómo son los debates intelectuales y sé cómo me gustaría que fuesen. Sé lo que es el espectáculo y sé lo que es el análisis reflexivo. Sé que uno es más llamativo (nos va la bronca) y el otro es como un documental de la 2 (para echarse la siesta).

        2.- “Tampoco creo que sea tan sano tener la piel tan fina.” Estoy de acuerdo. Esto ya me lo han dejado bien enseñado con el ejemplo en la Facultad.

        Pero hay una parte del cuerpo que debería tener la piel un poco más fina, para ver si así se hacía un poco permeable a los cambios, a los aprendizajes que necesitan más visión que la simple vista y la memoria.

        3.- El principal objetivo de mi intervención era decirte que no estoy de acuerdo cuando le dices a Miguel Ángel que no se lo tome como algo personal, que se ataca a la Pedagogía, no él. No esta semana en El Adarve, pero he visto y escuchado cómo el señor Ricardo Moreno insultaba directamente a la persona, no sólo sus opiniones. Y lo hace en una supuesta conferencia en una Universidad.

        4.- Me llama la atención que quienes más necesitan de la formación necesaria para enseñar quieran cerrar los lugares en donde se imparte esa formación. Otra cosa es criticarlos para mejorarlos, cosa que no se consigue con el insulto. Hay mejores formas de hacer humor y motivar la atención. Perdón, se me ha escapado motivar. El señor Ricardo Moreno tampoco ha contestado mis preguntas al respecto de este tema de la formación docente. Claro, conocimiento, cultura, esfuerzo, memoria, sentido común. ¿Quién discute eso?

        5.- Mis hijos estudian en las dos lenguas. Aquí en Galicia debe estar por ley, creo. Unas asignaturas en castellano y otras en gallego. Esa no es mi preocupación. No me voy a enrollar, pero decirte que esa no es mi pena. Mi preocupación es ver para qué empleamos una u otra lengua. Qué valor le damos a una y a la otra. La escuela no lo puede todo y, hoy más que nunca, no es el único agente de enseñanza y aprendizaje. Para mí la lengua no es algo político, un arma que arrojar a la cabeza de otro. Para mí es algo que va con el paisaje, algo natural, algo propio y que define o ayuda a definir un lugar, a sus gentes y a su cultura. Y sí, ya lo sé. Las culturas están en continuo choque o conflicto (como las personas), en continua conquista. No soy ajeno a los conflictos. Pero creo que desde la educación se puede enseñar a afrontarlos de forma diferente a como se hacía antaño.

        6.- No sé por qué a estos escritores anti siempre les sale una actitud maleducada, chulesca, prepotente, perdonavidas. Creo que no sería necesaria para defender sus posturas.

        Un abrazo.

        • Estimado José Antonio:

          De las palabras dichas en conferencias a las que no asistí, nada puedo opinar. Por lo que se refiere a lo leído en el blog y en los libros de Ricardo Moreno, creo que hay descalificaciones, generalizaciones tal vez injustas, pero no veo injurias propiamente dichas.

          Que en una fuerte discusión intelectual los contendientes se acusen mutuamente de ignorancia o de falta de rigor no me parece que tenga nada de particular. En el ámbito universitario eso está a la orden del día. No me parece que sea sano, pero es un hecho.

          Por otra parte, coincido con Miguel Ángel en que, cuando las posturas se enconan y no se acercan ni un milímetro llega un momento en que, en vez de avanzar, se dan vueltas como en una noria. Lo del debate público o mesa redonda me parece una muy buena idea.

          Gracias por tu afectuosa respuesta. Un abrazo

  28. Estimado ANTONIO:
    Si es como dices, te pido sinceramente disculpas.
    Ya te lo expresé: me siento muy dolido por cómo se está procediendo esta semana en los tomas y dacas – permíteme la expresión – en el blog con este tema.
    Me gustaría conocerte: con eso te expreso mi cariño a tu persona y mi admiración en tus ponderadas y sabias intervenciones.
    Más allá de estar de acuerdo o no, la actitud de este sujeto, el tal Moreno Castillo, es vergonzante.
    Un abrazo

    • Estimado Luis Eugenio:

      Aunque realmente lo que ha habido es un malentendido, acepto tus disculpas y te devuelvo otras mías, si algo que yo haya escrito te hubiera molestado.

      Un abrazo

  29. Estimado Santos Guerra:

    Dice usted que llamo ignorantes a pedagogos de quienes no sé lo que saben. Me baso en sus propios escritos, que demuestran que de educación (de lo que se supone es su especialidad), no solo no saben, sino que disparatan. No es que no piensen como yo, es que no piensan. Y a los textos me remito (textos que todavía no me ha rebatido usted). También dice que me aferro a mi interpretación de lo que usted escribe. No me aferro, digo que se ha expresado muy mal. Literalmente: “entre las contradicciones de la escuela, está guardar silencio para empezar la clase de lengua”. Para empezar cualquier clase se ha de guardar silencio, y si lo que quería decir usted es que la clase de lengua (y de cualquier otra cosa) ha de ser participativa, lo ha expresado muy mal. Por muy participativa que sea, una clase no puede empezar si no hay silencio.

    1. Dice que mi fama procede de los textos de usted y sus colegas. Se equivoca de medio a medio. Disto mucho de ser famoso, pero si alguna fama tengo entre mis colegas no es debido a sus textos, sino a los de los matemáticos Ibn al Samh, al-Jwarizmi, Abu Kamil y Alcuino de York, que los he traducido del árabe y del latín. El modesto prestigio que pueda tener entre los matemáticos no se lo debo a usted ni a los pedagogos, sino a mis libros sobre las matemáticas y su historia, cuyos títulos puede consultar en Dialnet, si tiene curiosidad. Y no le digo que calcule usted los derechos de autor, digo que calcule la extensión de los textos en relación a los del libro, para hacer lo cual no hace falta ser matemático. Es aritmética tan elemental que incluso usted será capaz de hacer. Después no olvide mandarme su número de cuenta para que pueda hacerle la transferencia. Y lamento no contar con su permiso, pero de pedagogía leeré lo que me parezca.

    2. Aunque le parezca increíble, no tengo ánimo de injuriar, tengo ánimo de denunciar a quienes, con sus desatinos, están contribuyendo al destrozo educativo de España. Lamento que los autores de los desatinos se sientan molestos, pero como diría Gila: “Han disparado contra los enemigos y los enemigos se han enfadado”.

    3. Cuando digo que recibí cuatrocientos correos no lo digo porque la cantidad de partidarios sea garantía de veracidad, y en eso tiene usted razón. Lo digo contestando a lo que usted decía de que lo que me impulsa a leer sus textos es la idea de aclarar las mentes de quienes pueden dejarse seducir por ellos. Efectivamente, y los correos, y las conferencias a las que me invitan demuestran que algo estoy consiguiendo en lo de aclarar las ideas de quienes se hacen un poco de lío mental por culpa de las bobadas de los pedagogos. Y le felicito por el aplauso de los cinco mil, pero como decía antes, la cantidad de partidarios no es garantía de veracidad.

    4. Y lo de las traducciones tampoco es garantía de calidad. Repito que he leído libros traducidos muy malos.

    5. Diga usted qué pasajes de mis textos le producen vergüenza en intente desmontarlos, igual que yo lo hago con los textos de usted que me producen vergüenza a mí.

    6. El lenguaje cambia la realidad (cosa que saben muy bien los políticos) y el lenguaje vacío ha vaciado la realidad. Y para la reforma no llamaron a tantos profesores ilustres que fueron profesores de instituto, cuya lista he repetido varias veces, llamaron a quienes habían hecho suya la verborrea vacía de los pedagogos.

    7. No son mis ideas las que han sembrado dudas sobre el discurso pedagógico. Tengo preceden mucho más ilustres que yo (y por supuesto que usted). Hannah Arendt y Chesterton en el mundo anglosajón, o Unamuno, Rodríguez Adrados y Gregorio Salvados en España (estos dos están entre los ilustres catedráticos de universidad a los que aludía antes que primero lo fueron de instituto y nadie les hizo nunca caso).

    8. Usted no puede suponer lo que he leído porque no se lo he dicho, y desde luego usted no me va a examinar a mí. Sí que he leído y honestamente, quiero decir buscando de verdad ideas útiles para mi oficio de profesor.

    9. Pues no, no capto el sentido irónico de “silencio, comienza la clase de Lengua”. Lo irónico es pensar que una clase pueda empezar sin que primero haya silencio.

    10. Sigue sin entenderme. Si el sueco tiene síndrome de Down necesitará una educación especial, y si zulú tiene síndrome de Down también. Si el sueco es superdotado necesitará otro tipo de ayudas, las mismas que necesitará el zulú superdotado. Y si el sueco tiene un trauma que no puede superar por sí mismo, necesitará una asistencia especial, y si el zulú sueco tiene un trauma que no puede superar por sí mismo, también necesitará una asistencia.

    11. Volvemos a discrepar. Cuando las chorradas las dicen quienes tienen audiencia o algún tipo de poder, hay que denunciarlas, no tan solo criticarlas.

    12. Mis colegas son los innumerables maestros, profesores de instituto y de universidad que he conocido a lo largo de toda mi vida. Y por cierto, los más leídos y los más cultos eran los más reacios a la pedagogía.

    13. Todos podemos pensar por nosotros mismos, pero a veces ayuda que otros te hagan caer en la cuenta de las cosas. Porque si esto no fuera así ¿para quienes escribe usted?

    De todas formas, amigo Miguel Ángel, algo tenemos en común: aunque ambos estamos convencidos de que el otro es un chorras, los dos somos polemistas impenitentes, y eso es bueno. Me encantaría poder discutir con usted en público, en alguna mesa redonda o algo así.

    Por cierto, a veces hay dificultades al introducir el texto por culpa del capchat (o como se llame). A ver si se puede arreglar.

    • Señor Moreno Castillo:

      Si que le llamen para impartir alguna conferencia es una señal de que tiene algo que decir de interés, le ruego que me haga la relación de invitaciones y las compare con las mías. Me aplicaré el criterio que usted utiliza (yo no lo he hecho). He impartido conferencias en 120 ciudades diferentes de Argentina. (Tengo los nombres de los lugares anotados). En el cine Rex de la calle Corrientes de Buenos Aires me he dirigido en varias ocasiones a un auditorio de más tres mil personas. Y en Córdoba (Argentina) me pude dirigir a más de 8000. Algo parecido (aunque en menor cuantía) tengo que decir de otros países como México, Chile, Colombia, Bolivia, Uruguaya, Brasil… Le puedo asegurar que la excepción es que no aplaudan de pie. Y algo muy similar le puedo decir de España y Portugal.

      Hay mucha gente estúpida, según usted, que no es capaz de detectar tantas “chorradas”. Porque, según usted, los pedagogos solo decimos “chorradas”. Qué barbaridad. Y, además, las aplauden con entusiasmo. Usted no parece tener un buen concepto de los profesionales de la enseñanza.

      Es tan ridícula su generalización que se desacredita por sí misma.

      1. Le he dicho que he sentido vergüenza ajena en una conferencia suya que he escuchado en la red. Por cierto, en ella también me cita. Despectivamente, claro. Y es que tiene usted una obsesión. Porque con todas las cosas importantes que, al parecer, ha leído no sé por qué tiene que acudir tantas veces a las mismas “chorradas”.

      2. Le he preguntado cómo se puede mejorar lo que hacen los profesores.( Deje de lado lo de acabar con la pedagogía, que ya me lo sé y con la cantinela de dominar los contenidos de la enseñanza, que también me lo sé).

      3. No entiende, aunque se le explique, el sentido de las palabras. NO DIGO QUE SE PUEDA DAR CLASE SIN SILENCIO. No. No lo digo. No digo QUE TODOS HABLEN A LA VEZ. No. No lo digo. No es tan difícil de entender lo que quiere decir la frase: “Silencio, comienza la clase de lengua”. Si no lo quiere entender, no puedo hacer más por usted. Lo puedo decir como me parezca, no como a usted le gustaría. Siga empecinado en considerarlo todo una chorrada. Pero, lo que estoy viendo es que usted se inventa la chorrada para después criticarla. Es un mecanismo intelectual deslumbrante.

      4. Lo que le digo del sueco y el zulú, ¿no le dice que es necesario atender las diferencias? Es como si yo me negase a entender lo que usted me dice cuando habla de la atención de los dos desde un igual respeto, por ejemplo.

      5. Que locura, señor Moreno, su frase: “No es que no piensen como yo, es que no piensan“. De educación no saben los pedagogos, vaya. Solo sabe usted. Por ciencia infusa. ¿No le da vergüenza decir eso de un colectivo, de todos los pedagogos? ¿No le parece excesivo? ¿No le parece ridículo? ¿No le parece una “chorrada”, de esas que tanto le gusta denunciar? Qué tremenda acusación. Más bien, qué estupidez. Pues ya ve, de eso también siento vergüenza ajena.

      6. Yo solo le conozco por esos libros que no quiero calificar para no ser cruel. Y algunas otras personas también. Puede haber escrito otras cosas importante.s No las conozco. Estas no me han parecido relevantes en nada. Todo lo contrario. Me han parecido simplistas, repetitivas, aburridas y ofensivas.

      7. Tranquilo. No pasa nada. Nosotros seguiremos trabajando y escribiendo sobre lo que sabemos. No se crea tan importante. Yo no volveré a este debate más veces.

      8. Y sí, lea lo que quiera. Y si no quiere leer, no lea. Pero claro, para hacer otros libros de esos que usted hace, tendrá que leer algo. Si es en un blog o una revistilla de divulgación , más fácil que en un libro.

      9. La verdad es que resulta un poco presuntuoso eso de decir que “lo que me impulsa a leer sus textos es la idea de aclarar las mentes de quienes pueden dejarse seducir por ellos”. Qué tontos e ingenuos los profesores. Pobrecitos si no fuera por Don Ricardo Moreno.

      10. Yo también he criticado que no se consulte a los profesionales que están en la práctica cuando se hace una Reforma. De todos los niveles. Y he criticado también muchos aspectos de las Reformas. Creo con Michel Crozier que “la escuela no cambia por decreto” (él lo aplica a la sociedad).

      Me está cansando el debate (que no dudo le dará nuevos motivos de crítica y descalificación). No creo que un lector ajeno al debate pueda decir al leernos que usted es el sabio y yo, como pedagogo, el ignorante. Creo que hay parcelas más importantes sobre las que reflexionar, sobre las que discutir. Cuando quiera le propongo algunas.

      Siga pensando lo que usted quiera. Yo no me veo en la obligación de “aclarar las mentes” de los profesores para defenderlos de sus planteamientos. Ya son mayorcitos.

      Un cordial saludo y gracias por el tiempo que me ha dedicado.

      Miguel Ángel Santos

  30. Estimado Santos Guerra:

    Fue usted quien me criticó porque le parecía deshonesto que no participara en su blog. Pero si debatir conmigo le cansa, lo dejamos. Nada más lejos de mi ánimo que cansarle ni causarle la menor molestia.
    Y repito mi invitación de debatir en público. Como anfitrión del blog, usted ya tiene mi correo electrónico, de modo que puede ponerse en contacto conmigo. Cuando quiera y donde quiera.

    • Estimado Ricardo Moreno:
      No me molesta usted cuando participa en el blog. Claro que no. Efectivamente, le había dicho que me parecía mejor replicar mis escritos aquí que coger unos párrafos y fustigarlos en un libro, en el que yo nada podía decir.
      Lo que me cansa no es el debate en sí, es la reiteración y la inutilidad de algunos argumentos que, a pesar de aclarar el sentido de algunos textos, hacen que usted mantenga intocables sus tesis iniciales sobre ellos.Las tesis del delirio. Ya sé que no voy a conseguir que deje de pensar que el saber pedagógico es dañino, que los pedagogos solo dicen ahorradas, que tiene que aclarar las mentes de quienes pueden ser seducidos por nuestros postulados. No tiene que dejar de pensarlo si no quiere. Pero, hombre, si le explico lo que he querido decir con unas frases y usted está de acuerdo con ello, debería admitir que no interpretó bien lo que dije (aunque en ese momento no estuviera, a su juicio, claramente dicho).
      Y no me gusta el tono despectivo. Esas frases del tipo «hasta usted podría ser capaz de entenderlo». No hace falta pensar mucho para detectar lo que esta diciendo.
      Yo le he propuesto hablar de algunos temas que son de más interés que debatir algunas de mis frases (o las de mis colegas) completamente descontextualizadas.¿Quiere repasar lo que escribí? De modo que no eludo el debate. Lo que me cansa es dar vueltas y vueltas a la noria sin avanzar un paso hacia adelante.
      ¿Sobre qué quiere que hablemos en ese reto que me plantea? ¿Sobre las chorradas de los pedagogos? ¿Sobre la conjura? ¿Sobre la ignorancia de los pedagogos? ¿Es sobre eso?
      ¿Está lejos de su ánimo causarme la menor molestia? ¿Quiere que le repita lo que ha dicho sobre mí en algunas de sus conferencias sin estar yo presente? ¿Pensaba que me iba a sentir halagado? ¿Siquiera respetado?
      Me ha gustado intercambiar estos mensajes. De verdad que me ha parecido estupendo el diálogo, pero creo que estábamos metidos en una noria sin avanzar un paso en la buena dirección.
      Hay cosas sobre las que hablar: la importancia de la educación, la necesidad de tener buenos profesores, la preocupación por el fracaso en nuestro trabajo, la necesidad de ofrecer un curriculum de interés y de calidad para el alumnado, la conveniencia de los métodos participativos, la ética en la educación, la desmotivación del alumnado, las políticas educativas, el papel de las familias, la diferencia entre educar y adoctrinar…
      Creo que hay muchas preocupaciones que compartimos, pero creo a usted le obsesiona un tema (la pedagogía, los pedagogos) y es una pena que se quede ahí tanto tiempo repitiendo esos aprioris que, para mí, son poco fundados y poco enriquecedores. Desde su experiencia y saber podría aportar muchas otras cosas más interesantes.
      Un cordial saludo.
      MAS

    • A la atención de Ricardo Moreno Castillo:

      Me encantaría poder asistir a ese debate público. No me cabe duda de que puede ser tan interesante o más de lo que he leído en esta entrada. Si se produjera, ruego a usted o al autor que lo comunique a través de este mismo blog.

      Si fuese posible -y no le causara excesiva molestia-, durante ese anhelado cara a cara, le rogaría que colocara su silla de espaldas al Dr. Miguel Ángel y girase el cuerpo. Creo que sería una forma ejemplar de defender su «postura», en el más amplio sentido.

      En todo caso, si considera este ruego una «chorrada» -como usted dice, lo comprenderé y se lo acepto de antemano.

      Un cordial saludo.

      • Querido Juan Miguel:
        Muchas gracias de nuevo.
        Muy irónica (bienvenida sea) tu sugerencia sobre el uso de la silla.
        No querría recordar aquel significativo «ladran, luego cabalgamos». Pero lo recuerdo.
        Hay que seguir trabajando de forma incansable por la educación.
        Un gran abrazo.
        MAS

  31. Estimados contertulios:

    Aunque el debate real esté centrado en los dos «pesos pesados», es decir, Miguel Ángel y Ricardo, me voy a permitir compartir unas reflexiones destinadas, sobre todo, a los «pesos pluma», como yo mismo.

    Se ha criticado duramente, a veces con razón, de que la moderna Pedagogía ha llevado e impuesto a los colegios e institutos unos planteamientos excesivamente teóricos, fuera de la realidad en muchos casos. Para paliarlo, yo propondría algunas medidas:

    1. A las Facultades de Pedagogía solo deberían tener acceso los profesores, que además hayan acreditado un mínimo de experiencia impartiendo clase. ¿Tiene sentido que haya todos los años un elevado número de egresados «expertos en educación» que no hayan ejercido como profesores en su vida? Piénsese en el caso de los profesores de Medicina, prácticamente todos ellos médicos en ejercicio.

    2. Las clases de didáctica específica de las distintas materias deberían ser impartidas exclusivamente por profesores en activo de los niveles y especialidades correspondientes, que dediquen una parte de su horario docente a la Universidad.

    3. El máster de secundaria y el año de prácticas deberían realizarse casi íntegramente en los centros, coordinados y supervisados por profesores con experiencia. El actual máster se desarrolla casi por entero en la Universidad, con clases teóricas. Todos los alumnos que yo he conocido se quejan (aparte de las tasas) del excesivo -a veces inútil- tiempo que pasan en las clases teóricas en contraste con el poco tiempo que se dedica a las prácticas en los centros. Por otra parte, aprobadas las oposiciones, se encomienda al profesor neonato la misma responsabilidad que a un profesor experto con el añadido de que, además, tiene que realizar una memoria y recibir una supervisión externa. ¿No sería más lógico que este primer año estuviera de ayudante con un profesor veterano sin hacerse responsable por entero de la docencia, tutoría y, a veces, jefatura de departamento?

    4. Despojar la enseñanza de todos los controles políticos que afectan al acceso a la profesión, a los programas de formación del profesorado y a la propia función de la inspección educativa. A este respecto, a propósito de la candente cuestión catalana, no me resisto a reproducir aquí este documento interno de Convergència i Unió que sacó a la luz El Periódico de Cataluña el 28 de octubre de 1990, donde se proponían, entre otras, las siguientes actividades:

    «Elaboración de un plan de formación permanente y de reciclaje del profesorado que tenga en cuenta los intereses nacionales; catalanización de los programas de enseñanza; promover que en las escuelas universitarias de formación del profesorado de EGB se incorporen los valores educativos positivos y el conocimiento de la realidad nacional catalana; reorganizar el cuerpo de inspectores de forma y modo que vigilen el correcto cumplimiento de la normativa sobre la catalanización de la enseñanza. Vigilar de cerca la elección de este personal; incidir en las asociaciones de padres, aportando gente y dirigentes que tengan criterios nacionalistas; velar por la composición de los tribunales de oposición.» Fin de la cita.
    Nota: también se ha sabido estos días que el 80 % de los actuales inspectores de Cataluña son interinos, nombrados a dedo. El único inspector, de carrera, por supuesto, que se ha atrevido a denunciar adoctrinamiento en la escuela (Sr. Cantallops) ha sido expedientado.

    Se podría hablar también de racionalizar las oposiciones, de si merece la pena que los profesores continúen siendo funcionarios y de muchas otras cuestiones que harían este comentario demasiado extenso. Pero, como dicen por mi tierra, “hasta aquí llegó la “riá””.

    Buenos días y buena suerte a todas las personas (como diría el añorado don Quintiliano)

    • Estimado Antonio del Pozo
      No. No hay pesos pesados y pesos pluma en el debate. Todos participamos en la misma palestra con las mismas condiciones de aportar lo que pensamos y lo que sabemos.
      Coincido contigo solo en parte en que el problema es que hay excesiva teoría en la formación. Yo creo que el problema no es que haya mucha teoría sino que la teoría sea mala. O pobre en sí o mal explicada. O las dos cosas a la vez. De todos es sabido que no hay mejor forma de hacer bien la práctica que tener una buena teoría. Y, ahora sí, plenamente de acuerdo contigo en que hay que potenciar y enriquecer la parte práctica. Nadie aprende a andar en bicicleta aprendiendo de memoria el Manual de instrucciones.
      1. Interesantes tus propuestas, aunque discutibles. Ten en cuenta que las Facultades de Ciencias de la Educación no solo forman a profesores. Hay especialistas en Educación social, en Orientación, en Pedagogía terapéutica, en Tecnología, en Métodos de Investigación… Por otra parte, es difícil sostener que para formarse haya que haber ejercido antes sin esa formación.
      A mi me gusta el sistema de algunos países que, a quien quiere estudiar Química le envían a la Facultad de Química y a quien quiere ser profesor de Química (o de Literatura, o de Geografía, o de Matemáticas…) le envían a su respectivo instituto Pedagógico. Y, lo que es más significativo, si para entrar en la Facultad hacen falta 90 puntos sobre 100, para entrar en los Institutos hacen falta 98.
      2. He defendido muchas veces (y lo he llevado a la práctica cuando fui Director del Departamento de Didáctica y Organización Escolar) que diesen clase en la Facultad profesores en activo con una buena formación y un fuerte compromiso. Un año tuvimos unos 20 profesores de este tipo y el Rector no les renovó el contrato. En Cuadernos de Pedagogía escribí un artículo titulado EL PUENTE DINAMITADO.
      3. COMPLETAMENTE DE ACUERDO EN EL PUNTO 3. De hecho, cuando fui Director del ICE, se hizo un CAP (yo he llamado alguna vez al CAP «Curso de capación (sic) pedagógica») EXPERIMENTAL que se desarrollaba íntegramente en los centros. Estoy de acuerdo con esa idea que circula con el nombre de MIR EN EDUCACIÓN.
      4. También de acuerdo en el punto 4. Probablemente el próximo sábado dedique el artículo a esta cuestión. Me vendrá de perlas la referencia que compartes con los lectores y lectoras.
      Muchas gracias por tu participación.
      Un abrazo.
      MAS

  32. Hola a todas y a todos,

    1.- Como sabrán ustedes sobre mis antecedentes en este blog, en el que escribo de forma no continuada desde hace más de cuatro años, siempre he dado un poco de “caña o brasa” al Sr. Guerra, sobre los resultados de la enseñanza en Andalucía. Mucho tiene que ver lo que siempre afirmé con lo que hoy se dice por aquí. Para más saber, busquen en los anales del blog, si quieren. Eso a pesar de mi garrulez, pues casi todos mis razonamientos han salido desde el sudor que da una hazada en la mano, a la interperie solana, y no desde una buena sombra allá no muy lejana (fastidiando a Flaubert, dejo la rima).

    2.- Algunos me han llamado por ello irrespetuoso, por ejemplo mi amigo el jovencísimo Sr. Juan Carlos Muñoz. Analogizo aquí aquella otra: “cuando seas mayor comerás huevos”. Yo tengo el límite en nuestros representantes los políticos. Las subidas de tono de aquí, teniendo el rasero de “piropos y halagos” de los políticos, me parece de colegio de párvulos, con el debido respeto. Haya salsa, pues. Gracias. La verdad es que me lo paso muy bien, de cómo los pesos pesados -como los califica el Sr. Del Pozo- Sr. Guerra y Sr. Castillo se miden respectivamente las “mingas” a ver quien la tiene más larga. Ya digo con el debido respeto. La juventud lo justifica todo. No me hagan mucha cuenta, pues soy campesino y de pocas letras, va en mi descargo.

    3.- Divido las ciencias en exactas y las del hambre. A las segundas, las califico así porque por sí solas, de seguro es lo que más garantizan. Las exactas, desde mi cuestionable criterio, serían la química, la física, las matemáticas, y todas las ingenierías, arquitecturas y similares dependientes de las anteriores. Luego están las del hambre, las del sector servicios, unas para más hambre, otras para menos, por ejemplo, la teología, la historia, la geografía, la antropología, las humanidades, y entre éstas últimas nombradas, que no infravaloradas, considero a la pedagogía.

    4.- Las exactas se complementan con las del hambre. Se necesitan mutuamente. Incluso, se da la paradoja, siempre desde mi limitado discurrir, que siendo ciencia del hambre conocida como conocimiento de las leyes, éstas, sientan prioridad sobre las exactas para que sea posible el desarrollo de la sociedad. En Somalia para que las exactas desarrollen el país, tienen que prevalecer unas leyes y su cumplimiento.

    5.- ¿ES NECESARIA UNA CIENCIA DEL SABER ESTAR?. Entiendo por pedagogía el tratado de buenas maneras de cómo enseñar. El tratado de sensibilidad aplicado a la enseñanza. Pero Sr. mío, ese tratado ha de existir o existe en todas las actividades del ser humano. Acaso no serían aplicables los mismo parámetros que defiende la pedagogía, ahora en la aplicación de la medicina, o del comercio, o de la arquitectura, o en la construcción, o en los bomberos de mi pueblo. Acaso esa sensibilidad aplicada a la enseñanza no existe o ha de existir en el trato de los asistentes de un geriatríco, o de una cárcel de menores. O en los enfermeros de un hospital. O en el trato del arquitecto con el aparejador, y en el de ambos con los albañiles. O cuando voy a comprar el depredador de la araña roja que ataca a mis limoneros, con la chica algo corta de intelecto que me atiende.

    6.- PROGRESO Y CONOCIMIENTO. El ser humano tiende a ser más rico intelectualmente. Hoy nos puede resultar extraño a algunos -dígase Sr. Castillo, Sr. Del Pozo, o al mimo D. Quintiliano, entre otros muchos- que exista una ciencia que trata sobre la sensibilidad aplicada a la enseñaza. Este devenir evolutivo del ser humano, por más que nos cueste admitirlo hoy, llevará a que haya ciencias especializadas en la sensibilidad aplicada a cada actividad matriz del ser humano. Ejemplo, cada vez más especialidades médicas, o jurídicas, o del comercio, o de la agricultura. Y ésto va a más en términos progresivos, más en cada vez más corto período de tiempo. Buena muestra la cantidad de nuevos títulos universitarios que se han creado en el último siglo.

    7.- UNA DE EVALUACIÓN.- Hubo una época, cuando era comunista, en que creía que la culpa de los actuales nefastos resultados de la enseñanza en Andalucía era de las nuevas corrientes sobre la aplicación de la actual pedagogía. Hoy, tengo mis dudas. Pienso, y lo repito, los resultados actuales en enseñanza son negativísimos. Claro, me dirán que son mejores que nunca. Evidentemente, pero la proporción recursos aplicables y resultados obtenidos la considero pésima, muy mala, la peor que ha existido y existe actualmente. Si dudan consulten recursos empleados. Me duele ver a bititulados o trititulados universitarios, con treinta y más años, llorando a la niña o al niño porque no le dan un puesto de trabajo para lo que se ha preparado. Se va a Londres, viene a los dos años igual o peor de hambriento y además depresivo. Sus padres afortunadamente les ayudan cuanto pueden, hasta que estos se mueren, y se queda el niño o la niña pululando en el limbo de los desgraciados después de haberse presentado unas cuarenta veces a oposiciones de la Administración Pública. Que esto ocurra en la mejor tierra del mundo, de clima, de geografía, de productividad; así de pronto, lo más urgente que se me ocurre es que es motivo suficiente para abrir diligencias previas penales al profesorado al completo, por malversación de recursos públicos. Pero, no se asusten, puedo estar en un error, y además no creo que mi autoridad llegue a poder llevarlo a efecto. Insisto no me atrevo a culpar a la pedagogía de ello, al menos por sí sola. Sí la culpo de ir a la par, y no delante, de lo que predomina en la sociedad. Predomina en la sociedad Andaluza, el puesto fijo, el salario cómodo, el todo el mundo es bueno, el no emprender, el que me lo den hecho, el aprobado de todos, el que papá Estado me lo proporcione todo.

    8.- Sr. LEMA. ¿Sigues siendo de izquierdas?. Es que como no nos tienes al corriente y soy fiel ferviente de tu proceso evolutivo. Gracias.

    Tengan un buen día (en imperativo, pues ello depende de la voluntad de Uds).

    Don Quintiliano, campesino en activo.

    • Estimado Don Quintiliano:

      Es de agradecer que me tenga siempre presente en sus oraciones.

      Sepa que le leo a usted muy despacito, por otra parte, como a todos los demás, quizás recordando muy viejas disputas o aclaraciones.

      Pero empieza a preocuparme su preocupación por mi ideología política o por mi salud política. Que yo sepa, y a día de hoy, de izquierdas sí, y a mucha honra.

      Lo digo porque en este lugar nadie anda diciendo, y hacen bien, yo soy de esta o de otra corriente política. Hola, me llamo JA y soy de izquierdas. Hola, me llamo Aureliano y soy ateo. Hoy todos somos apolíticos, sin ideas y sin valores. Pues así no corremos el riesgo de adoctrinar. Somos asépticos sociales. Y en educación no te digo nada. Para no correr riesgos innecesarios, somos neutrales, fríos, sin pasión (diccionario). Evidentemente, en Cataluña no. Parece ser que ahí abunda el apasionado nacionalista catalán. Ahí están las futuras elecciones, aprovéchenlas.

      Que me enrollo Don Quintiliano. Que está usted hecho un pedagogo rural y de la vida. Tenga cuidado. Un favor le pido, para relajar los ánimos en el blog y en España entera, incluyendo a la República de Mi Casa. Nárrenos con esa prosa que le caracteriza, alguna batalla-anécdota de esas guerras que usted lleva librado, a ser posible de sus tiempos mozos que, por desgracia o por suerte, según se mire, ya le cogen algo lejos. Más que nada, para que no se pierdan, o podamos ver cosas de hoy con otra perspectiva. Me gusta la Historia, y me gustan las historias de las personas que me hagan entender nuestra historia.

      Pase una buena noche y que descanse. (No se lo tome al pie de la letra y no se vaya a pasar en el descanso, que mañana le espero al pie del cañón. Es uno de mis mejores cañoneros).

    • Estimado Don Quintiliano:
      Son innumerables los debates en los que he participado sobre el estatuto epistemológico de la pedagogía. Se puede discutir (se debe discutir) qué tipo de ciencia es este cuerpo de conocimientos que investiga y trata de explicar la educación. Incluso se puede discutir si es ciencia o no es ciencia. Lo que yo he querido decir en esta entrada es que no se puede despreciar (insultar) A TODOS quienes se dedican a esta tarea y TODO el contenido de la misma.
      Todos los debates han de ser bienvenidos pero no desde esta premisa previa del insulto y del desprecio.
      Y he querido decir algo más. Expresar la molestia de oír una conferencia en la que se me trataba con un tono despectivo (sin estar yo presente) o leer un libro en el que se malinterpretadas mis palabras desde perspectivas hirientes.
      He querido pedir consideración y respeto. No he querido comparar ningún tipo de tamaños ni ver quién orina más lejos.
      Has visto que estoy dispuesto a reflexionar sobre lo que pasa en Andalucía con el fracaso escolar, a estudiar sus causas y a reconocer la parte de las mismas que me correspondan.
      A mí también me duele esta tierra y lo que le pase a sus estudiantes y a sus ciudadanos.
      Gracias por esta nueva aportación.
      MAS

  33. Aclaración:

    Hazada, si es un haz de mieses o leña o herramientas es con «h».

    Si es azada de despanchurrar terrones es sin «h». Error mío. En mi pensamiento estaba en ese momento la azada sin «h».

  34. Buenas tardes familia del mundo mundial.

    Principalmente, para el señor Ricardo Moreno.

    1.- Primeramente, decirle que soy un curita de misa y olla, un ciudadano corriente y moliente del Reino de España al que vendría bien su ayuda.

    2.- Para contextualizar lo que quiero pedirle, voy a poner unas palabras suyas y otras de Miguel Ángel:

    “Cuando las chorradas las dicen quienes tienen audiencia o algún tipo de poder, hay que denunciarlas, no tan solo criticarlas.”

    “Todos podemos pensar por nosotros mismos, pero a veces ayuda que otros te hagan caer en la cuenta de las cosas. Porque si esto no fuera así ¿para quienes escribe usted?”

    “De todas formas, amigo Miguel Ángel, algo tenemos en común: aunque ambos estamos convencidos de que el otro es un chorras, los dos somos polemistas impenitentes, y eso es bueno. ME ENCANTARÍA PODER DISCUTIR CON USTED EN PÚBLICO, en alguna mesa redonda o algo así.

    “Y repito mi invitación de debatir en público. Cuando quiera y donde quiera.”

    (Y contesta Miguel Ángel).

    “No me molesta usted cuando participa en el blog.”

    “Desde su experiencia y saber PODRÍA APORTAR MUCHAS otras COSAS más INTERESANTES.”

    3.- No me gustan los mítines. No me gustan los discursos. No me gusta el adoctrinamiento. No me gustan los dioses del Olimpo sentando cátedra.

    4.- Me gusta la polémica, la controversia, el debate, la discusión. Más justo y realista ¿no? Claro está, cuando se escucha, discrepa, denuncia, critica, propone, defiende, …se respeta a las personas.

    5.- Dicho lo cual, por favor, no desaparezca para siempre, opine, denuncie si usted quiere. Y recuerde sus palabras y las de Miguel Ángel que puse más arriba. ESTO ES PÚBLICO. LA FORMA, REDONDA O LA QUE CADA UNO QUIERA O TENGA EN CASA. Es de entrada libre, y de salida también. Y llega a la gente que llega a él, cuatrocientos o cuatro mil.

    Pensará usted que no quiere actuar en terreno enemigo. Bueno, no hablo de debate a dos. Ya me entiende por donde voy (lo digo para no alargarme más).

    Creo que sería interesante y necesario desmontar o llenar de contenido útil todo este lenguaje vacío, todo este buenismo y acaramelado pastoso de la realidad irreal en la que nos movemos. Es la hora de la verdad, sea lo cruda que sea, y si esto frustra a más de uno, pues qué le vamos a hacer.

    UN ABRAZO A TODO EL BARRIO. El trozo más grande para ti, Miguel Ángel, y perdona si me extralimito invitando a amigos a la fiesta de tu casa, pero pienso que, en cuestiones de educación, cuantos más y más variados mejor. O, en puro razonamiento rajoniano, cuanto peor, mejor.

  35. No conocía a este personaje que combate a los pedagogos y a la pedagogía como si de una peste se tratara. Qué penoso individuo.
    Esa generalización de personas y de contenidos le descalifica.
    No me gusta tampoco el tono de sus aportaciones, tan cargado de desprecio. Lo que no le gusta son chorradas, estupideces, delirios…
    Su discurso es pobre, agresivo y dañino.
    Saludos.

    • Estimada Paula:
      Creo que mientras más argumentos se exponga, mientas más ordenadamente se expresen, mientras más respetuosamente se formulen, se puede desmontar ese discurso atrabiliario.
      No es posible que en la pedagogía no hay nada que se pueda salvar. No es ni siquiera imaginable que todos quienes escriben de estos temas sean, como sugiere este profesor, ignorantes.
      No me gusta su discurso, pero creo que se desmonta con argumentos, no con insultos.
      Besos y gracias.
      MAS

  36. FINS MAI
    A un xafarder de la bestiesa sense estil ni gràcia

    Fins mai. Dedica’t als teus novel·letes sobre les matemàtiques. I si alguna vegada intervens en públic com et vaig dir procura que el teu «mise en scene» sigui diferent: ets avorrit fins a la sacietat.
    Amaga’t després teus paperets llegits i beu d’aquesta aigua beneïda que tan generosammente et serveixen i que tu amb els teus arcades verinoses ens espurreas.
    I encara que et convidin a participar aquí – ja veus que som gent, i així et li hem demostrat de bona voluntat – no ho facis: si ets un pes pesat però de la nul·litat en tota la seva extensió.
    Ja tens la publicitat que perseguías d’una manera gratuïta i immerescuda: tu sí que ets un xafarder de la bestiesa sense estil ni gràcia, un insult errant, un libel tòxic,…
    Tu no ets, per més que d’això vulguis adornar, líder de res: en tot cas el perfecte reflex d’una secta abominable: la de l’insult, la del menyspreu, la del que no té res a dir però no sap com dir-ho i es dedica a propagar: tens cara de pamflet i res llavors m’estranya. En tu no hi ha més evidència que la pròpia realitat: aquesta amb la que aquí t’has conduït.
    Et diria encara més però no vull alegrar massa temps aquest divendres.
    I encara que tu clàssi d’acòlits t’ho demanin, des, per i per, a per aquests modes no tornis et prego si us plau: ja t’ho he dit tens cara i cos de pamflet, de libel anacrònic.
    M’he preocupat de conèixer-te a través del que aquí has exposat, dels teus paperets, de les teves intervencions públiques: ha estat tot un desplaer.
    fins mai
    Luis Eugenio Utrilla
    Ps .: espero que no et molestis. a més com a bon pamfletari segur que tu també ets un bon encaixador, ¿veritat?
    Pren-lo com una trista dissertació d’una borratxera – t’he escrit en català perquè és la que faig servir en aquestes circumstàncies tan líriques – de què busca inmisericordiosamente el do de l’ebrietat aquesta que des del terreny professional i personal tu m’has fet vomitar.

    • Querido Luis Eugenio:
      Creo que Ricardo Moreno se ha metido solito en una trampa. La trampa de la descalificación generalizada de todos los pedagogos y de toda pedagogía. No es lógico decir que no ha encontrado ni una idea en la pedaogogía. Es desmesurado. Es poco creíble. Se ha convertido en un símbolo de lo antipedagógico. Y no puede volver atrás ni siquiera haciendo matizaciones. Es una causa. Pero creo que ayuda poco al debate. Se trata de una crítica demoledora, que no construye y no respeta.
      He leído sus libros, he escuchado alguna conferencia y ese planteamiento beligerante, agresivo, insultante, ni siquiera ayuda a su propia causa.
      Tampoco me siento cómodo con tu forma de replicarle y de desmontar su discurso. Creo que son más positivas las argumentaciones reposadas, rigurosas y respetuosas, aunque (eso me temo) resulten inútiles.
      Un gran abrazo y gracias por tu participación en el debate.
      MAS

  37. Os dejo este enlace solo como complemento de todo lo dicho desde la primera línea escrita por Miguel Ángel. (El título).

    Pero OS PREVENGO de los daños que podáis sufrir en vuestras personas y en vuestros quehaceres profesionales.

    Si decides leerlo, vete al final del artículo. Dice que lo firman todos esos peligrosos miembros de la secta pedagógica española. Si conoces a alguno, puedes leer sin miedo, pues ya poco se puede hacer por ti, estás enganchado en sus hechizos. Si no conoces a ninguno ni al firmante inicial, lee sin miedo y échate unas risas. (Aunque mal puesto, veis que también está el loco mayor de esta secta y de esta casa).

    Que Dios se apiade de vuestra alma y de la de vuestras alumnas y alumnos.

    https://elpais.com/diario/2008/12/15/educacion/1229295604_850215.html

    • Querido José Antonio:
      Conocía, como supondrás, ese documento.
      Ya ves que ha habido una confusión con los nombres de Jurjo y el mío.
      Es doloroso pensar que algunos piensan que lo que haces y escribes se asemeja a una dañina enfermedad de la que conviene librar a las personas.
      Qué injusto. Qué irracional.
      Pero,bueno, hay que seguir caminando. O volando. Digo esto porque mañana viajo a Chile (Santiago-Temuco) para impartir varias conferencias en la Universidad Mayor.
      qué intenso y qué duro debate el de esta semana.
      Un abrazo y gracias por tu participación en él.
      MAS

  38. COLLITA DE FRUITS (Recolección de frutos)
    Querido Miguel Ángel:
    “Tampoco me siento cómodo con tu forma de replicarle
    (Lo lamento,… pero nada más)
    y de desmontar su discurso.
    (No lo he pretendido: ya lo señalaba con humildad: “doctores tiene la iglesia”) ( Y para mí a buen seguro que estos sabios humildes blogueros a los que siento siento y leo cada semana en este blog”)
    Creo que son más positivas las argumentaciones reposadas, rigurosas y respetuosas, aunque (eso me temo) resulten inútiles”.
    (Estás seguro, después de todo? Haces bien en temer que no)
    ——————————————————————————————————–
    Estimado Antonio del Pozo:
    “No és això, company, no és això “
    (Company, companys, no es aixo)
    Créeme que lo lamento
    Un fuerte abrazo
    ———————————————————————————————————————-
    COLLITA DE FRUITS (Recolección de frutos)

    …La conjura de los ignorantes
    …De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza
    …Ignorancia supina
    …Indocumentados
    …Sectarios
    ………………………………………………………………………….
    …florilegio de descalificaciones de baja, desconectada o incoherente base
    …la heteróclita lista del bloguero.
    …las falacias antiintelectuales
    …Su doble rasero lo califica intelectualmente a Vd., con este repentino ataque de dignidad y objetividad.
    ….al comparar sus escritos de cuando eran consejeros áulicos y cuando cayeron en desgracia política, y se acabaron las gabelas para él y empezaron para otros.
    …ser “neutral”, o sea, a respaldar “a silentio”.
    …Releerse sus propios posts le resultará bastante más placentero para su ego que para funesta manía de no dar nada por supuesto.
    …………………………………………………………………………………………………
    …Un buen discurso victimista,
    …Unos estamos en jaulas (gracias a sus metodologías pedagógicas imperantes)
    …frente al océano de infantilismo y vaciedad producidos por la pedagogía dominante
    …ustedes son la doxa en educativa que ha hecho y deshecho en los últimos 40 años, con los resultados que se ven.
    ……………………………………………………………………………………………
    …la pedagogía es un lenguaje vacío
    …¿es que para desmontar tan monumental chorrada hace falta mucha ciencia?
    …Tampoco es necesaria mucha ciencia para demostrar que esto es una bobada.
    …porque los discursos estúpidos tienen enormes efectos multiplicadores, no se descalifican por sí mismos y hay que tomarse el trabajo de desmontarlos cuidadosamente.
    …………………………………………………………………………………………………
    …la mojigata diatriba del sr. Santos Guerra se esconde una de las falacias más tóxicas del pedagogismo
    …En definitiva, simple y cerril intrusismo.
    …Y estamos muy hartos de tanta y tan letal monserga.
    …………………………………………………………………………………………………
    …La conjura de los ignorantes
    …De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza
    …Ignorancia supina
    …Indocumentados
    …Sectarios
    …Y hacer juicios sobre la moral (en este caso profesional) del discrepante no es dialécticamente lo más honesto.
    …Pues es cierto, la pedagogía no me merece más respeto que adivinación y la cartomancia.
    …la ciencia, el lenguaje, y la falacia que suponen los lenguajes vacíos
    …y no me he dedicado a descalificar las falacias de usted y sus colegas sin haberlo pensado antes mucho.
    …no lo conozco personalmente, pero todo lo que le he leído me parece sencillamente delirante.
    …No he dicho que todo lo que ha escrito usted sea delirante, he dicho todo lo que le he leído lo es. Aunque por lo que he leído, no estoy muy animado a leer lo que todavía me falta por leer
    …Y por supuesto que la pedagogía ha contribuido a destruir la enseñanza. El lenguaje vacío de ustedes la ha vaciado.
    …A lo mejor no ha leído a Saussure con demasiado provecho.
    …Pero sucede que los delirios deben ser denunciados como delirios y las chorradas como chorradas.
    …he llegado a la conclusión de que la pedagogía me merece la misma consideración que la adivinación o la cartomancia después de haber leído mucho y bien
    …que con el saber pedagógico podría ser mejor profesional. Le repito que he leído mucha pedagogía y no he encontrado ni UNA idea que sea útil para mis clases, y esta opinión es compartida por casi todos mis colegas.
    …señor Santos Guerra, que usted dista mucho de ser Kant, y para desmontar los textos de usted y sus colegas tampoco hace falta saber tanto.
    …frente al daño que hace la jerga pedagógica.
    …Me baso en sus propios escritos, que demuestran que de educación (de lo que se supone es su especialidad), no solo no saben, sino que disparatan. No es que no piensen como yo, es que no piensan
    …no tengo ánimo de injuriar, tengo ánimo de denunciar a quienes, con sus desatinos, están contribuyendo al destrozo educativo de España.
    …que algo estoy consiguiendo en lo de aclarar las ideas de quienes se hacen un poco de lío mental por culpa de las bobadas de los pedagogos.
    …Y le felicito por el aplauso de los cinco mil, pero como decía antes, la cantidad de partidarios no es garantía de veracidad.
    …igual que yo lo hago con los textos de usted que me producen vergüenza a mí.
    …Usted no puede suponer lo que he leído porque no se lo he dicho, y desde luego usted no me va a examinar a mí.
    …Cuando las chorradas las dicen quienes tienen audiencia o algún tipo de poder, hay que denunciarlas, no tan solo criticarlas.
    …Y mis amigos por cierto, los más leídos y los más cultos eran los más reacios a la pedagogía.
    …¿para quienes escribe usted?
    …Nada más lejos de mi ánimo que cansarle ni causarle la menor molestia.
    … (…)
    ………………………………………………………………………………………………
    un fuerte abrazo, toda la salud del mundo y
    buen fin de semana a todos.

    • Querido Luis Eugenio:
      Pues te has dado una buena paliza para repasar y recopilar.
      Muy significativa la lectura de esa retahíla de exabruptos.
      No sé si dialogar serenamente con quienes parten de unos postulados tan radicales y agresivos puede resultar beneficioso para alguien.
      Pero creo que es bueno dialogar.
      Un abrazo. Buen fin de semana.
      MAS

  39. Hola de nuevo.

    Hombre Sr. Guerra, lo de las mingas, orines, distancias y similar, es que el debate en algunos momentos ha sido un poco así. Que si yo leo mucho. Yo leo más. Yo cuatrocientos mensajes. Yo ocho mil espectadores. Yo escribo libros. Yo más. Y de otra, quien suscribe, que a veces es un poco “chusmilla”, se ha dejado llevar por la pasión medidora tantas veces vista en los políticos: Tú, corructo. Tú más. Tu Gúrtel. Tus Ere,s de Andalucía…etc. Compulgido por el posible daño, a los afectados pido DISCULPAS, por aquellas solas mis palabras al respecto. No más, de momento. Gracias.

    De otra.

    9.- SR. LEMA.- Las historias que me pides las reservo para mi próximo libro. Gracias por el interés. Ahora ando buscando un corrector gramatical, pues escribo de oidos. Siempre fui autodidacta y nunca estudié reglas gramaticales ni ortográficas. Te propongo un reto, ya que te gusta escribir, ya verás como te gusta. Tú escribes una historia, y yo la traduzco/interpreto por aquí usando de mi ciencia pedagógica. Todo, evidentemente en el afecto que te tengo.

    10.- REVOLUCIÓN PROARCAICA EN LA FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN DE LA UMA.- Hoy me he quedado un poco sorprendido. Hay revuelo en la Facultad de Ciencias de la Educación de Málaga. Una chica conocida, allegada y amiga mía, que estudia segundo de Grado en Magisterio -o como se llame- viene hoy muy alarmada por el cambio de ciento ochenta grado que existe en la Facultad, con respecto al curso pasado. El curso pasado era todo debates. Ningún exámen. Todo hablar en círculo en clase. Empezaba el debate por la vía de Tarifa y terminaba hablando del cangrejo de rio, o similar. Ella, todos aprobados, todos con nota de sobresaliente o más. En la sinceridad me confesó varias veces que le costó infinitamente menos el primero de magisterio que cualquiera de los dos cursos de bachiller. Pero, ya digo, todo ha cambiado, pero no de golpe, desde los primeros días de este curso que estamos. Los profesores no paran de decir a los alumnos que -cómo van a enseñar lo que no saben-. Ahora, este curso, ni debates ni leñes, a estudiar y trabajos. Exámen y trabajos. Didáctica de las matemáticas, primero aprender matemáticas, y ya se verá lo de la didáctica, dicen los “maestros-profesores”. Y todas las asignaturas en similar. Y los de primero de magisterio igual política. Y al parecer en toda la facultad, o al menos en los primeros cursos, cambio radical de política educativa con respecto al año pasado y anteriores. ¿Sabe algo al respecto, Sr. Guerra?, solo lo pregunto por complementar la fidedigna información que me ha contado mi amiga. Gracias.

    Tengan buena noche.

    • Estimado Don Quintiliano:
      No hay necesidad de pedir disculpas por expresar libre y respetuosamente la opinión. Si así lo has percibido, así ha sido para ti.
      Tengo que aclarar que mis alegatos han sido formulados en legítima y necesaria defensa. Es penoso verse permanentemente atacado sin (a mi juicio) un lógico fundamento. Y, de hecho, el artículo obedecía a un intento de decirle al interpelado que no era ni justa ni lógica su descalificación sistemática, ni de la pedagogía ni de los pedagogos en general.Era necesario decir que hay muchos autores, muchos libros, muchos viajes, mucha gente, muchas clases… que harían difícil ese estado casi absoluto de ignorancia que él nos achaca. No ha habido ataque por mi parte (o eso creo) sino defensa de unos ataques que no considero fundados.
      Respecto a la Facultad.
      Ya no estoy allí. No me sorprende el cambio radical que describe esa alumna. Porque cada profesor suele actuar a su libre albedrío. Hay quien todo lo basa en debates y hay quien todo lo sustenta en trabajos y exámenes. Hay quien practica con mayor o menor acierto las clases magistrales y hay quien trabaja en grupos… No hay una planificación homogénea. O una consigna que todos obedezcan. O un acuerdo previo. Ya me gustaría que las concepciones, las metodologías y las evaluaciones fueran objeto de un consenso después de intensos debates y de serias investigaciones.
      Yo creo que tenemos mucho-mucho-mucho que mejorar.
      Y ella no debe desconcertarse.
      Gran parte del aprovechamiento va a depender de su esfuerzo y de sus ganas de aprender.
      Le deseo mucha suerte.
      Y que saque partido de quien pueda.
      Un cordial saludo.
      MAS

  40. A mi me parece es facil de criticar en la pedagogia pero hay mucho más por mejorar hay que tener vocacion y voluntad para enceñar para no caer en la improvisación y debemos capaditar mucho para mejorar nuestra pedagogia moderna

    • Estimado Evert:
      Estoy contigo en que hay mucho que mejorar.
      La enseñanza es una tarea de extraordinaria complejidad. Y, a mi juicio, che falta y¡una lata capacitación no solo en los contenidos sino en lo que es específico de la tarea docente.
      Un abrazo y gracias.
      MAS

  41. Hola Miguel Ángel. Nos conocimos hace algunos años en los q ambos estábamos de ponentes. No fue en ese momento donde pude disfrutar de tu forma de ser y entender la educación sino en la comida posterior donde nos reímos y compartimos chascarrillos. Me ha gustado muchísimo tu artículo, por la claridad y la valentía que has tenido al defender a este colectivo y mucho más por la elegancia y la prudencia con la que te has dirigido al «anti». Yo, sin embargo, no voy a ser tan elegante y voy a nombrar a Ricardo Moreno Castillo, el impresentabe que no tiene ningún pudor en manifestar públicamente el desprecio hacia nuestra profesión. Tuve ocasión de contestarle públicamente a un comentario muy desafortunado que hizo en el período El País. Allí publiqué mi respuesta a sus comentarios y tanto le debió molestar que me buscó y me escribió una carta personal que me hizo llegar al centro donde actualmente trabajo. A punto he estado de subirla a Facebook para que públicamente la gente conozca el profesional que él es. Sin embargo, creo q la prudencia, la tolerancia y el respeto que otros si intentamos tener me frene en el deseo de hacerlo. Muchas gracias de nuevo por tus aportaciones y mis mejores deseos para este nuevo año, donde sin duda seguiremos defendiendo como pedagogos y pedagogas ésta magnífica profesión. Un saludo cordial.

    • Querida Carmen:
      Feliz Año Nuevo, estimada colega.
      Y muchas gracias por tus hermosas y generosas palabras.
      Siempre me ha sorprendido (más que indignado) esa inquina que muestra y exhibe impúdicamente un sector del profesorado contra nosotros. No les puedo entender. Hablan incluso de intrusismo, cuando quienes lo practican son ellos sobre nuestro quehacer.
      Un nuevo año de reflexión, de entusiasmo y de compromiso con la educación-
      Besos y gracias.
      MAS

  42. Para Carmen Ballesteros:

    No hay inconveniente en que publiques mi carta. Es más, lo hago yo mismo a través de este blog «para que públicamente la gente conozca el profesional que él es».

    La carta es la siguiente:

    Querida Carmen:

    Muchas gracias por tu correo y tus críticas, y perdona mi demora en responderte. Estuve bastante liado por mil motivos familiares y profesionales, y ahora aprovecho un rato que tengo libre para contestarte sosegadamente. Para facilitar la lectura, los párrafos que voy entresacando de tu texto los entrecomillo. Después vienen mis respuestas

    “Como parte del colectivo de «presuntos expertos e ignorantes», a los que se refiere en el artículo de El País publicado el día 4 de Diciembre, debo hacerle algunas consideraciones que, tal vez, le sugieran una sonrisa o por qué no, una carcajada. Si así fuera también puede añadir en su próximo artículo el calificativo de «payasos» a los presuntos expertos e ignorantes.”

    El calificativo de payasos lo usas tú, no yo. Mira Carmen, después de muchos años de docencia, muchas lecturas sobre educación, y muchas horas de reflexión, he llegado a la conclusión de que la pedagogía, entendida como ciencia, es una jerga, un lenguaje sin sentido, y que como tal está haciendo mucho daño a la enseñanza. Y lo digo con el mismo derecho que un ateo calificaría a la teología de lenguaje sin sentido, y eso no sería razón para que los curas se sientan tildados de payasos. Por cierto, tengo algunos amigos curas, y a veces me divierto haciéndolos rabiar diciéndoles que su discurso es una jerga sin sentido. Y la verdad es que se lo toman con mucho mejor que vosotros. ¿Es que hasta los curas van a tener más sentido del humor, o más capacidad de encaje que los pedagogos?

    “En primer lugar no se si sabe que somos licenciados (como usted) y que la Universidad no regala los títulos en las Facultades de Psicología y de Ciencias de la Educación. Si así fuere, ruego que sin tardar informe a las autoridades competentes de semejante tropelía. – Por si usted lo desconoce (que parece que sí) los «presuntos expertos e ignorantes» damos docencia en los Centros de Secundaria, según establece el Reglamento Orgánico de Centros para esta etapa educativa.”

    Sí que lo sabía, así como sé que muchos profesores de religión son licenciados en Facultades de Teología, donde supongo que tampoco regalan los títulos. Ahora bien, eso no es un argumento a favor ni en contra de las clases de religión en centros públicos. Yo estoy fervientemente en contra, y quien quiera convencerme de lo contrario tendrá que argumentar por otro lado.

    “Supongo que sabrá (aunque sólo sea porque es algo muy repetitivo) que la profesión docente es una actividad laboral que se elige LIBREMENTE y desde luego hace muchos años que se conoce que la educación es una profesión VOCACIONAL y no sólo el camino más fácil al que muchos docentes deciden acudir sin tener ni las motivaciones, ni la formación, para enfrentarse a esos adolescentes a los que luego tanto les cuesta enseñar y motivar.”

    Estoy en absoluto desacuerdo. Quien tenga vocación dará clases más a gusto que quien no la tenga, pero no será por ello mejor ni peor profesor. Algunos de los mejores profesores que tuve en el instituto, a los cuales seguí tratando posteriormente, me confesaron que su vocación no era enseñar, sino estudiar y aprender, pero como de eso no se puede vivir, se habían dedicado a la docencia. Y lo hacían bien por moral profesional, por la elemental honradez de hacer bien aquello por lo que te pagan, porque sabían contagiar a los niños su ilusión por aprender, porque tenían imaginación para ponerse en lugar de los estudiantes y mano izquierda para tratar con adolescentes. Y he conocido también bastantes casos en sentido contrario. Durante mis años de ejercicio profesional, que ya son treinta y seis, en varias ocasiones he recibido quejas de alumnos de mi tutoría sobre algunos de sus profesores (y en muchas ocasiones durante cuatro años que fui director), quejas que transmitía por supuesto a mis compañeros. Y varias veces, la respuesta recibida era “¿No están contentos conmigo? ¡Pero si soy un profesor vocacional!” Pero por muy vocacional que un profesor sea, si no tiene dos dedos de frente ni ninguna de las virtudes a las que aludí antes, de poco le sirve la vocación.

    “Ya que parece conocer tan bien a tantos «presuntos expertos e ignorantes» por toda la geografía española, podría tener al menos la decencia de nombrarles, que aunque para usted son tan graves sus palabras (por supuesto mal interpretadas y fuera de contexto) para otros ha sido un orgullo haberlos tenido como profesores.”

    No es cuestión de decencia, sino de que un artículo en El País debe tener un número limitado de palabras que no te puedes saltar, y no di más datos y referencias de ellos porque entonces habría tenido que recortar por otro lado. Pero si quieres saber quienes son, están largamente citados en mis dos libros sobre educación (Panfleto antipedagógico, publicado en la Editorial Lector, y De la buena y la mala educación, en los Libros del Lince). Los textos que cito de estos personajes son lo suficientemente largos para que sus afirmaciones no puedan ser ni descontextualizadas ni malinterpretadas. Lo que no entiendo es que puedas sentirte orgullosa de haber tenido ciertos profesores. Yo estoy contento de los buenos profesores que he tenido, pero no puedo sentirme orgulloso de algo que no es mérito mío: es un venturoso azar el que me hayan tocado como profesores. Sentirme orgulloso de los buenos profesores que he tenido sería tan tonto como sentirme culpable por los malos profesores que me han tocado.

    “Solo espero y deseo que el desprecio y la falta de respeto que muestra hacia compañeros de profesión (mal que le pese) no lo haga extensivo con los alumnos en sus clases, porque eso si sería grave e indecente para el sistema educativo. Carmen Ballesteros Doncel. Orientadora Educativa en un Centro Público de la Comunidad de Madrid.”

    Ya se que los orientadores sois compañeros de profesión, del mismo modo que lo son los profesores de religión, y eso me obliga a tratarlos con la misma educación y miramientos que me merecen los demás compañeros. Pero el respeto hacia las personas no se ha de extender al respeto a las ideas, algunas de las cuales son respetables y otras deleznables, por lo tanto dignas de crítica y vituperio. El respeto que me merece el profesor de religión, en cuanto que ser humano, es idéntico al que me merece el de física. Pero el discurso del primero, basado en un libro presuntamente revelado, no puede merecer el mismo respeto que el del segundo, basado en el método científico, y por lo tanto objetivamente contrastable. Insisto, sin que esta diferencia de respeto hacia sus respetivos discursos suponga una diferencia de respeto a las personas, que como tales son igualmente acreedoras de un trato cortés y respetuoso. A continuación haces una acusación gratuita y sectaria: como no creo en la pedagogía como ciencia (del mismo modo que no creo en la adivinación ni en la cartomancia), dejas entrever que desprecio a mis alumnos. Es sectaria porque hace juicios de valor sobre quien discrepa, comportamiento propio de las sectas. Esto, lo de la culpabilización de los disidentes como algo casi intrínseco a las sectas, está muy bien explicado por Mercedes Ruiz Paz (por cierto, licenciada en pedagogía, lo mismo que tú) en su libro La secta pedagógica (Grupo Unisón editores), que te recomiendo muy vivamente.

    Un cordial saludo

    Ricardo Moreno

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